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  • miércoles, 25 de junio de 2014

    Fan Fic: Once Upon a Time in Neverland 17

     
    Nos transportamos a Oz para cambiar el pasado en este emocionante capítulo de Once Upon a Time in Neverland, que cuenta además con la participación estelar de una verde y malvada conocida.
     Chapter 17: Rainfell


    F
    elix y Peter paseaban por la orilla de la playa. Era uno de esos días nublados en los que no apetece hacer nada, durante los que siempre se tiene sueño y pocas ganas de levantarse del surco calentito que dejamos en nuestra manta. Pan paseaba sin ganas, ni de andar, ni de soportar a Felix tras sí, aburrido soltó un bostezo largo y prolongado a la vez que se desperezaba mirando al mar, pero Felix no habló. Eso irritaba a Pan, el lost boy no había mediado palabra desde que salieron, ni siquiera le había pedido permiso para ir con él, ¿Qué quería?


    - Felix… - Peter iba a decirle algo, pero un estruendo que oyeron venir desde el mar lo impidió.


    - ¿Qué es eso? – Preguntó Felix.


    Pan escrutó el horizonte, veía las ondas surcar las aguas allá en donde había ocurrido el impacto, tal vez un pez con ganas de volar, tal vez…


    - Es un niño – afirmó Pan.


    Lo acababa de ver, había salido a la superficie y luchaba por no ahogarse, pataleaba y daba manotazos al agua en un vano intento de no hundirse en sus oscuras profundidades.


    - ¡AYÚDALO! – Gritó Felix.


    - Quiero ver en que acaba todo esto – respondió Pan mirando al naufrago con una sonrisa en los labios.


    - ¿No lo vas a salvar? – Preguntó Felix sorprendido para su horror.


    El chico miró de hito en hito a Pan y al niño, luchaba interiormente contra su corazón y al final no lo dudó. Dejó a Pan en la orilla y se tiró al agua.


    Se adentró aunque nada más entrar en contacto con el mojado elemento creyese morir de frío. Iba contra las olas pero a favor de la corriente y pronto dejó de dar pie.


    -¡OYE! –Gritó, provocando que le entrase agua en la boca- ¡¿DÓNDE EST…!


    Impotente veía como el niño se sumergía para no salir a flote.


    -¡NO!


    Felix se sumergió, nadaba buscándolo sin éxito. Volvió a salir a flote a coger aire y de nuevo se hundió. Buceó hasta el fondo y tocó algo, un pie.


    Lo llamó pero de su boca solo salieron un montón de burbujas. Cogió al niño que se resistía, lo arañaba provocándole un gran dolor, pero aun así luchó por salir a la superficie. Abrió los ojos irritados por el salitre, respiró hondo y aun arrastrando el cuerpo inerte del pequeño nadó contracorriente hacia la orilla. Temía que hubiese muerto…


    Cansado, jadeando y sin fuerzas lo soltó y se tiró en la arena. Miró el cielo gris oscuro y rezó porque no lloviese. Pero no había tiempo de descanso.


    Se incorporó y miró al niño, de un moreno que se tornaba azulado, con los labios y párpados morados.


    -No por favor.


    Oprimió el pecho del niño que empezó a echar agua por la boca.


    -Vamos despierta.


    El naufrago tosió y se incorporó un poco para caer de nuevo, pero ahora al compás de una respiración entrecortada que se unía a la de Felix.


    -Gracias a Dios –dijo el lost boy con lágrimas en los ojos.


    Cubrió al niño con su raída y vieja capa tras ponerle también su desgastada chaqueta, luego lo cogió con dificultad y lo cargó a su espalda. Caminaban mientras oscurecía y comenzaba a llover, cada vez con más fuerza desatando una inconmensurable tormenta en el camino que había hacia Pan, extrañado de que Felix hubiese tenido un poco de autonomía, tal y como le habían dicho unos días atrás.


    De nuevo en silencio fueron al campamento donde Peter creó una pequeña cúpula que impedía que el agua mojase aquella zona de la isla.


    - ¿Cómo puede llover aquí? – Preguntó Felix encendiendo un fuego.


    - El agua se evapora y asciende al cielo donde se condensa hasta el sobrepeso y cae en forma de precipitación, es el ciclo del agua.


    - ¿Eres omnisciente? – Se burló Felix.


    Peter sonrió con burla y creó el fuego de la nada.


    - Algo así – le contestó a Felix.


    - Creo que se está despertando – se aventuró a decir el lost boy – el fuego le hará bien.


    - Es el chocolate lo que hace bien a los niños – afirmó Peter haciendo aparecer una chocolatina en cuya envoltura se podía leer Apollo - Dásela cuando despierte.


    - ¿A dónde vas?


    - Tengo cosas más importantes que hacer que oír la historia empalagosa y melodramática de un nuevo lost boy – dijo antes de salir volando.


    Felix estaba molesto con la actitud de Pan pero jamás se atrevería a contradecirlo.


    - No le hagas caso, es que no le gusta la gente nueva, pero al final se acostumbra.


    El niño inconsciente empezó a moverse, señal de que despertaba.


    - ¡¿DÓNDE ESTOY?! – Gritó al abrir los ojos marrones y grandes que tenía - ¡¿PADRE?! – Miró alrededor - ¡¿QUÉ LE HA PASADO A MI CASA? ¿Y A MI CIUDAD?!


    - ¿Estás bien? – Preguntó Felix intentando calmarlo.


    - ¿Quién eres? ¿Dónde me has traído? – El joven estaba nervioso y buscaba asustado algo que poder usar de arma.


    - Soy Felix. Estás en Neverland.


    - ¿Neverland? ¿Y Ágrabah?


    - ¿Ágrabah? – A Felix se le despertaron de un plumazo todos los fantasmas del pasado.


    - Si Ágrabah, de allí vengo, soy Yafar – y esas palabras cayeron como un peso muerto sobre Felix.



    Peter se había aburrido ya de los lost boys, si eran púberes podían tener alguna utilidad, pero críos como ese Yafar no eran más que lastres, que encima con sus ñoñerías distraían a los de corazón débil. Por eso se desilusionó mucho con Felix, pues haciendo el imbécil con Yafar sólo demostraba la flaqueza de su corazón.


    - Ulima, mi madre, me enseñó a hacerlos cuando era pequeño.


    - Parece muy difícil.


    - “Parece muy difícil” – imitó Pan a Felix de una forma tan fidedigna como cruel.


    - Toma, te lo regalo – Yafar le dio a Felix su pendiente, una extraña joya de plumas – te quedará bien.


    - Gracias Yafar, pero no tengo agujero.


    - Ya te lo harás – rio el crío.


    - “Ya te lo harás” – imitó esta vez a Yafar a pesar de que estaba solo y oculto tras los arbustos.


    - Entonces – preguntó Felix mientras Yafar se echaba y apoyaba la cabeza en sus piernas – tu padre…


    - Mi padre, el sultán, me intentó matar. Trató de ahogarme en la jofaina.


    Felix cerró los ojos impactados.


    - Sabes Yafar, a mí mi padre tampoco me quería. Me pegaba, esta cicatriz que vez en mi cara – se la señaló – me la hizo él con un cuchillo una noche que me negué a fregar. Me echó de casa y viví en la calle.


    Yafar estaba conmocionado por la historia de Felix.


    -Tú y yo Felix, tú y yo podríamos hacer grandes cosas juntos. Explorar el desierto, tal vez viajar al norte de El Bosque Encantado. ¡Buscar sirenas!


    Peter estuvo más atento y serio que nunca a la reacción de Felix.


    - Solo Yasmín me trató mal en Ágrabah, al contrario de lo que dice siempre Peter, la gente de tu mundo es muy buena… Eso creo yo…


    Ya había oído suficiente, Peter tenía que meterse en medio de esa extraña pareja o se quedaría sin lugarteniente, y sabía perfectamente a donde tenía que ir.



    ACTUALMENTE


    - ¿Lo tenéis todo? – Preguntó Rufio a Evan, Bae y Campanilla.


    - Espera que coja mi espada – dijo Bae cogiendo su arma de madera.


    - Me temo que eso no nos va a servir – y con movimiento de muñeca la convirtió en una real, tan afilada que podía cortar el aire.


    Se disponían a huir de Neverland de una vez por todas.


    - ¿Cuál es exactamente el plan? – Preguntó Campanilla.


    -Yo iré con otros lost boys y nos quedaremos cerca de donde está escondido el Fragmento Estelar – explicó Evan – luego vosotros nos dejaréis inconscientes, incluso a mí.


    - Lo contrario resultaría sospechoso – aclaró Rufio.


    - Y luego – siguió Evan – volveremos cada uno a nuestro reino.


    Baelfire advirtió como Rufio desviaba la mirada.


    - ¿Ocurre algo? – Le preguntó.


    - Peter está herido – pronunció Rufio con tono siniestro.


    - ¿Y? – Se extrañaron los demás.


    - Si se le hiere puede sangrar y en consecuencia morir.


    - ¡¿Estás insinuando…?!


    - ¡Sabes lo que insinúo Baelfire! – Lo cortó él.


    - ¿Quieres matar a Pan? – Preguntó Campanilla.


    - ¿A qué viene tanto remilgo? – Se enervó Rufio - ¿No veis que si muere y su poder desaparece todos los demás niños serán libres?


    - Un acto noble deja de serlo si se ejecuta por venganza – le echó en cara Bae.


    - ¿Venganza? Matar a Peter es lo más sensato, con su poder en fuera de juego podremos lograr la victoria.


    - Rufio – Bae se adelantó unos pasos - ¿Cuál es el propósito de nuestra empresa? ¿Huir o matar a Pan? ¿Huir o que hagas acopio de su poder?


    - No es huir, es obtener lo que nos merecemos. Libertad. Y el resto es tan merecedor de ella como nosotros.


    - ¿Libertad o poder?


    - Dicho poder que insinúas que quiero redundará en nuestro beneficio. Si fracasamos y seguimos con vida pasaremos el resto de nuestra corta existencia… Bueno, será mejor no imaginarlo, pero no desearemos otra cosa entonces que morir. Y eso Baelfire no voy a consentirlo nunca pues ya he pasado suficiente tiempo de rodillas.




    CIUDAD ESMERALDA, HACE ALGÚN TIEMPO


    El Palacio Esmeralda se erguía en el centro de la ciudad, hecho de oro y recubierto de esmeraldas, era hogar de Oz el Grande y Terrible, el mago más poderoso de todos los tiempos, o al menos eso era lo que pensaban los habitantes de Ciudad Esmeralda.


    Dos soldados de barba y pelo verde ataviados con yelmos, armaduras y lanzas doradas franqueaban la entrada al salón del trono. Nadie podía ver a Oz sin cita previa.


    - Corner, Evan – chilló mujer menuda y nervuda, ataviada con un largo vestido verde de tweed.


    Un joven de diecisiete años salió entre toda la multitud. Tenía el pelo negro y sucio, bastante grasiento, así como el rostro surcado por churretones de una sustancia marrón. Vestía una humilde camisola que le venía bastante grande, estaba bastante sucia, y poco combinaba con los remendados pantalones grises. Sus pies descalzos estaban incluso más sucios que su cara.


    - Yo soy Evan Corner – le dijo a la mujer.


    - ¡Goldstein, Anthony! – Llamó ella ignorándolo tras mirarlo con desconcierto.


    - ¡NO! ¡NO! – Gritó él interponiéndose entre Anthony Goldstein y la secretaria – que no le engañe mi atuendo, tengo el oro, tengo el oro que él quiere – dijo esas palabras con un aire demente y con los ojos castaños tan abiertos que le dieron un aire chiflado - Aquí tenéis, las monedas de oro que él quiere, son las que él quiere.


    La secretaria las cogió y las pesó en una balanza que sostenía un dodo verde.


    - Cuatro monedas son cuatro minutos, que empiezan a descontar ya.


    Evan Corner salió corriendo por el pasillo y entró en el salón del trono, que como la antecámara era de oro con esmeraldas incrustadas. Se apresuró hasta el centro de la estancia y entonces cuatro chorros de fuego le impidieron el paso, al tiempo que aparecía la silueta de Oz tras unas cortinas. Sí que era grande y terrible, eso fue lo que Evan Corner pensó.


    - ¡Estaba esperándote! – Dijo una voz clara, grave y potente cuyo eco resonó con fuerza por toda la estancia.


    - Y yo llevo años ansiando verle, necesito vuestra ayuda Oz y sois el único que podéis prestármela – hablaba atropelladamente, sólo tenía cuatro minutos al fin y al cabo.


    - ¿En qué puedo ayudarte, chico de los periódicos?


    - ¿Sabes que soy el chico de los periódicos?


    - Yo lo sé todo, soy Oz el Grande y Terrible – y de nuevo los cuatro chorros de fuego aparecieron.


    - Está bien, verás, si sabes a que me dedico…


    - A jugar al billar en la posada de las afueras… - Interrumpió Oz.


    - Sí pero…


    - A timar a los munchkins que pasan por…


    - Que sí pero déjame… - Oz no le dejaba rebatirlo.


    - ¡No oses interrumpirme! Soy Oz el Grande y Terrible – y de nuevo los chorros de fuego salieron a la luz.


    - Veréis gran y terrible Oz, yo…


    - Inclínate – ordenó él – arrodíllate y vocaliza, no se te entiende.


    De mala gana Evan se puso de rodillas.


    - Veréis gran Oz…


    - Y terrible – lo volvió a interrumpir.


    - Y terrible – añadió a regañadientes.


    - ¿Si? Sé que te preocupa algo, mas tú has de ser quien me diga exácticamente que es lo que te aflige.


    - ¿Exácticamente? ¿No querréis decir exactamente?


    - ¡Yo hablo como quiero! Soy Oz el Grande y Terrible – y una vez más aparecieron los chorros de fuego.


    - Disculpad.


    - Quedas disculpado.


    El tiempo se agotaba, sólo restaba un minuto.


    - Veréis gran y terrible Oz que todo lo puede, yo quería pediros algo que vos poseéis en cuantía, con un poco para vivir cómodamente me bastaría.


    - ¿Oro?


    - No, no es oro, es… Es magia.


    Los cuatro chorros salieron con más potencia que nunca.


    - ¡¿CÓMO TE ATREVES?! ¡¿CÓMO TE ATREVES A PEDIRLE AL GRAN Y TERRIBLE OZ SU MAGIA?! ¡Bastardo, engendro de la inmundicia, sucio vasallo!


    - Yo…


    - ¡FUERA! ¡VETE O MUERE!


    - Pero…


    - ¡FUERA! – Rugió azuzándole el fuego que se dirigió hacia él en forma de serpiente.


    - Goldstein, Anthony, es tu turno – indicó la secretaria al ver salir a Evan quien, afligido se dirigió a la salida del palacio, donde un pregonero anunciaba a voz en grito el baile en honor a Oz el Grande y Terrible.


    - Valiente farsante – dijo una voz a sus espaldas - ¿De verdad que todos se tragan ese cuento de Oz el Grande y Horrible?


    Era un muchacho vestido con unos extraños ropajes hechos de hojas, de ojos verdes y pelo castaño.


    - En realidad es Oz el Grande y Terrible – corrigió Evan.


    - Es Oz el gran farsante Evan Corner.


    - ¿Quién eres tú?


    - Soy un mago de verdad, me llamo Peter, Peter Pan.


    - ¿Acaso Oz no lo es?


    Peter sonrió, agitó su mano y proyectó una luz verde en el suelo, en ella Evan pudo ver la sala del trono, pudo ver que tras las cortinas a las que Anthony Goldstein hablaba sólo había un hombre en batín, hablando por un extraño armatoste.


    - Oz es el mayor farsante de todos los tiempos mas es tu día de suerte Evan Corner.


    - ¿Tú me darás magia?


    - Te daré la potestad de tener una vida cómoda, con confort.


    A Evan se le iluminó el rostro.


    - Oh muchas gracias Peter Pan.


    - Mas deberás entregarme algo a cambio, toda magia conlleva un precio.


    - Lo que me pidáis.


    - Su inocencia – sentenció Pan.


    - ¿Su inocencia? ¿De quién? – Se extrañó Evan.


    Pan le señaló con la mirada a la luz, ahora en ella se veía a una joven pelirroja que cargaba dos cubos de agua colina arriba, una campesina.


    - Zelena, quiero la inocencia de Zelena, la hija del leñador.




    NEVERLAND, HOY DÍA


    Felix, Evan y Devin estaban sentados sobre un tronco caído al calor de una lumbre, aguardando el cambio de turno para vigilar el Fragmento Estelar cuando un vendaval apagó el fuego.


    Ya están aquí” fue lo que pensó Evan.


    En efecto, Campanilla, Rufio y Bae aparecieron de la nada, la primera con dos cuchillos y el tercero con su sable. Rufio se bastaba con su magia.


    - Será mejor que te lo pienses – le dijo Felix.


    - Tú cállate lameculos – respondió Rufio antes de lanzarle una bola de fuego que Evan interceptó, desviándola con su daga – Un buen truco – lo felicitó Rufio antes de levantarlo en el aire y lanzarlo lejos.


    - ¡EVAN! – Gritó Felix antes de que Campanilla se le abalanzase y pusiera la hoja de uno de los cuchillos en su cuello.


    Pero Devin consiguió retener a Bae de la misma manera, y Felix aprovechó la momentánea distracción de Campanilla para invertir los papeles, ahora ella era la amenazada y Rufio miraba impotente a ambos lados, no podía salvar a ambos.


    - ¿A quién prefieres? – Se burló Felix – elige bien.


    - Eso, elige bien.


    Rufio miró al cielo, Pan llegaba volando.


    - ¡Rufio corre! – Gritó Baelfire.


    - Oh Bae, creo que aún no es la hora de tu sacrificio – se burló Pan.


    - Peter, por favor…


    - ¿De verdad creías que ibas a ganar? ¿Qué escaparías de esta isla? De aquí solo se va quien yo quiero.


    Un grito de dolor llamó la atención de todos, Baelfire había propinado a Devin una patada en la entrepierna, el lost boy se retorcía de dolor en el suelo.


    - Vaya vaya, el gusano ha aprendido a morder.


    - ¡Cállate! – Bramó Bae.


    Pan se echó a reír de forma sádica, luego se dirigió a Campanilla y le arrancó el corazón.


    - ¿Qué me dices Rufio? ¿Hacemos un trueque? Tu corazón por el del hada, creo que es justo. En cambio si decides abstenerte de negociar… - Y Campanilla cayó al suelo cuando Pan estrujó su corazón.


    - ¡No le hagas daño, ella no tiene nada que ver con esto! – Gritó Rufio.


    - Pues claro que si – lo contradijo Pan.


    - No le des lo que quiere Rufio – musitó Campanilla entre lágrimas.


    - ¡Paria silencio! – Y lo estrujó aún más.


    - ¡NO! – Gritó Bae.


    - Venga, si ya todos sabemos lo que pasa al final, lo único que hacéis es dar rodeos para alargar una historia archiconocida. Al final no triunfan ni el bien ni el mal, sólo el poder. ¿No es eso lo que te enseñó Cora en Wonderland?


    - ¿Supiste que estaba allí?


    - Yo lo sé todo, entérate de una vez. ¿Acaso crees que Rumpelstilskin se enteró por casualidad de tu importancia dentro de la maldición? No. El hechizo oscuro lleva planeado lanzarse desde tiempos incluso anteriores a mí, fui yo, fui yo quien se dirigió a él bajo otra forma, fui yo quien movió los hilos.


    - Fuiste tú entonces quien incitó a ese duende a que ordenase a la bruja del oeste…


    - ¿Mandarte a una Tierra Sin Magia? Pues claro que fui yo.


    A Rufio se le vino el mundo abajo.


    - ¡TU ME SEPARASTE DE MI MADRE!


    - Zelena tuvo opción, que hubiera pensado en otra alternativa – se rio Pan en su cara sin percatarse de como reaccionaba Felix ante las revelaciones.


    - ¿Por qué? ¿Por qué destruiste mi vida?


    - Para mantener la vida que he tenido hasta hoy y que siempre tendré.


    Felix miró a Pan con sorpresa, no lo creía capaz de llegar tan lejos, ni de ser tan mentiroso y manipulador. Él mismo había sido el primer sorprendido de que Rufio estuviera en el ajo de la maldición, ¿Y ahora resultaba que lo sabía todo?


    Rufio por su parte si que se dio cuenta de la reacción de Felix.


    - ¿Ves de lo que es capaz?


    - Tu corazón – se limitó a responder Felix.


    - ¡NO! ¡NO OS LO DARÉ NUNCA!


    - ¿Acaso no te da pena que el hada muera? – Dijo Pan con dureza.


    - Dejadme morir, salvaos vosotros – suplicó Campanilla con el rostro hinchado.


    - Rufio – apremió Bae.


    - Eres un crío insulso y pusilánime – se adelantó Pan hacia él – que no está hecho para la magia, ni para la vida que quieres tener en El Bosque Encantado.


    Y Rufio se derrumbó llorando a los pies de Pan.




    OZ, AÑOS ANTES


    Zelena era la hija de Babel, el noveno leñador de una estirpe de leñadores y de Adelfa, la quinta de una de siervos. En Oz imperaba una norma archiconocida e impuesta, todo el que quisiera ser alguien en la vida tenía que esforzarse, dar lo mejor de sí, ser competitivo... Luego a ética de cada uno quedaba si el fin justificaba o no los medios.


    - ¿Cómo se supone que le tengo que robar la inocencia? – Preguntó Evan.


    - Con un beso, bésala y su inocencia quedará guardada en ti, te la llevarás y me la traerás a mi.


    - ¿Sólo eso?


    - ¿Te parece difícil? – Se burló Pan.


    - No, al contrario, es demasiado sencillo. Todas se mueren por un beso mío.


    - Ya será menos, venga, corre, antes de que llegue a casa. Intentaré confundirla con magia para que sea más rápido todo.


    Evan asintió con decisión y salió de su escondite, pero entonces tras una humarada blanca apareció una mujer, alta, rubia, elegante y bellísima.


    - Estás a punto de sucumbir a la oscuridad, el camino fácil nunca es el correcto.


    - ¿Quién eres tú?


    - Soy Glinda, la bruja buena del sur.


    - ¿Ahora resulta que en Oz todos tienen magia menos yo o qué?


    - Ese Peter Pan es un embaucador, no debes… - Y Glinda se convirtió en piedra.


    - Hemos tenido suficiente de ti Glinda, gracias por tus valiosísimos consejos, los guardaremos en el olvido para que no les pase nada y ahora – se dirigió a Evan – ve a por a Zelena.


    Evan se acercó a Zelena, resultó fácil, muy fácil…




    - Rufio… - Bae trató de levantarlo pero no pudo.


    - Está bien Peter, tú ganas, el corazón de Campanilla a cambio del mío.


    - Buen chico, corre ve, tráemelo. Tienes cuatro minutos.


    Pero entonces la tierra tembló bajo sus pies, los árboles se agitaron y el viento azuzó sus espaldas… Tres figuras fantasmagóricas, dos niños y una muchacha, emergieron de la nada.


    - ¡¿Qué diablos es eso?!


    Una de ellas la de la izquierda se acercó a Pan, era un niño con una herida mortal en el estómago.


    - ¿Rumpel? – Preguntó Peter sin poder creerlo - ¿Eres tú?


    El fantasma de Rumpel profirió un grito ensordecedor.


    - Mira a lo que has llegado Malcolm…


    - Nuestras muertes atemporales no han valido para cambiar tu sino – dijo el niño del centro.


    - ¿Quién demonios eres tú? – Preguntó Pan.


    - Me has olvidado, mas pronto me recordarás.


    Y entonces habló el fantasma de la muchacha, embarazada a todas luces.


    - Rufio, os podemos dar sólo unos minutos, aprovechadlos bien.


    Rufio asintió y vio con terror como los tres fantasmas se abalanzaban sobre Pan y lo poseían, Campanilla aprovechó para escapar de las garras de Felix y así los tres huyeron a la carrera.


    - ¡PAN! ¡PAN! – Lo llamaba Felix inútilmente.


    Finalmente los tres fantasmas salieron del cuerpo de Pan.


    - Tus peores pesadillas despiertan otra vez Malcolm, procreadas por los espíritus de los pocos a quien quisiste.


    - ¡Nunca te quise! – Le escupió Pan, recibiendo por ello un bofetón de Clara.


    - Entonces verás a quien nunca te quiso tampoco.


    Una luz azulada se proyectó en el suelo y en ella se vio a una mujer, de ojos grandes y melena oscura y rizada. Estaba en un bosque depositando un cesto en el suelo.


    - ¿Quién es esa campesina?


    - Se llama Gothel – informó Clara – ella te dio a luz hace mucho tiempo e intentó abandonarte. Mas el juez Frollo la descubrió y tuvo que criarte, él se aseguró de ello.


    Con una sorpresa mayúscula, Peter vio como todo lo que Clara había dicho se representaba en el suelo.


    - ¿Por qué quiso abandonarme?


    - Porque – respondió el fantasma del centro – no le ibas a poder dar nunca lo que ella ansiaba, ni porque nunca olvidaría tu sucio origen, el más aberrante de todos.

    Entonces la imagen cambió para mostrar a otro niño de cabello castaño.


    - ¿Y ese quién es?


    - Tu hermano Ricardo – sentenció Rumpel.


    - ¿¡QUÉ!? – No se lo podía creer – ¿El rey Ricardo? ¿Mi hermano? Sé que lo conocía de cuando éramos niños mas no que fuese mi hermano.


    - Porque él sí que satisfizo los deseos de Gothel y consiguió convertirse en rey, acosta de mi sangre claro – le dijo el fantasma del niño desconocido.


    Felix y Peter estaban atónitos, todo había pasado muy deprisa, de tener el corazón de Rufio ya en bandeja a estar visionando la historia oculta de Pan. Peter no podía dejar de pensar que todo era una treta de los fantasmas para que Rufio y el resto ganasen tiempo.

    Un hombre anciano apareció junto al joven Ricardo.


    - ¿Y ese?


    - Es Merlín – dijo el desconocido – el mago más poderoso de todos los orbes, yo puedo dar fe de ello.


    Para su sorpresa, Ricardo apareció haciendo magia.


    - Es imposible… - Musitó Pan.


    - No lo es – rio Clara – Ricardo intentó aprender magia mas nunca consiguió nada, es un don caprichoso. Para aprender magia hace falta sobretodo un corazón puro, y Ricardo no lo tenía.


    - ¡¿Y por qué no consigo acordarme de todo eso?! – Les gritó Pan furioso.


    El fantasma del niño desconocido se acercó a él y lo poseyó, esta vez el sólo. Y en un remolino y un torbellino de colores Peter Pan pudo ver toda su historia…


    - Arturo – le dijo cuando acabó la posesión.


    Él asintió.


    - Mi madre… ¿Dónde está Gothel?


    La imagen cambió, Gothel paseaba por un mercado.


    - Aguarda la maldición de la reina, la cual le dará la inmortalidad sin tener que vivir apegada a ese colgante.


    - No, no si yo puedo evitarlo…


    Pan salió volando, dejando a un confundido Felix tras él.


    CIUDAD ESMERALDA


    El gran salón de baile del palacio de Oz el Grande y Terrible estaba engalanado con blasones y guirnaldas doradas y verdes. Los invitados, todos ellos, llevaban extraños anteojos hechos de esmeralda que les hacían ver todo del color de la gema. Hasta Zelena y Evan, que estaban entre la multitud, los llevaban.


    - Nunca pensé que vendría aquí – dijo Zelena maravillada.


    - Nunca digas nunca – se chanceó Evan caballeroso tendiéndole un brazo.


    Una secretaria de voz chillona con un pergamino los frenó.


    - ¿Nombres?


    - Evan Corner y Zelena Dreveta, del oeste.


    La secretaria apuntó sus nombres y los dejó pasar al baile. Zelena nunca había escuchado un vals y se dejó dirigir por Evan en todo momento, incluso cuando él la besó. Entonces el tiempo se detuvo…


    - Bravo – los felicitó Pan – y lo has conseguido antes de lo que pensaba, si es que, ¿Quién iba a resistirse a esos labios? – Se burló acariciando los labios de Evan - Mas cometiste un error, confiar en mí. Glinda tenía razón, el camino fácil no es el correcto y no es la inocencia de Zelena la que tengo, sino la tuya.


    Peter tiró de los labios de Evan y luego posó sus propios dedos, impregnados por la saliva que había en los labios de Evan, en los suyos propios. La sombra llegó entonces.


    - Recuerda que es poco el poder que os dará la inocencia, para lo que pretendes se necesita coraje, un corazón fuerte y un cerebro.


    - Poseo todo ello.


    - Tu corazón no es fuerte… - Le dijo la sombra.


    - Cállate y lleva a este chico a Neverland, al fin y al cabo él sólo quería una vida cómoda. En cuanto a la inocencia…


    Peter levantó la mano y un chorro de luz dorada apareció ante él, y pudo contemplar escenas de lo ya pasado… Estas retrocedían a toda prisa pero a él solamente le interesaba una, Peter recién convertido en quien era llegando a Ágrabah.





    Y entonces estaba allí, como en su momento, pudo verse a sí mismo volando hacia la casa de Amara. Tenía que darse prisa.


    Caminó por el mercado hasta que dio con el desfile.


    - Tiene de oro un montón de camellos – Dijeron los que cargaban tal regalo para el sultán – Pavos reales con su pedigrí – Añadieron los de detrás.


    - ¡Gran Felix, que hombre es Felix, Felix Felicis! ¿Qué tendrás? ¿Qué les dará? Sufren por ti. Que salgan todas a ver, prepara el velo mujer, que el príncipe ya está aquí, oh Gran Felix – Le decía ahora a un grupo de jovencitas que miraban embobadas al príncipe.


    Podría acabar con todo allí mismo, pero Felix tenía que pedir todos los deseos y no podía alterar tanto el pasado para lo que iba a hacer. Así que se escondió en un callejón y llamó a la sombra.


    - ¡Ve al palacio, la lámpara está allí! ¡MATA!


    Era un buen plan, Felix se asustaría y pediría protección contra la sombra, era lo que él esperaba.


    Y fue lo que pasó.


    Otra vez.



    Yasmín paseaba por los jardines acompañada de su tigre cuando advirtió moverse algo entre los arbustos.


    Se fue acercando poco a poco, con cautela, hasta que sintió una tos tras ella.


    - Su alteza – le dijo Pan en una reverencia.


    - ¿Quién sois? – Preguntó ella lanzándole una mirada airada.


    - ¡Vos estáis a punto de haceros la misma pregunta! – Y de cuajo le extirpó el corazón - Ahora… Ahora haréis lo que yo os diga.



    Esperó hasta que la noche cayó, entonces fue el momento oportuno. Todo saldría tal y como lo había planeado, pero no podía alterar el pasado en demasía o el presente sería distinto, y el fin de todo aquello era que Felix siguiese a su lado pese a todo. Sin embargo antes de la anochecida, Pan quiso pegarle un pequeño susto a Felix. Apareció en su habitación, él estaba conversando con Cyrus, o mejor dicho, suplicándole perdón.
    Entonces llamó su atención con un suave carraspeo, cuando Felix lo vio le habló.


    - Menuda forma de malgastar tus deseos, como dirían en tu tierra, Dios le da alas a quien no las necesita…


    - ¿Quién eres tú?


    - Tienes en tus manos un gran poder – dijo con voz pausada.


    - ¿De qué hablas?


    - Y entiendes tan poco de el...


    - ¿Eh?


    - La ignorancia será la piedra que te entierre en la muerte – Y envuelto en oscuro humo negro desapareció.



    A Pan le gustaba todo eso, le divertía desbaratar el pasado y alterar el presente jugando con aquel inocente Felix que nada sabía. Podía hacer lo que le placiera.


    Y a medianoche, Peter ordenó a Yasmín que enviase a los guardias a la alcoba de Felix, que quedó horrorizado a la vez que sorprendido por su detención.


    - Te dije que no nos casaríamos y debiste hacerme caso, lo mismo que al tal Cyrus. ¿Un genio? Por favor… Sólo un necio pediría un deseo a un genio, todo el mundo sabe de lo taimados que son los resultados. Debes aprender a escuchar a la gente o todos te engañarán. Mas no creo que vayas a vivir lo suficiente como para ponerlo en práctica.


    - ¿Qué quiere que hagamos con él alteza?


    - Llevadlo a la picota y que los pueblerinos de Ágrabah den cuenta de él. No es más que un farsante, el príncipe Felix Felicis no existe… - Habló Pan a través de Yasmín.


    - ¡NO NO NO POR FAVOR! – Felix se lanzó sobre la botella - ¡Cyrus deseo estar fuera de esta habitación!


    Pero como siempre la magia es imprevisible, y Felix pasó de estar en la habitación a estar en el estanque de los flamencos. Fue apresado y llevado a la picota, donde, al igual que en el camino hacia ella los pueblerinos le lanzaron tomares, huevos y piedras, y donde se dictaminó que permanecería hasta morir de hambre o sed. Era su fin, o lo habría sido de no ser porque una tarde, mientras varios niños le lanzaban ratas, algo los congeló, algo que no era otra cosa que un muchacho.


    «Un momento» pensó, «¿Un crío que vuela por el desierto?»


    - Aún no ha llegado tu hora – Dijo él desde el aire.


    - ¿Quién eres? – Preguntó sin mirarlo convencido de que era un espejismo.


    - Peter, Peter Pan, te he visto y he venido a salvarte la vida.


    - Me he cruzado con demasiados salvadores en dos días y han conseguido que eche de menos vivir en las calles.


    - Ven conmigo al paraíso donde vivirás feliz para siempre, sin trabajos ni esfuerzos, sin necesidad de pensar ni meditar nada, y cuando digo para siempre me refiero literalmente a eso, pues el tiempo está congelado y serás inmortal.


    - Ya no creo en nada.


    - Deberías, estás en un reino mágico, todo es posible.


    - Me embaucas como hizo el mercader.


    - Nada de eso, ven – Le tendió la mano - ¿Confías en mí?


    - No – dijo Felix todavía tumbado en la arena.


    - Entonces te salvaré por las malas.


    La Sombra irrumpió en escena y agarró a Felix, ascendiendo con él hacia el cielo seguida de Pan, que resplandecía triunfante, por fin tenía toda su magia y un pequeño trofeo al que sabría cómo sacarle partido llegado el momento.


    Peter los vio irse volando, todo había salido bien, ahora sólo restaba volver a Neverland.




    Peter lo encontró todo exactamente igual a cómo lo había visto justo antes de ir a Oz.


    -Tú y yo Felix, tú y yo podríamos hacer grandes cosas juntos. Explorar el desierto, tal vez viajar al norte de El Bosque Encantado. ¡Buscar sirenas!


    - Lo siento Yafar, pero todos me trataron fatal en Ágrabah, me mandaron a la picota, me apedrearon… Peter me salvó la vida, por ello le debo lealtad hasta el día de mi muerte, ya que es el único que me quiere.


    Peter sonrió con suficiencia al oír esas palabras, pero restaba algo. Yafar no hacía más que estorbar en Neverland. Así que en cuanto Felix lo dejó sólo para, precisamente ir en su búsqueda, Pan lo durmió, le borró la memoria y lo volvió a arrojar al lago. Despertaría horas después en el vertedero de Ágrabah.


    HOY DÍA


    El tacón de aguja de sus botas se clavaba en la tierra húmeda mientras avanzaba aprisa por la jungla. Ante ella un árbol se erguía, y a sus pies había un mono con un cofre.


    - ¿Ya tienes lo que necesito? – El mono chilló levantando el cofre – Muéstramelo.

    El mono le dio el cofre que la bruja sujetó entre sus verdes manos.


    - ¿Es el corazón de mi sobrino? – Preguntó ella. El mono asintió y chilló de nuevo, provocando su risa - Espléndido – Zelena cogió el corazón del cofre – ahora, ahora por fin podré vengarme. Ya lo creo que sí. Peter Pan estará loco, mas yo soy mala, y la maldad supera la locura. – El mono aulló de nuevo – ¿Que qué haré? Ya lo verás. Mi sobrino tiene las horas contadas, y te aseguro que no serán plácidas.



    Rufio se dirigía hacia allí, tenía que llegar a por su corazón y volver con el resto para huir de Neverland. Le habría dado un vuelco el corazón si lo hubiera tenido, al ver el hoyo vacía a los pies del árbol, sin el cofre, sin el corazón…


    Rufio se arrodilló, si no tenía su corazón estaba muerto… Estaba…


    De pronto alguien cubrió su cabeza con un saco. Y antes de que le golpeasen oyó la voz de Garfio:


    - Muy bien Mr. Smee, la gran captura del día es un magnífico ejemplar, sugiero que lo llevemos al navío para divertirnos con él.

    Definitivamente, estaba muerto.



    Mientras Zelena sobrevolaba la zona observando el destino de Rufio, todo le estaba saliendo a pedir de boca. La bruja pudo ver también a Pan, volar cada vez más alto hasta perderse de vista, hasta salir de Neverland.

    3 comentarios:

    1. me esta encantando esta historia, la forma de unir todas las historias es increíble. si alguna vez escribes un libro con esta temática te lo compro.

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      1. Muchas gracias J.Tristán (sabes que Evan estuvo a punto de llamarse Tristán? XD), de verdad todos los mensajes que he recibido a lo largo del fic han sido maravillosos ;) No es el capítulo con el que más contesto estoy, pero si te ha gustado ha valido la pena :) Saludos.

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    2. me gusto mucho Peter y me puse al dia con tus otras fic! XD...muy bueno!
      saludos y besos a todo@s

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