Fan Fic: Once Upon a Time in Neverland 5

Regresamos al inhóspito desierto de Ágrabah para continuar con las aventuras de Malcolm en este capítulo titulado "Loyal to Heartless".

Chapter 5: Loyal to Heartless

NEVERLAND

- ¡¿Qué es lo que has hecho?! – Gritaba Pan a uno de sus lost boys.

- ¿Yo? Fue ella, ella me quitó corazón – Farfullaba el niño entre lágrimas – por favor, ella me controlaba.

- Agradece que aún tenga tu corazón y no pueda aplastarlo aquí mismo inútil.

- ¿Qué castigo recibirá? – Preguntó Felix recogiendo su maza del suelo.

- Uno que acabo de recordar – Pan se dio la vuelta y miró al pobre chico con una sonrisa de oreja a oreja – este truco me lo enseñó Rufio, y créeme Devin porque te va a encantar.

Peter ordenó que lo ataran concienzudamente para terminar poniéndole después un saco en la cabeza, a continuación le llevaron hasta la Peña del Aire, un precipicio bastante alto por el que podías caer al mar, claro que no estarías vivo para sentir el agua mojar tu piel si te tiraban por el.

- ¿Lo dejaremos caer? – Inquirió Felix con sonrisa ladina que Peter no compartió.

- No, le convertiré en un yo-yo, si la Reina Malvada tiene su corazón ya no nos es útil.

- ¿Yo-yo? ¿Qué es un yo-yo?

- Un juguete que trajo Rufio de su mundo, para eso necesitamos la cuerda – Se la señaló con la mirada – así que hazle un buen nudo alrededor de las piernas.

Felix cumplió sus órdenes y cuando terminó de atar la cuerda a Devin fue bajándole poco a poco por orden de Peter hasta que la cabeza del muchacho se hubo sumergido en el agua. Entonces Pan le ordenó que se detuviera.

- ¡Sin duda, hubiese sido más placentero estrujarle el corazón! – Gritó Peter al cuerpo que se retorcía bajo el agua – ¡Pero no tendrás tiempo de pensarlo porque pronto te quedarás sin aire!

- ¿Y ahora?

- Ahora Felix, solo queda esperar, y que esto sirva como prueba a los salvadores de que Pan nunca falla, y si comete un error, está dispuesto a pagar un alto precio por ello.

ÁGRABAH, MUCHOS AÑOS ANTES

- La verdad es que ha sido toda una sorpresa encontrarte aquí Amara, jamás esperaría verte en Ágraban.

- Esta es la tierra en la que nací.

- ¿Hace cuanto? Porque parece que los años no pasaran por ti – Preguntó Peter fascinado por el aspecto juvenil que presentaba la hechicera del desierto.

Amara rió – Verás, hace algunos años perdí a mis tres hijos. Ellos me salvaron de morir tras abrasarme en un incendio vendiendo sus almas a la custodia del pozo de los deseos. Esas aguas mágicas no sólo me curaron sino que me devolvieron mi juventud. El problema es que perdí a mis tres hijos, indagué y descubrí la magia, viajé y aprendí a dominarla, y finalmente te conocí cuando me dirigía a la ciudad abandonada de Camelot.

- La que tomaron los ogros cuando el rey Uther los desterró de mi reino – Aclaró Pan.

Amara asintió – Fue entonces cuando encontré a un pobre niño indefenso.

- Hace mucho de aquello, y aunque sigo siendo un niño, ya no estoy indefenso.

- ¿Y qué haces en Ágrabah?

- Busco al genio de la botella.

- ¿De veras?

A Peter no le pasó desapercibida la mirada de Amara.

- ¿Ocurre algo?

- Que yo también lo busco.

- ¿Para qué?

- ¿Sabes cuáles son las leyes de la magia?

- No.

- Pues no voy a perder el tiempo en explicártelas – Una cobra se deslizó hasta los pies de Amara y ella la acarició dulcemente – Lo único que te diré es que reuniendo tres genios podré romperlas. Ya poseo dos, uno de ellos me concedió la inmortalidad y ahora solo me falta el último. ¿Para qué buscas al genio tú?

- Porque quiero poder y necesito que él me lo conceda.

- Haremos un trato, tú tendrás al genio y cuando pidas los tres deseos me darás la botella ¿De acuerdo?

- Descuida, Peter Pan jamás fracasa – Y levantó el brazo derecho para llamar a la Sombra – ¡Busca la lámpara y tráemela!

Un criado condujo a Felix hasta sus aposentos. Una gran estancia en el ala sur del palacio con vistas a los estanques de flamencos, animales que el “príncipe” no conocía.

- También están en tu mundo – Le dijo Cyrus al ver que los contemplaba embobado.

- Sí pero, es que todo esto es increíble, mira que habitación, es más grande que la zapatería de mi padre y su casa juntas.

- ¿Y estás seguro de lo que haces?

- Claro, me casaré con Yasmín y me convertiré en sultán – Dijo echándose sobre varios cojines del diván.

- Aparte de las complicaciones que puedan surgir, ¿Tú la amas? ¿Has visto cómo es? Porque a mí me parece una persona difícil.

- Cyrus, sabes que no busco el amor, solo quiero vivir bien y tranquilo, y  siendo sultán podré conseguirlo. No importa que Yasmín no me ame, tendré hijos y seré un buen padre, ellos sí que me querrán como….

- ¿Cómo quién?

- Como yo quise a mi padre, su abandono es la piedra que arrastraré toda mi vida. Mas fíjate, estoy en un mundo donde la magia existe y tengo un genio, es, es sencillamente… Sencillamente… 

Entonces llamaron a la puerta impidiéndole encontrar el adjetivo adecuado.

- Corre, escóndete en la botella.

Cyrus no necesitó una segunda orden, y tras ocultar la botella debidamente bajo la almohada, Felix carraspeó pronunciando un firme “adelante”.

Era una criada.

- Su alteza, la princesa Yasmín le aguarda en sus aposentos.

- Bien, guiadme – Le dijo sin poder evitar sentirse ridículo.

La verdad es que no se había imaginado que el palacio del sultán fuese tan grande, pasaron infinidad de pasillos y salones hasta llegar al ala norte, donde vivía la princesa.

La encontró peinándose su larga melena negra en el tocador, Yasmín era muy bella, aunque sólo por fuera, porque por dentro parecía una persona repulsiva vanidosa y arrogante que le despreciaba.

- Buenos días princesa – Dijo haciendo una reverencia.

- Príncipe Felix Felicis… Extraño nombre, casi parece inventado.

- Es mi nombre Yasmín. Dime ¿Para qué me has llamado?

- Me gustaría seguir manteniendo el trato formal si no “le” – Dijo remarcando especialmente la última palabra – molesta su graciosa majestad.

- Por supuesto princesa – A Félix le entraban las dudas.

- Ágrabah tiene unas leyes estúpidas – Abrió las cortinas y mostró las impresionantes vistas de la ciudad – como esa que reza que debo casarme antes de mi decimoséptimo cumpleaños.

- Ya no tenéis que preocuparos por esa ley, la cumpliréis casándoos conmigo pasado mañana.

- Entérate, no voy a casarme contigo. Han sido muchos los príncipes pretenciosos y pomposos que han intentado hacerlo antes que tú y ninguno tuvo éxito.

- Estoy decidido.

- No oses desafiarme príncipe Felix. Coge tu elefante y márchate.

- Creo que me quedaré, no conozco el desierto y hay demasiada arena por ver.

- Pues en ese caso… - Los gritos provenientes del pasillo impidieron que llegara a amenazarlo. 

- ¡SOCORRO! ¡SOCORRO! ¡POR FAVOR AUXILIO!

- ¿Qué está pasando? – Preguntó la princesa.

Salieron en tropel de la alcoba, justo a tiempo de ver como la doncella que lo había llevado hasta allí caía al suelo cuando una especie de sombra voladora arrancaba la suya.

- ¡No! – Gritó Yasmín.

- ¿Qué demonios era eso? Santo Dios.

- ¿Santo Dios? – Preguntó extrañada Yasmín al oír ese término – ¿Qué quieres decir?

 

- Normalmente no estás tan callado Felix – Le dijo Pan a su esbirro – ¿Qué te inquieta?

- Estaba pensando en Devin, no creo que hayas hecho bien en matarlo.

- Tenía que saber cuál era el precio de fallarme. Pero… ¿A qué viene esto Felix? Llevamos muchos años juntos y nunca me habías reprochado nada.

- Solo digo que Devin te era leal, la prueba es que la reina tuvo que arrancarle el corazón.

- Ciertas personas no se pueden permitir vivir del pasado eternamente Felix, Devin solo era uno más.

- Si me sucediera algo parecido, ¿Acabaría yo de la misma forma?

- Parece mentira que toda esa palabrería salga de tu boca Felix, sabes que cada lost boy es distinto al anterior, cada persona es única.

- ¿Entonces?

- Aprecio tu lealtad de veras y sabes que confío en ti más que en los otros pero no es momento de tener dudas cuando el cuento está a punto de acabar.

- Me conformaré con ser tu más fiel acólito.

- Yo no he dicho que seas tal cosa, era él quién más ha conseguido acercarse a mí, y jamás podrás profesarme una lealtad como la suya.

- Han pasado muchos años – Felix respondió hastiado intentando disimular el enfado que le producía el tema, pero sabedor de que Pan lo notaría.

Peter cerró los ojos.

- Felix, en los mundos el tiempo no corre igual, pasa lo mismo con las personas – Volvió a mirarlo – y si de verdad estás si quiera intentando ocupar el lugar de Rufio, desiste porque nunca lo conseguirás.

- Está muerto Pan – Respondió desafiante echando por tierra su esfuerzo anterior por disimular. 

- No cometas el mismo error que Devin Felix, no recurras al pasado para mantener mi aprecio, consérvalo siendo útil en el presente por tu bien – Y despegó pegando una patada en el suelo para salir volando.

Felix corrió a su habitación y abrió la botella para que Cyrus saliera.

- ¡Cyrus, ha ocurrido algo terrible! Una sombra ha matado a dos criados, y por lo visto a algunos aldeanos también.

- ¿Una sombra?

- Sí, y se multiplica con cada una que atrapa.

- ¿Entonces?

- Deseo que mi sombra no pueda ser arrancada, no quiero morir.

- Hecho.

- Mas no he sentido nada.

- ¿Y qué esperabas fuegos artificiales?

- No yo…

- Ahora solo queda tu tercer deseo, mi libertad.

- En cuanto a eso… No sé si podré concedértela Cyrus.

- Me lo prometiste.

- Lo sé, al menos espera a que me haya casado con Yasmín, y a que nos libremos de la Sombra, entonces te liberaré.

- Al menos el mercader cumplía sus promesas – Dijo Cyrus enfadado al volver a la botella.

- Cyrus espera…

- ¿Para qué? Ya has mentido a todos los demás, me sentía discriminado.

Felix no sabía lo que era discriminar pero no sonaba bien.

- Por favor Cyrus entiéndelo, Ágrabah es peligrosa.

- No debiste crear esta maldita farsa, debimos haber huido al norte.

- Todavía podemos  ir.

- Ahora es imposible, has malgastado dos de tus deseos sin pensar en que la magia siempre tiene un precio.

- El precio de ser príncipe está resultando caro.

- Puede que el precio de tener una sombra inamovible lo acabe pagando yo.

Cyrus no volvió a contestar y Felix estaba tan cabizbajo que no se dio cuenta de que los ojos del retrato que colgaba tras él se movían. La pintura ocultaba al otro lado un pasadizo, donde la princesa Yasmín lo había oído y visto todo. Sin embargo, la atención de Felix se centró en un nuevo y extraño invitado. Una figura envuelta en una capa marrón que había aparecido en la esquina.

- Menuda forma de malgastar tus deseos, como dirían en tu tierra, Dios le da alas a quien no las necesita…

- ¿Quién eres tú?

- Tienes en tus manos un gran poder – Dijo con voz pausada.

- ¿De qué hablas?

- Y entiendes de el tan poco.

- ¿Eh?

- La ignorancia será la piedra que te cueste la vida – Y envuelto en oscuro humo negro desapareció.

NEVERLAND

Pan volvió al campamento donde permanecían los Lost boys, todo seguía igual, unos jugaban, otros descansaban y la mayoría simplemente no hacía nada.

- ¿Puedes creer que Rumpel no ha querido huevos? – Le dijo Peter a Felix, que se limitó a encoger los hombros por toda respuesta - Oh Felix, no irás a decirme que sigues enfadado…

Ignorado por su lugarteniente, Pan puso los ojos en blanco y se dirigió a Henry.

- ¿Qué hay chaval? Espero que tú estés de mejor humor.

- ¿Qué ocurre? – Preguntó Henry amable.

- Me recuerdas al Síndrome de Estocolmo – Dijo Pan al ver el tono amigable del crío.

- ¿Cómo puedes saber tú lo que es eso?

- Alguien me lo explicó – Contestó Peter sonriendo con nostalgia.

- ¿Quién?

- Alguien que murió, un lost boy.

- ¿Qué le pasó?

- Garfio – Se limitó a responder Pan.

Henry bostezó.

- ¿Tienes sueño?

- Un poco.

- Pues duerme, posiblemente ahora sea de noche en tu mundo y los sueños que se tienen en Neverland son los mejores.

Felix, que había estado más atento de lo que parecía a la conversación, se acercó a Peter entonces.

- Los niños se pelean entre ellos muchas veces, pero estas riñas nunca prosperan, y ¿Sabes por qué, Felix? Porque la amistad y lo bien que se lo pasan juntos es para ellos más importante que el orgullo.

- Creo que tienes razón, al fin y al cabo, Rufio está muerto.

- Y ambos sabemos que tenía que ser así – Sentenció Pan.

- De eso no estoy totalmente seguro – Dudó Felix.

- Yo sí, porque su muerte fue por el bien de todos.

Y de repente sin más, Pan se fue, era común que dejase las conversaciones a medias, tan común como molesto.

«Menos mal que me ocupé del bien de todos entonces» pensó Felix.

Después, Peter voló hasta la cima más alta de Neverland, se sentó en el cráter que había en su interior y se quedó allí, contemplando el infinito.

- Te echo de menos – Necesitó decir en voz alta.

  

Las noches en el desierto eran muy frías, Felix no sabía cómo las gentes de Ágrabah podían acostumbrarse a semejante contraste. Sin embargo, era genial estar cómodo y calentito bajo las mantas de su gran cama principesca, con al menos una decena de almohadones de pluma de oca y abundante agua y fruta fresca en la mesilla por si le entraba apetito de madrugada. Nada que ver con los cartones con los que solía cobijarse de la nieve en su mundo. Bien escondida entre sus ropas estaba la botella del genio, pues Felix había aprendido a no fiarse de nada ni nadie, atesorando lo más valioso durante sus años de vagabundo.

La enorme paz de la noche fue interrumpida bruscamente, tres guardias, uno fornido, otro muy gordo y otro extremadamente delgado irrumpieron en su alcoba y le agarraron con fuerza. No se había dado cuenta hasta entonces pero tampoco pudo hacer gran cosa cuando lo hizo, porque enseguida lo ataron y amordazaron debidamente. Fue entonces cuando apareció Yasmín.

- Te dije que no nos casaríamos y debiste hacerme caso, lo mismo que al tal Cyrus. ¿Un genio? Por favor… Sólo un necio pediría un deseo a un genio, todo el mundo sabe de lo taimados que son los resultados. Debes aprender a escuchar a la gente o todos te engañarán. Mas no creo que vayas a vivir lo suficiente como para ponerlo en práctica.

- ¿Qué quiere que hagamos con él alteza?

- Llévalo al foso de las Arenas Ardientes Razoul, yo escribiré una carta en nombre de nuestro príncipe diciendo que se retracta de la petición de mano.

- Andando rata callejera – Gritó el mastuerzo del guardia.

Lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta el desierto, lejos de Ágrabah, a una vasta extensión de arena que sobrevolaron en alfombra. Una vez se hubieron alejado lo suficiente de la ciudad, simplemente lo empujaron para que rodara por las dunas.

El dolor que sintió al entrar en contacto con el terreno candente fue indescriptible, pero lo peor sin duda era que las arenas lo absorbían, tiraban de él con tanta fuerza que pronto quedaría sepultado bajo aquella tierra. Los granos le arañaban la cara y le abrasaban la piel, gritaba pero los guardias ya se habían ido.

-¡SOCORRO! ¡SOCORR…! – La arena le entró en la boca y le impidió hablar.

Entonces recordó a Cyrus, aún tenía la botella en el turbante que seguía sobre su cabeza.

Intentó sacar las manos sin éxito, pegó un tirón con fuerza y un chorro de arena le cayó sobre la cara, abrasándole la mejilla. El turbante cayó y con él la botella a pocos centímetros de él. Ya casi lo sepultaban del todo, sólo le faltaban unos milímetros para alcanzarla… Y por fin la rozó con el dedo, lo que fue suficiente.

- ¿Se puede saber qué ocurre ahora? – Preguntó el genio aún molesto sin darse cuenta de lo que pasaba – Un momento, ¿Felix? – Entonces lo vio, casi inconsciente y con el rostro ardiente pero todavía luchando por mantenerse en la superficie – Felix tienes que ordenármelo, tienes que pedirme que te salve porque no puedo hacer trampas. ¿Quieres que te salve?

La cabeza de Felix cayó como un peso muerto.

- Lo tomaré como un sí. ¡IMPERVIUS! – Chilló Cyrus y Felix desapareció, al igual que el genio tras cumplir su tercer deseo…

NEVERLAND

- Aquí tienes Wendy – Dijo Felix dándole una manzana a través de las ramas que formaban las paredes de la jaula.

La chica la tomó y se la comió con ansias.

- ¿Quién estaba en la otra jaula?

- Nadie que te importe.

Wendy le miró con odio.

- ¿Qué ocurre?

- Por lo menos a mí me importa alguien.

- Es una lástima que a nadie le importes tú – Se quiso burlar Felix para desahogarse.

- Te equivocas.

- ¿Otra vez con la cancioncita de tus hermanos? Hace casi treinta años que abandonaron Neverland, ¿De veras crees que vendrán a rescatarte?

El comentario hirió a Wendy, que como un animal acorralado atacó arrojando su veneno.

- ¿Y tú? ¿Acaso crees que le importas a Pan? ¿Corresponde acaso a tu lealtad? No, todavía antepone a Rufio, ¿Cuánto hace ya de su muerte? ¿Casi treinta años? Qué triste.

- Agradece estar encerrada.

- Tú también lo estás, la única diferencia es que mi celda es más pequeña, pero al menos es mía. Tú debes vivir cautivo y obediente acompañando a tu amo como un perro sarnoso, porque eso es lo que eres para él.

- Debí imaginar que las manzanas sacan lo peor de la gente después de conocer a la Reina Malvada.

Wendy acercó su cara a los barrotes de la jaula y escupió a Felix.

- Ahí tienes tu manzana, quédatela ya que no puede sacar más mal de ti.

La botella de Cyrus había sido enterrada bajo las arenas ardientes, y es allí donde permanecería para toda la eternidad. Pero alguien había estado presenciando todo lo ocurrido desde que Razoul soltase a Felix, alguien nada caritativo y bastante insensible para no intervenir.

Envuelto en una desteñida capa marrón quedó sobrevolando las arenas e introdujo el brazo de una vez en aquella trampa mortal para sacar la botella.

- Por fin – La frotó y de nuevo salió Cyrus.

- ¿Quién eres tú?

- Alguien que entiende el precio de la magia y tiene los tres deseos pensados.

 

- Pero debes saber que…

- No necesito que me expliques nada. Quiero mi primer deseo. Deseo poseer poderes inconmensurables, la magia más poderosa de todas, la magia que está por encima de la de los genios, de la de las hadas y de la del Ser Oscuro.

- ¿Estás seguro?

- Sí.

Cyrus extendió sus brazos y agarró a Peter por los hombros. El joven empezó a convulsionarse y tras una sacudida más fuerte que las demás, se elevó por encima del genio envuelto en una espectral humareda verde.

- ¡SÍ! Después de tanto tiempo siento la magia correr bajo mi piel. Fascinante, hagamos una demostración – Aterrizó, el suelo ya no ardía – Revierte a la luna y el sol – extendió los brazos al cielo – deshaz este día y retorna otro atrás mi vida.

La luna se movió poco a poco y el sol salió de nuevo, había amanecido o mejor dicho, había atardecido de forma inversa ante la atónita mirada del genio.

- Y ahora mi segundo deseo genio.

- Creo que debes saber algo.

- ¿Es necesario?

- Un deseo como el tuyo conlleva un alto precio, y ese precio será que tu magia desaparecerá al mismo tiempo que tu juventud, mas por ende también perdurará de la misma manera.

- Y ese es mi segundo deseo, genio, quiero que me des la solución a esa cuestión.

Cyrus describió círculos en el aire con la mano e hizo aparecer un pergamino donde dibujado a carboncillo se distinguía el rostro de un niño.

- Necesitarás el corazón del verdadero creyente, pero tu mismo serás quien deba encontrarlo, pasarán muchos años pero también encontrarás otra vía de vida.

- Bueno, no me puedo quejar de tu respuesta, pero lo cierto es que tampoco me agrada.

- Sólo te queda un deseo.

Peter sonrió y levantó ambas cejas – Oh y apuesto a que esperas tu libertad ¿Cierto?

Los ojos de Cyrus brillaron con emoción.

- Bueno pues… Genio, deseo poseer el don de la omnisciencia.

- ¿Qué?

- Así no tendré que recurrir a nadie para saber sobre las cosas que no conozco, los favores se pagan he aquí la prueba.

Cyrus bajó la cabeza y un aura azulada rodeó a Pan antes de que el genio regresara a la botella.

- Y ahora Amara querrá esto… – Miró al horizonte – Debe aprender a no confiar en los niños, no siempre dicen la verdad y si lo hacen dejan de hacerlo en cuanto crecen – Así que lanzó la botella lejos, muy lejos…

Cuando pidió ser salvado, Felix apareció en mitad del desierto, el gran desierto que separaba Ágrabah de los otros reinos. Sin agua ni comida, bajo el sol abrasador y sintiendo en su rostro el dolor de las quemaduras al igual que en el resto de su cuerpo, caminaba por las dunas. Ya no podía más, cayó al suelo y decidió dejarse morir mientras veía acercarse a un chico que volaba vestido con agrestes y verdes ropajes.

«Un momento» pensó,  «¿Un crío que vuela por el desierto?»

- Aún no ha llegado tu hora – Dijo él desde el aire.

- ¿Quién eres? – Preguntó sin mirarlo convencido de que era un espejismo.

- Pan, Peter Pan, te he visto y he venido a salvarte.

- Ya me he cruzado con demasiados salvadores en dos días y han conseguido que eche de menos vivir en las calles.

- Ven conmigo al paraíso donde vivirás feliz para siempre, sin trabajos ni esfuerzos, sin necesidad de pensar ni meditar nada, y cuando digo para siempre me refiero literalmente a eso, pues el tiempo está congelado por lo que serás inmortal.

- Ya no creo en nada.

- Deberías, estás en un reino mágico, todo es posible.

- Me embaucas como hizo el mercader.

- Nada de eso, ven – Le tendió la mano - ¿Confías en mí?

- No – Dijo Felix que aún seguía tumbado en la arena.

- Entonces te salvaré por las malas.

La Sombra irrumpió en escena y agarró a Felix, ascendiendo con él hacia el cielo seguida de Pan, que resplandecía triunfante, por fin tenía toda su magia y un pequeño trofeo al que sabría cómo sacarle partido llegado el momento.