Terminamos la midseason con esta nueva entrega de Once Upon a Time in Neverland, el capítulo 11 titulado, Behind the beginning.
Chapter 11: Behind the beginning
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e trataba de una imagen de suma belleza. Por aquel damero
de colinas, prados, valles y riveras, un jinete cabalgaba veloz y seguro a
lomos de su corcel. No es que estuviera fuera de lugar, pero era tremendamente
inusual encontrarse con a tan elegante figura masculina en medio de aquel
inhóspito paraje. Su porte atractivo, juvenil a la par que maduro y su
impecable vestimenta que terminaba en una capa roja que ondeaba al viento
hacían de su presencia algo irreal sobre un entorno severo debido a la
naturalidad con la que se desenvolvía para ser la primera vez que galopaba por
aquellos lares.
El amazona detuvo a su montura
al grito de «so» para bajarse en medio de un camino estrecho entre una frondosa
vegetación boscosa. Caminó varios pasos hasta un palo de madera, caído de
alguna rama. Lo tomó y se dispuso a realizar el encantamiento brújula.
Lo lanzó
al aire y el palo le indicó que iba en la dirección correcta. Se quedó así,
contemplando el insignificante objeto y el relincho de varios equinos lo sacó
del ensimismamiento.
Un carruaje negro se
aproximaba veloz, tirado por oscuros caballos que eran fustigados por un
soldado de armadura sombría. La carroza no pudo más que parar ante el obstáculo
que le impedía continuar.
- ¡¿Quién osa interrumpir mi
viaje?! – Gritó una voz de mujer - ¡¿Quién osa interponerse en mi camino?!
Enfundada en un traje de
pantalón negro, con la melena morena recogida en una larga coleta y los labios
rojos como un sangriento rubí, la mujer que bajó del carruaje lo miró con
severidad.
- ¿Quién eres? – Preguntó
extrañada.
- Un viajero.
- Eso ya lo veo, mas nunca te
he visto antes. ¿Cuál es tu nombre forastero?
- Rufio – contestó el lost boy
acercándose a ella e ignorando el peligro - ¿Quién… Sois vos?
– Tras conocer a
Felipe y las tres hadas comprendió que para no llamar la atención tenía que
utilizar un lenguaje más antiguo, más acorde al entorno.
- ¿De verdad no sabes quién
soy?
Rufio se encogió de hombros.
La mujer de negro rió a
carcajadas.
- Pues puede que eso te haya
salvado, ¿Dónde está tu familia niño?
- No tengo. No tengo a nadie
aquí.
- Bueno, en tal caso te
perdonaré la vida… Hoy. No quiero que vuelvas a interponerte en mi camino – Repuso
con frialdad volviendo al carruaje.
- Disculpe, señora, ¿Podría
decirme quién es? Lo digo para saber a quien no debo acercarme.
Ella sonrió desde la puerta de
la calesa.
- Mi nombre, como bien saben
todos los que moran en este reino, es Regina.
17 AÑOS ANTES
Regina,
la reina consorte del Reino del Norte, galopaba rauda por las colinas que
arropaban el castillo del rey Leopold. Rocinante, su caballo, sorteaba con
bravura y genio los obstáculos del campo de entrenamiento y relinchaba ante los
vítores de la niña de piel blanca como su capa y melena negra como el ébano.
-
¡Ha sido asombroso Regina! – La felicitó la joven.
-
Gracias Blanca – agradeció la reina con una sonrisa bajando del caballo.
-
Bueno… - Repuso el hombre que acompañaba a la princesa, un hombre mayor de pelo
cano y escaso y mirada aguileña - asombroso no es como yo lo llamaría.
-
Me recordáis a mi madre esposo.
-
Una reina no debe cabalgar cual caballero, ha de ser grácil y elegante,
recuérdalo Blanca, una princesa…
-
Debe guardar gracia y compostura – dijo la niña antes que su padre – lo sé,
pero no veo que haya nada malo en cabalgar como Regina.
Sin
previo aviso y para sorpresa de ambos, Regina se dobló por la cintura y cayó de
rodillas al suelo profiriendo un grito agudo de dolor.
-
¡REGINA! – Gritó Blanca asustada acudiendo en su ayuda.
-
¿Qué ocurre querida? – Preguntó Leopold.
-
El vientre, me duele mucho… - Alcanzó a decir antes de ver la sangre manchar
los bajos de su pantalón de montar y desmayarse.
-
¡Corre Blanca, llama al médico!
Blanca
asintió entre asustada y nerviosa y se apresuró al castillo.
Llevaron
a Regina sobre una camilla hasta sus aposentos, el rey Leopold aguardaba en la
puerta.
-
No os la llevéis – farfullaba - sólo llevamos tres meses casados…
-
Su majestad – dijo el médico.
-
¿Qué? ¿Qué ha pasado?
-
No se preocupe, enhorabuena – lo felicitó con una sonrisa.
-
¿Enhorabuena?
-
La reina está embarazada, aunque es un embarazo de riesgo y debe guardar reposo
absoluto, estoy convencido de que el bebé nacerá correctamente y tendremos un
rey varón en el futuro.
Habría
sido una noticia magnífica, de no ser porque el rey y la reina no habían
consumado aún el matrimonio.
Leopold
encontró a Regina recostada en la cama.
-
¿El doctor os ha contado todo?
Leopold
asintió.
-
Imagino querréis saber de quién es el niño.
-
¿Me habéis engañado?
-
¿Cómo podéis si quiera pensarlo? Sólo he yacido con un hombre, que por
desgracia murió poco antes de nuestro enlace, el único y verdadero amor de mi
vida, Daniel.
-
Lo siento.
-
¿Qué pasará con mi hijo?
-
¿Es que quieres tenerlo?
-
Pues claro, será como tener un pedacito de él, será el que no deje apagarse la
llama de nuestro amor. Sabéis muy bien a que me refiero, vos aun añoráis en
demasía a la reina Eva.
-
Sea pues, ese niño será reconocido.
-
Mas si es un varón desplazará a Blanca en la línea de sucesión y se convertirá
en vuestro heredero, en el futuro rey.
Leopold
sonrió.
-
No creo que a Blanca le importe.
Regina
le devolvió la sonrisa agradeciéndole su comprensión.
-
Gracias.
Tras la Guerra de la Reconquista que
enfrentó a los partidarios del príncipe James y Blancanieves contra los del rey
Jorge y la reina malvada, como la llamaban la mayoría, el reino de los
vencedores vivía una época de esplendor. Ya sin la reina y libres de males aquel
buen ambiente no se podía estropear y los aldeanos se habían esforzado en
reconstruir los desperfectos causados y en engalanar la capital para el enlace
de Blancanieves con El Príncipe Azul.
- ¡Guau! – Exclamó Rufio cruzando
el viaducto mientras se adentraba en el reino ante el imponente castillo.
El mercado rebosaba de vida y
las calles de flores, guirnaldas y adornos con motivo de la celebración. Un
poco desorientado Rufio se dirigió a un anciano con apariencia afable.
- Disculpe, siento mucho
molestarle caballero – se disculpó a sabiendas de que resultaba calculadamente
encantador.
- Oh, que jovencito más bien
educado, ojalá mi Pinocho aprendiera de ti, será un verdadero placer ayudarte.
Rufio sonrió, sabía cómo usar
su carisma.
- ¿Sabría decirme cómo llegar
al castillo?
- Uhm, claro es muy sencillo,
sólo tienes que continuar recto, atravesar los jardines y subir las escaleras
hasta el postigo.
- Muchas gracias.
- De nada, si pudieras avisar
a mi hijo de que venga a mi encuentro, salió corriendo que se las pelaba hacia
allí. Es pelirrojo, Pinocho es su nombre.
- Claro, lo haré encantado –
agradeció el joven aún con la sonrisa en los labios.
Rufio ató al caballo en la
parada de postas y siguió las indicaciones de Gepetto, sin embargo, cuando terminaba
de subir el tramo de escaleras que conducía al postigo oyó a alguien gritar.
Pinocho corría para huir de
unos extraños jabalíes negros con dos grandes cuernos que le salían del hocico.
- ¡NO! ¡Corre! – Le gritó
Rufio.
Pinocho lo hizo hacia él, pero
¿Cómo defenderse de esas criaturas?
- ¡Pon al niño a salvo! – Le
ordenó un hombre fornido de pelo castaño claro - ¡Rápido!
Pinocho salió corriendo
escaleras abajo y Rufio sacó el puñal mágico.
- No es necesario – le dijo el
hombre que embistió contra los cuatro jabalíes y los mató de un golpe - el
truco para que los hounds te dejen en paz es no huir de ellos.
- ¿Hounds?
- No me creo que no sepas lo
que son, todos los campesinos se las han visto con ellos al menos alguna vez.
Rufio se encogió de hombros y
preguntó:
- ¿Quién sois vos?
El hombre rió.
- ¿Cómo? ¿Tampoco sabes quién
soy?
- Lo siento – contestó el
muchacho ruborizado.
- No pasa nada, mas es
extraño. Yo soy el príncipe James.
- Es un placer alteza – dijo
Rufio arrodillándose.
- No es necesaria tanta
pleitesía – le dijo James con una sonrisa, apurándose a levantarle del suelo.
- Precisamente quería hablar
con vos porque… - un grillo que había comenzado a cantar en su oído lo
interrumpió.
- Espera – pidió James con un
ademán - ¿Qué ocurre Pepito?
«¿Pepito Grillo?» Pensó Rufio
extrañado.
- Está bien – dijo El Príncipe
Azul - ¿Podrías hacerme un favor? Pinocho huyó asustado por los hounds, ¿Podrías
encontrarlo? No creo que haya ido muy lejos, pero Gepetto podría preocuparse.
- No claro, supongo… - a Rufio
le corría prisa volver a Neverland pero accedió.
Pepito Grillo revoloteaba a su
alrededor y con un desafinado canturreo le indicó que Pinocho marchaba entre
los tenderetes, sólo tendrían que seguirle.
Peter había llegado también hasta
el antiguo castillo del rey George, se suponía que Rufio debía estar allí.
- ¡PINOCHO! ¡PINOCHO! –
Gritaba un hombre anciano.
Peter no tenía tiempo para
perderlo con él, y además no le interesaba lo más mínimo lo que le pasara al vejestorio.
- ¡Oye! ¡Tú! – Le gritó el
anciano – ayúdame por favor, ¿Has visto a mi hijo?
- No, lo siento – respondió
con amabilidad, no quería llamar la atención.
- Oh, ha huido quien sabe
donde… - Se lamentó el hombre para sí.
- Eso me resulta familiar… -
El cerebro de Pan trabajaba mecánicamente para dar con una idea que no
conseguía materializar, para encontrar aquello que había olvidado, para fijarse
en ese detalle que le había pasado inadvertido…
- ¡PADRE! – Gritó Pinocho que
se acercaba corriendo con los brazos abiertos y Pepito en su hombro.
- ¡Pinocho! – Correspondió
Gepetto con emoción, recibiendo el pegajoso beso de su hijo que tenía los
labios llenos de chocolate.
- El retorno desde el parterre
exterior ha sido un paseo – comentó el grillo.
- Y lo dices tú que no caminas
eh Pepito – se burló el niño.
- Cielos envié a un muchacho a
por ti y temí que no te encontrase.
- ¿Y tú? ¿Quién eres? – Se
atrevió a preguntarle Pinocho a Peter.
- Nadie, nadie importante… -
Pan miró en dirección hacia el parterre exterior - sólo soy una marioneta de
mis poderes… - Aquella revelación la hizo casi sin darse cuenta, en un tono
melancólico que lo delató a ojos de Pepito, aunque no de Pinocho.
- ¡Cielos! – Exclamó el niño -
¿Es que tú no tienes un Pepito cómo yo? Es mi conciencia y me ha enseñado un
montón de cosas importantes. Puede que sólo necesites a alguien que te enseñe
que es lo que está bien y lo que está mal.
- Claro – dijo el grillo - No
puedes cargar tú sólo con todos los problemas. Debes tener a alguien, ya sabes…
¿Un amigo con el que puedas hablar? – Pensó.
Peter cerró los ojos.
- De hecho lo tengo, con esa
estúpida sonrisa que siempre lleva – rió - es el mejor maestro que podría
tener.
- Ojalá tuviera yo un montón
de buenos amigos – se lamentó Pinocho.
- Los tendrás – intervino
Gepetto - más de los que puedas contar…
Peter los vio alejarse.
- Eh padre, ¿Puedes contarme
esa historia?
- ¿Otra vez? – Rió Gepetto.
- Por favor.
- El Hada Azul ya te la ha
contado muchas veces…
Rufio se había separado de
Pepito para encontrar a Pinocho más rápido y por fin lo había encontrado,
frente a la gran fuente del parterre exterior, el límite norte del reino de
James y Blancanieves, un hermoso jardín amurallado y adoquinado lleno de flores
y pequeñas fuentes de agua cristalina que reflejaban a Pinocho con sus rizos
pelirrojos coronados por un sombrero tirolés.
- ¡Pinocho! – Lo llamó
mientras corría hacia él - No es seguro que estés aquí, hazme caso y vuelve
con…
Una humarada verde envolvió a
Pinocho y este se convirtió en una mujer… Indescriptible pues lo único en lo
que Rufio podía fijarse era en su piel, verde esmeralda.
- ¡¿QUIÉN ERES?! – Preguntó
pese a estar seguro de saberlo.
Aquella mujer se limitó a
sonreír y cuando habló lo hizo con voz refinada, una que nada tenía que ver con
su sombrero de bruja.
- ¿Por decisión o por azar? –
Preguntó mientras se acercaba a él – mas da igual como sea, no puedes controlar
las cosas de las que no tienes consciencia, y por ello tus sueños serán tu
prisión, ahora y para siempre.
- ¿Ah sí? Entonces saldré a
enterarme de que es lo que hay por ahí.
La bruja borró su sonrisa,
ahora lo miraba de otra forma…
- Me das asco… - era odio lo
que sus claros ojos reflejaban – no eres más que un mocoso, zafio, torpe e
ingenuo… Sin duda tu origen no es una engañifa.
- ¿Qué engañifa? ¡¿Quién eres
tú?! – Esa mujer le daba un poco de miedo, pero el no entenderla era el
revulsivo perfecto.
- ¿Quién soy yo? Quién eres
tú, querrás decir…
- Sí eres un personaje de
cuento… Debes ser la Malvada Bruja del Oeste porque eres verde.
- Muy agudo por tu parte –
ironizó la bruja - si eres así de maleducado debes ser un insoportable lost
boy.
- ¿Cómo sabes acerca de ellos?
¿Acaso tú conoces a Pan?
- Puede que sí, puede que no.
- ¿Qué mierda quieres de mi?
- La imprudencia no te
beneficia niño, deberías mejorar tu vocabulario – la perversa bruja se acercaba
peligrosamente - sí, puedo sentirlas en ti, a ambas. Posees lo mejor y lo peor
de cada una.
- ¿Qué?
- ¡RUFIO ALÉJATE DE ELLA! –
Gritó una voz conocida.
- ¡PETER! – Lo llamó Rufio.
- ¡Fuera! – Gritó Pan a la
bruja lanzándole una bola de fuego que se perdió en la humarada verde que dejó
ella al desaparecer.
- ¿Quién era esa?
- La Malvada Bruja del Oeste.
- Su piel la delataba pero, ¿Por
qué me ha dicho esas movidas tan raras?
- Me considero una persona muy
cultivada Rufio, pero no emplees ese dialecto tan extraño conmigo.
-
No emplees esos remedios con ella – era lo que Regina estaba segura que habría
dicho su madre si hubiera estado allí al ver a la partera ponerle albahaca en
el muslo, un remedio archiconocido para ayudar en los alumbramientos.
La
reina resoplaba y se contorsionaba en la cama, pariendo a su hijo con dolor y
con la exclusiva compañía de Johanna.
-
Vamos su majestad, sea fuerte.
Regina
gritó a causa del desgarramiento que le estaba produciendo el parto.
-
Es un alumbramiento complicado señora, mas debe ser fuerte.
Regina
seguía resoplando de forma continua, sólo interrumpiendo su toma de aire para
gemir de dolor, estaba muy cansada, el parto duraba ya casi un día completo.
-
Quiero dormir… - alcanzó a decir.
-
¡No te duermas! Si te duermes no podré salvarte.
Un
pañuelo en la cabeza de Johanna evitaba que el sudor de su frente le impidiera
ver, pero después de tantas horas los ojos le ardían por la sal. Nunca había
sudado tanto.
Frente
a ella Regina, con las piernas abiertas, pálida como una muerta y con la cabeza
inclinada hacia un lado, con los ojos entreabiertos y las pupilas vidriosas.
-
¡Necesitas tener a este niño!
Regina
asintió con su pelo pegado a la frente a causa del sudor, pero el bebé ni
siquiera estaba colocado. Johanna palpaba el vientre y la desgracia ocurrió, la
mano de la partera se hundió en él y la sangre salió impulsada a borbotones,
manchando el delantal de la criada y chapoteando ruidosamente en el suelo.
-
No… mi hijo…
-
Tiene que ser fuerte señora.
-
¡NO! ¡NO! – Gritó Regina - ¡VOY A TENERLO! ¡VA A NACER! ¡POR DANIEL! ¡POR
NUESTRO AMOR! ¡No van a quitármelo, y si me lo han quitado… Me lo van a
devolver!
Regina
gritó mucho más que antes, se contrajo al máximo y por fin sintió algo salir de
sus entrañas.
-
¡No puede ser! – Regina vio el horror en el rostro de Johanna.
-
No desespere su majestad, no respira mas puedo salvarlo – dijo ella yendo hacia
el aparador con el bebé inmóvil en brazos.
-
Quiero verlo, por favor – Regina sabía que se desmayaría de un momento a otro.
-
Aguardad un instante – Johanna hizo el boca a boca al bebé y después aprovechó
la debilidad de la reina para hacer algo insólito, acercar un poco de polvo de
duende a la nariz del crío que lo aspiró con su primera bocanada de aire antes
de romper a llorar - ¡Está vivo señora! ¡Y es un varón! – Johanna fue hacia la
cuna y lo envolvió en su toca bordada – tome, es su hijo.
Regina
lo cogió en brazos, temerosa de dañar a aquella frágil y pequeña criatura de
profundos y oscuros ojos azules…
-
James – alcanzó a susurrar antes de quedarse dormida con el bebé en brazos.
Y
despertó horas más tarde, pero su hijo ya no estaba en sus brazos.
-
¿Johanna? ¿Johanna? – Pero nadie contestó.
Miró
hacia la cuna y sonrió con emoción, su hijo debía estar durmiendo allí. Se
levantó apoyando una mano sobre su vientre aún hinchado, se puso la bata para
aliviarle el destemplado producido por el sudor frío que se mantenía en su
camisón y caminó un poco hasta la cuna… Estaba vacía.
-
Ya has despertado – dijo Leopold desde la puerta.
-
¿Dónde está mi hijo? – Preguntó Regina nerviosa.
-
Será mejor que te sientes querida.
-
¿Dónde está mi hijo? – Repitió como si no la hubiese oído.
Leopold
la tomó de las manos y la abrazó con fuerza, con una ternura inusitada que
nunca había demostrado.
-
Lo siento Regina… Ha muerto.
Los
ojos de Regina se llenaron de lágrimas.
-
Ya nos hemos encargado del cadáver, no creo que sea conveniente que lo veas.
Regina
no pudo más y rompió a llorar en brazos del rey.
Peter quería pedir perdón a
Rufio por lo ocurrido con Baelfire y Silvermist, y se decidió a hacerlo.
- Lo siento Rufio, me equivoqué.
Él le dio un abrazo en señal
de que lo había perdonado.
- Cuando desperté en aquella
foresta pensé que no volvería a verte nunca más.
Y así nuestra historia acaba,
o da un giro más bien donde empezó, no sólo ésta, sino también la otra.
Rufio y Peter entraron en el
gran salón del castillo de James, tan lleno de gente que no tardaron en chocar
con una chica que tendría la edad de Rufio.
- Lo siento – dijo el lost boy
agachándose para ayudarla a recoger su regalo, sin poder evitar fijarse en sus
extraños ropajes, no era una campesina, pero su ropa no era como la del resto.
- Gracias – musitó ella
avergonzada.
- ¡Cenicienta! – Gritó una
mujer de apariencia tan severa como elegante seguida de otras dos jóvenes, una
morena y regordeta con un pomposo vestido verde y la otra hermosa y rubia de
gruesos y carnosos labios rosados - ¿Acaso quieres dejarnos en ridículo ante
toda la corte?
- No madrastra.
- Ruego disculpen a mi
sirvienta, es una joven atolondrada con demasiada imaginación… - explicó con
una falsa sonrisa.
- Hasta se cree que habla con
los pájaros – se burló la de verde.
- Cuidado Drizella – advirtió
la señora – ahí está el gran duque, no eches tu reputación a perder.
- Si hermanita, tu reputación
de patosa bailarina y conversadora penosa – rió la de rosa.
- No es menos que lo tuyo
querida Anna, aprende a tocar la flauta.
- ¡YA BASTA! – Ordenó Lady
Tremaine olvidando las formas - ¡Drizella! ¡Anastasia! Gracia y compostura, es
lo que se espera de una futura princesa.
Cenicienta rió de forma
inadvertida, pero no para su madrastra.
- Ya veremos si te siguen
quedando fuerzas para reír tras todas las tareas que voy a encomendarte.
Peter y Rufio vieron marcharse
a la extraña familia y tomaron un lugar entre la multitud desde donde vieron
llegar a las hadas. Rufio pudo distinguir a Flora, Fauna y Primavera junto a
otras, también advirtió que Peter ocultaba su rostro al ver acercarse a un hada
de piel oscura y traje dorado a la que oyó como llamaban Iridesa.
Más tarde el novio entró en la
estancia para que acto seguido lo hiciera la novia. Fue una ceremonia muy
emotiva, con un discurso de los siete enanitos que Rufio aún no se creía. Todo
parecía perfecto…
- ¿Y vos Blancanieves
prometéis tomar a este hombre como esposo para amarlo toda la eternidad?
- Lo prometo.
- Yo os declaro marido y
mujer.
Los asistentes estallaron en
vítores, ovaciones y aplausos, excepto Peter que no mudó el rostro. Blanca y el
príncipe acercaron sus rostros para sellar su amor con un beso, pero éste no
llegó a consumarse. Las puertas de roble se abrieron con un estruendo para
dejar paso a una mujer con un traje tan negro como su aura. Regina, la Reina
Malvada.
- Siento llegar tarde – dijo
sonriendo a los asistentes que la miraban asustados.
- ¿Ella no es…? – Preguntó
Rufio a Pan que ahora estaba más atento que nunca.
Regina avanzó por el corredor
formado entre los invitados que evitaban mirarla, dos guardias osaron
interponerse en su camino y recibieron por ello su merecido.
- ¡ES LA REINA CORRER! – Gritó
Sabio a los novios.
Blanca actuó por instinto,
desenvainó la espada de James y la dirigió a Regina.
- ¡Ella ya no es la reina!
Ahora no es más que una bruja malvada.
- No te rebajes, no es preciso
– intervino El Príncipe Azul intentando mediar en una tregua imposible - Ya
habéis perdido – le dijo a una radiante Regina tras recuperar su espada –
estáis perdiendo el tiempo. No dejaré que arruinéis el enlace.
- No he venido a arruinar
nada. Al contrario querido. He venido a daros un regalo.
- ¡NO QUEREMOS NADA DE VOS! –
Gritó Blanca con rabia.
- ¡Pues vais a aceptarlo! –
Regina miró a los invitados, todos a excepción de Rufio y Pan que quedaban
ocultos por la multitud se tapaban los ojos con las manos - mi regalo es, este
venturoso y feliz día – concluyó con asco - Pues mañana comenzará mi obra
maestra.
Blanca y James la miraban en
una mezcla de odio, temor y sentimientos encontrados de repulsa y rabia.
- Os habéis hecho una promesa
– continuó Regina - pues escuchad la mía. Muy pronto todo cuanto amáis, todo
cuanto todos vosotros amáis – aclaró – os será arrebatado, para siempre. Y de
vuestro padecimiento… Se fraguará mi venganza.
Todo el mundo guardaba un
silencio sepulcral.
-
¡Juro que destruiré vuestra felicidad! – Gritó con rabia Regina a los novios -
Aunque lo último que haga sea eso – y tras lanzar una mirada que iba más allá
del odio a Blancanieves y su príncipe dio la vuelta y volvió sobre sus pasos
ignorando a los invitados que, de forma ridícula, ocultaban su rostro para
evitar mirarla.
- ¡EH!
– Oyó a sus espaldas.
Se
giró al tiempo que la espada del príncipe sobrevolaba el pasillo en su
dirección, pero no había de que preocuparse… Al instante tanto ella como la
espada habían desaparecido, y todos sabían que el lanzamiento del príncipe no
había sido certero.
- ¿Qué ha sido eso? – Preguntó
Rufio, pero Pan, también había desaparecido.
El
rey Leopold esperó a que Regina se durmiera para salir de los aposentos de la
reina con un bebé envuelto en una toca con su nombre bordado.
Fuera
le esperaba Johanna.
-
¿Os ha creído?
Leopold
asintió.
-
Llévate este bastardo lo más lejos posible, no quiero volver a verlo, ni a ti
tampoco – sacó un saquito cuyas monedas sonaron al chocar unas con otras en su
interior – esto será suficiente para que empieces una nueva vida donde quiera
que sea.
Johanna
tomó el saquito y lo escondió en su refajo.
-
Descuidad majestad – se aferró al niño y caminó varios pasos por el pasillo,
pero antes de perderse en su inmensidad se giró para decir unas últimas
palabras al rey: - Recordad su majestad…
Leopold
la miró con atención.
-
Que el amor os debilita.
Si
el rey hubiera sabido que todo era un engaño tal vez nada hubiera ocurrido. En
cuanto Johanna se hubo alejado lo pertinente del castillo desapareció envuelta
en una humarada verde para aparecer a orillas del Lago Nostos como Zelena.
-
No tengo nada en tu contra pequeño – dijo con su dulce voz - mas todos deben
pagar por sus actos, incluida tu madre y esto es sólo el principio porque no
dentro de mucho voy a arrebatarle todo cuanto tiene y tendrá, y encomendándome
el oscuro esta tarea tengo más claro que nunca que quiere ayudarme de corazón.
Zelena
se acercó a la orilla y depositó al niño sobre un trozo de madera que flotó
hasta el centro del lago cuyas aguas comenzaron a girar creando un remolino que
acabó por tragarse al bebé.
-
Mas volveremos a vernos, tengo ese presentimiento.
Maléfica estaba muy debilitada
tras la derrota a manos de Rufio y las tres hadas y Pan lo sabían, este último
iba a aprovecharse de ello.
La bruja tiñó de verde las
llamas de las chimeneas y en ellas se vislumbró un rostro.
- Lo siento, las cosas no han
salido como esperaba.
- ¿Qué? ¿Sigue vivo? – Dijo
una voz en las llamas.
- Hubo complicaciones de
última hora.
- Eres una inútil, me has
fallado.
- ¿Qué querías que hiciera?
- Matarlo.
- ¿Matarlo?
- Rufio no debe volver a
Neverland ni encontrarse con Pan…
Maléfica apagó el fuego al
sentir que alguien llegaba.
- ¿Necesitas ayuda? – Preguntó
Peter su acostumbrado cinismo cuando apareció junto a su trono.
- ¿Qué haces aquí?
- La pregunta es, ¿Qué hacía
Rufio aquí? ¿Por qué lo trajiste? Dímelo.
Maléfica se hizo la orgullosa.
- No acepto órdenes de ti.
Y Pan sonrió.
- En ese caso… - Introdujo su
mano en el pecho de Maléfica, agarrando su corazón.
- Un corazón y el poder del
amor verdadero que custodias en tu interior no pueden coexistir en un mismo
ser…
Maléfica se quejaba del dolor,
pero sólo podía hacer eso.
- Así que entrégame tu corazón
– y de cuajo se lo arrancó. Un corazón pequeño y oscurecido que Peter miró
victorioso – entrega tu corazón a la oscuridad.
- ¿Qué quieres de mi?
- La reina está de camino,
viene a recuperar la maldición.
Maléfica miró el orbe de su
cetro.
- Necesito controlarte para
asegurarme de que se la das.
- ¿Y después?
- Bueno, yo me encargaré de
que a tu corazón no le pase nada malo.
- ¿Qué ganas tú con la
maldición?
- Me muero Maléfica – aseguró
Pan con franqueza - no me queda mucho y para sobrevivir necesito el corazón del
creyente más puro. El tiempo que tenía para hallarlo no era tanto como creía,
por eso necesito la maldición, necesito que llegue a Neverland y pare el
tiempo.
Maléfica rió. Recuperaba
fuerzas.
- No creo que lo encuentres
ya, si lo has tenido delante de ti todo este tiempo.
- ¿A qué te refieres?
- ¿Quién está aquí en el
Bosque Encantado contigo?
Peter no se lo creía.
- No, Rufio no es el creyente
más puro, no es el que sale en el retrato que me dio el genio de Agrabah.
- Todas las maldiciones pueden
romperse por una razón, pero en caso de no hallar la forma indicada, la
correcta, siempre hay una salida de emergencia, una vía de escape alternativa
que muchos ignoran. Y esa salida de emergencia…
- Es Rufio – completó Pan.
Tras la interrupción de Regina
los novios se vieron obligados a ausentarse un momento de la ceremonia, pero
más tarde, no estaban dispuestos a dejar que la reina les arruinase la boda y
ahora todos los invitados bailaban el vals en el gran salón, pero Rufio no
tenía ganas de bailar. Salió del castillo harto de tanta fiesta y en el postigo
el chico recibiría una visita inesperada.
- Vaya, vaya, vaya – dijo una
voz exageradamente aguda.
- ¿Quién anda ahí?
- ¡Me he visto negro para
llegar hasta ti! Y más para encontrarte en solitario, mas creo que merecerá la
pena.
El humo rosado que se formó
dio paso a un individuo, no muy alto, de piel grisácea y escamosa como su traje
y profundos ojos amarillos.
- ¿Por qué atraeré a todos los
bichos raros? – Se preguntó Rufio en voz alta acordándose de Maléfica y la
Malvada Bruja del Oeste.
- Tranquilo querido, a ver,
repasemos los puntos de la trama en orden, Rufio, James. En primer lugar debes
estar sorprendido por mi aparición, bueno pues debes saber que ya nos habíamos
visto antes. De hecho ya habías visto a otra persona que has conocido hoy de
forma oficial – mientras hablaba hacía estrambóticos gestos con sus manos -
Tenías una vida definida desde tu nacimiento, pero gracias a mi ésta se alteró
un poco. Antes incluso de que empezara.
- ¿Antes? – Se preguntó Rufio
que no entendía nada.
- Sí, en el pasado ya conociste
a Zelena, la Malvada Bruja del Oeste. Fue ella la que se encargó de que el
destino se cumpliese, de que estuvieses hoy aquí y ahora.
- ¡Eso es ridículo! ¿Cómo iba
a conocer yo a esa bruja?
- Es cierto, es demasiado
extraño… En tu mundo, o en el que crees que es tu mundo mejor dicho. ¿Quién te
creería al contarlo?
- ¿Estás diciendo que no
procedo del mundo real?
- Bingo, mas tu mundo no es el
real, sólo uno más pues hay infinitos de ellos, contarlos supondría perder la
vida.
- ¿Entonces…?
- Naciste aquí –
Rumplestiltskin rió divertido – tuviste a tus padres aquí, pero debías irte
lejos para que los acontecimiento siguieran su curso.
- ¡¿QUÉ?! – Rufio no se lo
podía creer - ¡ESO ES IMPOSIBLE!
- Verás querido, se acabó eso
de realidad versus fantasía, ahora sólo estamos tú, yo y esto. Y si estás aquí
conmigo es que todo va bien.
- Ya veo… Al menos ¡Ya sé
quien tiene la culpa de que haya sido un desgraciado toda mi vida! – Rufio
habló con toda la rabia que su ser dejaba escapar, y furioso sacó el puñal.
- Oh, veo que aún tienes esa
cara de infante enfadado – se burló el Ser Oscuro.
- ¡CÁLLATE YA! – Rufio
embistió contra Rumpel pero él lo hizo salir disparado.
- Ya te has entrometido
bastante en una historia que no es la tuya. Han sido muchos años aguardándola y
tú no la echarás a perder de nuevo.
- ¿De qué hablas?
Rumpel rió.
- Yo no soy exactamente
Rumplestiltskin, sólo soy alguien del más lejano pasado.
- ¿Del pasado?
- Mi yo del futuro me
encomendó una tarea, visitar las versiones escindidas de mi mismo en busca del
salvador para evitar que fuera quien estaba destinado a ser y poder dejar así
que se cumpliese la maldición.
- ¿Versiones escindidas? –
Cada vez entendía menos.
- Hay restricciones en el
movimiento a través del tiempo. Primero debes dejar atrás tu cuerpo para
hacerlo. Después debe haber una versión de ti mismo esperando en el destino. Al
llegar, sólo puedes avanzar siguiendo las leyes del tiempo y no puedes
reescribir los acontecimientos que están destinados a ocurrir. Ahora, yo
volveré a mi era para vivir la vida que mí sino me tiene reservada, lo mismo que
tú.
- ¿Qué?
- Prepárate para morir… -
Rumpel levantó ambas manos…
- ¡NO!
Y alguien interceptó la bola
de fuego que iba dirigida a Rufio.
- ¡PETER! – Gritó Rufio.
- ¿Me echabas de menos?
- No me quisiste ayudar en su momento
– dijo Rumplestiltskin – este es el único modo. Tu magia está debilitada Pan.
- Puede, pero sigo siendo más
poderoso que tú… - Pan alzó una mano y un vórtice púrpura apareció - ¡Huye
Rufio!
- Pero tú…
- ¡HUYE! ¡Sabré cómo encontrarte!
Rufio echó una última mirada a
aquellos dos poderosos seres lanzándose sin demora al vacío del portal.
- Me he quedado sin tiempo… -
El Ser Oscuro comenzaba a desaparecer – y debo regresar al lugar del que
provengo, mas la maldición se avecina y nosotros terminaremos esto en el lugar
indicado papá.
Peter vio a Rumplestiltskin
desaparecer… Rufio era el verdadero creyente o el salvador, estaba destinado a
ser esto último pero eso a él no le servía, y para complicarlo todo más, el Ser
Oscuro buscaba que no llegara a ser ninguna de las cosas... Pasado, presente y
futuro se habían unido por un momento despertando viejos fantasmas. Finalmente
miró al que en otro tiempo fue el castillo del rey Ricardo que ahora lo era del
Príncipe Azul y de Blanca.
- Ha comenzado – sentenció
Pan.
wow ! no pude parar de leérlo , cuanto drama por favor,lo ame.Muy bueno como de costumbre Peter.;)
ResponderEliminarMe encanta la relación de Rufio y Peter Pan.,y lo sínico que es él. Que frase esa que dice "Un corazón y el amor verdadero que custodias en tú interior,no pueden coexistir en un mismo ser".wow.Me gustaria ver mas de la relacion de Peter Pan y Rumplestiltskin. Aplausos !!! Peter
Hola es la primera vez que comento aquí pero llevo tiempo leyendo el blog. Me ha gustado mucho sobre todo el combate contra Xehanort... digo Rumple XDXD.
ResponderEliminarSé muy bienvenido al Blog Stitch, espero seguir viendo tus comentarios por aquí :)
EliminarTengo muchas dudas
ResponderEliminarRufio es el verdero creyente y el salvados (Es hijo de Regina y Daniel)
xq la malvada bruja del Oeste no mato a Rufio
que tiene q ver rumple es un ser del yo futuro?
muy bien capitulo muchas cosas que no he analizado
saludos peter
que buen capitulo me lo lei rapidito de lo interesante que estaba ahora que al principio no lo captaba pero rufio hijo de regina y daniel { sopresa sorpresa }
ResponderEliminarpd
peter tu y tus formas de hablar sobre el bebe de los chramings que tu madre tiene razon
Hola Peter, estoy con dolor de cabeza y mañana me levanto temprano, así que no creo poder hacer ahora el análisis debido del capítulo. Pero me encantó, dejó el listón aún más alto que el anterior e incluyó a un montón de caras famosas que se extrañan, especialmente destaco lo de Zelena, que no esperaba verla en esta historia. Por fin parece todo empezar a hilarse con el principio de la historia y con todos los capítulos, tengo fe en que lo que sigue será grandioso.
ResponderEliminar¡Beso muy muy grande, chau!
Caray, Peter, cómo lías la historia, lo tuyo es la leche. El capítulo genial, en serio, me ha encantado, pero eso de poner a Leopold como malo... Aay no sé. Bueno, por lo demás increíble, se ha quedado interesantísimo, qué ganas tengo de que saquen el siguiente XD.
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