Regresamos a Neverland en plena formación de los bandos donde los rebeldes cada vez ganan más adeptos en la guerra contra Pan. En el pasado acompañaremos a Malcolm en una helada aventura tras pagar en la cárcel el crimen que cometió años atrás.
Chapter 16: The Starcatchers
EL
BOSQUE ENCANTADO
Atardecía
un día más en El Bosque Encantado, el sol se ocultaba perezosamente
tras las domas que acunaban el lago donde se emplazaba el Castillo
Real de Blancanieves y su príncipe. Ambos contemplaban con una
mezcla de extrañeza y desconfianza la estructura a medio construir
que pretendía ser un armario, pero no uno corriente. El cuarto de la
princesa estaba casi terminado, pero un detalle parecía no encajar
en él, un hada de azul que revoloteaba sobre los monarcas.
-
¿Y si falla? – Le espetó Blancanieves al Hada Azul – un armario
mágico es inusitado claro es, luego, ¿Qué ocurrirá si el plan no
funciona?
-
Que el hechizo de la reina nos trasladará a otro reino, perderemos
la memoria y seremos esclavos de sus más oscuros deseos. Debemos
tener fe en que vuestra hija logrará salvarnos.
-
Si no recordamos, si no le decimos que es la salvadora ¿Cómo sabrá
lo que ha de hacer? – Blancanieves no estaba muy convencida del
plan del Hada Azul.
-
Un día, llegado el momento, nuestra historia le será revelada –
respondió el hada con calma - debéis confiar en mí.
-
¿Nuestra historia? ¿A qué te refieres? – Blancanieves nunca
había entendido tan poco.
-
Aún no lo sé. Mas sé que llegará ese momento.
-
¿Y cómo estás tan segura? – Blancanieves ponía todo su empeño
en pillar al hada en una falta para no tener que separarse de su
hija.
-
Porque poseo lo único que necesitas más que nada: Esperanza. –
Blancanieves y el príncipe se miraron de nuevo extrañados, pero con
sentimientos encontrados - Buena suerte Blanca, ten fe…
Las
palabras que el hada había dicho antes de salir volando por la
ventana quedaron en la cabeza de Blanca dando vueltas una y otra vez,
“ten fe, ten fe…”.
HACE
MUCHO TIEMPO
El
hedor era mucho peor de lo que podía imaginarse. Uno podía ser fino
y llamarlo boñiga, pero lo que le rodeaba, lo que había sobre la
paja sucia y amarillenta no era otra cosa que mierda. Sus heces
desperdigadas por toda la celda, su hogar durante los últimos diez
años. Los rayos de sol del mediodía lograron abrirse paso entre los
barrotes, proyectándose sobre su cabello sucio y cenizo y
provocándole un confuso malestar al que también contribuía el
hambre.
Abrió
los ojos y solo vio el techo de piedra sobre su cabeza.
-
¿Dónde…? – Intentaba hablar, pero tenía la boca pastosa y la
lengua seca - ¿Qué me ha pasado?
Vio
un cubo de agua a pocos pasos, se agachó abruptamente sobre él y
pudo, por desgracia, ver su rostro.
Tras
diez años en aquella celda su cabello, castaño claro, habíase
tornado cano y en una maraña alargada, su perfecto cutis se ajaba
sin remedio, y una espesa barba gris invadía cada centímetro de su
barbilla, de sus mejillas y de su quijada. De Malcolm sólo quedaban
sus ojos verdes, profundos y hermosos que coléricos habían cometido
el crimen que lo había encerrado, matar a Clara.
-
¿Ese soy yo? – Comenzó a tocarse la cara, esperando encontrarse
en una ensoñación, aunque el término que él usaría era
pesadilla.
El
tintineo de unas llaves lo sacó de su ensimismamiento, miró hacia
el pasaje y vio como el portalón de las catacumbas se abría
estruendosamente para dejar paso a uno de los guardias del rey
Ricardo que llevaba a un nuevo prisionero.
-
¡A UN LADO! – Le gritó a Malcolm, que, temeroso no tuvo más
remedio que obedecer y ver como lanzaba al anciano a la celda, al
olvido más cruel.
-
¿Estáis bien? – Preguntó Malcolm una vez estuvieron solos.
-
Claro que sí, un guardia de tres al cuarto no podrá conmigo – aún
tenía fuerzas para reír.
Malcolm
lo contempló bien, era un hombre menudo, entrado en carnes pero no
obeso, de unos setenta años, cabello y barba blanca, ojos azules y
un extraño traje crema.
-
Dispensad mas, no conozco vuestro nombre.
-
Ni yo vuestro crimen – se defendió el anciano.
-
Ahora eso carece de importancia, hace años que me encerraron y hasta
hoy temí que hubiesen tirado la llave al mar – se compadeció
Malcolm mirando por el ventanuco.
-
¿Contasteis hasta que perdisteis la esperanza? – Preguntó el
anciano señalando las marcas en la pared.
-
No, ya estaban cuando llegué – eran las marcas que Clara había
hecho durante su embarazo.
-
Nueve meses – contó él -, espero que no tuviera peor suerte que
nosotros.
Malcolm
sacó media manzana marrón de debajo de una sábana y se la ofreció
al anciano que la rehusó.
-
¿Se puede tener peor? – Preguntó Malcolm olfateando la “fruta”.
-
Cada uno dicta su propia suerte y vos, acabáis de trocar vuestro
sino. Veréis, el sino es poderoso, muchas veces no contempla los
deseos de los humanos y se burla de sus vidas con crueldad, mas hoy
el vuestro os ha permitido libre albedrío.
-
¿A qué os referís?
-
Me refiero, a las apariencias, al todo y la nada. ¿Soy acaso un
anciano corriente? Me han encerrado acusado de piratería mas yo no
soy un pirata, ni un bucanero, una vez me enfrenté a Barbarroja y
salí victorioso, claro que era más joven y las costas de Ágrabah
menos recortadas. Pero historietas aparte, me habéis ofrecido una
manzana y creo que, sea lo que fuese que hicierais en el pasado ya
está olvidado y perdonado, por ello, por haber querido ayudar a un
viejo inútil te propongo que vengas conmigo.
-
Me temo que es imposible salir de esta celda.
-
Todo es posible salvo esquivar a la muerte, cambiar el pasado o crear
amor de la nada, me lo dijo una vez un genio, observa.
El
anciano levantó la mano y tras una humareda roja apareció un sable.
-
¡Que me aspen! ¡Magia! ¿Vos poseéis ese don?
-
No es magia buen amigo, este Gladio Vorpal me sirve a mí y a mi
barco, y además puede cortar cualquier tipo de material, inclusive
esos barrotes.
Malcolm
no se lo podía creer, tras diez años tenía el camino a la libertad
frente a él.
NEVERLAND,
HOY DÍA
-
¡PETER PAN ME ENGAÑÓ! ¡ME MANIPULÓ! ¡Me hizo creer que era mi
amigo, mi hermano! Y ¿Después? Después quiso matarme, ¡Quiere mi
corazón! ¡PERO YA ESTAMOS HARTOS DE PASE POR ENCIMA DE NOSOTROS
PARA CONSEGUIRLO!
Rufio
enardecía a las masas sobre una roca en un claro de la selva, junto
a él estaban Bae y Campanilla, y frente al trío muchos de los lost
boys que asentían y daban muestras de apoyo al orador.
-
No solamente lo ha hecho sufrir a él – intervino Bae – lleva
años abusando de todos nosotros.
Un
murmullo general parecía darle la razón.
-
¡NUESTRAS VIDAS NO LE PERTENECEN A ÉL!
“SÍ”
gritaron todos al unísono.
-
¡¿QUIÉN ESTÁ CONMIGO?!
Silencio,
miradas incómodas y la sonrisa borrada de los rostros del trío.
-
Ni la última legión del Rey Uther era tan valiente – dijo una voz
archiconocida entre los niños que hizo que éstos se desperdigaran
aterrados.
Rufio
aumentó su dureza y miró con odio a Pan.
-
Ellos te temen sí, pero nosotros no.
Peter
caminó hasta quedar bajo la roca, con Rufio por encima de él.
-
¿Por qué? ¿Por qué permito que viváis en esa cueva que yo mismo
creé para que me dejaseis tranquilo? - Bae cogió su espada de
madera pero Peter la convirtió en una mordaza - ¿De verdad ibas a
combatirme con eso chaval? – le dijo a Bae – tienes suerte de que
no quiera pelear. A propósito de eso – se dirigió a Rufio –
muchas gracias por tan extraño vocablo, chaval, suena bien.
-
¿Qué es lo que quieres? – Le preguntó Rufio harto de tanto
espectáculo.
-
En primer lugar decirte que me alegro de que tengas un poco de sangre
en las venas y de que te hayas dejado de tanta ñoñería, en
segundo, ofrecerte un trato: Si me entregas tu corazón
voluntariamente dejaré a Baelfire, a tu hadita, y al resto de
mocosos en completa libertad, cada uno en el lugar del que proviene.
-
Luego quieres mi muerte.
-
¿En lugar de la mía? Obviamente – rio Peter.
-
Me negué a creer que sólo pudieras quererte a ti mismo, ahora veo
lo equivocado que estaba.
-
¿Y qué me dices? – Preguntó Pan tras fingir un bostezo.
-
Lo mismo que la otra vez, de mi cadáver lo tendrás que arrancar.
-
Bueno en ese caso podríamos hacer que no mueras sólo tú – Peter
levantó el brazo e hizo que Campanilla apareciese ante él. La
abrazó con fuerza y puso su puñal en el cuello del hada que se
resistió en vano.
Para
Campanilla era repugnante sentir como Pan se aprovechaba de la
situación y hacía algo más que amenazar con degollarla.
Rufio
no lo pensó dos veces e hizo aparecer un enjambre de carámbanos que
se proyectaron peligrosamente contra Pan, al que no le quedó otra
que desaparecer.
-
¿Estás bien? – Pero antes de que Rufio obtuviera la respuesta de
Campanilla Pan se materializó tras él y lo empujó de la roca,
haciéndole caer al suelo.
-
¡Óyeme bien! Tienes hasta mañana al anochecer para entregarme
voluntariamente tu corazón, usa tu reloj para calcular el tiempo
porque si no acudes a nuestra cita mataré a cada uno de tus queridos
amigos, incluidos los lost boys, aunque me quede solo, tendré tu
corazón ¡Y la vida eterna! ¡LA QUE ME MEREZCO! Así que madura y
deja ya de jugar a los príncipes azules.
Y
ahora sí que había desaparecido, aunque el efecto de sus palabras
tardaría en esfumarse.
EL
BOSQUE ENCANTADO, MUCHOS AÑOS ANTES
Malcolm
y el anciano habían dejado atrás el castillo, habían recorrido un
pequeño tramo del bosque y había llegado hasta el navío: La Gema
de la Corona. El sultán de Ágrabah se lo había regalado medio
siglo atrás y con el había recorrido mil y una aventuras por
tierra, mar y aire. El anciano era conocido como Simbad el Marino.
Todos
los marineros se alegraron de encontrarse con su capitán, el cual
llevó a Malcolm a su camarote. Allí lo aseó y vistió. Ahora con
el rostro afeitado y el pelo recortado y peinado, ataviado con un
traje de cuero negro, se veía más elegante, más atractivo. No era
la belleza de antaño pero era mejor que nada. Simbad dio orden de
zarpar de inmediato, pero había un pequeño problema, su hija
Cordelia había salido a pasear por el bosque y no había vuelto.
-
¡BUSCADLA POR DOQUIER! – Esas fueron sus órdenes, y Malcolm las
obedeció como marinero a su servicio.
En
el Castillo Real del Rey Ricardo el Caballero Negro rabiaba tras la
fuga de Malcolm.
-
¡Debimos haberlo matado en cuanto lo capturamos! Mas tú querías
que sufriera.
-
Sólo encerrado podía pagar por su crimen, si hubiera muerto no
habría escarmentado – se defendió el rey permitiéndole ese tono
al caballero.
-
Vivo tiene la esperanza de que las cosas cambien, igual que yo ahora.
-
¿Qué vas a hacer?
-
Voy a buscarlo, encontrarlo y matarlo – sentenció el Caballero
Negro.
Las
gotas de agua brillaban con la luz del sol y resbalaban por cada
centímetro del contorno de su cuerpo desnudo. Sentada sobre una roca
estaba ella, Cordelia, rubia de ojos grandes y avellanados, labios
carnosos y cuerpo apetecible.
Unos
pájaros azules le trajeron una tela blanca, vestido que ella se
puso.
-
Muchas gracias – les dijo a los animales – ya sabéis que me
encanta este lago, siempre que arribamos por aquí necesito venir a
bañarme. – Los pájaros piaron - ¿Qué por qué? Porque mis
padres se conocieron en un lago, y tengo la esperanza de que me
ocurra lo mismo, de que un día con mi príncipe azul. - Se puso a
bailar alrededor de los árboles mientras cantaba - Eres tú el
príncipe azul que yo soñé. Eres tú, tus ojos me vieron con
ternuras de amor. Y al mirarme así… - Malcolm había oído los
cánticos y se había asomado entre la maleza, la reconoció al
instante, era la misma joven que había visto diez años atrás, y
parecía ser también la hija de Simbad, pero era extraño pues
parecía que los años no habían pasado por ella -… el fuego
encendió mi corazón, y mi ensoñación se hará realidad y te
adoraré como aconteció en mi sueño ideal. Y mi ensoñación se
hará realidad y te adoraré...
Malcolm
salió de su escondite y la tomó en sus brazos, sorprendiéndola
desagradablemente.
-
Como aconteció en mi sueño ideal… - Completó él.
-
¿Cómo os atrevéis? – Espetó ella indignada.
-
Perdonadme, no fue mi intención asustaros.
Ella
trataba de zafarse de él, pero Malcolm no iba a permitirlo, quería
jugar.
-
No me habéis asustado, es sólo que vos sois un…
-
¿Un extraño? – Malcolm levantó una ceja escéptica.
-
Ajá – afirmó ella mirando su gesto.
-
¿Pero no recuerdas? Ya nos habíamos conocido antes.
-
Si claro, ¿En un sueño no?
-
No, aquí mismo, mas por entonces yo tenía diecisiete años y tú me
amenazaste con una daga.
-
¿Vos sois…? – Cordelia hizo memoria - ¿Sois aquel arrapiezo
ofuscado?
-
Ofuscado me marché si – se atrevió a decirle con mirada lasciva.
Preparado
para un bofetón Malcolm se sorprendió al sentir la mano de Cordelia
en su pecho.
-
Han pasado muchos años, he madurado… ¿Sabes? Ya no espero que mi
príncipe entre por la ventana, los príncipes azules no existen.
Malcolm
sonrió ante la madurez de la joven.
-
Este día feliz he hallado mi libertad y el dulce ideal que yo soñé.
-
Pues ten cuidado, no vaya a ser que se te atragante - con suma
elegancia Cordelia se dio la vuelta y ambos se dirigieron al barco.
Y
así esa misma mañana zarparon rumbo a los mares del norte, hacia un
reino fiordo llamado Arendal.
-
¡Rufio! ¡RUFIO! – Gritaba Bae al joven mientras lo perseguía por
la jungla - ¡Rufio aguarda!
-
¿¡POR QUÉ EH!? ¡Estoy harto! ¿Por qué siempre tiene que salirse
con la suya?
-
¿Qué te ocurre? – Preguntó Bae preocupado.
-
Que veo que lo que quiero me va a costar más de lo que creía.
-
¿Y qué es?
Rufio
miró a Bae lleno de odio y rencor.
-
¡Juro que destruiré su felicidad! Aunque lo último que haga sea
eso. ¡NO SE SALDRÁ CON LA SUYA BAELFIRE! ¡Te juro que no lo hará!
-
¿Y qué vamos a hacer?
-
Usaremos el Fragmento Estelar, y de ese modo será como escapemos de
Neverland.
-
Seguro que Pan nos lo da encantado.
-
Lo robaremos, hoy mismo – sentenció Rufio.
-
¿Cómo?
-
Tengo un plan, uno que no puede fallar así que… Juguemos.
La
Gema de la Corona navegaba a toda vela, aunque Malcolm estaba seguro
de que su velocidad desmedida se debía a la magia prefirió no hacer
ninguna pregunta al respecto y dirigirse a Cordelia, la cual
descansaba en la popa del barco.
-
¿Rememorando?
Ella
rio divertida.
-
Añorando.
-
¿Cuál es la diferencia? – Preguntó Malcolm sentándose a su
lado.
-
¿Cuál es la diferencia entre tú y los otros marineros para que no
des palo al agua?
-
Bueno, yo soy algo más que un burdo marinero.
Cordelia
arqueó la ceja del mismo modo que Malcolm.
-
¡TIERRA A LA VISTA! – Gritó uno de los miembros de tripulación
desde el carajo.
-
¡AUMENTAD LA VELOCIDAD! – Ordenó Simbad el Marino.
-
¿Cómo que aumentar? ¡Chocaremos! – Se escandalizó Malcolm.
-
Oh claro que no muchacho, observa.
El
barco impactó contra la orilla pero no encalló, en su lugar
ascendió con suavidad y siguió navegando por las praderas verdes
que tenían a sus pies, hasta que el verde se convirtió en blanco,
navegaban sí, pero por un mar de nieve.
-
Agua en todo caso – dijo Simbad.
-
¿Cómo es que el barco es así?
-
Bueno Malcolm, en otro tiempo, cuando el sultán de Ágrabah me
regaló la Gema de la Corona también me nombró Cazador de
Estrellas. Nosotros somos los Cazadores de Estrellas pero no es una
misión oficial lo que nos atañe.
-
¿Si no sois pirata por qué os apresó el rey Ricardo?
-
Poseíamos una Vela Pegaso, tejida con las plumas del mítico animal,
tu rey me la pidió y como me negué la tomó por la fuerza.
-
Malnacido.
-
No hagamos sangre de eso, Arendal está cerca.
Cordelia
llegó con una gruesa capa para Malcolm.
-
¿Qué es Arendal?
-
Bueno – Cordelia estaba un poco cohibida – es el reino fantasma,
años ha una bruja atroz y malvada lo asoló con su magia negra, ya
nada queda allí excepto los espíritus errantes que ella desterró a
aquel reino, se dice que todas las noches bajan del Monte Calvo e
inundan las calles con sus pecados.
-
¿Y qué se nos ha perdido en un sitio como ese?
-
El colgante del Gull, aquel que puede proporcionar la eterna
juventud, aquel que encierra el último pétalo de la Flor Dorada.
Eso es lo que buscamos.
Malcolm
tragó saliva, temía lo que encontrarían en Arendal, miró al
horizonte, solo una masa gris y blanca, una ventisca se acercaba
dejando al viaje como a su vida, con un destino incierto y azaroso.
Peter
salió del Árbol del Ahorcado, estaba hecho un basilisco mirando con
odio a todos los lost boys que alrededor de la hoguera intentaban
hacerse una piña con la esperanza de paliar el terror que les
infundía Pan.
-
¡FELIX! – El susodicho se levantó y se acercó - ¡Traeme a
Campanilla, a Bae, a Rufio, al que sea me da igual! - Felix se marchó
obediente y Pan se paseó alrededor de los demás, alimentándose de
su miedo - Bueno bueno, veo que sois un ejército de valientes eh.
¡Nadie se irá de aquí! ¡NUNCA JAMÁS! El nombre de la isla está
bien elegido. Y ya veo – añadió mirándolos con desprecio y
superioridad – que Rufio es otro cobarde como vosotros. Si no ha
llegado en dos minutos tendré que comenzar a imitar al Sacamantecas.
-
¡AQUÍ ESTOY! – Lo llamó Rufio - ¡Aquí me tienes para pelear!
-
Vaya – se rio Pan arqueando una ceja – empezaba a pensar que no
ibas a venir.
-
¿A qué esperas? Lucha.
-
Lo siento pero no combato con aficionados.
-
Te equivocas, ¿No soy acaso el creyente más puro?
-
Eres alguien que se cree muy importante, el protagonista en Neverland
soy yo, igual que en Hamlet no es Laertes.
Pan
y Rufio caminaban dando vueltas, describiendo un círculo con sus
pisadas sobre la tierra.
-
Veo que recuerdas los momentos que pasamos juntos, ¿Acaso no es más
importante la amistad, el ser querido y no estar solo? ¿No es eso
más importante que la vida eterna en completa soledad?
-
Te equivocas, no hay nada como lo que he tenido hasta ahora, y
mantenerlo por encima de todo es lo único que me importa.
Lleno
de rabia Rufio le pegó un puñetazo a Pan, rompiéndole el labio que
sangraba aparatosamente y dejándole una fea marca en la mejilla.
-
No sabes las ganas que tenía de hacer eso – se burló el lost boy.
Pan
lanzó a Rufio por los aires, haciéndolo impactar contra el árbol
pero él se levantó y conjuró de nuevo los afilados carámbanos de
hielo que dirigió mortalmente contra Pan quien, de forma inteligente
creó una barrera de fuego que los derritió en cuestión de
segundos.
-
Este es un truquito que aprendí de Maléfica – rio Pan enarbolando
una rama caída.
En
ese momento los árboles empezaron a moverse, lanzaban sus ramas
contra Rufio intentando aplastarlo o atraparlo. Él se tiraba al
suelo y rodaba, y así fue como se le ocurrió el contra-hechizo.
-
¡INCENIX! – Una llamara ardiente inundó el campamento con su luz
naranja e incineró los árboles vivientes.
Pan
rabioso no se quedó atrás.
-
¡GLACIUS! – Y así levantó las cenizas de los árboles hasta
congelarlas y crear réplicas de hielo, ahora los carámbanos eran
para Rufio que intentaba en vano esquivarlos y cambiar la dirección
de los proyectiles, pero estaba perdido.
-
Todo cuanto hagas será prologar tu agonía – Pan levantó una mano
y el ataque cesó - lo único que quiero es tu corazón – dijo
antes de introducir la mano en su pecho para después sacarla, más
rabioso que antes si cabía - ¡¿DÓNDE ESTÁ?!
-
¿Maléfica nunca te lo enseñó? – Se burló él, había
recuperado la confianza en sí mismo - Pues Cora a mí si, nunca
lleves tu corazón a un duelo y menos si es el objetivo de tu
contrincante. El corazón no es más que un obstáculo si la persona
a la que querías te ha traicionado – Rufio levantó a Pan del
suelo, lo hacía levitar pero infligiéndole daño en el cuello antes
de lanzarlo por los aires, como le había hecho a él al llegar.
-
¡NO ME HAS GANADO RUFIO! ¡TENDRÉ TU CORAZÓN IGUAL QUE TENGO TODO
LO QUE QUIERO! ¡Recuerda que Peter Pan jamás fracasa! – Le gritó
colérico antes de irse volando.
ARENDAL
Una
desoladora estampa fue lo que le pareció a Malcolm el reino de
Arendal. La nieve lo cubría todo con su manto blanco y la escharcha
ocultaba el gran camino hacia el palacio real. Del cielo plomizo
seguían cayendo copos de nieve que mantenían semienterradas las
casas de la plebe. Aquel aire fantasmal y tenebroso, aquellas farolas
retorcidas y macabras, aquellas ruinas de piedra sobre un lago de
hielo resquebrajado, aquel carámbano oscilante que amenazaba de
forma mortal bajo un cartel… Todo era oscuro y sombrío y todos
creían estar profanando una tumba y temían despertar al muerto que
reposaba en ella.
-
Padre – comenzó Cordelia – he de ser yo la que vaya, el conjuro
de sangre no permitirá que otro entre.
-
No permitiré que te adentres en ese infierno helado tú sola,
alguien debe acompañarte.
-
Yo lo haré – se ofreció Malcolm. No porque Cordelia le importase
sino porque se le antojaba mucho un colgante que podía proporcionar
la vida eterna.
Simbad
dio su visto bueno y la pareja bajó del barco, ahora estaban
completamente solos, y fue cuando pisaron el duro suelo de hielo,
cuyo frío polar atravesó las botas de ambos, cuando sintieron como
los espectros desterrados por la bruja despertaban. Eran sombras,
rostros, siluetas que asomaban a su paso y que ellos intentaban no
mirar en su camino hacia el magno e imperante palacio que se erguía
ante ellos como un monumento al olvido.
Cuando
llegaron al gran portalón Cordelia cometió la locura de quitarse el
guante, pero al instante de tocar las altas puertas de roble el hielo
se resquebrajó y les permitió entrar, así fue como llegaron a un
gran salón, el salón del trono cuyos onomásticos asientos se
encontraban como no, congelados, como todo lo demás. La habitación
lucía ruinosa y anticuada, aunque todo parecía demasiado ordenado,
como si la gente hubiera desaparecido de repente. La prueba estaba en
las mesas de banquetes, cuya comida putrefacta permanecía en los
platos a medio comer; en los obsequios junto al trono; en los
ornamentos festivos…
-
Lo recuerdo todo tan bien – suspiró Cordelia pasando su mano por
un cuenco de fruta congelado.
-
¿Has estado antes aquí? – Preguntó Malcolm mirando un cáliz de
oro, pegado a la mesa por el hielo.
-
Una vez en frimario – y se puso a canturrear.
-
¿Qué haces? – Se extrañó Malcolm.
-
Es una cancioncilla que me cantaba mi madre… Dulce voz, ven a mí,
haz que el alma recuerde… - Ante los ojos de Malcolm una polvareda
dorada entró por la ventana y rodeó a Cordelia - oigo aún cuanto
oí una vez en Frimario. ¿Quién me abraza con amor? Veo prados
alrededor, esa gente tan feliz son sombras para mi…
Y
como por arte de magia el polvo dorado explotó y descongeló la
estancia, llegó hasta los ojos verdes de Cordelia tornándolos ámbar
y después aparecieron docenas de personas, los fantasmas engalanados
para el baile real eran víctimas de una maldición, que les hacía
creer que la fiesta seguía allí. Malcolm consciente de lo que veía
no sabía qué hacer, y se quedó helado al ver como a Cordelia la
rodeaban tres fantasmas, el del rey y la reina y el de una joven
rubia que no era otra que…
-
¡CLARA! – Exclamó Malcolm asustado.
-
¿Quién me abraza con amor? Veo prados alrededor, esa gente tan
feliz son sombras para mi… - Y los ropajes de Cordelia formaron un
vestido dorado rematado por una tiara principesca, no era posible -
Cuando fue no murió como fuego que prende, volverá esa voz cuando
llegue Frimario. Oigo aún cuanto oí…
Clara
se acercaba a Malcolm.
-
¡NO! ¡ALÉJATE DE MÍ! ¡ALÉJATE! – Gritaba asustado.
Y
Cordelia también lo hacía para poner una mano en su mejilla y
acariciarla con ternura antes de decirle:
-
Calla – y así le besó en un ósculo largo y prolongado en el que
sus lenguas jugaron hasta quedar sin aire.
-
Clara – musitó Malcolm acordándose de ella…
-
Estoy aquí – respondió a través de su hermana – nunca me he
ido.
El
polvo dorado envolvió también a Malcolm y este recuperó su forma
de antaño, el salón volvía a estar como en sus tiempos felices y
Clara lo esperaba vestida como una auténtica princesa de cuento.
-
Mas es imposible.
-
Nada es imposible – sonrió ella mientras juntaban las palmas de
las manos antes de comenzar el vals.
-
Yo… Yo te maté.
Ignorando
ese pequeño detalle Clara siguió bailando con él, sonriente y
feliz.
-
Ya tienes tu castigo.
-
¿A qué te refieres?
-
Tu sino está sellado y nada puedes hacer por cambiarlo, así que te
diré cual podría haber sido tu vida de haberte quedado conmigo.
Clara
se acercó a él y lo besó, fue al sentir el roce de sus labios
cuando Malcolm vio un torbellino de colores que mostraba imágenes
difusas: Él con Clara ante el Caballero Negro y el rey que bendecían
su unión, Malcolm y Clara en la corte, el hijo de ambos al que
llamaron Robert, una vida feliz y tranquila…
-
Yo… - Malcolm no sabía que decir.
-
¿Lo entiendes ahora?
-
Sí, y ¿Sabes? Después de ver la vida tan vulgar que habría tenido
me alegro de haberte matado.
Toda
la magia desapareció al pronunciar esas palabras, el frío volvió a
inundarlo todo y las apariencias de Clara y Malcolm cambiaron por
completo, él volvía a ser el de siempre y ella ahora se veía tal y
como él la había dejado, con un abultado vientre sangrante, un
vestido ajado y unas marcas moradas en su cerúlea piel pero con un
aspecto mucho más demoníaco y espectral, ascendía elevada por la
ventisca que agitaba de forma fantasmagórica sus cabellos y su
vestido, y cuando habló lo hizo con una voz atronadora cuyo eco
pareció salir del mismísimo averno.
-
¡Te ha traicionado tu ardiente ambición! Yo te maldigo a ti y a
todos los que te rodean hasta que encuentres a alguien que te ame por
lo que eres, una bestia sin corazón.
Y
todo desapareció.
-
Es una cancioncilla que me cantaba mi madre… Dulce voz, ven a mí,
haz que el alma recuerde… - Para volver a estar como minutos antes
- ¿Te encuentras bien Malcolm? – Preguntó Cordelia al ver la
palidez de su acompañante – estás más blanco que una vela nueva.
Malcolm
asintió a destiempo.
-
Encontremos ese colgante de una vez y marchémonos de aquí.
-
¡MARCHÉMONOS DE UNA VEZ! – Gritó Rufio a Bae y Campanilla –
Peter no jugará la próxima vez.
-
¿A qué te refieres? – Preguntó el hada.
-
A que es nuestra oportunidad, lo hemos confundido y hemos ganado
tiempo para ir a por el Fragmento Estelar.
-
¿Sabes ya dónde está? – Preguntó Baelfire extrañado.
-
No, yo no.
-
Mas has dicho… - Inquirió Campanilla.
-
Él sí.
Un
lost boy apareció de la espesura.
-
Lo conozco, es Evan – atestiguó Baelfire.
-
Hola – saludó el recién llegado.
-
Nos ayudará – explicó Rufio.
-
¿A si? ¿Y eso por qué? – Preguntó Bae de malas maneras,
mostrando su desconfianza.
-
Porque Pan me robó algo muy preciado para mí y he de volver a mi
tierra para recuperarlo – Respondió Evan.
-
¿Cuál es tu tierra? – Se interesó Campanilla.
-
Oz, mas eso ahora no importa, Pan estará buscando un plan B,
nosotros hemos de ir a por el Fragmento Estelar.
-
Antes – interrumpió Rufio – he de ir a por mi corazón, si nos
vamos a ir no puedo dejarlo en Neverland, así que en seguida vuelvo.
Rufio
los dejó solos en un incómodo silencio que se perpetuó hasta que
oyeron un grito de dolor que los alarmó.
-
¿Rufio? – Preguntó Bae.
El
trío corrió hacia allí para encontrarse al lost boy con las manos
manchadas de sangre y Pan, con el rostro sangrante a sus pies.
-
¿Qué has hecho? – Preguntó Campanilla mirando de hito en hito a
Pan y a los lacónicos ojos del joven.
Cordelia
y Malcolm se adentraron en los aposentos de la princesa Clara, la
hermana de Cordelia.
-
¿Está aquí? – Preguntó temeroso Malcolm al ver el retrato de
Clara.
-
El colgante estaba dividido en dos, una mitad la poseía yo y la otra
mi hermana, mas la noche de la maldición yo le había regalado la
mía por su cumpleaños. Me entran tantos recuerdos al estar entre
estas paredes.
Malcolm
tragó saliva en un intento de mantener la compostura mientras
Cordelia se acercaba al tocador.
-
¿Lo has encontrado? – Preguntó Malcolm sentado en la cama al
sentir como ella se detenía.
-
Sí, este es.
En
cuanto vio el colgante Malcolm creyó morir, era el mismo que él le
había robado a Clara, el mismo que había vendido a aquella anciana
en el bosque, el colgante que podía proporcionar la juventud eterna
perdido para siempre.
-
¿Estás segura?
-
Brilla linda flor, dame tu poder, vuelve el tiempo atrás, torna lo
que ya fue, lo que ya fue… Cura el daño ya, cambia el azar, el
sino trócalo… Torna lo que ya fue, lo que ya fue… - A Cordelia
no le hizo efecto alguno, pero a Malcolm lo volvió a dejar como
antaño - sin la otra parte es débil así que el hechizo sólo
durará hasta que separemos nuestras manos.
-
En ese caso, no te dejaré nunca – dijo Malcolm maravillado de
verse joven de nuevo.
Cordelia
sonrió y lo besó en los labios de forma apasionada, transfiriéndole
el calor que los suyos emanaban y describiendo los de Malcolm con la
lengua como si quisiera dibujarlo mientras lo deshacía con los
suyos. Él correspondió el beso y fue más allá al acariciar sus
mejillas y su pelo y así hasta recorrer cada centímetro de su piel
mientras que Cordelia se sentaba sobre él. El hechizo había dejado
sus almas desnudas pero también sus cuerpos. Cordelia acariciaba el
juvenil rostro de Malcolm y lo besaba una y otra vez con delicadeza
mientras él la abrazaba hacia su cuerpo para no dejarla escapar,
repitiendo una vez más el engaño, pues lo único que le importaba
era el colgante.
Las
respiraciones de ambos se aceleraron, los fantasmas que habitaban el
castillo pudieron oír el choque de la carne contra la carne y los
rumores amatorios mientras Malcolm mancillaba el alma de la joven
guiado por la avaricia y el morboso pensamiento de estar de nuevo con
Clara, por eso, cuando sintió que el clímax se acentuaba apartó la
vista de Cordelia y la posó sobre el retrato de su hermana,
aumentando la fuerza de sus embestidas en una vasta burla hacia sus
amenazas mientras que una ignorante Cordelia se entregaba por
completo en un acto que ella creía de amor.
Una
vez más, los destinos de ambos habían quedado sellados para siempre
y por toda la eternidad.
Felix
avanzaba desconfiado por la jungla, mirando hacia atrás
constantemente por miedo a que algo se abalanzara repentinamente
sobre él. Temblaba y un sudor frío comenzaba a aparecer por su
frente. Llegó al campamento y lo vio, Evan, estaba sentado en el
suelo, contemplando al resto jugar.
-
He de hablar contigo Evan, es importante.
-
Sabes que somos amigos Felix – lo invitó a sentarse él.
-
Es algo que me cuesta un mundo expresar pero he de reconocer que la
culpa me reconcome por dentro.
-
¿Qué has hecho Felix? – Preguntó Evan preocupado.
-
Ha sido sin querer, yo no quería hacerle daño – se justificó
Felix.
-
¿A quién le has hecho daño?
-
A Pan, le golpeé con mi mazo en la cara mas fue sin querer –
explicó atropelladamente.
-
¿Cómo está Pan? – Preguntó conocedor de la explicación,
recordando como Rufio había jurado y perjurado no haberle hecho
nada.
-
No lo sé. Me asusté y salí corriendo.
-
¿Por qué le golpeaste?
-
Yo no quería, era a Rufio a quien le quería dar.
-
¿A Rufio?
Y
fue como si Evan viese los acontecimientos a través de los ojos de
Felix.
El
lost boy caminaba por la selva siguiendo los designios de Pan,
llevarle a Rufio, a Baelfire o a Campanilla, cuando oyó la voz del
primero.
-
En seguida vuelvo – alcanzó a escucharle a Rufio.
Raudo
se ocultó entre la maleza y lo vio marchar. Si enseguida volvía
podría hacerle algo, no matarlo pues su corazón dejaría de latir,
pero si darle un pequeño escarmiento. Siguió oculto maquinándolo
todo, en cuanto lo oyese venir sacaría su mazo y le golpearía, y
pensando eso escuchó los pasos de alguien y el ruido de las ramas
secas crujir al ser pisadas. No lo pensó dos veces y sacó el mazo
que impactó de lleno en la cara del merodeador, aunque éste no era
Rufio sino Pan.
Felix
concluyó su relato.
-
No te preocupes Felix, guardaré tu secreto.
Rufio
estaba contrariado por el cambio de planes, una fuerza extraña y
oscura se apoderaba de él poco a poco.
-
Alimenta al odio y él te devorará – dijo una voz melosa tras él.
-
¿Quién eres tú? – Preguntó al ver a un hada descender del
cielo.
-
Has de ser Rufio – afirmó sonriendo.
-
Y tú has de ser el Hada Azul.
-
Así es, he venido porque necesito hablar contigo.
-
¿Conmigo?
-
La Reina Malvada ha creado un atroz y oscuro maleficio que destruirá
la felicidad de todos en el Bosque Encantado – explicó compungida.
-
Y muchos niños y yo mismo estamos encerrados en esta isla, sálvanos
– le espetó Rufio altivo.
-
Me temo que el poder de Pan es demasiado poderoso para la magia
blanca de las hadas.
-
¿Entonces que haces aquí? – Se extrañó y sorprendió ante la
inutilidad del hada.
-
Estamos intentando evitar el maleficio de todos modos, y algo me
condujo hasta aquí, tú debes de tener algo que ver con la
maldición.
-
Pues te equivocas, la única maldición que porto es la de esta isla.
-
No, yo creo que hay algo más, has conseguido que un corazón
maltrecho y oscuro brille un poco, has conseguido llegar hasta Pan.
-
Mira Hada Azul, no estoy para eso.
-
Su corazón se ha roto muchas veces, yo he sido testigo de ello, ha
perdido a cuantas personas le han amado.
-
Se lo merece – a Rufio le daba igual – además, ¿No vas a
ayudarnos?
-
Me temo que no puedo interferir en el sino que tú y todos los niños
de la isla tenéis marcado, debéis representar un papel y yo no
puedo cambiarlo.
-
Me recuerdas a ella.
-
¿A quién?
-
Siento que no quieras ayudarnos – dijo antes de ascender, dejando
el enigma en el aire.
-
¡ESPERA! – Pero el hada no volvió.
Rufio
estaba furioso, no saldría nunca de aquella isla. Un halo negro y
oscuro empezó a envolverlo mientras recordaba las palabras del hada.
Miró
al cielo, nunca había sentido tanto odio.
-
Peter Pan, yo te odio y deseo que lo peor te acaezca, deseo que
despierten tus más oscuras pesadillas y revivan tus eternos pesares,
deseo que sufras por cuanto has hecho en vida, pues en el resto de
ella deberás sufrir, si consigues mi corazón esta maldición hará
que sea con el precio de tener un inmenso vacío, esta maldición
hará que sea perpetuo y que ningún poder terrenal pueda cambiar
eso… - Pensando en la atrocidad de sus palabras añadió – ningún
poder terrenal salvo un beso de amor verdadero, puro y sincero que sé
que nunca recibirás, pues nadie podrá amarte nunca jamás.
Rufio
levantó las manos esperando que algo ocurriera pero el paisaje
siguió inamovible. Así que creyó que todo se debería a que las
maldiciones no pueden sacarse de la chistera.
El
Hada Azul encontró a Pan en su árbol de pensar, subido en la copa,
con el rostro ya curado gracias al polvo de duende.
-
Cuanto tiempo Azul – saludó él.
-
Desde aquel aciago día.
-
En el que no quisiste ayudarme – completó él.
-
No te lo merecías.
-
Intuyo que has venido buscando ayuda así que cambia el tono.
-
Vengo a proponerte un trato Pan.
-
¿Cuál trato? – Se extrañó él al ver como el Hada Azul buscaba
cooperación.
-
El maleficio de la reina será realidad en cuestión de días, tal
vez horas, tu magia es la única lo suficientemente poderosa como
para salvarnos.
-
¿A qué te refieres?
-
Ven a El Bosque Encantado y cúbrelo, protégelo todo con una cúpula
salvo el castillo de la reina.
-
¿Cómo? – Se sorprendió Pan por primera vez.
-
La Reina Malvada será desterrada a una Tierra sin Magia ella sola
con su propia maldición y nosotros podremos vivir tranquilos.
-
Eso es jugar sucio.
-
Y tú eres él que mejor sabe hacer trampas.
-
¡FUERA DE MI VISTA AZUL! – El humo verde envolvió a Azul y la
hizo desaparecer ante la rabiosa mirada de Peter.
Azul
se había ido pero algo más se acercaba. La isla empezó a vibrar y
en el lugar donde Rufio había conjurado su hechizo algo había
pasado. El suelo se había hundido y del agujero abismal salía un
chorro de luz oscura, un halo negro que ascendió hasta el cielo y
recorrió la isla en busca de Pan.
Cuando
todo el odio de Rufio escapó del agujero algo lo siguió, un
espectro fantasmal con un abultado vientre.
Clara
echó un vistazo curioso a la jungla de Neverland y miró al
horizonte.
-
Juguemos – se dijo pensando en Pan antes de ponerse en camino para
encontrarse con él y torturarlo con sus pesadillas hechas realidad.
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