Fan Fic: A long time ago 5

Quinta entrega de este fic que tiene lugar en una tierra habitada por dioses, hombres y bestias donde veremos al joven Hércules intentando llevar a cabo los doce trabajos.

Chapter 5: Go the distance

Hace mucho tiempo, en una época de mitos y leyendas, donde los vetustos dioses dominaban a la humanidad con su poder, en un mundo donde reinaba la magia…

El muchacho salió hecho una furia del salón del trono del rey Euristeo, su rostro estaba rojo y sus puños estaban cerrados fuertemente. Era un adolescente atlético, vestía una apretada túnica carmelita sin mangas que permitía observar sus musculosos brazos, portaba además una espada de empuñadura dorada a su izquierda, también llevaba en cada muñeca un brazalete de piel, así como un cinto del mismo material con hebilla de oro. A sus espaldas llevaba una oscura piel de león como capa; así como un arco y su correspondiente carcaj, ambos dorados.

Salió casi corriendo por la puerta principal del palacio, sin percatarse de un joven que lo seguía y lo llamaba.

- Hércules, Herc.- gritaba el muchacho rubio a sus espaldas sin obtener respuesta. También era atlético, aunque más delgado y pequeño.

Afuera llovía y ambos jóvenes salieron bajo el torrencial aguacero. Entonces el perseguidor tocó el hombro del perseguido, el cual se viró bruscamente.

- Ahora no Yolao.- gritó Hércules-. Déjame solo.

Ni siquiera el frío aguacero primaveral consiguió apagar su ira, su mojado rostro seguía estando rojo. Su oscuro cabello estaba entripado, grandes goterones corrían por su cara, su mojada ropa se ajustaba más a su cuerpo.

No se percató de como el otro lo miraba, Yolao comenzó observando sus ojos, para después seguir una gruesa gota de agua que bajó desde sus pestañas, continuo por su nariz y se detuvo en sus labios. Por un momento Yolao contuvo la respiración mientras miraba los labios del otro, para después dirigir la mirada a su fuerte cuerpo que quería reventar la ajustada tela encogida por la lluvia.

- ¿Qué ocurre Herc? ¿Otra vez peleaste con el rey Euristeo?

- ¡Maldito sea Euristeo! ¡Maldita sea la perra de He…!- gritó Hércules.

- ¡Cállate!- lo interrumpió Yolao-. No sabes que los dioses tienen ojos en todas partes.

- ¡No me importa! ¿Qué más me pueden hacer?- gritó mientras abría los brazos y miraba al tormentoso cielo.

De pronto una luz blanca iluminó todo alrededor dejando ciegos instantáneamente a los dos muchachos, un árbol que se encontraba a cinco metros de ellos estalló en llamas. Entonces, un estruendoso trueno los ensordeció mientras estremecía el suelo bajo sus pies.

- Déjame solo, Yolao, Euristeo no me quiere aceptar el trabajo de la hidra de Lerna porque tú me ayudaste. Necesito estar solo- dijo mientras volvía la espalda al otro.

Yolao lo tomó por el hombro de nuevo, entonces Hércules se viró con tal fuerza que el otro cayó al suelo sobre su brazo derecho, mientras gritaba de dolor.

Entonces, el rostro de Hércules cambió, la pena sustituyó a la ira.

- Lo siento.- dijo mientras se arrodillaba junto al adolorido cuerpo del otro-. No fue mi intención, mi fuerza, no puedo controlarla. Siempre acabo haciendo daño a todos los que me rodean.

Yolao se incorporó aguantándose con su mano izquierda el hombro derecho.

- Hércules- dijo el otro llorando, posiblemente de dolor-. Yo solo quería ayudarte a que cumplas tu destino, que seas lo que siempre estuviste destinado a ser. Yo siempre te he querido.- diciendo esto se interrumpió-. Como un hermano. No te preocupes, no es nada.

- Es mi destino Yolao. A partir de ahora los próximos trabajos debo realizarlos solo.

Entonces Hércules abrazó a su amigo. Sus fuertes brazos incrementaban el sufrimiento de la adolorida espalda de Yolao, pero este no se quejó. Para Yolao nada importaba, el dolor y sufrimiento desaparecieron, junto con la tormenta, el viento, los estremecidos árboles y el resto del mundo que lo rodeaba, mientras se encontraba entre los brazos Hércules.

…

Algún tiempo después

Los dos jóvenes caminaban alumbrados a la luz de antorchas por el oscuro bosque, él cual solo era iluminado por las últimas luces del cielo nocturno que se filtraban entre las ramas de los frondosos árboles que los rodeaban.

Eran muy diferentes los jóvenes, uno era alto y musculoso y el otro delgado; el primero vestía como un guerrero, con una ajustada túnica, brazaletes, sandalias y cinturón de cuero, y una capa de piel de león a sus espaldas; el segundo más bien parecía un artista, con una larga y blanca túnica de lino blanca. El más fuerte de los dos iba abriendo el paso con una espada en su mano derecha, con la cual eliminaba fácilmente la maleza que se atravesaba en su camino, y una antorcha en la otra; el otro llevaba en una mano una antorcha y en la otra una lira, a sus espaldas llevaba en un morral una garrafa aparentemente de vino.

Entonces llegaron a una claro en medio del frondoso bosque, este era iluminado por la estrella del amanecer, la cual anunciaba la próxima llegada del alba. Una fina neblina blanca cubría el suelo; surgiendo de ella, por doquier se podían observar unas hermosas flores de tonalidades entre rosa y blanco, las cuales surgían de pequeñas plantas con largas y puntiagudas hojas de un verde muy oscuro.

Cualquiera que observara al muchacho más fuerte hubiera observado una tristeza que lo embargaba, su rostro palidecía.

- Llegamos- dijo el muchacho de la túnica blanca. Mientras sacaba el ánfora de vino y se daba un trago. En esta se podían ver bellamente pintadas las nueve musas.

- ¿Seguro que es aquí?- preguntó el otro.

- Sí, Hércules. Me lo dijo mi madre.- dijo mientras señalaba el dibujo del ánfora.

- ¿Tu madre está dentro de la garrafa de vino? – preguntó Hércules sonriendo.

- No, Herc. Sabes que mi madre es la musa Calíope.- dijo el artista lanzando una carcajada. - Ella me habló de la estrella del amanecer, este mágico ser aparece en este lugar cuando se aproxima el alba, es capaz de cumplir nuestros deseos más profundos.

- Yo lo único que quiero es terminar de cumplir mi destino.- dijo Hércules tristemente.

- Te veo triste Herc, quizás con un poco de música logre alegrarte y que la estrella se manifieste.

Diciendo esto Orfeo comenzó a cantar una bella canción, mientras con su lira hacía surgir una hermosa melodía.

Una vez soñé, que en algún lugar,

Yo podía ser alguien si lograse amar,

Y también soñé que si he de triunfar

Mi orgullo aferrado tendré que superar.

Un día llegaré, no importa la distancia,

Un rumbo encontraré y tendré valor,

Paso a paso iré y persistiré,

A cualquier distancia yo el amor alcanzaré.

Una vez te vi, era todo ideal,

Y aunque fuese un sueño te sentía junto a mí,

Sé que estas ahí, ya te encontraré,

Aunque tarde una vida yo jamás renunciaré.

Un día llegaré, no importa la distancia,

Un rumbo encontraré y tendré valor,

Paso a paso iré y persistiré,

A cualquier distancia yo el amor alcanzaré.

Más allá de toda gloria, del orgullo y el valor,

El poder de un héroe está en su corazón.

Un día llegaré no importa la distancia,

Junto a ti estaré, con tu resplandor,

Paso a paso iré y persistiré,

A cualquier distancia yo tu vida y tu amor tendré.

Si la intención era alegrar a Hércules la canción tuvo un efecto contrario, esta lo entristeció de tal forma que sus ojos se aguaron. Entonces se arrodilló y acarició delicadamente una de las flores rosas que surgía de un pequeño arbusto frente a él.

Entonces algo llamó la atención de los dos jóvenes, en el cielo la estrella del amanecer destellaba de un modo extraño. Lo que hizo que ambos dirigieran su vista al cielo. El halo luminoso parecía que se acercaba hasta quedar frente a ellos, donde se manifestó como una bella joven, de cabellos y piel plateados que parecían despedir cierto fulgor del mismo color. Vestía una túnica argentina que hacía juego con el resto de ella, sobre sus cabellos había una corona de azucenas. Sus ojos eran de una azul tan intenso que quien los mirara mucho sentiría que volaba por lo más alto del cielo o se hundía en las profundidades del mar. A sus espaldas tenía lo que parecían ser unas enormes alas de mariposa.

- Te estaba esperando, Hércules- dijo la joven con una dulce voz- Mi nombre es Viviane, conocida también como la estrella del amanecer o la dama de blanco, soy la reina de las hadas.

Al oírla los dos jóvenes se arrodillaron humildemente frente a ella.

- Poderosa señora- dijo Hércules- usted que todo lo sabe y todo lo ve, debe saber quién soy y por qué vine a verla. Debe saber que nací con un origen real y divino, el cual me fue arrebatado. La única forma de recuperar mi destino es cumplir doce difíciles trabajos impuestos por un cruel rey, que a su vez sirve a una poderosa diosa que me odia. Me falta por completar el último y más difícil de los trabajos, debo matar a una poderosa bestia que custodia el Averno, vengo a solicitarse su ayuda y consejos para saber cómo llegar a ella y vencerla.

- Lo sabía, por eso te esperaba. Alguien que estuvo allí te indicará cómo completar tu última tarea- diciendo esto la estrella del amanecer unió sus manos y cerró los ojos y comenzó aparentemente a rezar, hablaba tan bajo que los jóvenes no podían oírla. Entonces, el resplandor alrededor de ella se intensificó dejándolos por unos instantes ciegos. 

Cuando recobraron la visión vieron junto al hada a alguien más. Era otra bellísima joven de ojos aparentemente violetas, los cuales contrastaban de un modo mágico con sus oscuros cabellos y su blanca piel. Vestía una túnica dorada que relucía a la luz del ligero fulgor que desprendía su piel. A sus espaldas también se podían observar unas enormes alas de mariposa.

A Orfeo se le escapó un comentario.

- ¡Por Zeus! Disculpen mi atrevimiento pero que bellas son todas ustedes. Daría parte de mi vida por poder visitar por un día el mágico reino de las hadas.

La joven de cabellos oscuros lo miró con sus preciosos ojos y Orfeo pensó que se derretiría ante esa mirada. Sus sensuales labios rojos se despegaron mostrando una magnífica hilera de blancas perlas.

- No soy un hada, soy una diosa. Mi nombre es Psique y vivo en el Monte Olimpo.

Entonces Orfeo comenzó a tocar su lira y a cantar.

Para vencer una bestia malvada,

El héroe buscó una estrella,

Esta, una poderosa hada,

Era una mujer muy bella.

La estrella invocó a una diosa,

La cual resplandecía tanto como ella,

Y era también hermosa,

Con lindas alas de mariposa.

- ¿Usted me ayudará a visitar el Averno y vencer al perro de tres cabezas?- preguntó Hércules incrédulo, ignorando el arranque poético de su compañero.

- Hace mucho tiempo estuve allí, cuando aún era humana, te indicaré todo lo que yo hice y supongo que un héroe tan valeroso no tendrá muchos problemas. Te aconsejo algo, el poder de un héroe está tanto en su corazón como en su razón, no dejes de escuchar a ambos.- diciendo esto la joven se acercó a Hércules y tomándolo de las manos lo ayudó a levantarse.

- ¿Usted cuando era una humana estuvo allí? ¿Qué fuerza la hizo acometer una tarea tan peligrosa?

- Al igual que a ti una poderosa diosa me impuso un conjunto de tareas, cada cual más difícil. Aunque mi objetivo final no era la divinidad, al final la alcancé como premio. La fuerza que me hizo afrontar tantos peligros, es la que gobierna a la tierra y a todo el universo, el poder más poderoso ante el cual hombres y dioses sucumben, el privilegio supremo que solo algunos dichosos pueden alcanzar: el amor.- dijo Psique con una voz cada vez más emocionada, sus ojos resplandecían mientras hablaba.

- Un privilegio que me está vedado- dijo Hércules bajando la cabeza- Ahora, por favor dígame como puedo vencer a Cerbero y alcanzar mi destino divino.

- Está bien, debes seguir mis indicaciones al pie de la letra y espero no tengas problemas. Debes dirigirte a la orilla del río Estigio al anochecer, allí esperarás la llegada del barquero. Allí podrás observar como una oscura niebla cubre el río y verás acercarse a una barca que aparentemente navegará sobre ella con un anciano encapuchado de piloto. Este anciano es el barquero Caronte, al llegar la barca a la orilla deberás montarte sin decirle palabra al barquero y pagarle con un óbolo de plata, deberás llevar dos, uno para la ida y otro para el regreso. En el camino al Averno varias personas te pedirán ayuda, deberás ignorarlas a todas. En la entrada del Averno encontrarás a Cerbero custodiándolo, a partir de ahí la tarea de vencerlo está en tus heroicas manos.

- Hércules- dijo Viviane- necesito pedirte un favor cuando estés en el Averno. Hades, el dios de la muerte, tiene un oscuro plan en sus manos que pudiera sumir al mundo tal y como lo conocemos en las tinieblas. Necesitamos que cuando te encuentres allí, una vez venzas al monstruo, robes el báculo del dios y me lo traigas, sin él no podrá completar su terrible plan.

Mientras decía esto Viviane observaba a Psique que asentía con la cabeza.

- Poderosas señoras, lo haré. Muchas gracias por su ayuda, divina Psique, espero pronto tener un lugar cerca suyo en el Monte Olimpo.

…

Oculto en unos arbustos, Hércules observaba la laguna, que resplandecía a la luz del sol con un brillo mágico. El lago estaba rodeado de árboles, de los cuales caían unas flores de una tonalidad entre rojo y anaranjado, que quedaban prendidas en las puntas de las doradas yerbas. 

El joven guerrero acechaba agazapado por las ramas que lo cubrían, como cualquier cazador, en espera de su presa. Tenía el arco en sus manos presto a disparar nada más que su víctima apareciera, pues había escuchado sobre la rapidez del animal.

De pronto, observó un revoloteo en las cristalinas aguas, pero lo que apareció ante la vista no era un animal, al menos en sentido más estricto de la palabra pues hubiera sido una deseada presa por más de la mitad de la población mundial. Hércules quedó cautivado por la visión, al extremo que por un instante olvidó su misión en ese lugar y como común observador se dedicó a observar la belleza del ser que tenía frente a sí.

De las aguas de la laguna surgía una adolescente, cuya bronceada piel resplandecía ante la luz solar. Su piel estaba cubierta por una túnica blanca que de tan mojada se pegaba a su cuerpo, permitiendo apreciar las más bellas curvas. Se podían observar unos generosos senos, los cuales cual pétalo de flor terminaban coronados en unos oscuros pezones que se transparentaban tras la tela; un finísimo talle continuaba en unas amplias caderas, las cuales estaban rodeada por un cinturón de oro, del cual colgaban unas pequeñas hojas de la laurel del mismo material que tintineaban al chocar entre sí. Sus cabellos eran oscuros y rizados y sus ojos parecían dos esmeraldas.

Pero Hércules no era el único cazador que espiaba la laguna, de detrás de un arbusto que se encontraba a su derecha surgió un enorme centauro, cuya mitad equina era oscura como la noche y su trigueño torso humano estaba cubierto de cicatrices, al parecer de cien batallas, se podía observar el rostro de un hombre en la flor de la vida sobre el cual surgía una larga y enredada cabellera negra, en sus anchas espaldas portaba un oscuro carcaj y un arco.

El centauro rápidamente llegó a la orilla de la laguna y atrapó a la bella ninfa, que gritaba y se retorcía entre sus manos como un pez al que sacaran del agua.

Sin pensarlo dos veces Hércules se dirigió hacia la violenta escena que tenía ante sí, el musculoso centauro sostenía con sus fuertes brazos a la joven por el fino talle, la cual forcejeaba, gritaba y lo golpeaba inútilmente con brazos y pies.

- ¡Suéltala! – gritó Hércules plantándose valientemente ante el centauro y desenvainando su espada.

- Muchacho, búscate otra ninfa, esta la encontré yo primero.- dijo el centauro, Hércules pudo observar en su parte equina un enorme miembro caballuno erecto.

Entonces el muchacho dio un fuerte golpe en el suelo con su puño, este se estremeció, cual si hubiera habido un terremoto. El centauro se tambaleó y soltó a la muchacha la cual se escondió detrás de Hércules.

Pero el centauro rápidamente se restableció y se dirigió trotando hacia Hércules, entonces, sosteniéndose en sus patas traseras, elevó las delanteras al aire con la intención de aplastar con ellas al joven héroe.

Sin embargo, Hércules rápidamente había armado su arco con una negra flecha que había sacado de su carcaj.

- ¡Da un paso más y será el último! Te estoy apuntando con una flecha cubierta con el veneno de la hidra de Lerna, por donde quiera que te roce sufrirás una muerte atroz. Te aseguro que nunca fallo, donde pongo el ojo pongo la flecha- dijo el muchacho, que acostado en el suelo apuntaba al pecho caballuno que tenía ante él.

El centauro al oírlo, en un peligroso equilibrio, trotó par de pasos hacia atrás sobre sus patas traseras, entonces incorporó las delanteras y raudamente desapareció entre los árboles.

Entonces la beldad se paró frente a él y le extendió la mano para que se levantara del suelo. La muchacha sonreía, mientras su piel de bronce resplandecía ante el sol que tenía a sus espaldas. Hércules tomó la suave mano y dejó que lo ayudara a levantarse, era más fuerte de lo que él hubiera pensado.

- Creo que ese potro no te volverá a molestar.- dijo Hércules devolviéndole la sonrisa, ninguno de los dos hacía ningún gesto por soltar la mano del otro- Soy Hércules.

- Gracias por salvarme la vida. Mi nombre es Nébula.- respondió la muchacha.

…

Hércules se encontraba acostado en la orilla del río Estigio, observaba el estrellado cielo mientras jugueteaba con una flecha dorada. Pensaba que quizás dentro de unas horas completara su último trabajo y por fin podría reunirse en el Olimpo con su padre, alcanzaría su destino divino o moriría en el intento. Pensaba en la bella diosa que había visto el día anterior, su historia de que una poderosa diosa le había obligado a cumplir también inhumanas tareas y ella las había realizado todas, no por alcanzar la divinidad, lo había hecho por amor.

Es posible que esa fuera la respuesta que buscaba, quizás no se trataba de llegar a la meta, si no el camino que debías recorrer para alcanzarla. Observó las oscuras aguas del río Estigio, estas apenas reflejaban los astros celestes.

De pronto, observó como una oscura niebla cubría el río, en la distancia una barca se acercaba, la cual parecía flotar sobre la neblina. Esta era manejada por un ser encapuchado, que al parecer llevaba muchos años desempeñando tan cruel trabajo.

Entonces sintió una presencia a sus espaldas, su instinto de cazador le permitía estar alerta ante cualquier ligero sonido. Se volvió y se encontró ante una hermosa joven de regias vestiduras y cabellos como el fuego que corría hacia él, sobre su cabeza portaba una pequeña corona dorada con incrustaciones de rubíes.

- ¿Eres Hércules?- preguntó la joven con voz azorada.

- Sí, señora. ¿Quién eres? ¿Cómo supiste que estaba aquí?- preguntó el joven intrigado.

- El músico Orfeo me comentó que podía encontrarte aquí, tuve suerte de hacerlo antes de que partieras. Mi nombre es Calipso, necesito tu ayuda. Necesito un héroe que me ayude a liberar a mi reino de un terrible monstruo que lo amenaza.

- Calipso, estoy a punto de embarcarme rumbo al inframundo para cumplir el último trabajo, antes de poder reunirme con mi padre. Después te ayudaré con el monstruo que me mencionas.- dijo Hércules mientras observaba que la barca había llegado a la orilla.

Calipso se arrodilló ante él desesperada llorando.

- ¡Por favor! Mañana será demasiado tarde para mi reino, si no vienes ahora conmigo mi amada isla Ogigia dejará de existir. Te prometo que después te ayudaré con tu último trabajo- dijo la joven llorando desesperada.

- Está bien, te ayudaré ¿Cómo llegamos a tu isla?- dijo Hércules, resignado a que debería posponer su destino una vez más.

Entonces, la joven de entre sus ropas sacó una vela oscura. Se la dio a sostener a Hércules mientras flotando dos piedras hacía surgir una llama y la encendía.

- Cierra los ojos y dame la mano. Cuando los abras nos encontraremos en mi reino.- dijo Calipso. Así lo hizo Hércules, entonces la luz de la vela iluminó todo el lugar para después disminuir hasta desaparecer, con esta desparecieron Hércules y Calipso.

Apenas había desaparecido Hércules de entre los árboles apareció el joven Orfeo. Su aspecto era el de una persona desesperada, su otrora blanca túnica ahora estaba sucia y desgarrada, sus cabellos desgreñados, su rostro demacrado y enrojecido, evidenciando que había llorado mucho. En su mano derecha llevaba su mágica lira.

- ¡Hércules! ¿Dónde estás?- gritó mientras mesándose los cabellos se lanzaba al suelo llorando. - Hércules, mi amada Eurídice ha muerto, necesito ir contigo al Averno para recuperarla.

Orfeo se percató que Hércules no se encontraba allí, aunque había estado hacía muy poco pues había dejado abandonada en el suelo una de sus flechas doradas. Entonces, vio la barca que se encontraba anclada en la orilla, sobre la oscura niebla, pilotada por el anciano barquero encapuchado.

El joven músico revisó en su bolso para confirmar si tenía algún óbolo, y sin pensarlo dos veces, tomó la lira y subió a la barca.

…

Había oscurecido sobre la laguna de Cerinea. Una luna, en su cuarto creciente, se reflejaba en las cristalinas aguas, junto con su séquito estrellado. Una ligera briza movía las aguas distorsionando el reflejo de los astros celestes. En la orilla se podía observar una hoguera y junto a ella, recostados a un frondoso árbol, cubiertas sus espaldas con una gruesa piel de león, se encontraban dos jóvenes.

La joven estrechó los brazos sobre su pecho, como muestra que la temperatura había bajado y sentía su efecto en la bronceada piel.

- Aquí tiende a hacer frío en las noches, lo debes haber notado.- dijo la joven, mirando sonriendo al muchacho, que a pesar de la temperatura, guardaba una respetuosa distancia con su compañera.

- ¿Qué hace una bella muchacha como tú viviendo en un agreste sitio como este? Tú lugar debería ser un palacio rodeada de servidores.- dijo el joven, mirándola a su vez, aunque inmediatamente desvío la mirada, la profundidad de sus ojos verdes lo inquietaba.

- Soy una esclava del destino igual que tú, vengo de una lejana ciudad, donde mi padre era llamado el Príncipe del bosque y gobernaba sobre una pequeña aldea donde todos sus súbditos lo seguían y lo amaban. Pero vinieron unos crueles invasores, arrasaron nuestra aldea y destruyeron todo, pude observar como mi padre era pasado por la espada. Mi juventud y belleza me salvó de la muerte, pero fui convertida en esclava. – por las bronceadas mejillas de la muchacha corrieron lágrimas, el joven no pudo evitar acariciarle el rostro para tranquilizarla, lo que le arrancó una sonrisa a la joven.

- Lamento tu cruel destino, Nébula.

- Gracias, Hércules.- dijo la joven sonriéndole- El cruel rey que destruyó a mi pueblo respetó mi virtud e inocencia porque decidió entregarme como ofrenda a una diosa. Hasta que me escapé hace unos días viví como sierva en su templo.

- Por lo que veo ninguno de los dos ha tenido una buena vida.- dijo Hércules mirando al suelo, mientras con fino palo hacía figuras en la tierra.- Antes de nacer estaba destinado a ser el rey más poderoso del mundo, profetizado por mi padre, el rey de los dioses.- diciendo esto alzó su vista al horizonte y señaló con el palo en esa dirección.-Pero su celosa esposa me tronchó mi destino y su protegido Euristeo terminó poseyendo todo lo que debería ser mío. Esclavo del destino terminé sirviendo al rey que odiaba y me robó todo. Ahora debo cumplir un conjunto de tareas impuestas por el cruel soberano, a instancias de la reina de los dioses, para poder estar junto a mi padre y como dios morar el Monte Olimpo.

La muchacha miró fijamente a Hércules y sonrió. Entonces se puso de pie y le extendió una de sus manos a Hércules.

- Baila conmigo, Hércules, así nos olvidamos de las tristezas y de paso se nos quita el frío- dijo ella sin dejar de extender la mano.

- No soy muy buen bailarín, además no hay música.- respondió Hércules extrañado por el espontáneo impulso de Nébula.

- La música la podemos imaginar.

Al decir esto Nébula comenzó a moverse al ritmo de una música inexistente. Hércules estaba extasiado ante el rítmico y sensual movimiento de sus caderas, que hacía tintinear las doradas hojitas de su cinturón. Sus perfectas formas se insinuaban a través de la ajustada y semitransparente túnica blanca. En cada meneo se podía observar como palpitaban sus carnes y se movían sus generosos senos.

Ella le seguía extendiendo sus manos a Hércules, que al fin se dejó convencer y comenzó a moverse torpemente frente a ella. Entonces, Nébula colocó sus brazos alrededor de su cuello, mientras él la tomaba por el talle, apoyándose, sin poder evitarlo, en las prominentes nalgas.

Hércules sentía como un calor lo embriagaba, poco a poco, haciéndole hervir la sangre. Sus cuerpos estaban unidos cual si fueran uno, a través de la suave tela de la túnica de ella podía sentir su palpitante y caliente piel. En un instante la frialdad ambiental se convirtió en un lejano recuerdo. Casi podía sentir en su pecho uno de los suaves senos, mientras sus manos habían descendido, gracias al rítmico movimiento, hasta las prominentes nalgas.

Hércules trató de concentrarse en los bellos ojos esmeraldas, que parecían rodeados de una aureola dorada, pero al mirarlos fijamente se sintió perdido y desnudo en una frondosa y verde jungla, con el sol a sus espaldas y rodeado de animales salvajes. Bajó la vista hasta los gruesos y sensuales labios púrpura, los cuales parecían perennemente húmedos, pero esto no ayudó, estos llamaban a los suyos a fundirse en un beso y sin poder detenerse se dejó llevar.

Se besaron y todo alrededor desapareció para los jóvenes, mezclaron inconscientemente piel, saliva, lenguas. Se atrajeron con más fuerza uno al cuerpo del otro, haciéndose uno en el apasionado beso. Las manos de ella lo atraían y las de él jugaban inconscientes con las frondosas nalgas. Hércules no pudo contener cierta parte de su cuerpo que en medio del calor tomaba vida propia, la presión era tan fuerte que pensaba que en cualquier momento se rompería su túnica.

De pronto, Hércules reaccionó y libre del encantamiento hormonal dio un paso atrás.

- ¡Espera! Creo que no deberíamos avanzar más, nos hemos dejado llevar por el calor del momento, pero eres una doncella y yo no debería ultrajarte. Soy un héroe y mi deber es proteger al inocente sin pedir nada a cambio, no puedo dejar que pienses que debes pagarme de alguna forma.- Hércules dijo estas palabras atropelladamente, su rostro estaba enrojecido.

Nébula sonrió.

- Mi querido Hércules, no lo hago porque piense que deba pagarte algo, ni porque me considere un premio ganado en una batalla. Desde que te vi me atrajiste, con tu belleza, tu valor al enfrentarte a ese terrible monstruo que quiso violarme. Nada más cruzar miradas contigo mi corazón se aceleró y sentí una desconocida fuerza que vibraba en mi interior. Además, hay algo que no te conté. Mi belleza y mi virtud han sido mi maldición. El cruel tirano que invadió mi pueblo lo hizo porque mi padre se negó a entregarme en matrimonio. Cuando se proponía a violarme una poderosa diosa intercedió por mí y desde entonces me convertí en su sierva, pero no he vivido un segundo de paz, pues pasé de las manos de un amo para otro.

Los ojos de la muchacha se aguaron mientras contaba esta historia.

- Hércules, dime ahora mismo que no me deseas y te dejaré en paz.- dijo Nébula altivamente.

Hércules no pudo articular palabra, no podía ocultar que también se sentía atraído por la bella ninfa.

Nébula comprendió la mirada que la escrutaba, pues esta valía por cien palabras. Con un movimiento ágil el cinturón y la blanca túnica cayeron al suelo quedando ante la vista de Hércules la belleza de la muchacha en toda su plenitud. Sin hablar se dirigió hacia el valiente héroe. 

El joven parecía petrificado ante la bella visión que se acercaba a él. Ella comenzó acariciarlo y de pronto se encontró igual que Nébula, con las ropas que traía cuando vino al mundo.

Ella con una de sus manos lo acariciaba alrededor del cuello, mientras con la otra hacía lo mismo con el enhiesto sexo. Hércules no pudo contener una especie de placentero escalofrío, cuando las manos de ella tocaron su parte más sensible.

Nébula lo empujó y él cayó de espaldas acostado sobre la piel de león. Había algo que él no se atrevía a confesar, ya a sus cortos años había realizado múltiples hazañas, su nombre era conocido en muchas partes por liberar aldeas de asaltantes y bestias, por defender siempre al inocente, sin embargo había un monstruo al que no se había enfrentado, este era llamado vagina. Era tan inocente como supuestamente ella lo era.

Nébula comenzó a acariciar el inmóvil cuerpo de Hércules, lo besó en los labios mientras con sus manos acariciaba su sexo, sus labios fueron bajando por su cuello, deteniéndose en una de las tetillas del muchacho, mordiéndola suavemente lo que lo hizo gemir. Entonces ella continuo bajando introduciendo el erecto sexo en su boca con gran trabajo, pues apenas cabía. El sintió entonces un placer indescriptible, mientras los labios de ella lo hacían explorar lugares desconocidos, en un momento determinado sus labios masajearon la parte más sensible de su sexo lo que lo hizo reprimir un gemido, mientras con sus puños apretaba fuertemente la piel de león.

Por alguna razón, en este momento, recordó su primera experiencia con la sexualidad, hacía varios años:

Los pequeños Hércules y Yolao descansaban detrás de unos arbustos, a la orilla de una cascada que caía rítmicamente en las aguas cristalinas de un hermoso río, rodeado de floresta. Los muchachos habían tenido un ajetreado día jugando en el bosque, primero estuvieron persiguiendo unas gallinas salvajes durante horas sin éxito, hasta que a Hércules se le ocurrió la idea de tenderle una trampa con unos granos de maíz y logró capturar a una; después estuvieron recogiendo manzanas trepándose en altos árboles y habían terminado nadando en el río, exhaustos se tiraron a descansar en su orilla.

Un chapoteo despertó a Hércules y acercándose sigiloso a los arbustos observó que ocurría en el río. Allí pudo observar dos hermosas ninfas de cabellos dorados bañándose bajo la cascada, ignorantes de la presencia de intrusos, estaban de pie, con sus cabezas hacia atrás dándole a Hércules una buena vista de dos perfectos pares de senos, coronados por rosados pezones.

Entonces las muchachas comenzaron a jugar, tirándose agua una a la otra, hasta que se acercaron y comenzaron a acariciarse de una forma que nunca había visto a dos mujeres hacerlo.

Hércules se dirigió a donde dormía su amigo. Le puso una mano en la boca y con la otra le tocaba por el hombro. Yolao se despertó sobresaltado. 

Hércules se puso un dedo en la boca, mientras con el otro le señalaba a Yolao en dirección al río, este comprendió el gesto y se dirigió hacia donde su amigo le indicaba; mientras las ninfas continuaban sus juegos ignorantes de los espías.

El pequeño Hércules sintió que la vista de las bellas jóvenes le provocaba en su cuerpo reacciones desconocidas, sintió que su órgano de hacer pipi se hinchaba de manera incontrolable al punto que la ajustada túnica no lo podía contener. El rostro del niño manifestó una expresión mezcla de vergüenza y terror.

- ¿Qué te ocurre, Herc?- preguntó Yolao asustado al ver la expresión de su amigo.

- No lo sé.- respondió Hércules asustado- Algo le pasa mi pipi, no sé que pudiera ser.

Entonces sacó de su túnica el erecto sexo, muy desarrollado para su corta edad. Yolao comenzó a observarlo con una expresión extraña, se quedó como si estuviera petrificado, lo cual asustó aún más a Hércules.

- ¿Es algo malo verdad? Lo sabía, no puedo dejar de lo olvidar lo que me contó un pescador sobre un mal terrible que había afectado a un rey de Troya.- dijo Hércules cada vez más asustado.

- No, Hércules. Es completamente normal, es parte de la vida de todos los hombres- dijo Yolao sonriendo, saliendo de su ensimismamiento.

- ¿Pero cómo lo vuelvo a su forma normal? ¿Qué lo provocó?

- Lo provocaron esas bellas ninfas. ¿Has oído hablar del juego de envainar y desenvainar la espada? Este te dará un placer como el que nunca has recibido antes.- respondió Yolao sonriendo.

- No te entiendo, Yolao- dijo Hércules, en su voz el susto no había pasado.

Entonces Yolao sacó de su túnica su miembro, el cual también estaba erecto.

- A ti también te ocurre.- dijo Hércules más tranquilo.

- Si, Herc, mira este es el juego de desenvainar y envainar la espada.- diciendo esto Yolao puso su mano derecha alrededor de su miembro y le hizo una demostración a su amigo, primero hacia adelante, como si sacara una espada de su vaina y después hacia atrás, como si la volviera a introducir.- Ahora hazlo tú.

Hércules repitió los movimientos de su amigo pero a una velocidad mayor, desesperado porque su pipi volviera la normalidad.

- Más despacio, Herc, así sentirás un mayor placer. Además en algún momento jugarás con una ninfa como esas y ellas te agradecerán si no lo haces muy rápido- dijo Yolao, haciéndole una demostración a su amigo.

- Ahhhhhhh.- gritó Hércules cuando su sexo explotó como un volcán ante las hábiles artes de

Nébula.- Por Zeus, Nébula, me engañaste, me dijiste que no tenías experiencia en esto.

- Hércules, los animales lo hacen y no necesitan para esto estar muy experimentados. Tanto tú como yo somos seres salvajes, solamente me estoy guiando por mis instintos, espero que tú hagas lo mismo- mientras decía esto se limpió con las manos parte de la semilla del héroe que quedaba en sus labios.

Ella lo besó en los labios apasionadamente y el sintió en los sensuales labios un sabor extraño, el sabor de su propia semilla. La sangre de él hervía, entonces con su mano derecha la tomó por el talle y la atrajo hacia sí, mientras que con la otra mano le acariciaba la parte baja de la espalda, de donde surgían las prominentes nalgas. Con un brusco giro se volteó quedando él sobre ella, comprendió a que se refería con lo del instinto animal.

Poniéndose de rodillas colocó las piernas de Nébula alrededor de su cintura, mientras ella colocaba sus brazos alrededor del fuerte cuello sin dejar de besarlo en los labios. Entonces Hércules la apoyó contra el árbol y le dio una fuerte primera embestida. El árbol se estremeció desde sus raíces y los pájaros que dormían en sus ramas levantaron vuelo con molestos chillidos. Las gotas de virginal sangre cayeron sobre la piel de león, camuflajeándose en la oscura piel. Ella gritó de placer.

- ¿Estás bien? – preguntó Hércules asustado, pues recordaba que con un golpe más suave había derrumbado la columna de un templo en Atenas.

- Hércules, no soy de porcelana para romperme tan fácil- respondió Nébula sonriendo- Créeme, conmigo puedes ser tú mismo.

No obstante a eso, Hércules comenzó a poseerla con más suavidad y pausados movimientos, mientras ella gemía de placer, sintiendo ante cada embestida como el grueso miembro llegaba hasta las profundidades de sus entrañas. Nunca en su vida había sentido tanto placer.

Así siguieron los principiantes, durante horas, jugando el juego del amor; teniendo por únicos testigos a la luna y las estrellas en su lecho celestial.

Después de horas de nuevos y desconocidos placeres, los jóvenes se encontraban abrazados desnudos sobre la oscura piel de león. Ambos miraban al cielo tratando de pensar que les depararía el futuro después del apasionado presente.

- Hércules- dijo Nébula mirándolo.

- Dime.- respondió Hércules sonriéndole.

- Estaba pensando en lo que me contaste sobre tus trabajos. Quizás las cosas no sean como parecen. Me contaste que Euristeo y la diosa Hera te odian, es posible que solo deseen tu perdición.

- ¿A qué te refieres?- preguntó Hércules intrigado.

- Me refiero a que tus dos primeros trabajos, el león de Nemea, cuya piel nos sirve de colchón, y la hidra de Lerna, eran terribles monstruos. Sin embargo, la cierva que buscas es un animal hermoso y sagrado que no le ha hecho daño a nadie, con su belleza solo hace feliz a quienes la observan. Además, está consagrada a la diosa Artemisa, si cazándola le haces daño, esta no te lo perdonará.

- Mi dulce Nébula- dijo Hércules acariciándole el cabello- Ya he pensado todo lo que tú me dices, pero no puedo hacer nada. De mis trabajos depende que pueda reunirme con mi padre, incorporándome al Olimpo como un dios más.

- Hércules, eres un héroe, y los héroes siempre buscan una alternativa, solo te aconsejo porque te amo, a pesar que hace unas pocas horas que nos conocemos. Prométeme que lo pensarás y que buscarás la forma de no hacerle daño a la cierva, pues esto sería tu perdición.

- Lo prometo.- dijo Hércules sonriendo y la besó en los labios.- Yo también te amo, Nébula.

Al poco rato ambos se quedaron dormidos.

Hércules despertó por una especie de chapoteo poco antes del amanecer. Miró a su lado y Nébula no estaba, se encontraba desnudo y solitario sobre la piel de león, bajo el despejado cielo nocturno, con la luna en cuarto creciente vigilándolo desde la bóveda celeste.

Dirigió su vista hacia la laguna para ver que lo había despertado, así pudo observar en la orilla del río una hermosa cierva dorada que abrevaba en la orilla, su dorada pelambre reflejaba la luz de la luna.

Hércules comprendió que esa era su misión en los bosques de Cerinia y su tercer trabajo: Capturar a la cierva y llevarla ante el rey Euristeo. Sin embargo, pensó en lo que le dijo Nébula y comprendió que podía tener razón. Podía ser una trampa de Euristeo y Hera para traerle la perdición, en el mejor de los casos corromper su puro espíritu de héroe.

Pensó rápido en la posibilidad de su destino divino y comprendió lo que debía hacer. Era un arquero con una puntería sin par, le dispararía en una de sus piernas, entre el tendón y el hueso, así le impediría huir pero no le haría un daño grave. Después se la llevaría al rey Euristeo y buscaría la forma de liberarla.

Tomó de su carcaj una flecha y apuntando precisamente a su objetivo disparó. Un terrible berrido rompió el silencio nocturno, muy parecido al llanto de un niño. Hércules comprendió que había acertado su objetivo, había alcanzado una de las patas de la cierva y esta no podría huir y no sufriría daños permanentes.

Sin preocuparse en vestirse corrió hacia la orilla, dando saltos de alegría. Pero su alegría se tornó en terror cuando estuvo junto a la cierva, un temblor producido por el miedo estremeció todo su cuerpo.

- ¡No!- gritó y sus lamentos complementaron los berridos de la cierva, que en una de sus patas tenía clavada una flecha negra.

Sucede que su carcaj tenía una división en el centro que dividía un conjunto de flechas doradas y negras. Las doradas eran flechas comunes, mientras que las negras estaban impregnadas del veneno de la hidra de Lerna, que al más mínimo roce mataban a cualquier ser mortal. Hércules había tomado la flecha equivocada del lugar correcto, pues el día anterior cuando amenazó al centauro había colocado, atribulado por la bella presencia de Nébula, la flecha negra en el lugar de las doradas.

Se arrodilló ante el bello animal que agonizaba y lo tomó por la cabeza llorando. Mayor fue su dolor cuando entre sus manos el animal se transformó en la bella Nébula. 

- No, por favor. – decía Hércules llorando- perdóname, te amo.

- Yo también te amo y te perdonó- dijo entre sollozos Nébula, mientras de su boca salía espuma, esas fueron sus últimas palabras.

Entonces vio que una sombra le tapaba la luz lunar y alzó la cabeza. Ante el vio a una bella joven de cabellos negros, recogidos un moño, con una diadema en forma de media luna sobre su cabeza; su piel desprendía ese leve resplandor típico de los dioses. Vestía una corta túnica blanca. La arquera blandía un arco y le apuntaba con una flecha dorada.

- ¡Maldito seas, mortal! Has matado a mi cierva, ahora morirás- dijo la joven, con una enojada voz que desprendía ira.

Hércules se arrodilló, alzando su pecho de forma tal que era la diana perfecta para la flecha que le apuntaba.

- Dispáreme, merezco morir- dijo el joven llorando.

Entonces, el hasta entonces despejado cielo, que dejaba ver las primeras luces del alba, se nubló hasta ocultar todos los astros celestiales. Una oscura niebla rodeó tanto al mortal como a la diosa. Un relámpago surcó el cielo, cegando con su luz por un instante a Hércules, cuando recuperó la vista vio que detrás de la arquera surgía otra bella, aunque fría, mujer con una larga túnica dorada y una corona de oro sobre sus cabellos dorados, también tenía en su piel el fulgor divino.

Tocó con una de sus manos el brazo de la otra diosa, haciendo un gesto de que bajara el arco.

- Mejor no dispares, querida. Tu padre no te lo perdonaría- dijo con una autoritaria voz, mientras sonreía.- Además hay destinos peores que la muerte.

- ¡Hera!- casi gritó Hércules.- Esto es culpa tuya.

La reina de los dioses lanzó una carcajada.

- Estúpido mortal, no comprendes que es parte de tu sino hacerle daño a todos los que te aman y sigues culpando a los dioses de tu destino.

Hércules trató de abalanzarse hacia ella, pero la diosa con un movimiento de mano lo dejó petrificado.

- ¿Quién te crees que eres? No eres más que una semilla que el picha dulce de mi esposo dejó caer en un fanguizal, como otras muchas.- al decir esto hizo un ligero movimiento de cabeza en dirección a la otra diosa.- Has matado a una mujer que te amaba y por eso estás maldito.- diciendo esto se arrodilló al lado del inmóvil cuerpo de Nébula-Has matado a Nébula y por eso, entre nieblas vivirás el resto de tus días, no importa la distancia, por más que busques, nunca encontrarás el verdadero amor, al menos en este mundo.

Diciendo esto se puso de pie. Dirigió una mirada a la otra diosa y sonriendo le dijo:

- Nos vemos en el Olimpo, querida Artemisa. 

Entonces un relámpago cruzó el cielo con luz cegadora, al extinguirse la diosa había desaparecido. También las nieblas se extinguieron y el cielo se despejó, dando paso a las luces del amanecer.

Al desaparecer Hera, Hércules dejó recuperó el movimiento, pero estaba en una posición imposible por lo que perdió el equilibrio y cayó de rodillas al suelo.

El rostro de Artemisa no expresaba ya ira, sino compasión. Grandes lágrimas bajaban de sus enormes ojos de gacela. Puso el arco en el suelo y se arrodilló ante el inmóvil cuerpo de Nébula.

- Las crueles palabras de Hera no iban solo dirigidas a ti- dijo Artemisa mirando a los ojos a Hércules. -Mi madre y yo también tuvimos que sufrir terribles calamidades producto de sus celos. ¿La amabas?

- Sí- respondió Hércules, también llorando. 

- Yo también la amaba, aunque me traicionó, aunque me abandonó después que la salvé de las manos de un cruel tirano. Veo que te quería también, solo por amor rompería el voto de castidad que me hizo.

Dijo Artemisa, mientras con una de sus manos sostenía la cabeza de la joven, le acariciaba los encrespados cabellos con la otra.

- Vivir entre nieblas no tiene que ser tan malo; entre las más oscuras tinieblas siempre surge la luz, como entre los peores males se encuentra la esperanza, así mismo, a pesar de las más terribles maldiciones el amor siempre encuentra su lugar- al decir esto Artemisa, hizo un movimiento con sus manos y una verde niebla cubrió el cuerpo de la joven, al desaparecer en su lugar había una bella flor de pétalos rosa, que surgía de un arbustos de finas hojas color esmeralda oscuro.- Cuando veas esta flor recordarás a la joven que ambos amamos, entre nieblas (Middlemist) será su nombre, en honor a nuestra querida Nébula.

…

Tras recorrer deslumbrantes habitaciones, Hércules y Calipso se encontraban en la cámara real de dicha reina. Después de vivir tanto tiempo a la intemperie; enfrentando diversos monstruos, reinas amazonas, limpiando establos, recorriendo árboles sagrados; encontrarse en esta regia habitación, con unas suaves sábanas de seda y una chimenea calentando la fría noche invernal; era algo casi irónico.

- Aquí podrás dormir par de horas- dijo la reina Calipso- al amanecer te indicaré donde se encuentra el terrible monstruo que asecha a mi reino.

- Gracias, Calipso- dijo Hércules y apenas recostó la cabeza en la almohada el sueño lo invadió.

Apenas Hércules se quedó dormido, la reina Calipso se sentó en el borde de la cama y le acarició los cabellos. Entonces, las llamas de la chimenea se incrementaron y su hasta entonces tono rojizo se tornó azul. En las llamas apareció un adusto rostro.

- Hola Calipso- dijo la cara en las llamas- veo que has tenido éxito librándome de cierto héroe atravesado. Espero que lo mantengas en tu reino algún tiempo para poder concretar mis planes.

- No te preocupes, Hades.- dijo la bella reina mirando al joven dormido- él estará conmigo por un largo tiempo.- Al decir esto tomó de una mesita un reloj de arena, al parecer atascado.- Cuando despierte saldrá a enfrentarse a un terrible monstruo, una vez que lo venza caerá en mis agradecidos brazos; mañana al despertar sentirá como si nada hubiera ocurrido y repetirá la misma faena, así podría ser eternamente. Recuerda que reino en un lugar donde el tiempo tiene características especiales, gracias al hechizo de tu padre Cronos.

Diciendo esto lanzó una carcajada, mientras acariciaba el atascado reloj de arena.

- No ves, al final fue un ganar- ganar nuestro acuerdo. Recuerdo que mi hermanito Zeus, después de la guerra de los titanes, te prometió un héroe por milenio que calentara tu solitaria cama. Al final yo termino cumpliendo las promesas de mi hermano.- diciendo esto el llameante rostro lanzó una carcajada.

- Bueno Hades, te deseo éxito en tus mortíferos planes- dijo Calipso sonriendo.

- Adiós, Calipso, te dejo, tengo que recibir a un conocido músico que visita mi reino, quizás lo convenza que me brinde un especial concierto.- diciendo esto el rostro desapareció de las llamas y estas recobraron su tono rojizo habitual.

…

Muchos años después…

Hércules caminaba rumbo al bosque oscuro a enfrentar la terrible bestia que amenazaba la pequeña isla de Ogigia, llevando en su mano derecha una espada desenvainada y en la izquierda una antorcha. Eran las últimas horas de la noche, cuando se aproxima el amanecer.

De pronto, observó como una de las estrellas descendía de su bóveda celeste y bajaba hasta encontrarse frente a él, en forma de una pequeña luciérnaga. La luciérnaga aumentó de tamaño y frente a Hércules se manifestó una joven de cabellos negros y un raro vestido azul con forma de campana en la parte inferior, entre sus ropas podía observar diversas flores. A sus espaldas se veían unas enormes alas de insecto, que con un movimiento de los hombros desaparecieron.

- Hola, Hércules, mi nombre es Azul- dijo la mágica mujer sonriéndole.

- Hola, veo que eres un hada, hace par de días conocí a su reina. Espero pronto poder cumplir el encargo que me dio.

El rostro de Azul mostró una mezcla de dolor y tristeza.

- Hércules, lamento decirte que tu entrevista con Viviane ocurrió hace mucho tiempo. Han transcurrido siglos y todo ha cambiado mucho desde entonces. Te encuentras en un lugar donde el tiempo se encuentra dormido por un poderoso hechizo temporal, no te has percatado que has vivido el mismo día durante siglos. Una poderosa magia te ha ocultado durante mucho tiempo, sin embargo, aun tienes amigos poderosos en el Olimpo y ellos te localizaron y me enviaron a buscarte.

- No entiendo lo que hablas, llegue anoche a este lugar – dijo Hércules incrédulo-Ahora, por favor, debo ir al bosque oscuro a enfrentarme con cierto monstruo.

- Por favor, Hércules, debes creerme.- dijo el hada un poco agitada, sacando de entre sus ropas un grueso legajo de antiguos pergaminos, tendiéndoselos a Hércules.

Hércules desenrolló el primero y pudo leer las siguientes palabras:

Erase una vez… Hércules, sus viajes legendarios

- Tu leyenda fue escrita hace siglos y ha trascendido el tiempo, es conocida en tu mundo y más allá. Muchos pequeños niños al oír tu historia sueñan con tener un destino tan heroico como el tuyo al crecer.

- No puede ser- dijo Hércules transido del dolor, cayendo de rodillas al suelo- mi madre, mi amigo Yolao, todos mis seres queridos.

El hada Azul le puso una mano en el hombro.

- Siento tu dolor, también he vivido muchos años y he perdido muchos seres que he querido, pero ahora no tienes tiempo de lamentarte, debes irte de este reino lo antes posible. Aún puedes matar a Cerbero y completar tu último trabajo para alcanzar el Olimpo.

Diciendo esto el hada sacó de entre sus ropas una semilla de frijol y la lanzó al suelo, donde cayó la semilla apareció un profundo hueco, en el cual se podía observar una especie de remolino verde.

- Este portal te llevará a un mundo donde podrás completar tu destino. Una cosa más, en tu camino te cruzarás con una persona con un sino tan heroico como el tuyo, pero sus miedos no le permiten percatarse de esto, deberás ayudarla a encontrar el camino correcto.- dijo Azul.

- ¿Cómo se supone que haga eso?- preguntó Hércules, resignado que las hadas le pidieran siempre algún favor a cambio de su ayuda.

- Piensa que es un trabajo extra.- dijo Azul sonriendo- Un trabajo de amor.

…

El Bosque Encantado

Cualquiera que viera al hombre que caminaba por el sendero del frondoso bosque que rodeaba el reino del rey Leopold lo vería como un adolescente de no más de dieciocho años, nadie podría imaginarlo como alguien que lleva siglos caminando por la tierra. Nadie pudiera imaginar que ese muchacho provenía de la antigüedad y que era su héroe más amado.

Hércules llevaba pocos días en el bosque encantado, apenas llegó hizo amistad con un joven cazador que tenía la misma afinidad que él por lo salvaje. Compartieron sus experiencias sobre la caza e incluso salieron juntos a cazar a unos perros salvajes que invadieron el bosque y estaban haciendo estragos con los animales de los aldeanos. Le resultó interesante al héroe aqueo cazar acompañado de un lobo. 

El cazador le recordaba un poco un poco a su amigo Yolao, ese que había sido su mejor amigo desde la infancia y lo había acompañado en sus primeros juegos, así como en algunas de sus más peligrosas hazañas. Pensar en Yolao lo entristecía, hacía mucho tiempo que debería haber muerto y no se había podido despedir de él. Maldita fuera esa encantadora que lo había tenido preso en una ilusión durante tantos años, algún día se las pagaría.

El joven cazador le había ayudado a montar un campamento en el bosque, donde esperaría hasta el momento indicado para enfrentarse a Cerbero. También le había cedido algunas de sus ropas, pues las túnicas griegas habían pasado de moda.

Hércules vestía una chaqueta de cuero sin mangas entreabierta en el pecho, combinada con unos pantalones del mismo material, así como unas botas y unos brazaletes de piel. Conservaba la gruesa y oscura piel del león de Nemea a sus espaldas, así como su espada de empuñadura dorada envainada a su izquierda.

Pudo observar que a pesar del tiempo el mundo no había cambiado mucho, las ropas habían cambiado, así como algunas costumbres y las construcciones, se adoraban diferentes dioses; sin embargo seguían existiendo grandes señores y oprimidos que tenían que trabajar para sus amos, aún existían terribles luchas por ese demoníaco fruto del inframundo que llaman poder.

De pronto escuchó un grito de mujer.

- ¡Por Zeus!- pensó Hércules- Navego infinitos océanos de tiempo, así como diversos mundos, aun así las damiselas en apuro siempre terminan en mi camino.

Corrió hacia donde se escuchaban los gritos y pudo observar que alguien había caído en uno los huecos hechos por el cazador para atrapar fieras salvajes. Entonces agarró su espada por el filo y le extendió el mango a la mujer para que pudiera subir.

- Agárrate. Te subiré.- le gritó.

Cuando la tuvo ante sí sintió algo que no sentía hacía mucho tiempo, su corazón palpitó con más fuerza y pudo experimentar sensaciones casi olvidadas. Por un momento olvidó todos sus pesares por sus seres queridos perdidos y la tensión por tener que enfrentar su más difícil trabajo.

Era una bellísima jovencita de nívea piel, con cabellos y ojos como el ébano y unos preciosos labios rojos como la sangre. Vestía un hermoso vestido color crema con incrustaciones plateadas y especie de chaqueta azul celeste.

- Debes tener cuidado con las trampas del cazador- le dijo Hércules turbado por la bella presencia.

La joven le sonrió dejándole ver una preciosa dentadura como blancas perlas. Comprendió entonces las palabras del hada sobre el trabajo de amor, será que a pesar del tiempo, la distancia recorrida y una divina maldición podría encontrar eso que llamó la diosa Psique un privilegio que pocos conocen. ¿Sería esta dulce muchacha la gran heroína de la que Azul le habló?

- Soy Blancanieves- le dijo la muchacha, al parecer también cautivada por el guapo joven.

- Ciertamente lo eres.- respondió Hércules, devolviéndole una sonrisa también, transmitiendo en sus palabras su turbación- Soy Hércules. Pero puedes llamarme Herc.

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