Segunda parte del fic Mil Ojos que nos trae nuestro seguidor Fiyero, y que continúa profundizando en la historia no contada de la Black Fairy.
El Mundo Oscuro, hace mucho tiempo
Era ya la hora del crepúsculo cuando el Hada Blanca piso los escalones que llevaban hacia la puerta principal del gran castillo. Antes de entrar, levantó la vista y observó la tendencia hacia la verticalidad que el imponente edificio tenía. Las torres parecían rascar el cielo y las gárgolas simulaban monstruos reales que se acababan de posar para tomarse un descanso. El cielo estaba completamente oscuro y el silencio de la noche la inquietaba; solo se oía el graznido de los cuervos. Un grajo negro se posó justo sobre una de las columnas que franqueaban la puerta. Al principio llevaba un vuelo bajo, seña de lo gélido que había sido aquel día. Si se hubiera encontrado en el Bosque Encantado o en cualquier otro mundo, probablemente habría visto la nieve.
La gran puerta de piedra solo se abriría si ella la golpeaba con la aldaba. El corazón le dio un vuelco justo antes de hacerlo. Casi cerrando los ojos y preparando sus oídos para el sonido que haría el retumbo del impacto, agarró la aldaba con forma de cabeza de dragón y golpeó la puerta, que se abrió repentinamente. Delante de sí encontró a una figura peculiar: un pequeño monstruo con la piel verde y unos colmillos asquerosos. Era un goblin con un ojo cerrado y la lengua afuera.
—¿Es aquí donde reside el Rey del Mal? —preguntó tímidamente. El goblin la miró con extrañeza y jadeó.
—Sí, por supuesto. ¿Quién si no iba a tener una morada tan sombría?
—Él está al tanto de mi visita. Le… le envié un cuervo avisándole de que vendría hoy. ¿Me permites pasar? —Blanca trataba de que no se le quebrara la voz, pues no quería mostrarse aterrada. Sin embargo, la sola idea de ver al Rey del Mal en persona le hacía estremecerse.
El goblin no respondió con palabras. Simplemente asintió y le hizo un gesto con la mano, indicándole que siguiera su recorrido. Justo al entrar encontró un interminable pasillo estrecho. Para ayudarse a caminar, tocó uno de los muros de piedra y sintió el frío que transmitían. A lo largo del camino se fue encontrando con numerosas criaturas: búhos, cuervos, lagartos, arañas… pero ninguna trató de atacarla. Todos abrían paso a medida que el goblin avanzaba. Una vez que se hubieron adentrado en el pasillo, el silencio desapareció para dar lugar a una música tétrica, a voces y a pisotones sobre el suelo. Se oía como algo lejano, ajeno al castillo, pero estaba bastante cerca. El aquelarre había comenzado.
Storybrooke, antes de la batalla final
Desde el reloj de la ciudad, el Hada Oscura descubrió cómo su plan inicial se desvanecía. Zelena había sacrificado su magia para anular la oscuridad de los cristales. ¿Cómo podía haberlo hecho? Según acababa de ver en el combate que habían tenido, la Bruja Mala del Oeste era una mujer egoísta, solitaria y envidiosa. Reunía todas las cualidades necesarias para ser la villana perfecta, pero había antepuesto los intereses de los demás a los suyos. De cualquier modo, ella la haría arrepentirse. Cuando le arrancara el corazón y lo estrujara delante de los ojos de su hija, Zelena se daría cuenta del error que había cometido al subestimarla. Aquel sacrificio le saldría caro. Y, además, su esfuerzo sería en vano, pues no era la única hechicera con magia oscura en aquel rincón inmundo al que llamaban Storybrooke.
—Vamos, hijo. No hay tiempo que perder —instó a Gideon. Giró su muñeca y ambos desaparecieron para presentarse en casa de Maléfica.
Mientras Lily se duchaba, sonó el timbre.
—¡Están llamando! —gritó. Su madre abrió con un mal presentimiento. Al otro lado de la puerta encontró a Gideon.
—¿Qué haces aquí? —preguntó lanzándole una mirada asesina. El muchacho iba solo.
—Venimos a proponerte un trato —sonrió.
—¿Venimos? —dijo Maléfica, extrañada.
—Así es, vieja amiga —respondió una voz desde dentro de la casa. Era el Hada Oscura, que se encontraba sentada en su sofá y mirando a Diablo, la mascota de Maléfica. Fiona metía el dedo entre las rejas de la jaula y lo acariciaba.
—¡Fuera de mi casa ahora mismo! —dijo mirando hacia todos lados en busca de su féretro, que apareció justo en las manos del Hada Oscura. Esta se levantó y lo puso sobre la garganta de Maléfica con una actitud amenazante.
—¿Buscas tu juguetito?
Lily, que había oído el grito de su madre echando a los visitantes, bajó de la ducha envuelta en la toalla.
—¿Quiénes sois vosotros? —dijo arrebatándole el féretro al Hada Oscura con un giro de muñeca. Esta la miró con rabia y a Maléfica se le aceleró el pulso. Hacía mucho tiempo que no sentía aquella sensación. Sus ojos reflejaban un pánico absoluto.
—No deberías jugar con eso. Es peligroso —le advirtió el hada.
—¿Qué quieres, Fiona? —preguntó Maléfica.
—Es curioso. ¿Recuerdas la primera vez que pisaste el que ha sido mi hogar durante los últimos siglos? Juraría que volviste con la misma mirada. Tus ojos revelaban tu debilidad, tu miedo a la oscuridad. ¿Es que no has cambiado nada, Maléfica?
—Tengo una hija a la que proteger. ¿No sentirías miedo si amenazaran a Rumplestitskin?
El Hada Oscura se paró a pensarlo. Hacía tiempo que no oía el nombre de su hijo. Había llovido demasiado desde el parto. Había sufrido su pérdida durante demasiado tiempo. No obstante, le consolaba el saber que muchos otros niños habían sido arrebatados a sus madres. Cientos de bebés la habían acompañado en el Mundo Oscuro para que su dolor no fuera exclusivo. Y no eran los únicos: Zelena también había crecido sola, al igual que Emma. Entonces se le pasó por la mente una pregunta: ¿Qué hubiera pasado si ella se hubiera llevado a Emma en el momento preciso? Si nunca hubiera cruzado las puertas del armario para ponerse a salvo en uno de los pocos lugares a los que sus garras no podían llegar, todo sería distinto. Además, la noche en la que la salvadora nació era perfecta. Podría haberla amaestrado desde pequeña, o incluso haberla destruido antes de que ella tomara siquiera consciencia de su existencia. O, quizás, Emma se las habría amañado para derrotarla en su propio mundo. Pero, ¿qué más daba ya? había crecido y estaba preparada para hacerle frente. Mientras pensaba todo esto, Lily golpeó el suelo con el féretro y los dejó a todos paralizados. Aprovechó los escasos minutos que la magia le brindó para esfumarse de allí con su madre.
El Mundo Oscuro, hace mucho tiempo
El goblin la guio hasta una sala circular en la que decenas de criaturas sobrenaturales danzaban alrededor de un objeto. Era un enorme caldero negro que se encontraba protegido por una hoguera. Había brujas, goblins, ogros e incluso gigantes. Al principio pensó que se trataba de una especie de ritual, pero pronto comprendió que no era más que una celebración.
—Bienvenida, Maléfica —dijo una voz fantasmal. Blanca miró hacia los lados buscando a la destinataria de aquel saludo—. Disculpa, me he adelantado a los acontecimientos. Es algo que suele ocurrir cuando puedes ver el futuro. Antes de nada, permíteme que te presente, mis súbditos no te conocen.
Los monstruos soltaron una carcajada a coro. Blanca no se había atrevido a levantar la vista. La voz venía de arriba.
—Mírame cuando te hablo, no seas tímida. ¿Te aterra ver al Rey del Mal? —dijo la criatura. Entonces el hada alzó la vista y descubrió que la figura hablaba desde un balcón, sentada en un trono hecho de huesos. Llevaba una máscara dorada con un rostro infernal y portaba dos cuernos de demonio en la cabeza. Su cuerpo estaba cubierto completamente por una túnica negra. Se levantó y golpeó el suelo con su féretro, coronado por una figura con forma de dragón.
—No, no me aterra —dijo armándose de valor.
—Magnífico. Bueno, mis fieles esbirros, nuestra visitante de hoy no es un ser común. Hoy no llama a nuestra puerta una bruja, ni un goblin ni un sátiro. Nuestra visitante es nada más y nada menos que… ¡un hada! —dijo riendo. Los monstruos hicieron muecas de asco y las brujas escupieron a su alrededor. La saliva del goblin, que seguía jadeando, le caía en los pies, pero casi no lo había notado—. No obstante, como aquí no rechazamos a nadie, pensé que sería muy descortés no dejarla pasar. La oscuridad no excluye a ningún ser, y mucho menos a un alma desesperada.
Dicho esto, el Rey del Mal desapareció y al momento se encontró enfrente del hada. Se había sacado una daga y la había puesto sobre su cuello en cuestión de segundos.
—He venido a suplicaros que me ayudéis.
—Y yo te respondí que te ayudaría, por eso estás aquí. Vuestra amiga está en apuros. Lo sé, llevo mucho tiempo esperando este momento. Pero, ¿sabes una cosa? El retoño que esa hada alberga en su vientre no es una criatura común, es el salvador. Es por eso por lo que lo necesito, así que te propongo un trato: si quieres salvar a tu amiga, tráemelo.
—¿El salvador? ¿Y qué pretendes hacer con él?
—Oh, Maléfica, el salvador puede ser útil para múltiples empeños. ¿No has visto el caldero? Ya lo tenemos, pero cuán grande fue mi ignorancia al pensar que un simple caldero bastaría para cumplir mis planes. ¿Sabes un secreto? Mi facultad para ver el futuro no siempre funciona como es debido. No obstante, ahora sé que para llevar a cabo mi cometido necesito al salvador.
Blanca no se atrevió a preguntar cuál era su cometido. El Rey del Mal aún tenía la daga sobre su cuello y la miraba a través de su máscara. El goblin daba saltos a su alrededor.
—¡Calma, Chueco! —le ordenó la criatura. Luego se dirigió de nuevo al hada—. ¿Cerramos el trato?
Storybrooke, antes de la batalla final
Maléfica y Lily aparecieron en medio del bosque. No sabían adonde acudir. La única persona que podía protegerlas era Reul Ghorm, y sus rencillas con Maléfica no lo permitirían. Además, se encontraba dormida. Pedir ayuda a Emma o Regina sería inútil, pues no tendrían nada que hacer contra Fiona. Corrieron hacia el pozo y allí Lily le entregó el féretro a su madre para que lanzara un hechizo protector en la zona, pero el tiempo jugó en su contra, pues el Hada Oscura y Gideon no tardaron en encontrarlos. Pronto Maléfica vio cómo Gideon agarraba a su hija y la amenazaba con un cuchillo que había cogido de su propia casa.
—¿Cuánto tiempo pensabais que podíais huir de mí? —preguntó el Hada Oscura enfadada. Lily se retorcía, tratando de hacer magia, pero Gideon le acercó aún más el cuchillo para impedírselo.
—Deja a mi hija —ordenó Maléfica levantando su féretro.
—Mueve esa baratija y tu hija morirá —amenazó Fiona—. Se acabaron los juegos, Blanca. Si quieres que tu hija viva, harás todo lo que yo te diga sin oponer resistencia. Y no intentes traicionarme, ambas sabemos que no se te da bien. Ahora entrégame el féretro.
Maléfica no tenía otra alternativa, así que dio un paso hacia delante para obedecer. Sin embargo, Diablo apareció de entre los árboles y comenzó a revolotear alrededor de Gideon y a picotearle los dedos. Este, sorprendido, se vio obligado a mover el cuchillo y Lily se liberó.
—¡Maldito cuervo! —gritó Gideon. El Hada Oscura soltó una carcajada.
—Te equivocas, Gideon. Este no es un cuervo común —dijo Fiona. Lily miró a su madre con cara de extrañada—. ¿No te han hablado de tu padre? —le preguntó el Hada Oscura.
—¿Mi padre?
El Hada Oscura giró su muñeca y el cuervo desapareció para dejar paso a un apuesto hombre que vestía todo de negro. Gideon se sorprendió tanto como Lily, y a Maléfica le dio un vuelco el corazón.
—¡Ya basta, Fiona! ¿Por qué haces esto? —dijo Maléfica.
—Qué pregunta tan ingenua. ¿Acaso no sabes el dolor que causa en un madre que le arrebaten a su retoño? ¿No lo has experimentado tú misma?
—¡Yo no te arrebaté a Rumplestitskin!
—¿No? ¿Y quién le contó a Reul Ghorm la profecía del salvador?
—Solo trataba de protegeros a ambos. La única forma de mantener a salvo a ese bebé era unir el poder de las hadas. Mírate, Fiona. Y mírame a mí. ¿En qué nos hemos convertido? La oscuridad no te devolverá el tiempo perdido con tu hijo. ¿Para qué sirvió la maldición oscura? ¿Para qué sirve la oscuridad? Sé que has estado siglos encerrada en un mundo horrible, yo misma lo visité. Quizás no hayas conocido a Regina, ni a Zelena ni a Garfio, pero todos ellos han obtenido sus finales felices al dejar de lado la codicia, la venganza y la ira. Si ellos no te valen como ejemplo, piensa en mí. No estás más sumida en la oscuridad de lo que yo un día lo estuve, créeme. Ahora sigue el consejo de la que otrora fue la Emperatriz del Mal y desiste.
Dos lágrimas como ríos bajaron por la mejilla del Hada Oscura. Gideon la observó anonadado, no se esperaba que su abuela fuera capaz de sentir algo. Sin embargo, el Hada Oscura no estaba dispuesta a rendirse.
—¿Crees que vas a ablandarme con ese discurso tan mal preparado? —dijo girando sus muñecas y envolviendo a Lily y a Diablo en unos espinos que salieron de la tierra—. Esto te suena, ¿verdad?
—¿Pero cómo…? —preguntó Maléfica, sorprendida de que su amiga supiera de su pasado.
—He podido observar bastante desde el Mundo Oscuro. ¿Crees que no te he seguido la pista? Llevo siglos mirándote desde ahí, viendo cómo te consumías. Entrégame tu féretro y le perdonaré la vida a Lily.
—Jamás —Maléfica se transformó en dragón y agarró a Fiona; estaba dispuesta a todo. Alzó en vuelo y la fue subiendo para dejarla caer, pero Gideon lanzó una bola de fuego que incendió el espino que envolvía a Diablo.
—Se acabó el juego, Maléfica. Suéltame si no quieres que Lily sea la siguiente —rio Fiona. Atemorizada, Maléfica descendió y volvió a transformarse en humana—. Cuántos disgustos podrías habernos ahorrado si me hubieras obedecido desde un principio. Pero tú nunca obedeces, ¿verdad, amiga? No confías en nadie más que en ti misma y esa será tu perdición. Vamos a las minas, hay una tarea que tienes que completar.
Rendida, Maléfica entregó su féretro con dos lágrimas en los ojos y Fiona la llevó atada de manos hasta la cueva. Gideon llevaba a Lily con una cadena unida al cuello y las manos amarradas.
El Reino de las Hadas, hace mucho tiempo
Blanca llegó al Reino de las Hadas, pero no encontró a su amiga, sino a Reul Ghorm.
—Bienvenida de nuevo, Reul Bán. ¿Qué tal fue tu excursión por el Mundo Oscuro?
—¿Cómo sabes de mi viaje?
—Eso no importa. ¿Crees que ese lugar es apropiado para un hada? Conozco a varias que llevan siglos allí y no consiguieron escapar. Las muy desafortunadas tienen que resguardarse en una cueva subterránea bajo un estanque. ¿Eres consciente de que podrías haberte quedado atrapada para siempre? O lo que es aún peor: podrías haber atraído al Oscuro hasta aquí.
—¿El Oscuro?
—Algunos lo llaman el Rey del Mal, otros lo llaman el Oscuro. Hay quienes lo denominan Zoso o el Viejo Mendigo. Hay seres que responden a numerosos nombres.
—Siento haberte robado el traslador —dijo sacándose del bolsillo un colgante hecho de cristales azules. El hada estiró su brazo para recuperar el objeto que Blanca le había sustraído.
—Las hadas y yo debatiremos cuál es el justo castigo.
—Estoy de acuerdo.
En el Reino de las Hadas, Blanca, Roja y Azul gobernaban por igual. Sin embargo, si alguna incumplía el código, las demás debían sentenciarla.
—Fiona ya ha parido y recibirá también su propia sanción. Ven a verla si quieres.
—No. Hay algo que debemos hacer primero. Debemos ordenar a todas las hadas que protejan a la criatura. Ese bebé no es una criatura común: es el salvador, y el Rey del Mal lo está buscando.
—En ese caso debemos ser cautelosas. El retoño no estará a salvo aquí.
Reul Ghorm y Reul Bán reunieron a todas las hadas y juntas fueron hasta la amapola en la que se encontraba Fiona con el recién nacido. Estaba débil, pero eso no le impedía mecerlo.
—Tenemos una terrible noticia, Reul Dearg —comenzó a decir Azul.
—¿Qué ocurre? Acepto el destierro si es necesario, pero os pido que me dejéis cuidar de él —dijo mirando al bebé.
—Me temo que eso no será posible. Tu hijo es especial, Reul Dearg, y no puede vivir entre las hadas.
—Lo sé, sé que el código nos prohíbe tener hijos, pero os lo suplico, no le hagáis daño.
—El bebé no recibirá ningún daño. Todo lo contrario: lo protegeremos. Una horrible oscuridad se cierne sobre su destino. El Rey del Mal quiere utilizar a tu hijo para introducirlo en el caldero y resucitar a todos los oscuros, por lo que no estará a salvo aquí.
—Podemos protegerlo entre todas. ¿Quién lo hará si no?
—El Rey del Mal ha descubierto el camino hasta nuestro reino. Un hada imprudente —dijo lanzando una mirada fulminante a Blanca, que todavía tenía los ojos inundados de terror— lo visitó hace apenas unas horas y él podría seguirle la pista en cualquier momento.
—¿Adónde queréis llevároslo?
—Al Bosque Encantado, con su padre.
Roja abrazó a su hijo con fuerza y le acarició la mejilla.
—¡Jamás! Ese humano es horrible, rechazó a su hijo anterior por su físico. Si no comprende que la belleza está en el interior, ¿cómo va a ser capaz de amar a un hijo que ni siquiera puedo demostrar que es suyo?
—Es lo más sensato. Las hadas ya lo hemos decidido, Roja.
No obstante, ella no estaba dispuesta a dejar que le arrebataran a su hijo. Sacó de su amapola las tijeras que habían utilizado para cortarle el cordón umbilical y las alargó y dotó de magia.
—¿Qué vas a hacer? —dijo Azul.
—¡Voy a cortar su destino! —respondió. Y, sin pensarlo dos veces, puso las tijeras sobre el bebé, que había comenzado a llorar, y las usó.
—¿Cómo lo has hecho? ¡Jamás hemos visto una magia así! —preguntó Azul aterrorizada.
—La necesidad lo ha hecho posible. Ahora que mi hijo es un bebé común, podéis permitirme que lo cuide aquí.
—¡Ni hablar! Acabas de romper el código, esa magia no entra dentro de nuestras leyes, y serás sentenciada por utilizarla —dijo sacando su varita mágica. Por alguna extraña razón, Roja se fue marchitando hasta teñirse de amarillo. Sacó su varita mágica también.
—¡Atrás todas! —gritó—. Si alguien se atreve a ponerle un dedo encima a mi hijo, os juró que destruiré este mundo.
—Manteneos detrás de mí —dijo Azul—. Ni se te ocurra mover esa varita, Reul Dearg.
Roja sacudió su varita y Azul se desplomó de tal modo que dejó caer el traslador que llevaba colgado en el cuello.
—¡Eso es! —gritó Azul—. Te enviaré a un lugar del que jamás podrás salir. Tu locura ha sobrepasado los límites, Reul Dearg. Nunca volverás a amenazar a las de nuestra especie.
Dicho esto, Azul trató de recoger el traslador, pero Roja se lo impidió sacudiendo de nuevo su varita. Tigrilla se acercó para contenerla, pero esta le hizo un rasguño en la cara con un solo movimiento de varita y la sangre comenzó a brotar. Fue entonces cuando Blanca, que había comprendido que su amiga estaba fuera de sí, la paralizó. Azul aprovechó para coger el collar y con un toque de varita lo encantó. Luego fue hasta su amiga y se lo asió al cuello. Esta se fue desvaneciendo hasta desaparecer.
—Juro que volveré —dijo antes de desaparecer del todo con la poca capacidad que la parálisis le permitía.
—Y entonces habrá un nuevo salvador esperándote —desafió Azul. Todas las hadas se sorprendieron ante la intensa batalla.
—¿Qué has hecho? —preguntó Blanca, que se arrepintió al instante de haber traicionado a su amiga.
—Enviarla al Mundo Oscuro sin billete de vuelta. El collar no le permitirá volver más que cuando nazcan los niños de los que ella debería ser madrina si no se hubiera corrompido.
—¡El Rey del Mal la destruirá!
—No te preocupes por eso, me temo que sabrá defenderse. Ahora llévate a la criatura, merece vivir una vida ajena a todo esto. Tú sabes mejor que nadie quién es su padre y dónde encontrarlo.
Blanca fue hasta el Bosque Encantado y allí encontró a un triste y depresivo Malcolm que aún no había superado la pérdida de su esposa. En cuanto la vio, trató de echarla de su casa, pero esta le mintió diciendo que la madre del niño había muerto en el parto y que no tenía a nadie, así que acabo aceptándolo como hijo. Cuando regresó al Reino de las Hadas, su sentencia estaba preparada. A pesar de que había ayudado a derrotar a Roja, acordaron desterrarla y arrebatarle sus alas, pues las había puesto a todas en un grave peligro. Así, Azul se coronó como la única gobernante de aquel mundo y Blanca regresó poco después al Bosque Encantado, donde se refugió en una cabaña. Allí encontró una aguja y se le ocurrió preparar algo que la mantuviera distraída para olvidar su desdicha: la maldición del sueño.
Storybrooke, durante la boda de Emma y Garfio
La cueva olía a humedad y tierra. Allí se encontraba Maléfica con todos los cristales que Fiona tenía preparados. Ella y Lily llevaban ya más de un día amordazadas y sepultadas junto a Azul.
—La hora se acerca. ¿No es maravilloso? ¡Al fin ha llegado el día que tanto ansié! Y no, creedme, no lo digo por la boda de la salvadora. Vaya insensatez elegir una fecha como esta, ¿no creéis, mis dulces esclavas? Bien, todo está listo, solo faltan algunos detallitos que no dependen de mí.
Entonces apareció Rumplestitskin y, por un momento, Maléfica pensó que venía de parte de los héroes, pero nada más lejos de la realidad.
—Os veo bien, Maléfica —se burló. Con un gesto desató la mordaza que le impedía hablar.
—Eres un perro traicionero, Rumplestitskin. Sabía que tu redención era tan falsa como tu vida —dijo con una mueca de asco.
Levantando la mano, el Oscuro comenzó a ahogarla, pero Fiona lo impidió.
—Después habrá tiempo para eso, hijo mío. Maléfica no volverá a soltar una palabra por esa sucia boca llameante —dijo mientras giraba su muñeca y a su antigua amiga se le cosían los labios con hilo negro. A continuación, Rumplestitskin puso su daga sobre el cuello de Lily—. Ahora, oscurece los cristales si quieres que tu hija siga con vida. Te ha costado demasiado tiempo encontrarla como para perderla de una manera tan absurda.
Al verse acorralada, decidió obedecer al Hada Oscura.
—Fantástico, querida Maléfica. Ahora tengo la oscuridad suficiente para que mi maldición se cumpla. Sin embargo, ambas sabemos que mi maldición no es perfecta. Cuando la elaboré aún era una aficionada y hay un defecto que jamás he podido solventar: hay que sacrificar aquello que más amas.
Pronto Maléfica comprendió sus intenciones. Ella no solo era útil para oscurecer los cristales, sino también para lanzar la maldición. El mismo maleficio que un día ocultaba en su féretro y que nunca se atrevió a lanzar.
—¡No! —gritó Lily, aunque la mordaza le impidió pronunciar con claridad.
—Sí, Lily, sí.
Una vez más, Maléfica lo arriesgó todo y lanzó un hechizo que derribó a su oponente. Al fin y al cabo, sabía que no le harían daño a ella ni a Lily, pues las necesitaban vivas. Fiona rio y se levantó.
—Gideon, sujeta tú al objeto de nuestro sacrificio. Rumple, observa con atención cómo acabo con la Emperatriz del Mal, que parece no haber aprendido nada en todos estos siglos.
—Te derroté una vez y volveré a hacerlo.
—¿Tú? Ni tú ni Reul Ghorm me derrotasteis. ¿Llamas derrota a desterrar a una madre recién parida? Bien, entonces asume que Blancanieves y su príncipe te derrotaron cuando te arrebataron a tu bebé.
Maléfica se llenó de rabia y lanzó a Fiona contra los cristales, que se los clavó en la espalda. Gideon observaba la batalla sin saber qué hacer, pues las órdenes de su abuela no le permitían soltar a Lily. Rumplestitskin también tenía la vista puesta en todo lo que pasaba. Entonces Maléfica se acordó de Reul Ghorm, que estaba en una esquina amordazad y con dos brazaletes que bloqueaban su magia. ¡El Hada Oscura se había confiado tanto que no había mandado a nadie que la sostuviera! Recuperó su féretro con un gesto tenaz y, apuntando hacia ella, la liberó de los brazaletes.
—¡Corre, ve por tu varita!
Sin decir una palabra, Reul Ghorm se decidió a acudir a la boda para avisar a todos del peligro que corrían y pedirles su varita.
—¡No tan deprisa! —Rumple le lanzó un hechizo que la hizo olvidar todo lo que había ocurrido en las últimas horas y la vistió de forma elegante, justo para enviarla a la boda y que se entretuviera allí sin arruinar sus planes. Mientras tanto, Fiona arrancó el corazón a Lily y lo preparó para que la maldición se cumpliera.
Enfurecida, Maléfica lanzó un hechizo mortal contra Gideon, pero Fiona lo desvió hacia el corazón, que se despedazó. Así, el hechizo se activó y la oscuridad empezó a apoderarse de Storybrooke.
—Demasiado torpe —rio Fiona. Maléfica corrió hacia el cuerpo inerte de Lily, pero el Hada Oscura no le permitió llegar hasta él. Justo cuando iba a abrazarla, le lanzó un hechizo por la espalda que la derribó, y su cadáver cayó encima del de su hija, que estaba aún cálido.
El Bosque Encantado, tiempo después de que Maléfica fuera desterrada
Alguien llamó a la cabaña. Blanca, que se encontraba apática, no abrió. Aún conservaba algunos efectos de la última maldición del sueño. El visitante abrió sin permiso y entró. El hada encontró ante sí la horrible figura que había visto un tiempo antes: el Rey del Mal.
—Volvemos a vernos —dijo el Oscuro.
—¿Vienes a matarme? Me harías un gran favor. He tratado de hacerlo yo misma, pero mi cuerpo se resiste a morir.
—Rompiste nuestro trato —dijo con una voz sombría.
—No rompí nada, tú tampoco lo cumpliste. ¿Acaso salvaste a mi amiga? —se hizo una pausa—. ¿Cómo me has encontrado? —Blanca ya no tenía miedo, no había nada que perder, por lo que se dirigía a él de frente.
—Tu amiga me desterró del Mundo Oscuro. Qué ironía, un hada gobernando aquel lugar. Vengo a exigirte que cumplas tu parte del trato: entrégame al niño y no te haré daño.
—No sé dónde está —mintió Blanca.
—¿Quieres jugar, Maléfica?
Dicho esto, la ropa del hada se tiñó de negro y del pañuelo que llevaba en la cabeza surgieron dos cuernos retorcidos. Aterrorizada se miró y comprendió lo que el Rey del Mal le había dicho el primer día en el que se vieron.
—¡Déjame en paz!
—Está bien, no me entregues al bebé. Yo mismo lo encontraré. Pero toda magia conlleva un precio, y el que tú pagarás será muy elevado: albergarás en tu vientre la semilla del mal. Mi vástago se gestará en tus adentros —dicho esto, lanzó un hechizo sobre su vientre.
—¡Calla! ¡Fuera! —gritó encolerizada.
—No importa que me vaya ahora, la semilla ya está ahí, y algún día llegará un esbirro perfecto para activarla.
—¿Por qué haces esto?
—¿Y por qué no? Pero no creas que soy tan malvado. A cambio de albergar a mi retoño, te entregaré un presente —dijo el Rey del Mal ofreciéndole su féretro—. Ya no puedes volar como hada, pero lo harás como una criatura más poderosa: podrás convertirte en dragón —Maléfica lo miró con cara de sorpresa—. No me mires así, tendré que procurar que la madre de mi vástago sea poderosa —dijo lanzando una carcajada maligna mientras desaparecía.
Sin embargo, aquella carcajada se callaría un tiempo después, cuando lo controlaran con la daga. La maldición que en el pasado le había dado poder, también le causaría grandes pesares. Pero llegaría un día en el que aquel salvador que él había buscado para derrotar le liberaría de aquella desdicha. Y es que, al fin y al cabo, el hilo del destino no es tan fino como para poder cortarse con unas tijeras.
Storybrooke, horas antes de que Regina lanzara la Maldición Oscura
Maléfica se sentó rendida sobre su trono. Ya no había esperanzas, Regina estaba a punto de lanzar una maldición que los llevaría a un lugar espantoso. No encontraría la oportunidad de reunirse con su pequeña, y ni siquiera la reconfortaba el pensamiento de que Blancanieves y su príncipe pagarían con creces el vacío que le habían dejado. Recordó entonces cuando una joven Regina llamó a la puerta de su castillo. Ojalá la hubiera estrangulado entonces; aunque, al fin y al cabo, Rumplestitskin habría encontrado a otra aprendiz que lanzara la maldición. No había tiempo para pensar en culpables. Mientras lloraba al sentir el acercamiento del fin, acariciaba con cariño a su unicornio. En la jaula, Diablo revoloteaba demandando atención. Entonces se le ocurrió una idea: escribiría una carta para su hija. Debía plasmarlo todo en un papel que algún día llegaría hasta sus manos. Así, casi sin fuerzas, arrancó una pluma a su cuervo y comenzó a escribir.
Querida hija:
Tengo la esperanza de que algún día estas palabras lleguen hasta ti. Ojalá algún día te despiertes y encuentres un cuervo en tu ventana que te revele la verdad sobre tu vida. No sé qué fue de ti ni adónde te enviaron los que se vanaglorian de ser héroes. Quizás hayas pasado toda tu infancia sola o quizás hayas encontrado una familia que te haya dado todo el afecto que yo no pude entregarte. Con esta carta no pretendo interrumpir tu vida y ponerla patas arriba; puede que seas feliz donde estés. No obstante, creí justo revelarte al menos quiénes son tus padres.
Tu madre, quien firma esta carta, no es más que una mujer extremadamente débil. Nació hace siglos de una rosa blanca y tal vez por eso no haya tenido más que espinas en su camino. Siempre fue un hada con unos sólidos principios, que trató de hacer el bien allá dónde fue. Sin embargo, un día tomó una decisión equivocada que la marcó durante el resto de su vida. Para ayudar a una amiga y librarla del castigo de las hadas por incumplir el código por el que nos regimos, recurrió a las fuerzas oscuras, unas artes que durante mucho tiempo se escaparon de su entendimiento. El Oscuro, que se hacía llamar el Rey del Mal, le pidió que le entregara el bebé de su amiga a cambio de ayudarla. Aquella criatura era muy valiosa para él, pero ella decidió hacer lo que su corazón le dictó y desafío los poderes de la oscuridad revelando el plan.
Al final, fue desterrada. Esta es una historia de traiciones: traicionó a la luz y también a la oscuridad. Un tiempo después, el Oscuro tocó su puerta y la maldijo obligándola a albergar en su vientre el fruto del mal. Tú eres ese fruto. Eres la semilla que él puso en ella. Pero aquella semilla no era suficiente para darte vida, pasaron años hasta que el hada encontró a un hombre que la amara y que la dejara embarazada. Entonces surgiste tú, como producto de una horrible trinidad formada por lo que una vez fue luz, lo que siempre será oscuridad y lo que no fue más que un mortal. Cuando descubrió el embarazo, el hada enloqueció de rabia y transformó a su enamorado en un cuervo. Le producía repulsión, pero él siempre se mantuvo fiel a ella. No estaba dispuesta a que tú pagaras por sus errores y entonces se le ocurrió una idea arriesgada y a la vez espantosa: cortar tu destino. Así lo hizo, pero el temor de que el hilo del destino no se corta de una manera tan simple sigue en ella, por lo que ruega cada día porque la oscuridad no haya vuelto a ti.
La mujer que firma esta carta no sabe adónde irá. Una vieja amiga está a punto de lanzar una maldición que arrastrará a incontables personas; algunas quizás ni siquiera sean de este mundo. Si estuviera en su mano impedirlo, cree de verdad que lo haría. Mas no lo está, así que se limita a hacerte una promesa: dedicará cada hora de su vida a buscarte, pero no dejará que su sed de venganza la lleve de nuevo a la oscuridad en la que estuvo sumida durante años.
Ahora tu padre partirá con esta carta en tu búsqueda. Es muy poco probable que te encuentre, pero mientras exista la más remota posibilidad de que así sea, el corazón de tu madre conseguirá albergar algo de paz. Ahora ella, a la que las lágrimas le impiden seguir escribiendo, alzará sus grandes alas y emprenderá el vuelo adonde quieran llevarla los vientos que vengan con la maldición. Y como favor, solo te pide una cosa: nunca olvides tus raíces y, como una rosa, crece fuerte con tus espinas. A veces pincharán a quienes más quieres, pero no hay nada de que preocuparse mientras sea de forma inintencionada.
Te amará siempre,
Tu madre.
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Gracias.
😱😧😭😭😢!!! Wow y si la rosa más linda es la que más coraje y tenacidad carga en su ser 🌹👏
ResponderEliminarSaludos 😘