Fan Fic: A long time ago 2

Regresamos al Monte Olimpo con el segundo capítulo de este fic que ha sido escrito por nuestro seguidor Aquiel, y que comenzara mucho tiempo atrás.

Chapter 2: Shape of my heart

Hace mucho tiempo, en una época de mitos y leyendas, donde los vetustos dioses dominaban a la humanidad con su poder, en un mundo donde reinaba la magia…

Era un precioso jardín con flores de todos los colores, una especie de niebla blanca cubría el suelo a la altura de unos 10 centímetros, impidiendo ver por donde se caminaba, realmente no era niebla, eran nubes y el jardín pertenecía a un palacio que se encontraba en un monte que alcanzaba el cielo, por supuesto hablamos del Monte Olimpo, la morada de los dioses.

Una preciosa joven caminaba por el jardín, complementando su belleza. Vestía un vestido transparente que no ocultaba nada de su divino cuerpo, sus generosos senos, sus maravillosas curvas. Sus largos y rizados cabellos dorados caían sobre sus hombros, el azul de sus ojos opacaba al cielo, y la hermosura de su rostro inmortalizaría al más mediocre artista que lo pintara. Cualquier hombre o criatura sobrenatural que se acercara caería hechizado ante su encanto. Su piel despedía un tenue resplandor, el cual era común a todos los dioses.

En el centro del jardín había una fuente, que tenía un ingenioso o mágico sistema que permitía observar distintas figuras formadas por los chorros de agua. Al acercarse la joven a la fuente, se formó un hermoso semidesnudo cuerpo de mujer, sin cabeza ni brazos, formándose a su alrededor una gran cantidad de espuma.

La joven se sentó en el borde de la fuente. Al hacerlo su cuerpo tembló ligeramente, se notaba cierta languidez en ella, cual si algún mal le estuviera debilitando.

- Fuente mágica, puedo sentir que han disminuido los acólitos en mi templo, así como los sacrificios en mi nombre- dijo la diosa, con una voz muy dulce. Esto explicaría su debilidad, pues gran parte del poder de los dioses viene de la adoración y creencia de los mortales.

- Afrodita, diosa de la belleza, por siglos los hombres han admirado tu hermosura, como el ser más bello que camina por el mundo, pero ha surgido una mujer humana, a la que muchos consideran más bella que tú- dijo una extraña voz que parecía surgir del chorro de la fuente.

Entonces, pudo observar que en el agua de la fuente aparecía una hermosa y triste joven, apoyada en el balcón de un hermoso palacio. El rostro de la diosa se transfiguró de ira.

- ¿Pero mis acólitos se han vuelto locos, o es que los ha atacado una ceguera colectiva? ¡Cómo se atreven a decir que ella es más bella que yo, que prácticamente creé la belleza! Ya entiendo, seguramente está usando algún tipo de encantamiento.

- Le aseguro, mi bella diosa, que no hay magia de por medio.

- ¿Cómo se atreve? ¿Quién es esa atrevida mortal que se atreve a usurpar mi lugar? – gritó la diosa y las nubes a su alrededor se oscurecieron, precediendo una terrible tormenta.

- Su nombre es Psique, es la hija del rey de Anatolia.

La diosa entonces sonrió.

- Pronto me las pagará, tendrá un destino peor que la muerte, pronto su belleza se marchitará junto a la más horrible fealdad. Mi adorado hijo me ayudará en mi venganza.- diciendo esto en sus manos apareció una flauta con forma de flecha y la llevó a sus sensuales labios. 

En ese mismo momento a algunas leguas de allí

El paisaje mostraba un lago rodeado de un frondoso bosque, en sus aguas se podían observar nenúfares, el cielo tenía la tonalidad rojiza del ocaso, reflejando ese tono en las transparentes aguas.

En el agua algo se movía, era hermoso cuerpo de una muchacha que nadaba desnuda entre las flores marinas, nadaba bocarriba permitiendo observar sus firmes senos, su voluptuoso cuerpo y su sexo cubierto por unos finos vellos rubios. El único ruido que se oía en el tranquilo bosque era el chapoteo provocado por sus movimientos.

En ese momento de entre los árboles surgió un muchacho rubio, a sus espaldas tenía unas enormes alas de cisne y su mano izquierda llevaba un arco. Su piel despedía también ese ligero resplandor que identifica a los dioses.

Por un momento un gesto de sorpresa pasó por el rostro del joven, pero al momento desapareció. Entonces, se acercó a la orilla del lago y se arrodilló.

- Hola Circe, pensé que tendríamos un encuentro más formal cuando me rezaste.- dijo el dios mientras sonreía.

La muchacha al verlo nadó hacía la orilla, como el nivel del agua allí disminuía, para mantenerse en el agua se acostó bocabajo frente a él, dándole al joven una excelente vista de sus nalgas.

- Hola Eros- Circe también sonrió- quítate el taparrabos y métete en el agua conmigo, para no sentirme mal vestida para la ocasión.

- No gracias.

- ¿Qué ocurre? Temes que se te mojen las plumas, o acaso tienes algún problema con el agua fría.

El dios lanzó una carcajada.

- Solamente no me gusta el agua, tiene sus peligros, aunque una mujer desnuda tiene muchos más- mientras decía esto le tendía la mano, la joven la tomó y salió de lago chorreando.

Ella se puso de pie, se acercó a él y puso sus brazos alrededor de su cuello, mientras pegaba a él su cuerpo mojado, sus firmes senos se apretaron contra su pecho, mientras su sexo se apretaba contra el taparrabos, cuyo bulto había aumentado. Entonces le besó los labios.

- Siempre he tenido lo que he deseado y ahora deseo al dios del amor. Además, se que también me deseas, a los hombres, sean humanos o dioses, siempre les ha sido difícil esconder- hizo una pausa al decir esto y dirigió la mirada hacia abajo, a la entrepierna del dios- sus sentimientos.

Entonces Eros hizo un gesto como si estuviera escuchando algo, se apartó de Circe y dijo:

- Debo irme, mi madre me está llamando, de todos modos, no apresures tanto las cosas Circe, a veces por no elegir el momento correcto se pierden oportunidades.

- Es mejor fracasar buscando un triunfo que dejar de triunfar por temor al fracaso, los humanos debemos aprovechar cada instante como si fuera el último, pues no tenemos como ustedes toda la eternidad para cumplir nuestros deseos.

- Nos vemos pronto Circe- diciendo esto el dios salió volando entre los árboles, dejando sola a la joven desnuda a la orilla del lago.

En el castillo del rey de Anatolia

La joven se paseaba desesperada por el salón principal del castillo, la reina la miraba impaciente desde el trono. Este se encontraba lleno de ofrendas de diferentes tipos: pieles de animales, flores de todos colores (rosas, orquídeas, lirios, violetas), cofres de oros y joyas y muchos regalos más.

La muchacha era el ser más hermoso que cualquiera pudiera soñar, de forma tal que cualquier descripción no sería suficiente para representar su belleza, ningún escultor podría esculpirla, ningún pintor podría pintarla, ningún poeta podría inmortalizarla en sus versos. El ajustado vestido azul de seda permitía adivinar el cuerpo más perfecto; sus largos cabellos oscuros, su divino rostro, sus ojos violáceos y su encantadora sonrisa podrían derribar a un imperio, descongelar el Polo Norte, derretir ríos y mares e incluso apagar la luz del Sol.

- No puede seguir esta situación madre- dijo la muchacha, cuya voz armonizaba con el resto de su persona.

- Yo tampoco, me tienes impaciente caminando de aquí para allá.

- Y no te impacienta esto.- mientras hablaba señalaba los obsequios- Casi nuestro reino no necesita recaudar impuestos, pues los ciudadanos voluntariamente nos han entregado sus mejores posesiones.

- Debes calmarte, tu padre fue al oráculo de Delfos para consultar sobre tu destino.

- Madre, no puedo calmarme, en esta habitación hay más ofrendas que en el templo de cualquier dios, allá afuera del castillo hay peregrinos de todas partes del mundo que vienen a adorar mi belleza, mi doncella me dice que hay una casa del pueblo donde hicieron una escultura de mi imagen, a la cual adoran cual si fuera la reencarnación de Afrodita.

Diciendo esto la joven estalló en lágrimas:

- Sin embargo, yo, el ser más adorado del reino, no he encontrado a nadie a quien realmente pueda amar. Ni siquiera tengo la oportunidad de escoger entre mis cientos de admiradores, pues estos me hacen ofrendas, me esculpen, me pintan, me dedican poemas inmortales, pero ni siquiera tienen el valor de hablarme. Tengo la misma oportunidad de encontrar el amor del más terrible monstruo.

En ese momento la puerta del salón se abrió y entró el rey, mostrando un terrible abatimiento en su rostro.

Al verlo llegar la joven corrió hacia donde él estaba. El rey la miró con los ojos llenos de lágrimas.

- Tienen cierta ironía tus últimas palabras, hija.

- ¿Qué ocurre padre?

- Hija, el oráculo lanzó una horrible profecía, este dijo que el primer día de la luna llena deberás casarte con el monstruo más horrible, ante el que tiemblan los propios dioses, deberás dirigirte esa noche a la cumbre de la montaña más alta del reino, o una terrible peste invadirá el reino destruyendo todos sus moradores. No te preocupes hija, encontraremos la forma de solucionar esto, sea cual sea el mal que nos invadirá podremos hacerle frente juntos. Eres la princesa real, tienes el derecho de ponerte encima de todos mis demás súbditos- mientras le decía esto tomaba las manos de sus hija.

- No, padre mío. Precisamente porque soy la princesa y tu hija, tomo libremente sobre mí la calamidad de tus súbditos. Y tú, por ser el rey de este pueblo y responsable de su bienestar, estás obligado a sacrificar lo que más amas, antes que el ciudadano más humilde pueda sufrir daño alguno.

Antes que ella terminará de hablar el rostro del anciano rey estaba anegado de lágrimas, la emoción lo invadía impidiéndole articular palabras, estrechó con gran fuerza a su hija en sus brazos, su madre, que también lloraba, bajó del trono y se unió al abrazo. 

Cualquiera que viera la escena se hubiera extrañado, bajo un cielo estrellado, con una resplandeciente luna llena, allí en la cumbre de la montaña más alta del reino de Anatolia, sobre una oscura piedra, se encontraba una joven hermosísima que cualquiera pudiera confundir con una diosa, una ninfa de la montaña o simplemente una estrella caída.

Allí estaba Psique, esperando el cruel destino que le había profetizado el oráculo. Hacía rato que se habían ido sus padres y la procesión del reino, dejándola en el lugar donde debería esperar a su futuro esposo, el monstruo más horrible que cualquiera pudiera imaginar.

Sumida como estaba en sus pensamientos, no sintió a alguien que sigilosamente subía por la montaña, era el dios Eros, que verdugo de su madre, se preparaba para enviar a la joven al más cruel destino. Por fin, encontró el punto de mira perfecto para disparar a la muchacha.

Desde atrás de una roca, la observaba, aunque no perfectamente, porque la joven miraba en dirección contraria, por lo que podía hacer un blanco perfecto en su corazón, entonces la joven se volvió y por fin pudo verla perfectamente.

La joven portaba un vestido blanco, que resplandecía a la luz de la luna, sus largos cabellos oscuros le llegaban a la cintura y una mirada de sus ojos violetas podía derretir el más duro corazón.

Entonces todo cambió para Eros, todos sus pensamientos se confundieron en un instante y solo tuvo cabeza para el precioso ser que tenía frente a él. Sus piernas temblaron y sintió como si el mundo se moviera, como si un terrible terremoto hubiera estremecido la montaña. Sintió en su pecho una sensación que no había sentido antes, mientras su estómago se revolvía como si tuviera mariposas. 

Entonces, se sintieron unos fuertes pasos a su derecha, la joven también los sintió, pues miró hacía allá asustada. Eros comprendió que era la otra víctima de sus flechas. Entonces, sin pensarlo mucho se acercó sigilosamente a la muchacha mientras ella miraba en la otra dirección, tratando de vislumbrar la oscura figura que se aproximaba entre los árboles. Aprovechando su distracción, Eros le lanzó unos polvos dorados de un pomo que hizo aparecer en sus manos, al contacto de estos la joven cayó al suelo sin sentido.

Entonces el dios la tomó entre sus brazos y salió volando con ella hacia el horizonte. 

Psique se encontró al despertar en un hermoso valle, rodeada de múltiples rosales, que portaban rosas de todos tipos, tamaños y colores. La luz de la luna iluminaba el lugar como si fuera pleno día. La muchacha se acercó a un rosal y tomó una rosa roja y la acercó a su nariz cerrando los ojos al aspirar su perfume. 

Se preguntaba qué habría pasado, cual sería ese horrible monstruo que la había llevado a ese paradisiaco lugar. ¿Habría muerto y estaría en los Campos Elíseos?

Entonces se volvió y vio ante sí un magnifico palacio de oro y mármol. Psique se dirigió hacia allí y empujó la puerta que se encontraba abierta. Al abrir la puerta en el interior solo pudo ver oscuridad pero de pronto, mientras ella iba caminando, la luz comenzó a aparecer, en las paredes había muchas antorchas, que como por arte de magia se encendían a su paso. Pudo observar hermosos tapices que mostraban las más hermosas escenas, así como esculturas de dioses, héroes y seres sobrenaturales. Ante si apareció un increíble vestíbulo que la deslumbró.

Cada vez se sentía más extrañada acerca de la identidad de su misterioso esposo prometido. Entonces, ante si aparecieron unas luciérnagas que subieron volando por una escalera. Ella las siguió y de repente se encontró ante una habitación digna de una emperatriz. Entonces la joven se dirigió hacia la cama y se acostó e inmediatamente se apagaron todos las luces y la habitación quedó en la más profunda oscuridad.

- Hola Psique- oyó una dulce voz.- Soy el esposo que te prometió el oráculo, tu destino es pasar el resto de tu vida junto a mí.

La muchacha estaba asustada, pero era una princesa valiente y estaba resignada a su destino.

- En este palacio recibirás el trato de una reina, todos tus deseos se cumplirán, tendrás todo lo que pudiera desear cualquier joven: vestidos, joyas, etc. Podrás recorrer el palacio y todos sus dominios cuando te plazca. Todas las noches, al oscurecer, vendrás al cuarto y apagarás todas las luces. Solamente hay una regla, nunca intentarás ver mi rostro.

Psique no sabía que pensar mientras lo oía, al escuchar la regla impuesta pensó que era el más horrible monstruo que pudiera imaginar y que con la oscuridad pretendía ocultar su fealdad, sin embargo, la dulce y angelical voz contradecía esa suposición. Aunque había oído de horribles monstruos que tenían una encantadora voz y que con esta estrellaban a los marineros contra las rocas. Pero las sirenas eran mujeres. ¿Existirían sirenas hombre?

- Me dice que puedo obtener lo que desee, sin embargo, no puede ofrecerme lo único que hace años deseo, conocer el verdadero amor. Estoy aquí para salvar a mi pueblo de una gran calamidad y resignada cumpliré mi destino.- dijo Psique valientemente.

- Que así sea entonces, cumplirás tus deberes como mi esposa. Antes te recitaré unos versos que te compuse, quiero que te relajes un poco, se que será tu primera vez, quizás así logre hacerla menos terrible.- dijo la dulce voz con algo de tristeza.

Entonces sintió las notas de una lira, mientras sentía a la dulce voz recitar los siguientes versos:

Ante mi poder, imperios caen,

Dioses y hombres encadenados yacen,

En la noche más oscura y a la luz del día,

En la suave calma y en la tormenta bravía,

Sin embargo, ante tu cuerpo joven y fresco,

En sacrificio, mi ser ofrezco,

Tú, simple humana, dulce y hermosa,

Eres divina, eres mi diosa.

Tu alma es mía,

Mi amor es tuyo, 

Amémonos hasta el día

Mientras alumbre el cocuyo.

Psique cada vez estaba más sorprendida, pero ciertamente los dulces versos la relajaron, sintió que el miedo disminuía. No comprendía que le pasaba, sabía que estaba ante un ser monstruoso y sin embargo unos simples versos hicieron que su temor se desvaneciera. 

Entonces, sintió que unas manos le acariciaban el rostro, por su suavidad bien podrían ser las manos de una doncella. Esta caricia hizo que todos los poros del cuerpo de Psique se estremecieran, su monstruo sabía donde tocar a una mujer, eso no lo podía negar. Las manos siguieron hacía su cuello incrementando el escalofrío.

En ese momento algo rozó sus labios, la mano la tomó por detrás de la cabeza y la muchacha experimentó su primer beso. Había escuchado alguna vez del placer que se experimentaba en el primer beso, pero todas las historias se quedaron cortas con lo que sintió en ese momento. Mientras la besaba, sentía como las manos de su monstruo la desnudaban, no comprendía cómo podía hacerlo con tanta destreza en la más profunda oscuridad. 

Se sintió completamente desnuda y él hábilmente la recostó en la cama. A pesar de no estarlo pasando nada mal, la joven se sentía muy al estar entregándole su virginidad a un extraño posiblemente monstruoso, intentaba distraer su mente tratando de identificar mediante el tacto quien era ese ser destinado a ser su esposo. Mientras tanto él le hacía sentir con sus manos en su cuerpo virginal sensaciones más allá de sus sueños.

De pronto sintió su cuerpo sobre ella, así pudo definir que era un hombre de estatura normal, es decir que no era ni un gigante ni un cíclope. Ella, comenzó a tocarlo para completar su misión de descubrir su identidad, con una de sus manos le acarició la cabeza que se enredó en un enredado nido de cabellos rizados, con lo que descartó que tuviera serpientes de pelo, mientras con la otra le acariciaba el torso descubriendo un musculoso pecho lampiño y unos definidos abdominales. Entonces él le tomó ambas manos y se las ató a la cabecera de la cama, mientras continuaba explorando su cuerpo.

Volvió a besar sus labios, definitivamente no era un minotauro ni un ogro con el aliento de rosas que despedía su boca. Mientras con sus manos acariciaba los turgentes senos de la muchacha, sentía que con uno de sus dedos, mojado al parecer con saliva, hacía círculos alrededor de uno de sus pezones, con lo cual se le puso la piel se le ponía de gallina y el pezón se endurecía. 

Sus labios dejaron entonces su boca, continuando un camino descendente por su cuello, deteniéndose en el pezón que yo con sus dedos había endurecido, mientras sus manos recorrían hasta el último punto de su cuerpo. Continúo descendiendo besando entonces sus labios inferiores. En ese momento, la hasta entonces virginal chica sintió algo indescriptible que la hizo retorcerse con la poca movilidad que sus atadas manos le permitían, viendo que le gustaba, él continuo su hazaña durante varios minutos, hasta que ella sintió una humedad desconocida en su sexo. 

Con sus manos, él la tomó por detrás de la cintura, dirigiendo las piernas de ella alrededor de la de él, en ese momento ella comprendió que estaba a punto de perder eso que tantos hombres habían deseado poseer. Ante la primera embestida un dolor intenso la sobrecogió y sin poder contenerse más gritó con todas sus fuerzas. Él continuo penetrándola rítmicamente y al dolor se unió un indescriptible placer, y ella continúo gritando tanto como le permitía su garganta.

Quiso ella distraer su mente con el mismo pasatiempo que había seguido hasta ahora sin resultados, de tratar de identificar quien o que era su esposo. Por aquello que sentía que le penetraba hasta lo más profundo de su cuerpo pensó que estaba ante un fauno o un centauro; pero enseguida descartó esta hipótesis, pues las piernas que hace un rato había sentido sobre las de ella eran humanas.

Durante mucho tiempo duró la rítmica penetración, hasta que se sintió invadida de algo húmedo en todo su interior y lo escuchó gritar de placer. Entonces sintió que la desataba y se recostaba a su lado. Ella, desvanecida después de tanta actividad, enseguida se durmió.

Cuando despertó la luz del sol le daba de lleno en la cara, a través de la ventana abierta. Junto a su cama vio una bandeja de oro con diversos manjares y, en un pequeño búcaro, una rosa azul entreabierta. Tomo la rosa y la llevó hasta cerca de su nariz oliéndola, tenía esa costumbre desde pequeña y las rosas azules eran sus preferidas. Por lo extraño que es encontrar una flor de este tipo, recibirla significa que somos especiales y únicos para la persona que nos la regala. También significa la posibilidad de alcanzar los sueños, incluso los que parezcan imposibles. Desde pequeña ella solo había deseado algo, encontrar alguien a quien amar y ser amada, sin embargo, ahora sería imposible, o quizás no.

No sabía que esperar de su esposo, era alguien a quien le había impuesto una extraña profecía, sin embargo había sido con ella tan romántico como podría desear cualquier mujer. Le había robado su inocencia, eso sí, pero su primera vez había sido lo que había soñado y mucho más, había sido muy dulce con ella haciéndole conocer placeres que seguramente muchas mujeres morían sin conocer. Al parecer era alguien monstruoso, pero aún no había podido identificar su deformidad, aunque él temió que la descubriera pues tomó la parte activa en toda la relación sexual sin permitirle apenas tocarlo.

Ese día se dedicó a explorar el castillo, donde encontró disímiles maravillas, desde las más impresionantes obras de arte, hasta increíbles papiros muy antiguos. En todas las habitaciones había campanillas, que al tocarlas, alguna voz le preguntaba que deseaba y a los pocos instantes sus deseos se veían cumplidos, aunque en ningún momento vio a ningún sirviente. Si deseaba comer, a los pocos minutos la mesa estaba servida con los más disimiles y apetitosos manjares; si deseaba bañarse o cambiarse de ropa, enseguida la bañera estaba llena con agua tibia y rebosante de flores aromáticas y al llegar a su cama veía sobre ella el más precioso vestido junto a cofres con joyas de piedras preciosas. 

Pero a pesar de todas esas maravillas su mente estaba distraída. Quizás tuviera curiosidad por estar cerca de su extraño esposo, o quizás fueran deseos de estar en sus brazos.

Así llegó la noche y en medio de la oscuridad de la habitación volvió a sentir la voz de su monstruo.

- ¿Qué tal estuvo el día, querida?- le preguntó con dulce voz

Ella trató de demostrar alguna ira, alguna molestia por sentirse secuestrada. Pero en lugar de esto lo que sintió fue sumisión, se dio cuenta que había anhelado todo el día, quizás toda su vida, oír esa voz.

- Lo he pasado bien, tienes un castillo maravilloso y todo lo que deseo se cumple al instante, aunque no he visto a ninguno de los sirvientes.

- He enseñado a mis criados a ser discretos, ninguno te molestará.

- Sin embargo, me siento muy sola durante el día, quizás me convendría algo de compañía.

- Mañana, solucionaremos ese tema. ¿te gustan los cachorros?

- Bueno, sí, me encantan, pero me refería a compañía humana, quizás si me esposo…

- Querida, esa es la única regla que tenemos en este castillo, tengo mis razones y algún día las comprenderás. – la interrumpió él- Pero bueno, no hablemos más de ese tema.- diciendo esto la besó en los labios y ella sintió de nuevo lo que había experimentado con su primer beso.

Después de esto sintió de nuevo sonar la lira y a la dulce voz recitar hermosos versos, al mismo un delicioso perfume la invadió. La música y el perfume la hicieron evocar los momentos más felices de su vida.

Como la noche anterior el tomó la parte activa en el sexo, impidiéndole tomar cualquier iniciativa, ella comprendió que se debía a alguna deformidad corpórea que no quería que descubriera. Ella percató que lo había extrañado durante todo el día, el peso de su cuerpo desnudo sobre el de ella, las caricias de sus suaves y fuertes manos, sus apasionantes besos, todas las sensaciones de increíble placer que le permitía descubrir.

Esa noche al igual que la anterior se durmió al terminar el sexo, pero el sueño no fue tan apacible como la noche anterior. Tuvo una terrible pesadilla, donde vio a su padre enfermo en cama, de la cual se despertó sudando y sobresaltada.

- ¿Qué ocurre querida?- oyó la dulce voz a su lado.

- He tenido una horrible pesadilla, vi a mi padre moribundo, yo…- el llanto hizo que su voz se entrecortara. – Es la persona que más quiero en el mundo, quisiera verlo una vez más.

- Está bien- la voz sonó condescendiente- mañana podrás pasar el día con tu familia, al terminar este regresarás. Mañana en la entrada del castillo encontrarás un caballo que te llevará a tu casa y te traerá cuando termine el día. Junto a la cama encontrarás una venda con la que deberás cubrir tus ojos, tanto en el camino de ida como en él de regreso.

Antes de que volviera a dormirse su esposo le volvió a hablar.

- Solamente te tengo una advertencia, personas cercanas a ti tratarán que me traiciones, por favor, no las escuches.

Al despertar, como el día anterior, al lado de su cama había una bandeja con el desayuno servido, esta vez, además de la rosa azul, había una venda de seda oscura, que enseguida Psique comprendió que estaba destinada a cubrir su vista en el viaje de ida y vuelta. Se vistió con un precioso vestido que había junto a la cama y bajo corriendo las escaleras, en la entrada del castillo vio un caballo alado. Rápidamente lo montó, se puso la venda y se agarró de las crines, inmediatamente experimentó como se elevaba por la aires, hasta que un momento se sintió tocando las nubes.

Después de varias horas de viaje, sintió que el caballo aterrizaba y se detenía. Psique se quitó la venda y se vio ante el castillo de su padre. Rápidamente, se descabalgó y corrió hacia las habitaciones de sus padres, los guardias y los sirvientes al verla la miraban asombrados, pues la creían muerta.

Al llegar a la puerta sin tocar entró, su padre convalecía en cama, junto a él estaba su madre y una joven de la edad de Psique.

Las tres caras la miraron asombradas.

- Querida hija, creí que habías muerto- dijo su padre llorando, con voz desfalleciente.

La muchacha se lanzó en sus brazos. Al ver a su hija, como por arte de magia, el color comenzó a aparecer en el pálido rostro del anciano y este se levantó de la cama.

- Hija, tu ausencia era la única enfermedad que me aquejaba, no saber que había sido de ti, el volver a verte es suficiente cura para mis males.

- O padre, estoy bien.

- Hola prima, ¿me recuerdas?- sintió una angelical voz a sus espaldas.

Al volverse se encontró frente a frente con la hermosa joven que había visto al entrar.

- ¿Circe? No te veía desde que éramos niñas- las muchachas se abrazaron.

- Me llegó la noticia de que habías sufrido un terrible destino y no podía dejar de venir.

A continuación, Psique le contó a sus padres y a su prima todas las extrañas experiencias que había vivido desde que la habían abandonado hacía par de noches en la cumbre de la montaña. Sus padres la miraban extrañados y el rostro de su prima reflejaba una terrible preocupación.

- Prima, necesito hablar contigo.

Al ver la preocupación en el rostro de su prima, Psique salió con ella de la habitación un poco asustada y buscó un lugar privado donde hablar con ella.

- ¿Qué ocurre? Me estás asustando.

- Querida prima, por lo que me has contado, a pesar que pienses que estás fuera de peligro, un terrible mal te acecha.

- ¿Qué quieres decir?

- Tu esposo por la descripción que haces es el ser más oscuro que camina sobre la tierra, un ser monstruoso condenado a vagar por el mundo alimentándose de humanos inocentes.

Al oír estas palabras Psique se sintió aterrorizada.

- Si, Psique. Te acecha el ser más peligroso de todos, un ser monstruoso que solamente puede caminar por la tierra por las noches, cuyo alimento es la sangre humana. Cuentan las leyendas que seduce a las mujeres, logrando que se enamoren de él, para al séptimo día beber la sangre hasta la muerte de sus víctimas, pues según cuenta esa monstruosa leyenda nada supera el sabor de la sangre de una mujer enamorada.

- Eso es horrible prima- la voz de Psique reflejaba una terrible emoción- Suerte que escapé de sus garras.

- No, prima. Si no regresas a él vendrá hasta aquí y matará a todos tus seres amados, la única solución es que liberes al mundo de este horrible ser. Espera aquí.

Circe abandonó la habitación, regresando a los pocos minutos con una daga plateada en sus manos.

- Cuando vuelvas a su castillo actúa con toda normalidad, trata de satisfacer sus deseos como has hecho hasta ahora, cuando se duerma deberás clavarle esta daga de plata encantada en el corazón, así te convertirás en la heroína que librará al mundo de ese terrible ser. Sé que no te hará nada la próxima noche, su ritual incluye pasar siete noches con la mujer para que esta se sienta lo más feliz posible.

Psique pasó el día con sus padres, intentando disfrutar cada instante y no pensar en la terrible hazaña que tenía por delante. Al terminar el día, cumpliendo la palabra empeñada, se puso la venda en los ojos y se montó en el caballo alado, él cual, después de algún tiempo de viaje sintió como bajó a tierra y se detuvo. La muchacha se quitó la venda y se vio frente al castillo de su terrible esposo.

Subió a sus habitaciones y esperó que oscureciera.

Al hacerse de noche y quedar la habitación en las tinieblas, oyó la esperada y temida voz de su esposo.

- ¿Qué tal pasaste el día con tu familia?

- Bien- ella apenas podía contener la emoción de su voz- Muchas gracias por la oportunidad.

- Todo por hacer feliz a mi querida esposa.

Esa noche siguió el mismo ritual de noches anteriores, entonó una dulce canción acompañado de su lira y después comenzó a acariciarla. Ella lo dejó hacer, ocultando sus temores, tenía la daga mágica oculta debajo de la cama. 

Al terminar el sexo no se durmió, espero largo rato hasta sintió un leve ronquido a su lado.

Entonces, tomó la daga de debajo de la cama. Sin embargo, no quería cometer el crimen en la oscuridad, quería ver el rostro del monstruo antes de matarlo. Tanteo en la mesita que se encontraba al lado de la cama hasta que encontró el candelabro de oro, entonces lo encendió con una yesca que había escondido junto con la daga.

Lo que vio entonces la estremeció completamente, a su lado, en vez de un terrible monstruo había un guapo y atlético adolescente durmiendo desnudo, a su espalda le pareció ver unas enormes alas de cisne. Entonces, todos sus sentidos se complementaron por fin: el cuerpo que le proporcionó tanto placer, la dulce voz que la emocionó con las más dulces canciones, el olor de la piel del hombre que tanto la atrajo, la más bella visión que sus ojos esperaron ver jamás. Comprendió que se había cumplido su más ansiado deseo de la infancia, encontrar el verdadero amor. 

Dejó caer la daga.

Entonces su corazón comenzó a palpitar con una fuerza que parecía querer salirse de su pecho, sus manos temblaron y una gota de cera caliente cayó sobre el joven durmiente, este se despertó sobresaltado.

- ¿Qué has hecho, mujer? Lo has arruinado todo, solamente quería protegerte de mi madre, ahora es demasiado tarde. No puedo amar a una persona en quien no puedo confiar, adiós para siempre Psique.- diciendo esto desapareció.

- No, por favor, regresa- Psique lloraba desconsolada, sabía que había traicionado la confianza del hombre que amaba, el que había esperado toda su vida, el único que amaría jamás. Comprendía que con esa traición posiblemente lo hubiera perdido para siempre.

Psique, sin pensarlo mucho, comprendió lo que debía hacer, debía salir a buscar al amor de su vida. Se puso el primer vestido que encontró, tomó una antorcha de la pared y rauda y veloz salió del palacio. En su apuro ni siquiera pensó en pasar por los establos y buscar el caballo alado, este le hubiera hecho más cómoda la búsqueda.

Al salir del palacio siguió por la primera senda que encontró, no pensó siquiera que estaba en medio de la noche, ni en los peligros que podría contener esta para una joven hermosa. Trató a su paso de encontrar alguna pista de Eros, sin embargo, nada a su paso le indicaba el camino que había tomado el dios del amor.

Sin darse cuenta del tiempo que pasaba, la joven caminaba por sendas desconocidas, donde al parecer no había pisado nunca un alma mortal. La noche terminó y comenzó el día, a su paso a toda criatura que se encontraba, fuera humana o sobrenatural, le preguntaba si habían visto al dios del amor. Los campesinos interrumpían sus labores al ver a una joven tan hermosa y tan ricamente vestida como una reina, sin embargo, al oírla hablar con tal desesperación y preguntar con palabras inteligibles por el dios del amor, pensaban que había perdido la cordura. La miraban con lástima al ver tanta belleza consumida por la locura, después de todo, según una antigua leyenda la locura siempre acompaña al verdadero amor.

Así la bella joven recorrió un largo camino, cruzando valles y montañas, atravesando ríos y mares. Las horas se transformaron en días, los días en meses, los meses en años. A todo él que se encontraba en el camino le preguntaba por su perdido amor, sin obtener noticia alguna. Por los lugares que pasaba, encontraba por doquier, discordia y desolación, entre padres e hijos, entre amantes, entre amigos. Parecía que el amor hubiera desaparecido de la faz de la tierra. 

Pronto sus ricas vestiduras se habían destrozado completamente, debido a la incesante caminata por terribles caminos. Tuvo que sustituirlas por ropas corrientes de gente de pueblo. Sin embargo, a pesar de su desesperación, la belleza no había abandonado a la princesa, todo lo contrario, en medio de su tristeza parecía más bella que nunca. Hasta las más terribles criaturas, al verla, sucumbían ante sus encantos, sin atreverse a tocarle una hebra de cabello. Ni siquiera las ropas humildes mellaban su belleza. En su búsqueda pasaba a veces por ricos palacios y las más bellas reinas y princesas, con todas sus joyas y vestidos de seda, lucían como luce el latón al lado del oro, ante la bella Psique.

Al pasar por alguna escultura dedicada a su dios, le rezaba y la cantaba una bella canción, con su dulce y melodiosa voz:

A tu divina frente, oh poderoso

niño, una venda con trabajo y arte

tejí de oro y colores, donde parte

retraté de tu triunfo glorioso.

Allí se muestra atado al victorioso

carro el gran Apolo, que la luz reparte,

preso Hermes, encadenado Ares por tu arte,

y Hefestos con muestras de celoso.

Ni se pudo librar con las reales

insignias Zeus: mal pudiera Psique

resistir, si a éstos rinde tu fiereza.

Agravan mi prisión mayores males,

siendo fuerza que a un niño sacrifique

mi firme amor y mi belleza.

Sin embargo, nunca obtenía respuesta.

Una vez, mientras cruzaba un sembrado de trigo, vio a una hermosa mujer en medio de las ondulantes espigas. Vestía una larga túnica de múltiples colores y en su cabeza llevaba una corona de amapolas, tenía en su piel ese tenue resplandor que identifica a los dioses. Psique reconoció, de historias oídas mucho tiempo atrás, a Deméter, la diosa de la agricultura y la naturaleza, como a todos los seres que encontraba en el camino le preguntó por el paradero del dios del amor.

Al verla, la diosa la miró con una mezcla de curiosidad y asombro, una lágrima rodó por sus mejillas.

- Mi hermosa niña por el brillo de tus ojos, deduzco que te atormenta un gran amor, muchos lo confundirían con locura. No sé el destino de tu amor alado, pero se quien puede ayudarte a encontrarlo. Abandona el dolor y la tristeza e invoca suplicante a Afrodita y muéstrate dulcemente sumisa.

La joven siguió su consejo y dirigió sus pasos al templo de la diosa de la belleza. Había pasado tiempo desde que dejara el castillo de Eros, en su locura de amor, no había averiguado más que había sido de su padre y de su familia. Sabía que la misión de su vida era encontrar a aquel que había robado su corazón. Sumida en turbios pensamientos llegó a una ciudad donde se encontraba el templo, en la cima de una colina se podía observar, una hermosa construcción de mármol blanco, rodeado de un bello jardín artesanal. 

Al entrar en el templo lo encontró vacío y se encontró ante una hermosa estatua de mármol de una mujer, que a sus pies tenía algo que parecía espuma.

La joven se arrodilló ante la escultura y comenzó a rezarle a la diosa.

- Oh poderosa diosa de la belleza, ante usted me entrego sumisa, necesito su ayuda para encontrar mi perdido amor.

Entonces ante sus ojos la estatua cobró vida, adquiriendo la forma de una hermosísima mujer. El sueño de muchos hombres sería estar en ese templo, en ese preciso instante, pues en él se encontraban las más hermosas mujeres que hubieran caminado sobre la tierra.

Afrodita inspeccionó a la joven de pobres vestiduras que tenía ante sí, reconociendo a la que hacía algunos años le había mostrado su fuente mágica. Sin embargo, a pesar de la tristeza y dolor que la embargaba, la joven lucía más hermosa que la primera vez que la vio. Esto la hizo sentir una terrible ira, que no podía contener.

- ¡Te atreves a mostrarte ante mí! No sabes el sufrimiento que le has causado a mi hijo con tu traición. No sabes el dolor que nos has causado tú, una simple mortal. No puedes imaginar el dolor que ha causado en el mundo el retiro del dios del amor.

- Me disculpo por cualquier daño que os haya podido ocasionar, por eso me ofrezco sumisa ante usted, venerable diosa, para que imponga cualquier tarea que usted desee. Todo con tal de volver a ver a su hijo y disculparme por mi traición.

Afrodita pensó en las palabras de la joven y sonrió. Al verla tan sumisa, ofreciéndose como un cordero en sacrificio, pensó en las tareas imposibles que podría imponerle, con tal de ver a la joven sufriendo y fracasar, así por fin obtendría su venganza. Siempre había pensado que para que un trabajo fuera bien hecho tenía que hacerlo uno mismo, ahora ella triunfaría donde su hijo había fracasado de forma tan terrible.

La diosa entonces hizo sonar una campanilla y de detrás de una puerta apareció una sacerdotisa. La diosa la hizo acercar y le dio varias indicaciones al oído, con voz tan baja que Psique no pudo oír.

No tardó ni cinco minutos la joven sacerdotisa en aparecer con un pesado saco a sus espaldas, atrás de ella venía otra joven con cuatro baldes vacíos en sus manos.

La diosa tomó el sacó y lo vació ante la joven. Ante sí, Psique vio una gran cantidad de semillas de distintos tipos mezcladas.

- Te voy a dar varias tareas antes de permitirte ver a mi hijo. He aquí la primera, ante ti tienes semillas de cuatro tipos: trigo, cebada, mijo y lentejas. Tienes hasta el atardecer para separarlas en los cuatro baldes.- diciendo esto la diosa ocupó la previa posición de la estatua y donde estaba ella apareció la escultura de piedra.

Al quedarse sola, en el vestíbulo del templo, la joven estuvo a punto de echarse a llorar. Vio el enorme bulto y supo que nunca podría completar la tarea antes del atardecer.

Entonces ante sí apareció volando un pajarito azul y se posó en su mano. La joven al ver trinando al lindo pajarito olvidó por un instante su tristeza, parecía que este quería hablarle. 

La avecilla salió volando de su mano y tomando con sus patitas una semilla la echó en un balde. Psique comprendió, el animalito venía a ayudarla. Entonces sintió el vuelo de varias aves que se acercaban y se unían a ayudar a su compañero en su tarea, seleccionando las semillas y lanzando cada una en su balde correspondiente. En poco tiempo la enorme pila de semillas había desaparecido y los cuatro baldes estaban llenos con las semillas correspondientes. Al terminar, la bandada de aves se fue por donde había venido.

Entonces apareció la diosa, reviviendo en la inmóvil estatua y casi no puede contener su asombro, al ver que la joven había completado la imposible tarea en tan corto tiempo.

- Muy bien, veo que has completado la primera tarea, he aquí la segunda. Vete a la dehesa, junto al torrente, allí encontrarás un prado habitado por carneros de sol, necesito un saco lleno de su lana de oro. – diciendo esto la diosa desapareció, dejando la estatua de mármol en su lugar.

Psique se asustó, había oído historias de lo terribles y feroces que eran los carneros de sol, que atacaban a cualquiera que se le acercara a menos de dos metros. Cuando llegó al prado, desde cierta distancia observó las feroces y hermosas bestias, cuya lana brillaba ante los rayos del sol. Valientemente decidió dirigir los pasos en su dirección, con un saco vacío en sus manos.

Entonces escuchó una voz que venía al parecer de unos verdes juncos.

- No te les acerques, te matarán. Espera a que anochezca y, cuando los carneros descansen, recoge los mechones que queden enganchados en las zarzas afiladas y de los espinosos matorrales.

Siguió el consejo y a la caída del sol, cuando vio que los carneros estaban dormidos, se acercó al prado y comenzó a recoger los mechones dorados que habían quedado prendidos entre los juncos. Muy pronto llenó el saco.

Al otro día al amanecer se presentó ante Afrodita, con el saco lleno de lana dorada. La diosa se mostraba sorprendida y enojada, otra tarea imposible que cumplía su hermosa rival. La diosa desconfiaba, pues esperaba que los feroces carneros la mataran. Entonces hizo aparecer un frasco de cristal en sus manos. 

- Llena este frasco con agua del río Estigio. - diciendo esto desapareció de la manera habitual.

Psique tomó el frasco y escaló una empinada montaña, que era la única vía de llegar al río Estigio. Al llegar a lo alto se percató que las rocas del río eran demasiado pendientes y resbalosas. Volvió a embargarla la tristeza, entonces ante ella apareció un águila que le arrebató el frasco de sus manos.

El águila regresó con el frasco lleno de un oscuro líquido y lo depositó ante la princesa.

Al ver a Psique con el frasco lleno con las aguas oscuras del río Estigio, el asombro y enojo de la diosa alcanzaron su límite. 

- He aquí tu última tarea, el bello rostro de la diosa se había puesto sombrío. Debido a tu traición mi hijo ha sufrido mucho, por lo cual ha perdido parte de su belleza juvenil. En las profundidades del Averno hay un cofre que contiene un mágico hechizo de belleza. Antes de la próxima luna llena deberás traérmelo, para así reconstituir la belleza perdida de mi hijo, o no volverás a verlo nunca más.- al decir esto la diosa, un relámpago iluminó toda la habitación. Al volver la vista en dirección a Afrodita solamente vio la estatua de mármol.

Ante la última tarea Psique se quedó petrificada, cual si fuera una estatua de mármol, al igual que la fría representación de la diosa Afrodita que tenía ante sí. Comprendió el deseo de la diosa, que solamente quería su muerte y con ese objetivo le había mandado la última tarea.

Cuando volvió en sí comprendió lo que debía hacer. Ante el templo había un pozo de gran profundidad, se acercó al borde. Conocía una única forma de visitar el Averno y esa era la muerte, quizás ese fuera su destino y solo así podría ver a Eros una vez más.

Cuando se disponía a lanzarse en el pozo, oyó una voz a sus espaldas. 

- No lo hagas, a veces el camino más rápido no es el mejor.

Psique se volvió y se encontró frente a frente con Deméter, quien le había aconsejado ver a Afrodita.

- Querida, yo te diré como llegar al Averno y como triunfar en tu búsqueda.

- ¿Por qué me ayuda? 

- Te lo diré, tienes un parecido extraordinario con mi perdida hija, quiero ayudarte a que cumplas tu destino, algo que mi hija nunca logró.- diciendo esto par de lágrimas corrieron por sus mejillas.-también estoy preocupada por el destino del mundo, desde tu ruptura con Eros la discordia gobierna, quizás el destino de todos dependa de su reconciliación. Toma dos óbolos y dos tortas de cebada, a las que deberás agregar este ingrediente especial- en sus manos la diosa tenía un pequeño frasquito.- Es agua del río Leteo. Vuelve a la orilla del río Estigio, al anochecer, aparecerá ante ti, sin decir palabra alguna, Caronte, el barquero. Deberás darle uno de los óbolos al barquero que te llevará a las puertas del Averno. Cuando estés en el camino hacia el Averno alguien te pedirá ayuda, deberás negársela. Cuando llegues a la orilla del Averno, Cerbero, la mascota de Hades te recibirá, deberás darle una de las tortas. Al regreso harás lo mismo, le darás la otra torta al perro y el segundo óbolo se lo darás al barquero. Lo más importante, cuando vengas de regreso, por nada del mundo abras el cofre.

Psique siguió las indicaciones de la diosa. Al anochecer siguió el mismo camino de antes, hasta llegar a la orilla del río Estigio, entonces vio una niebla que lo cubría y vio acercarse una barca que parecía navegar sobre la niebla. La conducía un barquero encapuchado, que, por el trabajo con el que movía el remo debía ser muy anciano. El barco se detuvo justo frente a ella, ella le entregó el óbolo al anciano y sin decir palabra embarcó.

En el camino, en una de las orillas pudo observar la entrada de una cueva, dentro de esta habían tres ancianas que tejían, quizás fuera sugestión de la atormentada cabeza de Psique, pero le pareció que las tres solo tenían un hueco ocular en la cara, como los cíclopes y solo una tenía un ojo en dicho hueco. Entonces la anciana del ojo comenzó a llamarla, pidiendo que se acercara a la orilla, al parecer para pedirle alguna ayuda. El noble corazón de la princesa se conmovió y estuvo a punto de pedirle al barquero que detuviera el barco, pero recordó la advertencia de Deméter y se contuvo haciendo oídos sordos al llanto de la anciana. Para distraer la atención, miró hacia el agua y lo que vio la asustó aun más.

A través de la niebla se podía observar un agua verde, por debajo de la cual almas humanas flotaban, incluso en algunos momentos manos salían y tocaban el barco.

Por fin llegó a la orilla del Averno, allí, como esperaba vio al horrible perro de tres cabezas, con horribles ojos rojos, que tenía por cola una serpiente viva. Cuando se acercó, ella le lanzó uno de los pasteles, el perro, al comerlo, cayó rendido en el suelo.

Después de pasar un oscuro pasadizo, se encontró ante la habitación principal del dios de la muerte, se encontró sorprendida por la riqueza de esta, por doquier se veían en el suelo diamantes y piedras preciosas, por las cuales en el mundo de arriba las personas se mataban y combatía en terribles guerras, aquí parecían estar abandonadas, como cualquier piedra común.

En un hermoso trono de mármol negro y piedras preciosas, se encontraba sentado un hombre de apariencia adusta, vestido con una túnica oscura, de su cabeza parecían salir llamas azules, a sus pies había dos extrañas criaturas, dos pequeños seres humanoides con cuernos y pequeñas alas, los cuales la miraron sorprendidos.

El dios de los infiernos también la observó sorprendido.

- ¿Quién eres y como estando viva estás aquí?- gritó el dios.

La muchacha, después de todas las pruebas que había pasado, supo contener su miedo y se acercó al trono del dios. Entonces, el rostro adusto cambió, mostró una mezcla de asombro y curiosidad, al ver a tan hermosa joven frente a él. Le recordaba a alguien que había conocido hacía mucho tiempo, a alguien que había perdido.

- Dime muchacha ¿Por qué un ser tan hermoso se atreve a visitar mis oscuros dominios?

- Por amor- dijo Psique. Entonces le contó toda su historia al dios.

Mientras la oía, más le recordaba a la muchacha que hacía mucho tiempo había amado, el parecido era extraordinario. Recordó a la dulce jovencita que durante una de sus visitas a la tierra había visto recogiendo flores y que había cautivado su frío corazón.

Al terminar de oír la historia de la joven no sabía si retenerla en sus dominios para suplir siglos de soledad o ayudarla a completar su tarea. Se decidió por la segunda opción, siempre había sospechado que en el cruel destino de su amada había intervenido Afrodita, celosa de su belleza. Esta podía ser la venganza que tanto había esperado, además, tenía otros intereses ocultos.

- Voy a obviar la violación de mis medidas de seguridad y te voy a ayudar. En siglos de reinado ningún ser vivo ha podido llegar a mis dominios, así que voy a tomar tu violación como una prueba que debo mejorar mi seguridad.- diciendo esto hizo aparecer en sus manos un cofrecito y se lo extendió a la joven.

- Gracias, señor.

- Vete antes que me arrepienta.

Psique no se lo hizo repetir y abandonó rápidamente la habitación. Al salir, siguiendo las indicaciones de Deméter, le dio el segundo pastel al perro que ya había despertado y pagó el segundo óbolo al barquero para que la llevara a tierra firme.

Cuando se acercaba al templo de Afrodita, con el pequeño cofre en las manos, se vio invadida de nuevo por ese mal que al parecer padecen todas las mujeres, el mal que la hizo perder a su ser amado, el mal que hizo a Pandora traer todas las calamidades al mundo. La curiosidad la invadió y deseó un poco de belleza para ella, que tanto había sufrido en su búsqueda, entonces abrió el cofrecito.

Inmediatamente cayó inerte en el suelo. Unos campesinos que pasaban la llevaron hasta su casa intentando revivirla, pero todo fue inútil. Fueron llamados varios galenos y ninguno comprendía que le ocurría, pasaron varios días y los campesinos no comprendían como la joven, aparentemente muerta, no había perdido ni un ápice de su belleza. Al verla así, decidieron que era demasiado cruel enterrarla en la fría tierra, construyeron a modo de panteón, una cabaña de madera en un hermoso bosque y allí la depositaron.

Rápidamente, la noticia de la hermosa joven con ese extraño sueño mortal se extendió por todos los lugares.

Entonces, en su sueño mortal, por fin, recibió la visita que tanto había esperado y por la cual tantas vicisitudes había pasado. 

Eros, llorando, se acercó al lecho donde reposaba la única mujer que había amado realmente, la que le trajo tanto placer y tanto dolor, la que lo traicionó, pero al mismo tiempo sufrió tantas desventuras con tal de encontrarlo. Se sorprendió de lo que vio, a pesar de tantas desventuras y duras pruebas, a pesar de los años, a pesar de la muerte, era más bella que como la recordaba y volvió a sentir lo que experimentó la primera vez que la vio, él, a quien los demás dioses temían, que había derribado imperios, había caído ante su propio poder.

Entonces, cautivado ante tanta belleza, besó los sensuales labios de la princesa por última vez. Entonces una extraña explosión luminosa salió de sus cuerpos y recorrió todo el reino. La joven abrió los ojos, al ver al muchacho junto a ella sus ojos estallaron en llanto y los jóvenes enamorados se abrazaron.

- Sabía que nos volveríamos a encontrar, mi querido monstruo. Hubiera muerto y regresado con tal de volver a verte.- dijo Psique, entonces se percató de algo, su piel tenía un extraño resplandor, sintió algo raro en sus espaldas y se dio cuenta que eran unas enormes alas de mariposa- ¿Qué me ocurre?

Eros sonrió al percatarse del resplandor y las alas de la princesa.

- Has caído bajo una maldición que solamente un beso de verdadero amor podía romper. Ahora has adquirido la forma de tu verdadero amor, eres una diosa, somos iguales y ni mi madre, ni todos los dioses del Olimpo nos podrán separar. – Diciendo esto la volvió a abrazar.- Vamos a casa, mi amor, al Olimpo, ya no tenemos que esconder nuestro amor ante nadie.

Entonces, tomados de las manos, salieron volando hacia el Monte Olimpo.

Entre los árboles se ocultaba una joven, al ver a los dos seres alados salir volando de la cabaña enrojeció de la ira.

- Nooooooooooooooo- gritó, al gritar la cabaña donde hasta hace unos momentos dormía Psique, estalló en llamas.

Escuchó unas vocecitas a sus espaldas.

- Señora, nos podría dar unas monedas.

Al volverse, vio ante sí a dos andrajosos chiquillos que le extendían las manos.

- Aléjense de mi, mugrientos mendigos- les gritó.

Entonces una nube de humo negro cubrió a los niños y en su lugar aparecieron dos pequeños diablillos, uno delgado y otro gordito. Entonces escuchó a alguien que aplaudía. De detrás de los árboles salió un hombre muy alto con una túnica oscura, de su cabeza salían llamas azules.

- Sabía que lo tenías en ti, querida. Solo necesitabas una pequeña, ¿Cómo se dice?- se detuvo; se tocó la frente con el índice de la mano derecha y miró hacia arriba, como si recordara.- Motivación.- entonces terminó la frase.

- ¿Hades?

- Así es querida Circe, he esperado mucho para conocerte formalmente, esperaba el momento adecuado.- entonces estornudó y sus llamas se apagaron, para volver a encenderse al momento- Maldito engendro alado. ¿No sabe que soy alérgico a las plumas?

- ¿Qué quieres de mí?

- Vengo a proponerte un trato, quisiera convertirte en la hechicera más poderosa que haya existido jamás.

- ¿Qué ganas con eso?

- Bueno, sabes que la magia siempre tiene su precio. Solamente deberás entregarme a tu primogénito.

- ¿Qué?

- Piénsalo querida, tendrás la inmortalidad y serás terriblemente poderosa. O puedes decidir ser mortal, mientras tu alada prima vive la eternidad en el Olimpo.

Hades había escogido realmente el momento perfecto, cuando la joven Circe estaba más susceptible debido a los celos y la ira.

- Acepto.

Entonces, en las manos del dios apareció un pergamino brillante, que tenía, en griego antiguo los términos del contrato.

- ¿Con qué firmó?- preguntó Circe, mostrándole al dios que tenía las manos vacías.

Entonces, el dios lanzó una carcajada y en su otra mano apareció una daga de plata y se la extendió a la joven. Circe reconoció la que le había dado hacía mucho tiempo a su prima Psique.

Circe tomó la daga y se cortó un dedo, estampando una mancha de sangre en el pergamino.

- Fue un placer hacer negocios, querida.- dijo el dios y en una llamarada de fuego azul desaparecieron él y sus subalternos.

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