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  • miércoles, 18 de junio de 2014

    Fan Fic: Once Upon a Time in Neverland 16


    Regresamos a Neverland en plena formación de los bandos donde los rebeldes cada vez ganan más adeptos en la guerra contra Pan. En el pasado acompañaremos a Malcolm en una helada aventura tras pagar en la cárcel el crimen que cometió años atrás.


    Chapter 16: The Starcatchers


    EL BOSQUE ENCANTADO

    Atardecía un día más en El Bosque Encantado, el sol se ocultaba perezosamente tras las domas que acunaban el lago donde se emplazaba el Castillo Real de Blancanieves y su príncipe. Ambos contemplaban con una mezcla de extrañeza y desconfianza la estructura a medio construir que pretendía ser un armario, pero no uno corriente. El cuarto de la princesa estaba casi terminado, pero un detalle parecía no encajar en él, un hada de azul que revoloteaba sobre los monarcas.

    - ¿Y si falla? – Le espetó Blancanieves al Hada Azul – un armario mágico es inusitado claro es, luego, ¿Qué ocurrirá si el plan no funciona?

    - Que el hechizo de la reina nos trasladará a otro reino, perderemos la memoria y seremos esclavos de sus más oscuros deseos. Debemos tener fe en que vuestra hija logrará salvarnos.

    - Si no recordamos, si no le decimos que es la salvadora ¿Cómo sabrá lo que ha de hacer? – Blancanieves no estaba muy convencida del plan del Hada Azul.

    - Un día, llegado el momento, nuestra historia le será revelada – respondió el hada con calma - debéis confiar en mí.

    - ¿Nuestra historia? ¿A qué te refieres? – Blancanieves nunca había entendido tan poco.

    - Aún no lo sé. Mas sé que llegará ese momento.

    - ¿Y cómo estás tan segura? – Blancanieves ponía todo su empeño en pillar al hada en una falta para no tener que separarse de su hija.

    - Porque poseo lo único que necesitas más que nada: Esperanza. – Blancanieves y el príncipe se miraron de nuevo extrañados, pero con sentimientos encontrados - Buena suerte Blanca, ten fe…

    Las palabras que el hada había dicho antes de salir volando por la ventana quedaron en la cabeza de Blanca dando vueltas una y otra vez, “ten fe, ten fe…”.


    HACE MUCHO TIEMPO

    El hedor era mucho peor de lo que podía imaginarse. Uno podía ser fino y llamarlo boñiga, pero lo que le rodeaba, lo que había sobre la paja sucia y amarillenta no era otra cosa que mierda. Sus heces desperdigadas por toda la celda, su hogar durante los últimos diez años. Los rayos de sol del mediodía lograron abrirse paso entre los barrotes, proyectándose sobre su cabello sucio y cenizo y provocándole un confuso malestar al que también contribuía el hambre.

    Abrió los ojos y solo vio el techo de piedra sobre su cabeza.

    - ¿Dónde…? – Intentaba hablar, pero tenía la boca pastosa y la lengua seca - ¿Qué me ha pasado?

    Vio un cubo de agua a pocos pasos, se agachó abruptamente sobre él y pudo, por desgracia, ver su rostro.

    Tras diez años en aquella celda su cabello, castaño claro, habíase tornado cano y en una maraña alargada, su perfecto cutis se ajaba sin remedio, y una espesa barba gris invadía cada centímetro de su barbilla, de sus mejillas y de su quijada. De Malcolm sólo quedaban sus ojos verdes, profundos y hermosos que coléricos habían cometido el crimen que lo había encerrado, matar a Clara.

    - ¿Ese soy yo? – Comenzó a tocarse la cara, esperando encontrarse en una ensoñación, aunque el término que él usaría era pesadilla.

    El tintineo de unas llaves lo sacó de su ensimismamiento, miró hacia el pasaje y vio como el portalón de las catacumbas se abría estruendosamente para dejar paso a uno de los guardias del rey Ricardo que llevaba a un nuevo prisionero.

    - ¡A UN LADO! – Le gritó a Malcolm, que, temeroso no tuvo más remedio que obedecer y ver como lanzaba al anciano a la celda, al olvido más cruel.

    - ¿Estáis bien? – Preguntó Malcolm una vez estuvieron solos.

    - Claro que sí, un guardia de tres al cuarto no podrá conmigo – aún tenía fuerzas para reír.

    Malcolm lo contempló bien, era un hombre menudo, entrado en carnes pero no obeso, de unos setenta años, cabello y barba blanca, ojos azules y un extraño traje crema.

    - Dispensad mas, no conozco vuestro nombre.

    - Ni yo vuestro crimen – se defendió el anciano.

    - Ahora eso carece de importancia, hace años que me encerraron y hasta hoy temí que hubiesen tirado la llave al mar – se compadeció Malcolm mirando por el ventanuco.

    - ¿Contasteis hasta que perdisteis la esperanza? – Preguntó el anciano señalando las marcas en la pared.

    - No, ya estaban cuando llegué – eran las marcas que Clara había hecho durante su embarazo.

    - Nueve meses – contó él -, espero que no tuviera peor suerte que nosotros.

    Malcolm sacó media manzana marrón de debajo de una sábana y se la ofreció al anciano que la rehusó.

    - ¿Se puede tener peor? – Preguntó Malcolm olfateando la “fruta”.

    - Cada uno dicta su propia suerte y vos, acabáis de trocar vuestro sino. Veréis, el sino es poderoso, muchas veces no contempla los deseos de los humanos y se burla de sus vidas con crueldad, mas hoy el vuestro os ha permitido libre albedrío.

    - ¿A qué os referís?

    - Me refiero, a las apariencias, al todo y la nada. ¿Soy acaso un anciano corriente? Me han encerrado acusado de piratería mas yo no soy un pirata, ni un bucanero, una vez me enfrenté a Barbarroja y salí victorioso, claro que era más joven y las costas de Ágrabah menos recortadas. Pero historietas aparte, me habéis ofrecido una manzana y creo que, sea lo que fuese que hicierais en el pasado ya está olvidado y perdonado, por ello, por haber querido ayudar a un viejo inútil te propongo que vengas conmigo.

    - Me temo que es imposible salir de esta celda.

    - Todo es posible salvo esquivar a la muerte, cambiar el pasado o crear amor de la nada, me lo dijo una vez un genio, observa.

    El anciano levantó la mano y tras una humareda roja apareció un sable.

    - ¡Que me aspen! ¡Magia! ¿Vos poseéis ese don?

    - No es magia buen amigo, este Gladio Vorpal me sirve a mí y a mi barco, y además puede cortar cualquier tipo de material, inclusive esos barrotes.

    Malcolm no se lo podía creer, tras diez años tenía el camino a la libertad frente a él.


    NEVERLAND, HOY DÍA

    - ¡PETER PAN ME ENGAÑÓ! ¡ME MANIPULÓ! ¡Me hizo creer que era mi amigo, mi hermano! Y ¿Después? Después quiso matarme, ¡Quiere mi corazón! ¡PERO YA ESTAMOS HARTOS DE PASE POR ENCIMA DE NOSOTROS PARA CONSEGUIRLO!

    Rufio enardecía a las masas sobre una roca en un claro de la selva, junto a él estaban Bae y Campanilla, y frente al trío muchos de los lost boys que asentían y daban muestras de apoyo al orador.

    - No solamente lo ha hecho sufrir a él – intervino Bae – lleva años abusando de todos nosotros.

    Un murmullo general parecía darle la razón.

    - ¡NUESTRAS VIDAS NO LE PERTENECEN A ÉL!

    SÍ” gritaron todos al unísono.

    - ¡¿QUIÉN ESTÁ CONMIGO?! 

    Silencio, miradas incómodas y la sonrisa borrada de los rostros del trío.

    - Ni la última legión del Rey Uther era tan valiente – dijo una voz archiconocida entre los niños que hizo que éstos se desperdigaran aterrados.

    Rufio aumentó su dureza y miró con odio a Pan.

    - Ellos te temen sí, pero nosotros no.

    Peter caminó hasta quedar bajo la roca, con Rufio por encima de él.

    - ¿Por qué? ¿Por qué permito que viváis en esa cueva que yo mismo creé para que me dejaseis tranquilo? - Bae cogió su espada de madera pero Peter la convirtió en una mordaza - ¿De verdad ibas a combatirme con eso chaval? – le dijo a Bae – tienes suerte de que no quiera pelear. A propósito de eso – se dirigió a Rufio – muchas gracias por tan extraño vocablo, chaval, suena bien.

    - ¿Qué es lo que quieres? – Le preguntó Rufio harto de tanto espectáculo.

    - En primer lugar decirte que me alegro de que tengas un poco de sangre en las venas y de que te hayas dejado de tanta ñoñería, en segundo, ofrecerte un trato: Si me entregas tu corazón voluntariamente dejaré a Baelfire, a tu hadita, y al resto de mocosos en completa libertad, cada uno en el lugar del que proviene.

    - Luego quieres mi muerte.

    - ¿En lugar de la mía? Obviamente – rio Peter.

    - Me negué a creer que sólo pudieras quererte a ti mismo, ahora veo lo equivocado que estaba.

    - ¿Y qué me dices? – Preguntó Pan tras fingir un bostezo.

    - Lo mismo que la otra vez, de mi cadáver lo tendrás que arrancar.

    - Bueno en ese caso podríamos hacer que no mueras sólo tú – Peter levantó el brazo e hizo que Campanilla apareciese ante él. La abrazó con fuerza y puso su puñal en el cuello del hada que se resistió en vano.

    Para Campanilla era repugnante sentir como Pan se aprovechaba de la situación y hacía algo más que amenazar con degollarla.

    Rufio no lo pensó dos veces e hizo aparecer un enjambre de carámbanos que se proyectaron peligrosamente contra Pan, al que no le quedó otra que desaparecer.

    - ¿Estás bien? – Pero antes de que Rufio obtuviera la respuesta de Campanilla Pan se materializó tras él y lo empujó de la roca, haciéndole caer al suelo.

    - ¡Óyeme bien! Tienes hasta mañana al anochecer para entregarme voluntariamente tu corazón, usa tu reloj para calcular el tiempo porque si no acudes a nuestra cita mataré a cada uno de tus queridos amigos, incluidos los lost boys, aunque me quede solo, tendré tu corazón ¡Y la vida eterna! ¡LA QUE ME MEREZCO! Así que madura y deja ya de jugar a los príncipes azules.

    Y ahora sí que había desaparecido, aunque el efecto de sus palabras tardaría en esfumarse.


    EL BOSQUE ENCANTADO, MUCHOS AÑOS ANTES

    Malcolm y el anciano habían dejado atrás el castillo, habían recorrido un pequeño tramo del bosque y había llegado hasta el navío: La Gema de la Corona. El sultán de Ágrabah se lo había regalado medio siglo atrás y con el había recorrido mil y una aventuras por tierra, mar y aire. El anciano era conocido como Simbad el Marino.

    Todos los marineros se alegraron de encontrarse con su capitán, el cual llevó a Malcolm a su camarote. Allí lo aseó y vistió. Ahora con el rostro afeitado y el pelo recortado y peinado, ataviado con un traje de cuero negro, se veía más elegante, más atractivo. No era la belleza de antaño pero era mejor que nada. Simbad dio orden de zarpar de inmediato, pero había un pequeño problema, su hija Cordelia había salido a pasear por el bosque y no había vuelto.

    - ¡BUSCADLA POR DOQUIER! – Esas fueron sus órdenes, y Malcolm las obedeció como marinero a su servicio.

    En el Castillo Real del Rey Ricardo el Caballero Negro rabiaba tras la fuga de Malcolm.
    - ¡Debimos haberlo matado en cuanto lo capturamos! Mas tú querías que sufriera.

    - Sólo encerrado podía pagar por su crimen, si hubiera muerto no habría escarmentado – se defendió el rey permitiéndole ese tono al caballero.

    - Vivo tiene la esperanza de que las cosas cambien, igual que yo ahora.

    - ¿Qué vas a hacer?

    - Voy a buscarlo, encontrarlo y matarlo – sentenció el Caballero Negro.

    Las gotas de agua brillaban con la luz del sol y resbalaban por cada centímetro del contorno de su cuerpo desnudo. Sentada sobre una roca estaba ella, Cordelia, rubia de ojos grandes y avellanados, labios carnosos y cuerpo apetecible.

    Unos pájaros azules le trajeron una tela blanca, vestido que ella se puso.

    - Muchas gracias – les dijo a los animales – ya sabéis que me encanta este lago, siempre que arribamos por aquí necesito venir a bañarme. – Los pájaros piaron - ¿Qué por qué? Porque mis padres se conocieron en un lago, y tengo la esperanza de que me ocurra lo mismo, de que un día con mi príncipe azul. - Se puso a bailar alrededor de los árboles mientras cantaba - Eres tú el príncipe azul que yo soñé. Eres tú, tus ojos me vieron con ternuras de amor. Y al mirarme así… - Malcolm había oído los cánticos y se había asomado entre la maleza, la reconoció al instante, era la misma joven que había visto diez años atrás, y parecía ser también la hija de Simbad, pero era extraño pues parecía que los años no habían pasado por ella -… el fuego encendió mi corazón, y mi ensoñación se hará realidad y te adoraré como aconteció en mi sueño ideal. Y mi ensoñación se hará realidad y te adoraré...

    Malcolm salió de su escondite y la tomó en sus brazos, sorprendiéndola desagradablemente.

    - Como aconteció en mi sueño ideal… - Completó él.

    - ¿Cómo os atrevéis? – Espetó ella indignada.

    - Perdonadme, no fue mi intención asustaros.

    Ella trataba de zafarse de él, pero Malcolm no iba a permitirlo, quería jugar.

    - No me habéis asustado, es sólo que vos sois un…

    - ¿Un extraño? – Malcolm levantó una ceja escéptica.

    - Ajá – afirmó ella mirando su gesto.

    - ¿Pero no recuerdas? Ya nos habíamos conocido antes.

    - Si claro, ¿En un sueño no?

    - No, aquí mismo, mas por entonces yo tenía diecisiete años y tú me amenazaste con una daga.

    - ¿Vos sois…? – Cordelia hizo memoria - ¿Sois aquel arrapiezo ofuscado?

    - Ofuscado me marché si – se atrevió a decirle con mirada lasciva.

    Preparado para un bofetón Malcolm se sorprendió al sentir la mano de Cordelia en su pecho.

    - Han pasado muchos años, he madurado… ¿Sabes? Ya no espero que mi príncipe entre por la ventana, los príncipes azules no existen.

    Malcolm sonrió ante la madurez de la joven.

    - Este día feliz he hallado mi libertad y el dulce ideal que yo soñé.

    - Pues ten cuidado, no vaya a ser que se te atragante - con suma elegancia Cordelia se dio la vuelta y ambos se dirigieron al barco.

    Y así esa misma mañana zarparon rumbo a los mares del norte, hacia un reino fiordo llamado Arendal.


    - ¡Rufio! ¡RUFIO! – Gritaba Bae al joven mientras lo perseguía por la jungla - ¡Rufio aguarda!

    - ¿¡POR QUÉ EH!? ¡Estoy harto! ¿Por qué siempre tiene que salirse con la suya?

    - ¿Qué te ocurre? – Preguntó Bae preocupado.

    - Que veo que lo que quiero me va a costar más de lo que creía.

    - ¿Y qué es?

    Rufio miró a Bae lleno de odio y rencor.

    - ¡Juro que destruiré su felicidad! Aunque lo último que haga sea eso. ¡NO SE SALDRÁ CON LA SUYA BAELFIRE! ¡Te juro que no lo hará!

    - ¿Y qué vamos a hacer?

    - Usaremos el Fragmento Estelar, y de ese modo será como escapemos de Neverland.

    - Seguro que Pan nos lo da encantado.

    - Lo robaremos, hoy mismo – sentenció Rufio.

    - ¿Cómo?

    - Tengo un plan, uno que no puede fallar así que… Juguemos.


    La Gema de la Corona navegaba a toda vela, aunque Malcolm estaba seguro de que su velocidad desmedida se debía a la magia prefirió no hacer ninguna pregunta al respecto y dirigirse a Cordelia, la cual descansaba en la popa del barco.

    - ¿Rememorando?

    Ella rio divertida.

    - Añorando.

    - ¿Cuál es la diferencia? – Preguntó Malcolm sentándose a su lado.

    - ¿Cuál es la diferencia entre tú y los otros marineros para que no des palo al agua?

    - Bueno, yo soy algo más que un burdo marinero.

    Cordelia arqueó la ceja del mismo modo que Malcolm.

    - ¡TIERRA A LA VISTA! – Gritó uno de los miembros de tripulación desde el carajo.

    - ¡AUMENTAD LA VELOCIDAD! – Ordenó Simbad el Marino.

    - ¿Cómo que aumentar? ¡Chocaremos! – Se escandalizó Malcolm.

    - Oh claro que no muchacho, observa.

    El barco impactó contra la orilla pero no encalló, en su lugar ascendió con suavidad y siguió navegando por las praderas verdes que tenían a sus pies, hasta que el verde se convirtió en blanco, navegaban sí, pero por un mar de nieve.

    - Agua en todo caso – dijo Simbad.

    - ¿Cómo es que el barco es así?

    - Bueno Malcolm, en otro tiempo, cuando el sultán de Ágrabah me regaló la Gema de la Corona también me nombró Cazador de Estrellas. Nosotros somos los Cazadores de Estrellas pero no es una misión oficial lo que nos atañe.

    - ¿Si no sois pirata por qué os apresó el rey Ricardo?

    - Poseíamos una Vela Pegaso, tejida con las plumas del mítico animal, tu rey me la pidió y como me negué la tomó por la fuerza.

    - Malnacido.

    - No hagamos sangre de eso, Arendal está cerca.

    Cordelia llegó con una gruesa capa para Malcolm.

    - ¿Qué es Arendal?

    - Bueno – Cordelia estaba un poco cohibida – es el reino fantasma, años ha una bruja atroz y malvada lo asoló con su magia negra, ya nada queda allí excepto los espíritus errantes que ella desterró a aquel reino, se dice que todas las noches bajan del Monte Calvo e inundan las calles con sus pecados.

    - ¿Y qué se nos ha perdido en un sitio como ese?

    - El colgante del Gull, aquel que puede proporcionar la eterna juventud, aquel que encierra el último pétalo de la Flor Dorada. Eso es lo que buscamos.

    Malcolm tragó saliva, temía lo que encontrarían en Arendal, miró al horizonte, solo una masa gris y blanca, una ventisca se acercaba dejando al viaje como a su vida, con un destino incierto y azaroso.


    Peter salió del Árbol del Ahorcado, estaba hecho un basilisco mirando con odio a todos los lost boys que alrededor de la hoguera intentaban hacerse una piña con la esperanza de paliar el terror que les infundía Pan.

    - ¡FELIX! – El susodicho se levantó y se acercó - ¡Traeme a Campanilla, a Bae, a Rufio, al que sea me da igual! - Felix se marchó obediente y Pan se paseó alrededor de los demás, alimentándose de su miedo - Bueno bueno, veo que sois un ejército de valientes eh. ¡Nadie se irá de aquí! ¡NUNCA JAMÁS! El nombre de la isla está bien elegido. Y ya veo – añadió mirándolos con desprecio y superioridad – que Rufio es otro cobarde como vosotros. Si no ha llegado en dos minutos tendré que comenzar a imitar al Sacamantecas.

    - ¡AQUÍ ESTOY! – Lo llamó Rufio - ¡Aquí me tienes para pelear!

    - Vaya – se rio Pan arqueando una ceja – empezaba a pensar que no ibas a venir.

    - ¿A qué esperas? Lucha.

    - Lo siento pero no combato con aficionados.

    - Te equivocas, ¿No soy acaso el creyente más puro?

    - Eres alguien que se cree muy importante, el protagonista en Neverland soy yo, igual que en Hamlet no es Laertes.

    Pan y Rufio caminaban dando vueltas, describiendo un círculo con sus pisadas sobre la tierra.

    - Veo que recuerdas los momentos que pasamos juntos, ¿Acaso no es más importante la amistad, el ser querido y no estar solo? ¿No es eso más importante que la vida eterna en completa soledad?

    - Te equivocas, no hay nada como lo que he tenido hasta ahora, y mantenerlo por encima de todo es lo único que me importa.

    Lleno de rabia Rufio le pegó un puñetazo a Pan, rompiéndole el labio que sangraba aparatosamente y dejándole una fea marca en la mejilla.

    - No sabes las ganas que tenía de hacer eso – se burló el lost boy.

    Pan lanzó a Rufio por los aires, haciéndolo impactar contra el árbol pero él se levantó y conjuró de nuevo los afilados carámbanos de hielo que dirigió mortalmente contra Pan quien, de forma inteligente creó una barrera de fuego que los derritió en cuestión de segundos.

    - Este es un truquito que aprendí de Maléfica – rio Pan enarbolando una rama caída.

    En ese momento los árboles empezaron a moverse, lanzaban sus ramas contra Rufio intentando aplastarlo o atraparlo. Él se tiraba al suelo y rodaba, y así fue como se le ocurrió el contra-hechizo.

    - ¡INCENIX! – Una llamara ardiente inundó el campamento con su luz naranja e incineró los árboles vivientes.

    Pan rabioso no se quedó atrás.

    - ¡GLACIUS! – Y así levantó las cenizas de los árboles hasta congelarlas y crear réplicas de hielo, ahora los carámbanos eran para Rufio que intentaba en vano esquivarlos y cambiar la dirección de los proyectiles, pero estaba perdido.

    - Todo cuanto hagas será prologar tu agonía – Pan levantó una mano y el ataque cesó - lo único que quiero es tu corazón – dijo antes de introducir la mano en su pecho para después sacarla, más rabioso que antes si cabía - ¡¿DÓNDE ESTÁ?!

    - ¿Maléfica nunca te lo enseñó? – Se burló él, había recuperado la confianza en sí mismo - Pues Cora a mí si, nunca lleves tu corazón a un duelo y menos si es el objetivo de tu contrincante. El corazón no es más que un obstáculo si la persona a la que querías te ha traicionado – Rufio levantó a Pan del suelo, lo hacía levitar pero infligiéndole daño en el cuello antes de lanzarlo por los aires, como le había hecho a él al llegar.

    - ¡NO ME HAS GANADO RUFIO! ¡TENDRÉ TU CORAZÓN IGUAL QUE TENGO TODO LO QUE QUIERO! ¡Recuerda que Peter Pan jamás fracasa! – Le gritó colérico antes de irse volando.

    ARENDAL

    Una desoladora estampa fue lo que le pareció a Malcolm el reino de Arendal. La nieve lo cubría todo con su manto blanco y la escharcha ocultaba el gran camino hacia el palacio real. Del cielo plomizo seguían cayendo copos de nieve que mantenían semienterradas las casas de la plebe. Aquel aire fantasmal y tenebroso, aquellas farolas retorcidas y macabras, aquellas ruinas de piedra sobre un lago de hielo resquebrajado, aquel carámbano oscilante que amenazaba de forma mortal bajo un cartel… Todo era oscuro y sombrío y todos creían estar profanando una tumba y temían despertar al muerto que reposaba en ella.

    - Padre – comenzó Cordelia – he de ser yo la que vaya, el conjuro de sangre no permitirá que otro entre.

    - No permitiré que te adentres en ese infierno helado tú sola, alguien debe acompañarte.

    - Yo lo haré – se ofreció Malcolm. No porque Cordelia le importase sino porque se le antojaba mucho un colgante que podía proporcionar la vida eterna.

    Simbad dio su visto bueno y la pareja bajó del barco, ahora estaban completamente solos, y fue cuando pisaron el duro suelo de hielo, cuyo frío polar atravesó las botas de ambos, cuando sintieron como los espectros desterrados por la bruja despertaban. Eran sombras, rostros, siluetas que asomaban a su paso y que ellos intentaban no mirar en su camino hacia el magno e imperante palacio que se erguía ante ellos como un monumento al olvido.

    Cuando llegaron al gran portalón Cordelia cometió la locura de quitarse el guante, pero al instante de tocar las altas puertas de roble el hielo se resquebrajó y les permitió entrar, así fue como llegaron a un gran salón, el salón del trono cuyos onomásticos asientos se encontraban como no, congelados, como todo lo demás. La habitación lucía ruinosa y anticuada, aunque todo parecía demasiado ordenado, como si la gente hubiera desaparecido de repente. La prueba estaba en las mesas de banquetes, cuya comida putrefacta permanecía en los platos a medio comer; en los obsequios junto al trono; en los ornamentos festivos…

    - Lo recuerdo todo tan bien – suspiró Cordelia pasando su mano por un cuenco de fruta congelado.

    - ¿Has estado antes aquí? – Preguntó Malcolm mirando un cáliz de oro, pegado a la mesa por el hielo.

    - Una vez en frimario – y se puso a canturrear.

    - ¿Qué haces? – Se extrañó Malcolm.

    - Es una cancioncilla que me cantaba mi madre… Dulce voz, ven a mí, haz que el alma recuerde… - Ante los ojos de Malcolm una polvareda dorada entró por la ventana y rodeó a Cordelia - oigo aún cuanto oí una vez en Frimario. ¿Quién me abraza con amor? Veo prados alrededor, esa gente tan feliz son sombras para mi…

    Y como por arte de magia el polvo dorado explotó y descongeló la estancia, llegó hasta los ojos verdes de Cordelia tornándolos ámbar y después aparecieron docenas de personas, los fantasmas engalanados para el baile real eran víctimas de una maldición, que les hacía creer que la fiesta seguía allí. Malcolm consciente de lo que veía no sabía qué hacer, y se quedó helado al ver como a Cordelia la rodeaban tres fantasmas, el del rey y la reina y el de una joven rubia que no era otra que…

    - ¡CLARA! – Exclamó Malcolm asustado.

    - ¿Quién me abraza con amor? Veo prados alrededor, esa gente tan feliz son sombras para mi… - Y los ropajes de Cordelia formaron un vestido dorado rematado por una tiara principesca, no era posible - Cuando fue no murió como fuego que prende, volverá esa voz cuando llegue Frimario. Oigo aún cuanto oí…

    Clara se acercaba a Malcolm.

    - ¡NO! ¡ALÉJATE DE MÍ! ¡ALÉJATE! – Gritaba asustado.

    Y Cordelia también lo hacía para poner una mano en su mejilla y acariciarla con ternura antes de decirle:

    - Calla – y así le besó en un ósculo largo y prolongado en el que sus lenguas jugaron hasta quedar sin aire.

    - Clara – musitó Malcolm acordándose de ella…

    - Estoy aquí – respondió a través de su hermana – nunca me he ido.

    El polvo dorado envolvió también a Malcolm y este recuperó su forma de antaño, el salón volvía a estar como en sus tiempos felices y Clara lo esperaba vestida como una auténtica princesa de cuento.

    - Mas es imposible.

    - Nada es imposible – sonrió ella mientras juntaban las palmas de las manos antes de comenzar el vals.

    - Yo… Yo te maté.

    Ignorando ese pequeño detalle Clara siguió bailando con él, sonriente y feliz.

    - Ya tienes tu castigo.

    - ¿A qué te refieres?

    - Tu sino está sellado y nada puedes hacer por cambiarlo, así que te diré cual podría haber sido tu vida de haberte quedado conmigo.

    Clara se acercó a él y lo besó, fue al sentir el roce de sus labios cuando Malcolm vio un torbellino de colores que mostraba imágenes difusas: Él con Clara ante el Caballero Negro y el rey que bendecían su unión, Malcolm y Clara en la corte, el hijo de ambos al que llamaron Robert, una vida feliz y tranquila…

    - Yo… - Malcolm no sabía que decir.

    - ¿Lo entiendes ahora?

    - Sí, y ¿Sabes? Después de ver la vida tan vulgar que habría tenido me alegro de haberte matado.

    Toda la magia desapareció al pronunciar esas palabras, el frío volvió a inundarlo todo y las apariencias de Clara y Malcolm cambiaron por completo, él volvía a ser el de siempre y ella ahora se veía tal y como él la había dejado, con un abultado vientre sangrante, un vestido ajado y unas marcas moradas en su cerúlea piel pero con un aspecto mucho más demoníaco y espectral, ascendía elevada por la ventisca que agitaba de forma fantasmagórica sus cabellos y su vestido, y cuando habló lo hizo con una voz atronadora cuyo eco pareció salir del mismísimo averno.

    - ¡Te ha traicionado tu ardiente ambición! Yo te maldigo a ti y a todos los que te rodean hasta que encuentres a alguien que te ame por lo que eres, una bestia sin corazón.

    Y todo desapareció.

    - Es una cancioncilla que me cantaba mi madre… Dulce voz, ven a mí, haz que el alma recuerde… - Para volver a estar como minutos antes - ¿Te encuentras bien Malcolm? – Preguntó Cordelia al ver la palidez de su acompañante – estás más blanco que una vela nueva.

    Malcolm asintió a destiempo.

    - Encontremos ese colgante de una vez y marchémonos de aquí.


    - ¡MARCHÉMONOS DE UNA VEZ! – Gritó Rufio a Bae y Campanilla – Peter no jugará la próxima vez.

    - ¿A qué te refieres? – Preguntó el hada.

    - A que es nuestra oportunidad, lo hemos confundido y hemos ganado tiempo para ir a por el Fragmento Estelar.

    - ¿Sabes ya dónde está? – Preguntó Baelfire extrañado.

    - No, yo no.

    - Mas has dicho… - Inquirió Campanilla.

    - Él sí.

    Un lost boy apareció de la espesura.

    - Lo conozco, es Evan – atestiguó Baelfire.

    - Hola – saludó el recién llegado.

    - Nos ayudará – explicó Rufio.

    - ¿A si? ¿Y eso por qué? – Preguntó Bae de malas maneras, mostrando su desconfianza.
    - Porque Pan me robó algo muy preciado para mí y he de volver a mi tierra para recuperarlo – Respondió Evan.

    - ¿Cuál es tu tierra? – Se interesó Campanilla.

    - Oz, mas eso ahora no importa, Pan estará buscando un plan B, nosotros hemos de ir a por el Fragmento Estelar.

    - Antes – interrumpió Rufio – he de ir a por mi corazón, si nos vamos a ir no puedo dejarlo en Neverland, así que en seguida vuelvo.

    Rufio los dejó solos en un incómodo silencio que se perpetuó hasta que oyeron un grito de dolor que los alarmó.

    - ¿Rufio? – Preguntó Bae.

    El trío corrió hacia allí para encontrarse al lost boy con las manos manchadas de sangre y Pan, con el rostro sangrante a sus pies.

    - ¿Qué has hecho? – Preguntó Campanilla mirando de hito en hito a Pan y a los lacónicos ojos del joven.


    Cordelia y Malcolm se adentraron en los aposentos de la princesa Clara, la hermana de Cordelia.

    - ¿Está aquí? – Preguntó temeroso Malcolm al ver el retrato de Clara.

    - El colgante estaba dividido en dos, una mitad la poseía yo y la otra mi hermana, mas la noche de la maldición yo le había regalado la mía por su cumpleaños. Me entran tantos recuerdos al estar entre estas paredes.

    Malcolm tragó saliva en un intento de mantener la compostura mientras Cordelia se acercaba al tocador.

    - ¿Lo has encontrado? – Preguntó Malcolm sentado en la cama al sentir como ella se detenía.

    - Sí, este es.

    En cuanto vio el colgante Malcolm creyó morir, era el mismo que él le había robado a Clara, el mismo que había vendido a aquella anciana en el bosque, el colgante que podía proporcionar la juventud eterna perdido para siempre.

    - ¿Estás segura?

    - Brilla linda flor, dame tu poder, vuelve el tiempo atrás, torna lo que ya fue, lo que ya fue… Cura el daño ya, cambia el azar, el sino trócalo… Torna lo que ya fue, lo que ya fue… - A Cordelia no le hizo efecto alguno, pero a Malcolm lo volvió a dejar como antaño - sin la otra parte es débil así que el hechizo sólo durará hasta que separemos nuestras manos.

    - En ese caso, no te dejaré nunca – dijo Malcolm maravillado de verse joven de nuevo.
    Cordelia sonrió y lo besó en los labios de forma apasionada, transfiriéndole el calor que los suyos emanaban y describiendo los de Malcolm con la lengua como si quisiera dibujarlo mientras lo deshacía con los suyos. Él correspondió el beso y fue más allá al acariciar sus mejillas y su pelo y así hasta recorrer cada centímetro de su piel mientras que Cordelia se sentaba sobre él. El hechizo había dejado sus almas desnudas pero también sus cuerpos. Cordelia acariciaba el juvenil rostro de Malcolm y lo besaba una y otra vez con delicadeza mientras él la abrazaba hacia su cuerpo para no dejarla escapar, repitiendo una vez más el engaño, pues lo único que le importaba era el colgante.

    Las respiraciones de ambos se aceleraron, los fantasmas que habitaban el castillo pudieron oír el choque de la carne contra la carne y los rumores amatorios mientras Malcolm mancillaba el alma de la joven guiado por la avaricia y el morboso pensamiento de estar de nuevo con Clara, por eso, cuando sintió que el clímax se acentuaba apartó la vista de Cordelia y la posó sobre el retrato de su hermana, aumentando la fuerza de sus embestidas en una vasta burla hacia sus amenazas mientras que una ignorante Cordelia se entregaba por completo en un acto que ella creía de amor.

    Una vez más, los destinos de ambos habían quedado sellados para siempre y por toda la eternidad.


    Felix avanzaba desconfiado por la jungla, mirando hacia atrás constantemente por miedo a que algo se abalanzara repentinamente sobre él. Temblaba y un sudor frío comenzaba a aparecer por su frente. Llegó al campamento y lo vio, Evan, estaba sentado en el suelo, contemplando al resto jugar.

    - He de hablar contigo Evan, es importante.

    - Sabes que somos amigos Felix – lo invitó a sentarse él.

    - Es algo que me cuesta un mundo expresar pero he de reconocer que la culpa me reconcome por dentro.

    - ¿Qué has hecho Felix? – Preguntó Evan preocupado.

    - Ha sido sin querer, yo no quería hacerle daño – se justificó Felix.

    - ¿A quién le has hecho daño?

    - A Pan, le golpeé con mi mazo en la cara mas fue sin querer – explicó atropelladamente.

    - ¿Cómo está Pan? – Preguntó conocedor de la explicación, recordando como Rufio había jurado y perjurado no haberle hecho nada.

    - No lo sé. Me asusté y salí corriendo.

    - ¿Por qué le golpeaste?

    - Yo no quería, era a Rufio a quien le quería dar.

    - ¿A Rufio?

    Y fue como si Evan viese los acontecimientos a través de los ojos de Felix.

    El lost boy caminaba por la selva siguiendo los designios de Pan, llevarle a Rufio, a Baelfire o a Campanilla, cuando oyó la voz del primero.

    - En seguida vuelvo – alcanzó a escucharle a Rufio.

    Raudo se ocultó entre la maleza y lo vio marchar. Si enseguida volvía podría hacerle algo, no matarlo pues su corazón dejaría de latir, pero si darle un pequeño escarmiento. Siguió oculto maquinándolo todo, en cuanto lo oyese venir sacaría su mazo y le golpearía, y pensando eso escuchó los pasos de alguien y el ruido de las ramas secas crujir al ser pisadas. No lo pensó dos veces y sacó el mazo que impactó de lleno en la cara del merodeador, aunque éste no era Rufio sino Pan.

    Felix concluyó su relato.

    - No te preocupes Felix, guardaré tu secreto.


    Rufio estaba contrariado por el cambio de planes, una fuerza extraña y oscura se apoderaba de él poco a poco.

    - Alimenta al odio y él te devorará – dijo una voz melosa tras él.

    - ¿Quién eres tú? – Preguntó al ver a un hada descender del cielo.

    - Has de ser Rufio – afirmó sonriendo.

    - Y tú has de ser el Hada Azul.

    - Así es, he venido porque necesito hablar contigo.

    - ¿Conmigo?

    - La Reina Malvada ha creado un atroz y oscuro maleficio que destruirá la felicidad de todos en el Bosque Encantado – explicó compungida.

    - Y muchos niños y yo mismo estamos encerrados en esta isla, sálvanos – le espetó Rufio altivo.

    - Me temo que el poder de Pan es demasiado poderoso para la magia blanca de las hadas.

    - ¿Entonces que haces aquí? – Se extrañó y sorprendió ante la inutilidad del hada.

    - Estamos intentando evitar el maleficio de todos modos, y algo me condujo hasta aquí, tú debes de tener algo que ver con la maldición.

    - Pues te equivocas, la única maldición que porto es la de esta isla.

    - No, yo creo que hay algo más, has conseguido que un corazón maltrecho y oscuro brille un poco, has conseguido llegar hasta Pan.

    - Mira Hada Azul, no estoy para eso.

    - Su corazón se ha roto muchas veces, yo he sido testigo de ello, ha perdido a cuantas personas le han amado.

    - Se lo merece – a Rufio le daba igual – además, ¿No vas a ayudarnos?

    - Me temo que no puedo interferir en el sino que tú y todos los niños de la isla tenéis marcado, debéis representar un papel y yo no puedo cambiarlo.

    - Entonces no esperes nada de mí – respondió rabioso por la ambigüedad del hada.

    - Me recuerdas a ella.

    - ¿A quién?

    - Siento que no quieras ayudarnos – dijo antes de ascender, dejando el enigma en el aire.

    - ¡ESPERA! – Pero el hada no volvió.

    Rufio estaba furioso, no saldría nunca de aquella isla. Un halo negro y oscuro empezó a envolverlo mientras recordaba las palabras del hada.

    Miró al cielo, nunca había sentido tanto odio.

    - Peter Pan, yo te odio y deseo que lo peor te acaezca, deseo que despierten tus más oscuras pesadillas y revivan tus eternos pesares, deseo que sufras por cuanto has hecho en vida, pues en el resto de ella deberás sufrir, si consigues mi corazón esta maldición hará que sea con el precio de tener un inmenso vacío, esta maldición hará que sea perpetuo y que ningún poder terrenal pueda cambiar eso… - Pensando en la atrocidad de sus palabras añadió – ningún poder terrenal salvo un beso de amor verdadero, puro y sincero que sé que nunca recibirás, pues nadie podrá amarte nunca jamás.

    Rufio levantó las manos esperando que algo ocurriera pero el paisaje siguió inamovible. Así que creyó que todo se debería a que las maldiciones no pueden sacarse de la chistera.


    El Hada Azul encontró a Pan en su árbol de pensar, subido en la copa, con el rostro ya curado gracias al polvo de duende.

    - Cuanto tiempo Azul – saludó él.

    - Desde aquel aciago día.

    - En el que no quisiste ayudarme – completó él.

    - No te lo merecías.

    - Intuyo que has venido buscando ayuda así que cambia el tono.

    - Vengo a proponerte un trato Pan.

    - ¿Cuál trato? – Se extrañó él al ver como el Hada Azul buscaba cooperación.

    - El maleficio de la reina será realidad en cuestión de días, tal vez horas, tu magia es la única lo suficientemente poderosa como para salvarnos.

    - ¿A qué te refieres?

    - Ven a El Bosque Encantado y cúbrelo, protégelo todo con una cúpula salvo el castillo de la reina.

    - ¿Cómo? – Se sorprendió Pan por primera vez.

    - La Reina Malvada será desterrada a una Tierra sin Magia ella sola con su propia maldición y nosotros podremos vivir tranquilos.

    - Eso es jugar sucio.

    - Y tú eres él que mejor sabe hacer trampas.

    - ¡FUERA DE MI VISTA AZUL! – El humo verde envolvió a Azul y la hizo desaparecer ante la rabiosa mirada de Peter.

    Azul se había ido pero algo más se acercaba. La isla empezó a vibrar y en el lugar donde Rufio había conjurado su hechizo algo había pasado. El suelo se había hundido y del agujero abismal salía un chorro de luz oscura, un halo negro que ascendió hasta el cielo y recorrió la isla en busca de Pan.

    Cuando todo el odio de Rufio escapó del agujero algo lo siguió, un espectro fantasmal con un abultado vientre.

    Clara echó un vistazo curioso a la jungla de Neverland y miró al horizonte.

    - Juguemos – se dijo pensando en Pan antes de ponerse en camino para encontrarse con él y torturarlo con sus pesadillas hechas realidad.

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