Fan Fic: The Final Battle Part 2

La segunda parte de la batalla fic-nal ha llegado por fin, ¿Qué sorpresas nos aguardan en el corazón del relato? ¿Estará realmente a la altura de lo esperado? Nuestro seguidor Peter Pan responde a estas preguntas con su pluma mágica y un final alternativo.

1:44 AM

Mary Margaret, Felipe y Campanilla abrían la marcha por las galerías de las minas haciendo muecas por el olor. Era olor a cloaca, era mierda, pero había también otro hedor más bajo, más vital. Si el gruñido de un animal pudiera tener olor, ése habría sido el subolor que percibían.

Cuando hubieron avanzado cinco o seis metros, notaron que el aire se había puesto rancio y malsano. Mary Margaret avanzaba lentamente, pisando cosas que no eran barro y pensando en que la varita de Campanilla no los iluminaría para siempre. Ella tenía unas cerillas en el bolsillo del abrigo, sí, pero tampoco servirían de mucho.

Felipe avanzaba arrastrando los pies entre el hedor con la sensación de estar atravesándolo, como si este fuese un ente físico. Iba con una mano tendida hacia adelante; esperando encontrar, en cualquier momento, al hada negra. El fin llegaría en una llamarada de dolor, cuando ella le arrancara la cabeza.

La oscuridad estaba llena de sonidos, todos amplificados y resonantes.

―Siento la luz de Azul ―susurró Campanilla―. Sé que está por aquí y que está viva.

―Y lo está.

A Campanilla casi se le cae la varita del susto. Al levantarla, vio que sus amigos estaban amontonados; la breve luz les hizo arrugar la cara. Estaban mojados y sucios de excrementos.

―¿Quién ha hablado? ―preguntó ella nerviosa, girando sobre sí misma. Entonces dio con aquella persona.

―¡Gold! ―exclamó Mary Margaret en un susurro, alcanzando una flecha de su carcaj.

―Ni será necesario ni efectivo, señorita Blanchard ―dijo el Ser Oscuro.

―¿Estás ayudando al hada negra? ―inquirió Leroy, apretando los puños. Lideraba al grupo de enanitos.

―De momento, no.

―¿Qué es eso de «de momento»? ―preguntó Campanilla, apuntándole con la varita.

―Mi madre tiene la daga ―explicó Gold―. Si quiere, me controlará y estoy seguro de que lo hará en algún momento. Hasta entonces me ha encerrado aquí. Ni siquiera puedo desaparecerme.

―Entonces, ¿no estás ayudándola? ―se extrañó Mary Margaret―. ¿No sabes lo de Bella?

―¡¿Qué le ha pasado a Bella?! ―dijo el hombre, nervioso―. ¿Está…?

―Está viva ―aclaró Campanilla―. Pero vuestro hijo trató de matarla y se llevó a Moe French por delante.

Gold respiró aliviado, pero estaba furioso. No quería que su madre ganase la batalla final, pero, si perdía, Gideon moriría a manos de la salvadora. ¿Qué hacer? ¿Cómo actuar?

―Os llevaré con el hada Azul. Debemos darnos prisa.

Y, a regañadientes, el grupo pasó a estar liderado por el Ser Oscuro, aunque todos tenían en mente la idea de que Gold los conducía hasta una trampa. ¿Qué posibilidades había de ganarle en una batalla? Muy pocas. Aunque Campanilla lo distrajese con su magia, el poder del Oscuro no tenía parangón.

Mary Margaret se adelantó y se puso a la altura de Gold.

―Entonces, ¿intentaste matar al hada negra?

―Me sacó ventaja y me temo que ha ganado una aliada muy poderosa: Nimue.

―¡No puede ser cierto! ―Era gracioso como Mary Margaret chillaba pese a seguir susurrando.

―Es muy probable que, a estas alturas, Nimue haya trocado su vida por otra y sea de carne y hueso. Cuando mi madre la invocó no era más que la proyección de la oscuridad que la daga absorbió con la muerte de Garfio.

―Hay dos Seres Oscuros entonces, ¿no?

Gold no contestó.

El túnel comenzó a ensancharse y pronto se abrieron paso a la galería secreta, al corazón de Storybrooke. Allí estaba Azul, inconsciente, pero también un montón de ónices que parecían palpitar y todo un prado de flores de duende, cuyos capullos se abrían chorreando la brea negra característica de la oscuridad.

―Esas flores germinaron uno de los grandes males de todos los orbes… ―dijo Campanilla, mirándolos con aprensión.

―Yo abogo por que cojamos al hada Azul y nos larguemos ―sugirió Leroy, secundado por sus hermanos.

Y entonces, todo se apagó.

…

2:16 AM

Entre la luna y el Caos Negro, tres dragones volaban y, sobre uno de ellos, sobre Maléfica, Regina comandaba la defensa aérea de Storybrooke.

Docenas de hadas, del tamaño de luciérnagas, danzaban alrededor de ellos mientras rodeaban el vacío una y otra vez, intentando crear una órbita. La magia feérica de luz y la oscura de los dragones estaba por converger en un hechizo definitivo.

Abajo, en la ciudad, llovía de forma torrencial y un transformador de potencia, instalado en un poste junto a la farmacia «Dark Star», estalló en un relámpago de luz purpúrea, esparciendo trozos de metal retorcido contra el techo de madera fina. Uno de los fragmentos cortó un cable de alta tensión que también cayó en el tejado, chisporroteando, debatiéndose como una serpiente mientras despedía un chorro casi líquido de chispas. El techo se incendió a pesar del aguacero y muy pronto el local estaba en llamas.

En el refugio, a su vez, se sintió una explosión subterránea que reventó todos los cristales de las vitrinas. La luz se fue y la gente, acobardada, se apiñó en un rincón bajo un muro de mantas y colchones.

Neal, Lip, Alexandra, Robin… Los cuatro lloraban y berreaban. Se desgañitaban y se ponían rojos, morados… Se ahogaban.

Bella, que ya había despertado y se encontraba recuperada (aunque tenía feas cicatrices en el cuello), no quiso esconderse y, pese a los ruegos de todos, salió a enfrentarse a la guerra.

Un rayo cayó en el llamado Puente de los Troles, que cruzaba el canal entre el Heritage Park y el Wilderness Park. Las astillas volaron a gran altura y llovieron sobre el precipitado canal cuya corriente se las llevó.

El viento se levantó y, a las dos y media, el medidor instalado en el vestíbulo del ayuntamiento lo registró en más de cincuenta kilómetros por hora. Las ráfagas parecían venir del mismo vacío y cada vez se parecía más a un misterioso huracán de bolsillo. En los jardines del consistorio, el manzano de Regina cayó muerto con un estruendo aterrado.

A las tres menos veinte, tres minutos después de la caída del manzano y casi una hora después de que se produjera el vendaval, el reloj de la biblioteca sonó trece veces. Un minuto después, un rayo blanquiazulado cayó sobre la torre donde se encontraba. Emma, Garfio y Henry llegaban allí en ese mismo momento y vieron como el reloj estallaba como si le hubieran puesto dinamita. Sobre la calle llovieron tablas pintadas de blanco, trozos de viga y piezas de relojería suiza. Los astillados restos de la torre ardieron por un instante y se apagaron bajo la lluvia, ya convertida en un diluvio tropical.

Por el otro lado de la calle llegaba la turba comandada por David, cabalgando sobre los guerreros árboles de Regina. Ellos fueron testigos de cómo un estallido barrió la tienda de antigüedades de Gold. Todos sus tesoros, todas las reminiscencias de la vida de Storybrooke en el Bosque Encantado, volaron por doquier en una lluvia de baratijas brillantes. La misma explosión abrió un agujero en la cafetería de la abuelita, convirtiendo los 31 bocadillos del menú en sopa de grasa, que corrió por el suelo en arroyos turbios. El estallido que atravesó la cafetería levantó un trozo de techo y el viento, cada vez más fuerte, se lo llevó como a una cometa.

Alicia, Cyrus, Will y Anastasia venían por la tercera salida. Ellos vieron como el anemómetro del ayuntamiento registraba una ráfaga de 122 kilómetros por hora y, al momento, bajaba a cero. El viento había arrancado aquel medidor instalado por Alva Crane, el secretario de Regina, al comienzo de la maldición. Lo instalaba todos los días, uno tras otro, hasta que Emma llegó a la ciudad.

La alcaldesa, que seguía en los cielos, montando a Maléfica, se consumía al lanzar toda su magia contra el vacío, la suya y la que le confería el cetro de la bruja. Pensó en Zelena, en si estaría bien.

Zelena pensó en ella cuando corrió también hacia la calle principal por la cuarta bocacalle. Allí, en el centro exacto de Storybrooke, entre los restos de la tienda de Gold, la cafetería y la biblioteca, se encontraron los cuatro grupos.

Y allí, entre ellos, apareció una nube de humo oscuro que los dejó atónitos por momento, antes de escupir a Mary Margaret, Felipe, Campanilla, los enanitos y… Y al hada Azul y a Gold.

…

2:49 AM

―¡Mamá, papá! ¿Estáis bien?

Emma y sus padres se fundieron en un abrazo, pero no había tiempo para actos de amor verdadero.

―Emma, ¿estás tú bien? ―preguntó August, que venía con el grupo de David.

―¡Felipe! ―Aurora, por su parte, se reencontraba con su esposo.

―¡El cocodrilo! ―gritó Garfio, pendiente de Gold―. ¡El maldito cocodrilo está ahí!

Todos gritaban. Sólo se oía un barullo confuso en el crepitar de la tormenta. Pero Emma se fijó en el hada Azul, que estaba apoyada en Campanilla.

―Será mejor que me la lleve al refugio ―dijo esta.

―Que Aurora te ayude… ―pidió Felipe―. Vete, no quiero que te pase nada.

Emma no se quedó a ver cómo volvían a besarse. Gold estaba allí, pero no parecía tener muchas ganas de atacar.

―Gold, ¿qué ocurre? ¿De qué lado estás?

―¡El hada negra, Emma! ―chilló Mary Margaret―. ¡Nos estaba esperando cuando encontramos a la madre superiora! Las minas están repletas de las flores esas, las flores del mal, y ella las usó para traernos aquí, a la batalla final. ¡Quiere que nos matemos entre nosotros!

Todos se miraron. Los príncipes, Garfio, August, Ashley, Sean, el señor Herman, la abuelita, Kathryn, Jim…

―¿Alicia? ―preguntó Emma a la mujer que lideraba el grupo de desconocidos.

―Sí, Emma. Soy Alicia ―dijo esta, afianzando su espada―. Hemos venido a ayudar.

―Eh, brumete, ¿no eras tú el novio de Bella? ―preguntó Garfio, que había reconocido a Will.

―¿El novio de quién? ―inquirió Anastasia, mirando a su esposo.

―Es una larga historia… Para ambos ―dijo Will―. Ahora centrémonos en esta batalla. Yo propongo que, si no tenemos un plan elaborado, huyamos.

―Las ratas siempre son las primeras en abandonar el barco.

Zelena acababa de llegar con dos espadas.

―¿Vas a luchar con nosotros? ―se extrañó David, que tenía a su árbol tan domado como si fuera un caballo.

―Sí, Ser Cástico, voy a luchar con vosotros, para eso son las espadas. ¿No querrás que me enfrente a la mosca negra con mi donaire?

―Podrías haber traído el coche… ―dijo Emma.

―¿Y dónde está esa hada? ―preguntó Cyrus.

―Preparándose para la batalla.

Aquella voz vino de arriba.

Una mujer volaba sobre ellos, sin necesidad de escoba ni dragón, danzando con el vendaval y envuelta en una túnica negra.

―Ni… Nimue. ―Emma no lo podía creer.

―Al final va a resultar que sí que eres la salvadora de la profecía, Emma Swan ―dijo esta, posándose con total tranquilidad, como si fuera inmune al viento que casi empujaba al resto al suelo.

―¡¿Cómo puedes estar aquí?! ―bramó Garfio.

―El hada negra ha hecho lo que tú no fuiste capaz de hacer, capitán. Liberó a los Oscuros de la nueva daga y los usó para invocar el Caos Negro ―sonrió, expectante por la reacción que causaban sus palabras―. Mas a mí me ha dejado ayudarla. Y creedme, héroes, es demasiado tarde para que impidáis que la luz se extinga en el nuevo mundo que crearemos.

―Así es… ―Todos se giraron, Gideon se acercaba por la misma calle que Zelena―. Todos los mundos habrán desaparecido antes del alba.

―¡¿Pero por qué?! ¡¿Por qué queréis destruirlo todo?! ―chilló Mary Margaret, que se había abrazado a Henry.

―No nos importa ningún reino ―contestó Nimue―. Ninguno tiene sentido. Mas con lo que planeamos, no sólo los reduciremos al olvido, sino que será como si nunca hubieran existido. Como si vosotros nunca hubierais existido.

―¡¿Y si esto estaba profetizado y es el destino, por qué no está aquí el hada negra para matarme?! ―Emma ya estaba harta―. ¡¿Por qué te manda a ti para que te derrotemos de nuevo, Nimue?!

Por toda respuesta, Nimue sacó la daga.

―Porque si yo puedo matarte antes, lo haré… ―Y miró a Gold y le gritó―: ¡Ser Oscuro, acaba con ella!

Gold alzó su mano y lanzó a Emma por los aires.

Mary Margaret fue a por él.

―¡Deja en paz a mi hija! ―Y le arreó un puñetazo que lo tiró al suelo.

―¡A luchar! ―gritó Alicia.

Y si lo del cielo era un caos, lo de la calle principal no tenía nombre.

Entonces, de nuevo desde la misma calle por donde habían venido Gideon y Zelena, empezaron a llegar arañas del tamaño de coches; las arañas del Bosque de los Ecos se unían a la lucha.

Cyrus y Emma lanzaron a la vez sus hechizos, que colisionaron, partiendo a la araña en dos de forma asquerosa. Pero venían más, muchas más, a luchar del lado del hada negra.

―¡Yo me ocupo de ellas! ―bramó Will, cogiendo una de las espadas de Zelena y lanzándose contra las arañas. Cyrus se unió a él en la lucha, usando su antigua magia de genio.

Pero tras esas bestias llegaron aquellos que las habían invocado: Bo Peep, espada en mano; Spencer, o el rey George, con un mandoble y ansias infinitas de venganza; y lady Tremaine, con la varita del hada Azul y los ojos brillantes al sentir el poder.

―Es la hora de pagar, Cenicienta ―le dijo a su hijastra, esbozando una sonrisa demente.

―¡Aquí me tienes, perra! ―le gritó Ashley, espoleando a su solado árbol y embistiendo contra ella.

La madrastra tuvo que patinar hasta la acera de enfrente, pero no tardó en conjurar un haz de luz violeta que casi dio de lleno en el rostro de Ashley.

Entonces, del cielo bajaron las hadas, zumbando como un enjambre de abjeas y lanzando hechizos aturdidores que obligaron a Nimue a dar vueltas alrededor de los héroes.

―¡Ya me he hartado de bailar! ―Anastasia invócó una bola de fuego y se la lanzó a Nimue, que respondió con un haz de luz roja que la reina esquivó tirándose al suelo. Aurora corrió a ayudarla.

Zelena, Alicia y Gideon luchaban a espadazo limpio. David se temió que el muchacho fuese más diestro incluso que él, así que fue a ayudarlas a lomo de su «arbolio loco».

Mary Margaret cargó y descargó su carcaj hasta que se quedó sin flechas, igual que hacía la abuelita con su ballesta. Ni a Nimue ni a Gold parecían afectarles. De hecho, la Oscura no dejaba de ordenar al hijo del hada negra «mátalos a todos, mátalos a todos».

Jim y Kathryn, también sobre dos soldados árboles, mantenían una empecinada contra Bo Peep y el rey George, distrayéndolos, evitando que complicasen más la defensa de Emma. La madera encantada de aquellos árboles los mantenía a salvo.

August, Felipe y Will se habían puesto de acuerdo con Emma, Anastasia y Cyrus para acorralar a Nimue, a las arañas y arrebatarle la daga. Los primeros iban acercándose a ella con espadas y los segundos les lanzaban hechizos, a ella y a Gold.

Garfio, mientras tanto, intentaba mantener a Henry lejos de todo, quedándose detrás de las hadas, que volaban sobre los oscuros y Gideon, cegándolos con sus polvos. Lady Tremaine quiso pillarlo desprevenido y hechizarlo. Un haz de luz verde salió disparado de su varita, pero Garfio lo desvió con su sable. Ashley, Sean y su padre se le unieron entonces contra aquella arpía.

Emma se abalanzó sobre Nimue, harta de tanto jueguecito, y ambas rodaron. Ella le lanzó el mismo haz de luz roja que a Anastasia, pero falló.

―¡¿Eso es lo mejor que sabes hacer?!

―¡MÁTALA! ―gritó, llena de cólera, a Gold.

Este alzó ambas manos y lanzó un brote mágico azulado. Emma se tiró al suelo, esquivándolo, pero la maldición siguió su curso y dio a Zelena en el pecho.

La bruja mala, que estaba riendo al ver cómo le sacaban ventaja a Gideon, no perdió su sonrisa al caer. Sólo entonces su expresión cambió a una de miedo y sorpresa.

En sus ojos, que ya nada veían, la destrucción se reflejaba.

Todo Storybrooke tembló como si se produjera un gran terremoto y el vacío se acrecentó ante los ojos de los héroes y los malvados. Los dragones volaron despedidos hacia ellos y, al momento, Regina, Maléfica, su Lily y el dragón estaban allí.

La reina malvada tardó un momento en ver a Zelena y en darse cuenta de lo que había pasado.

―¡ZELENA! ―gritó―. ¡ZELENA!

Maléfica la detuvo de ir hacia el cuerpo, pues Nimue y Gideon estaban al lado.

―Ya no puedes hacer nada por ella.

―¡Ya nadie puede hacer nada! ―se vanaglorió Nimue―. ¡Rumpelstiltskin, mátalos a todos, párteles el cuello, que acabe esta tontería!

Pero Gold también había caído y se retorcía en silencio, como si le diese un ataque.

Le daba un ataque.

…

2:59 AM

Bella corría lo más aprisa que podía por las calles de Storybrooke, que se derrumbaban a su paso. Había visto el convento en llamas y había ido a buscar a Rumpel a casa, pero la casa, el vecindario, ya no existían. En ese momento iba a la desesperada hacia el centro de la ciudad.

…

3:01 AM

Fiona estaba en las cuevas, absorbiendo todo el polvo oscuro regalado por Nimue, cuando sintió un dolor en el pecho, en el corazón. Algo había salido mal. Algo pasaba con su sangre.

No. Nada la frenaría. Ni siquiera lo que acababa de pasar…

…

3:03 AM

Bella miró al otro lado de Miller Road, donde cuarenta segundos antes había una pulcra hilera de casas de clase media. Habían desaparecido y, en el mismo sitio, se veían diez agujeros de sótano que parecían piscinas.

Luego cayó parte de la calle con un estruendo final.

Ni ella misma lo creía.

…

3:04 AM

Gold seguía retorciéndose en el suelo y gimiendo de dolor.

―No entiendo qué está pasando ―dijo Nimue.

Regina la miró llena de odio, pero se mantuvo fría.

―Gold y mi hermana hicieron un trato. Ella le salvó la vida a cambio de que no le pudiese herir.

―¡¿Por qué esto tiene que acabar así?! ―gritó Emma, arrojando un haz de luz blanca a Nimue, que ni se inmutó―. ¿Qué más da esa maldita profecía?

―¡RUMPEL!

Bella llegaba corriendo. August y Jim intentaron detenerla, pero ella los retiró a manotazos.

―¡Dejadme ir con él! ¡Rumpel!

Y no se lo impidieron.

El grupo se unió frente a Nimue y Gideon. Entre ellos quedaron la Bella y la Bestia.

―Bae, Bae… ―decía Gold―. Cuando te perdí te busqué durante mucho tiempo…

Gideon intentaba acercarse a su padre. Quería decirle adiós, pero debía obedecer al hada negra.

―Rumpel, Rumpel… ―Bella rompió a llorar sobre él―. Sé fuerte.

―Merecéis algo mejor que yo… ―musitó entre estertores.

Y en ese momento, Bella gritó, alzando los brazos, y cubrió a Rumpel antes de que un haz de brea negra le diese en el costado.

―¡Bella! ―gritó Emma.

Todos buscaron la fuente del maleficio: el hada negra, que batía sus alas en mitad de la apocalíptica tormenta.

―Esa insensata… Mira que parar mi hechizo ―rio sobre sus cabezas―. Yo que iba a procurarle a mi pobre niño la muerte que con tanta vehemencia reivindica. Un gesto conmovedor, mas inútil.

―¡Baja aquí si tienes lo que hay que tener! ―chilló Maléfica.

Fiona chasqueó sus dedos y el cetro de la bruja se partió en dos.

―¿Decías, dragona? ―volvió a reír, maníaca―. Y ahórrate la sorpresa. Como ya le expliqué a mi hijo, yo prácticamente inventé la magia negra… ―Y alzando la mano hizo aparecer la daga que Nimue había sujetado.

―Si quieres hacer daño a mi madre… ―Henry dudó un momento, pero buscó coraje―. Tendrás que matarnos a todos.

―Y eso es justo lo que voy a hacer, Henry, querido ―dijo Fiona apuntando a Nimue con su daga―. ¡Lucha por mi causa, Ser Oscuro!

La hechicera empezó a atacar a Regina y Maléfica con una lluvia de chispas azuladas. Las brujas respondieron con sendas bolas de fuego y la Reina Blanca le devolvió sus chispas. Las tres parecieron quedar aisladas en su pelea mientras el hada negra seguía con un extraño ritual.

―La profecía dice que mi querido nieto es el receptor idóneo para nuestro Caos Negro ―les dijo a todos, haciendo levitar a Gideon hasta ella, abrazándolo como alguien abrazaría a un amante y, poco a poco, Fiona y su aturdido nieto eran uno solo: una monstruosa hada negra que era a la vez Gideon―. ¡Ha llegado la hora del espectáculo de magia más impactante jamás visto! Veréis lo que puede hacer la luz cuando se combina con la oscuridad

Sacó su varita y deshizo también la daga, aspirando su poder, del mismo modo que Blanca había visto a Cora aspirar los hechizos de su libro cuando era pequeña. Fiona era la nueva daga, el nuevo receptáculo que nutría de poder a los Seres Oscuros.

―¡Madre, para! ―intentó gritarle Gold, pero la tormenta lo silenciaba.

El hada negra los hizo desaparecer, a él, a Bella y a Henry, en una nube de humo.

―Oh, hijo, ni me acordaba de que seguías ahí. Cómo estabas que dabas pena… Luego me ocupó de ti, de tu bellota y mi último heredero. En el nuevo reino que creemos tendremos todos un final feliz.

―¡Acabaremos contigo! ―bramó Garfio.

―No. Sólo la salvadora luchará.

Los paralizó a todos, incluso a Bo Peep, al rey George y a lady Tremaine, dejando a Emma sola. Regina, Maléfica y Anastasia seguían haciendo frente a Nimue.

―Así es como siempre has estado, querida: sola. Porque no eres más que una huérfana, igual que mis niños, igual que mi hijo, que mi nieto… Incluso que mi bisnieto. Tú también tienes un vacío como el que devora este mundo.

Emma vio como Fiona descendía hasta quedar ante ella.

―Prepárate, mosca.

…

3:11 AM

El hada Azul, con sus propias manos, describió un lento círculo en torno a sí misma. Estaban afuera de la granja de Zelena. No habían llegado a entrar en el refugio.

―¿Estás segura de esto? ―le preguntó Campanilla.

―Debemos tener fe en Emma ―dijo Astrid.

Azul las miró y les dedicó una sonrisa maternal. Cuánto hacía ya que las había tenido de aprendizas y cuán lejos habían llegado ambas.

―Cuando me convertí en Reul Ghorm fue porque la estrella superior de aquel entonces se sacrificó por un bien mayor. Las hadas morimos así, con un sacrificio. Mi deber es alejar el vacío cuanto pueda. Retrasar el fin para así dar a Emma una nueva oportunidad de vencer a Fiona.

Astrid rompió a llorar. Campanilla bajó la mirada; le parecía increíble cómo Azul hablaba con tanta frialdad de matarse. Casi estaba por jurar que no tenía corazón.

―Querida, no debes ponerte así ―le dijo a Astrid, abrazándola―. Y deja que me disculpe por haberme entrometido entre tú y Soñador. Tenía miedo, ¿sabes? Miedo de que todo acabase mal y de que perdieras tanto el amor como las alas, de que te quedases sola y te rindieses a las tinieblas como tantos otros. Las veces que las hadas nos hemos mezclado con los humanos sólo han causado desgracias y la oscuridad siempre entra en un corazón roto.

Campanilla rio. ¿Azul pidiendo disculpas? Ni en el fin del mundo lo hubiera imaginado.

―Y a ti, Campanilla, te pido perdón por no haberte escuchado. Si te hubiera ayudado con Regina, nada de esto estaría pasando…

―Estaba profetizado, ¿no? ―le dijo ella, quitándole importancia.

―Las profecías pueden romperse y equivocarse, son taimadas. Todo lo que se refiera a futuro lo es. Prométeme que las hadas dejarán de estudiarlas y animarán a la gente a vivir el presente, el ahora, sin preocuparse en lo que vendrá, y que ayudaréis a aquellos que penan por el pasado como hacía la reina.

―Te prometo que lo haré ―dijo Campanilla―. Y te lo prometo de verdad.

Azul sonrió y dejó salir sus alas.

―Os deseo lo mejor, maestras de las hadas.

―¿Maestras? ―dudó Astrid, insegura.

―¿De las hadas? ―se preguntó también Campanilla.

Azul les brindó una cálida sonrisa.

―Suerte en la vida.

Y ascendió a los cielos sin dejarse intimidar por la tormenta o el vacío. Ascendió hasta la mismísima nada, hasta aquel afán destructor que devoraba el Reino de la Luz.

…

3:13 AM

Desde la ventana rota del cobertizo de la casa de Emma, Michael Tillman y sus hijos, Hansel y Gretel, amén de los refugiados de la Tierra de las historias no contadas, vieron como el cielo y el mismo vacío se iluminaban un instante.

Una estrella azul creció y creció frente al Caos Negro, brillando con intensidad hasta que estalló en un haz arcoíris. La onda expansiva de Reul Ghorm paralizó la tormenta y la destrucción, así como el vacío.

Y el polvo de hadas empezó a caer por toda la ciudad.

Era el momento seguro de huir al refugio.

…

3:14 AM

Bella, Rumpel y Henry aparecieron en la linde de la ciudad, en la carretera. Ambos vieron como la tempestad daba paso al polvo de Azul.

―¿Cómo hemos llegado a esto? ―dijo Bella, llorando, golpeando el pecho de Gold, que seguía tirado en el suelo―. ¿Cómo, Rumpel? Nuestro hijo…

Se le quebró la voz. Ni podía mirar a su «amado».

―Todo es culpa mía…

―¡Por supuesto que todo es culpa tuya! ―chilló Bella. Henry intentó tranquilizarla, pero ella lo apartó―.Todo iba bien, todo era perfecto, pero te obsesionaste con el poder… Desde que encontraste el maldito sombrero…

―Bella, yo necesitaba el poder ―farfulló Rumpel. Estaba muy débil.

―¡Y UN CUERNO LO NECESITABAS! ¡Todas tus promesas no han sido más que patrañas! ¡Y ahora tu madre acabará con Gideon!

―¿Es que no te das cuenta? ―Gold también lloraba y moqueaba―. Yo crecí y viví sin amor, Bella. Perdí a mi única luz… No sé querer, no sé quererte y tampoco he sabido querer a Gideon… Fallé con Bae y ahora he fallado con él… Dejé ir al primero por ser un cobarde y dejé ir al segundo por egoísmo.

Bella cayó hecha un mar de lágrimas sobre su esposo.

―Yo te amaba, Rumpel. Te sigo amando a pesar de todo.

―Pero a mí siempre me llevarán los demonios, Bella.

―Te convertiste en el todopoderoso Oscuro, ¿para qué? ―dijo Henry, indignado ya―. Desde entonces no has hecho más que perdernos a todos. ¿A qué te dedicabas, a jugar al ajedrez?

Gold no respondió. No tuvo la desfachatez de hacerlo.

―Arrastradme a la linde y pondréis fin a todos mis pesares ―suspiró entonces.

―¡Nosotros no somos de los que empujan a nadie al abismo! ―bramó Henry―. Nos apena ver en lo que te has convertido, abuelo.

―Lo habrías tenido todo, Rumpel ―gimoteó Bella―: amor, un hijo, familia, amigos… Te habrían querido. ¡Cielos! Tras la muerte de Pan te querían. Pero te dejaste arrastrar por la oscuridad, por ese enfermizo poder. Acabaste siendo…

―Una bestia ―completó él a duras penas―. Soy una bestia, Bella. Y aunque te ame, aunque quiera a Gideon, siempre seré una bestia. No soy ningún príncipe disfrazado, nadie me ha maldecido. Yo elegí el poder cuando Emma destruyó Excalibur, yo busqué la oscuridad por pura ambición… No, por puro complejo. Ser sólo Rumpelstiltskin el hilandero me recordaba todos mis errores con Bae, con Milah, con la Guerra de los Ogros… Ahora pago el precio.

Empezó a rebuscar en el bolsillo interior de su chaqueta y sacó un retorcido trozo de madera, bruto y astillado.

―Yo he leído sobre eso ―dijo Henry, acercándose a sus abuelos.

―Esta varita es lo único que puede matar al hada negra ―dijo Rumpel―. Está incompleta, pero conserva magia luminosa… Si se la claváis a mi madre…

Se llevó una mano al pecho y se retorció.

―¡Rumpel! ―Bella, pese a todo, no estaba preparada para dejarlo ir. No así.

―Te mereces toda la luz de todos los orbes, Bella, no mi sombra ni mi oscuridad… ―Cerró los ojos―. Sacadme de la ciudad. Dejad que muera, que muera el Ser Oscuro…

Bella y Henry se quedaron mirando como Rumpel agonizaba y se apretaba el pecho.

―No puedo hacerlo, Rumpel ―dijo Bella, llorando―. No podemos.

―Está bien… ―Tosió. Ya no aguantaría mucho más―. Bella, usa esta varita para acabar con el hada negra. Salva a Gideon… ―Se la tendió y miró a Henry con los ojos entrecerrados―. En la granja de Zelena hay un frasco con agua del Río de las Almas. Se lo di a la reina malvada. Si se la tiras a Nimue, la arrastrarás al Tártaro. Yo la esperaré a-llí…

Bella tomó la mano de Rumpel, que apretó la suya con fuerza, con un último deseo de vivir.

Pero la mano acabó cayendo como un peso muerto.

…

3:22 AM

Nimue lanzaba hechizos a diestro y siniestro contra sus tres oponentes mientras se retiraba al final de la calle. Tampoco dejaba de dar instrucciones a las arañas en un sibilante lenguaje.

Las hadas volaron entonces de forma atropellada sobre ellas, gritando y blandiendo sus varitas. Campanilla y Nova, recién llegadas, iban en cabeza, arremetiendo sin piedad contra las repugnantes patas de aquellas bestias.

Pero la auténtica fiera era la Ser Oscuro, otrora el gran amor de la luz. El rostro de Nimue era puro odio, pura maldad. Su pelea contra Regina, Maléfica y Anastasia no conocía resuello y las otras, pese a que se defendían, no parecían poder hacer nada contra ella.

El hada negra y Emma peleaban a pocos metros, dando cada una lo mejor de sí. La espada Hrunting había quedado olvidada y la salvadora usaba lo mejor de sus dotes mágicas, pero Fiona igualaba sus fuerzas, incluso las superaba con el poder de la oscuridad y de Gideon.

―¡¡¡Dejádmela a mí!!! ―se oyó gritar a Regina―. ¡¡¡Yo acabaré con esta maldita víbora!!!

―Aquí la única víbora que hay eres tú, perdedora ―se burló Nimue, paralizando con su magia a Maléfica y Anastasia―. Pienso dejarte igual que a ellas para que seas testigo de cómo mato a tu hijo a y todos tus seres queridos.

Sin dejar de atacar a Fiona, Emma miró de reojo (y aquello la aterró) como Regina, incansable, empezaba una nueva refriega de hechizos contra Nimue, que perdía su sonrisa burlona y se llenaba de rabia.

―¿Y qué va a ser de la pequeña Robin cuando te haya matado? Aunque quizás puedo traértela para que veas como le arranco la cabeza.

Regina gritó y su eco no sólo lanzó a las arañas y a las hadas a la tormenta… ¡Hizo perder el equilibrio a la propia Fiona! Pero esta no era ninguna aficionada y siguió agitando su varita y lanzando maldiciones a Emma, que las esquivaba y las desviaba. Pronto, el suelo empezó a resquebrajarse alrededor de ambas mientras se encerraban en una mini cúpula.

Nimue gritó aún más alto que Regina y, entonces, los testigos inmovilizados de la batalla lo vieron y fue como una escena de película:

Henry, medio agachado, se había acercado, poco a poco, por detrás de Nimue.

Pero esta lo vio justo cuando este abría el frasquito con el agua de la muerte.

―¡Maldito mocoso! ―chilló la Ser Oscuro, alzándolo al aire con una mano y sacándole el corazón con la otra―: ¿Te creías un héroe? Cuando te reúnas con Merlín le dices de mi parte que…

El maleficio que Regina había lanzado para proteger a su hijo le dio a Nimue de lleno en la cabeza. Esta cayó al suelo y también dejó caer a Henry, que soltó el frasquito…

El agua del Río de las Almas corrió lanzando el aullido de la parca entre los dedos de Nimue, donde se habían incrustado los cristales contaminados del recipiente.

Fiona soltó un horrible alarido; uno más fuerte que el de Nimue, que se deshacía, que se perdía en la nada.

Emma sintió en sí misma las maldiciones que el hada negra lanzó a Regina y a Henry, que salieron disparados hacia las ruinas de la cafetería.

―¡BASTA! ―le chilló a Fiona―. ¡Esto es entre tú y yo!

―¡Dígnate a morir de una vez! ―respondió esta.

Ambas empezaron a dar vueltas en círculos, enfrentadas, en guardia. Eran el ojo del huracán.

―¡¿Por qué, Fiona?! ¡¿Por qué destruirlo todo?!

―¡Porque este mundo me arrebató a mi hijo! ¡Me arrebató a mi familia, todo lo que amaba! ¡Me convirtió en esto que ves ahora!

―¡Eres igual que Gold! ―Emma parecía verlo a él en su madre―. ¡Igual que Pan! ¡Todos sois iguales, todos elegisteis ser lo que fuisteis! ¡Al menos tu marido tenía los huevos de decirlo, de ir de cara!

El polvo de hada de Azul, que seguía cayendo, ya en menor medida, iluminó por un momento a Emma, como si la bendijera.

La salvadora se abalanzó ante el hada negra para enfrentarla cara a cara.

Una blandió su oscura varita con firmeza.

Otra extendió sus brazos, dando todo su ser.

De Fiona brotó un chorro de brea negra y de Emma un rayo de luz blanca, como un haz solar, que hizo que todo alrededor llamease. Sus manos temblaron, pero la salvadora ya no lo veía como un mal augurio, no, ella iba a vencer porque el bien siempre ganaba. Los malvados no tenían finales felices.

De pronto, ambas vieron como el azulado polvo de la madre superiora comenzaba a envolverlas y conectaba sus hechizos. La oscuridad iba comiendo terreno a la luz e hizo aparecer mil ramales de esta.

Fiona no hacía más que empujar su varita. Si conseguía que su hechizo tocase a Emma, su hechizo con la luz de la noche, acabaría la batalla final con su victoria. En cambio, si la salvadora extinguía la luz que proyectaba las sombras…

El hada negra gritó de miedo.

Del hechizo de Emma comenzó a brotar una cabeza, un cuerpo, unas manos… Era como un espectro: el espectro de Merlín.

―¡Yo creo en ti, pequeña! ¡Venciste a la oscuridad una vez y podrás hacerlo de nuevo! ―la arengó el brujo, colocándose tras ella como un guardián―. ¡Sigue luchando, Emma!

Pero la conmoción por ver al pobre Merlín fue tan grande que la oscuridad siguió devorando el hechizo de Emma. Entonces, un nuevo cuerpo volvió a materializarse…

Era Ingrid.

―Sé que darás a todos un final feliz; igual que me lo diste a mí, tesoro mío.

Y la Reina de las Nieves se colocó junto a Merlín.

Emma gritó de dolor. Le ardían las manos y el hechizo de Fiona estaba ya casi ahí. El hada negra, cada vez más cerca, comenzó a reír con locura.

Y otro espíritu, otro enviado del Olimpo, apareció. Al principio parecía un lobo, pero luego tomó su forma de cazador.

―Yo sé que eres capaz de todo ―le dijo Graham, volando sobre su cabeza―. Eres la hija de Blancanieves y el príncipe Azul. Serás capaz de mucho más de lo que ellos enfrentaron. ¡No te rindas, Emma! ¡Hazlo por Storybrooke! ¡Por mi gente!

El alarido de Emma fue aún más alto… Pero ya aparecía un nuevo espíritu. Primero su cabeza, la de un hombre, y luego un torso, un cuerpo…

―¡Neal! ―Un llanto incesante se rompió en Emma. Fiona casi la tenía.

―¡EMMA, SÉ FUERTE! ¡POR NUESTRO HIJO! ¡POR TU AMOR! ¡LUCHA, SIGUE LUCHANDO!

Pero una voz más potente que la del fantasma de Neal y un terror mayor que el de Emma, incluso que la tormenta del vacío, lo paró todo.

La salvadora miró a Fiona.

No podía creer lo que veía.

…

3:33 AM

Bella apretaba en su mano el pedazo de varita que Rumpel le había entregado.

Este estaba hendido, clavado bien profundo, en la espalda del hada negra, al otro lado de su corazón.

De la herida abierta, en lugar de sangre, manaba podredumbre, la brea oscura propia de su magia, pero también irradiaba luz: la luz de Gideon.

Fiona se giró y miró a Bella encolerizada. Esa rata de biblioteca no podía haber sido capaz. No.

Y luego se volvió hacia Emma, que esta vez no lanzó ningún hechizo, sino que envió a las ilusiones de Merlín, Ingrid, Graham y Neal contra ella.

Bella retiró la antigua varita de Azul al mismo tiempo que los fantasmas empujaban al hada negra hacia atrás, con los brazos extendidos y dejando caer su varita, que se quemó en el aire al sentir morir a su dueña.

Fiona, la esposa del esclavo, la paria del pueblo, cayó al suelo encogida, floja y con cierta expresión de sorpresa en el rostro.

Todos los paralizados recobraron la movilidad y corrieron hacia Emma. Eran todo un grupo de héroes frente a la moribunda villana, que perecía junto a una Bella que aún sostenía la varita que le había dado muerte.

―¿Cómo puede ser…? ―preguntó en un hilo de voz mientras su cuerpo iba liberando al de Gideon―. Tenía el poder del Caos Negro y el de la luz… La profecía…

―Tu profecía ha estado siempre equivocada ―dijo Bella, poniendo todo el odio que podía en cada palabra.

―¡Tú creías en tu profecía y nosotros en desalarte! ―bramó Lily, abrazando a su madre.

Lady Tremaine, George y Bo Peep intentaban retirarse como cobardes y lo estaban consiguiendo, porque nadie parecía echarles cuenta.

―El destino no lo decide todo ―dijo Mary Margaret que, junto a David, había corrido a arrullar a Emma―. Cada uno decide su propio destino.

―Pondremos un pósit en la próxima profecía haciendo referencia a tu fracaso ―saltó Ashley.

―Oooooh-aaaaah… ―Aquel gemido del hada negra les puso a todos los pelos de punta―. ¿Creéis que esto es el fin? ―rio, mirando al cielo―. Esto no ha acabado. Ya no se puede detener la Noche Eterna. No escaparéis…

Y antes de culminar sus últimas palabras, Fiona quedó inexpresiva, sin conciencia y… Muerta, como la mortal que había vuelto a ser.

Como Gideon, que yacía a su lado.

Bella se echó sobre él y lo llamó, lo llamó a vivo llanto. Pero Gideon estaba muerto, igual que Rumpel, igual que su padre…

Emma quiso sacarla de allí, llevársela para que no sufriera, pero Bella no cejaba en su empeño de llevarse a su hijo con ella. A ese hijo que no había disfrutado, que ni siquiera había podido conocer…

Toda la ciudad tembló y pareció caerse por completo. El vacío estaba ya allí, sobre sus cabezas.

―El fin del mundo se cierne sobre nosotros ―anunció el dragón, calmo como siempre.

―¡¿La derrota del hada negra no ha sido suficiente para deshacerlo?! ―preguntó Felipe, abrazando a Aurora.

―En teoría, el Caos Negro desaparecería si quien lo controla muere… ―dilucidó el sabio―. Esa mujer debió dejar tras de sí una estela de poder que sigue dominándolo. No durará mucho, pero sí lo suficiente para que llegue el fin de todos los reinos.

―¡GENIAL! ―gritó Garfio―. ¡¿Entonces qué demonios hacemos, abuelo con colmillos?!

El dragón tomó las dos mitades del cetro de Maléfica que había en el suelo y, con sus propias manos, las hizo polvo. Luego lo lanzó a todos y se desaparecieron.

Cuando el humo se retiró, el grupo entero vio que estaban en el refugio de Zelena. A Regina le dio un vuelco al corazón al darse cuenta de que habían dejado el cadáver de su hermana atrás.

―Salvadora ―dijo el dragón―. Abre la trampilla de salida con esta llave… ―De su bolsillo sacó una pequeña llave de estaño, de aspecto antiguo―. Nos llevará a nuestro final… Tú decidirás si es feliz o no.

Mary Margaret y David corrieron a por Neal; Aurora y Felipe a por su hijo, que dormía a su lado; Ashley y Sean a por Alexandra y Regina y Henry a por Robin.

Al abrir la trampilla, Emma descubrió un portal.

―¡Que todo el mundo lo cruce! ―ordenó el dragón a los ciudadanos de Storybrooke―. Quien quede atrás, morirá.

Y sus palabras bastaron para que todos hiciesen una fila desesperada y cruzasen rumbo hacia el momento definitivo.

…

La Tierra De Las Historias No Contadas…

Una algarada se desató alrededor de Emma: los gritos de alegría, la dicha de los reencuentros y el coreo de su nombre hendieron el aire.

Los habitantes de Storybrooke iban cruzando poco a poco el portal y los que llegaban se llevaban la sorpresa de encontrar a un montón de gente, venida de todos los reinos, esperándoles.

―¡Abuelita! ―Ruby fue la primera en correr hacia su abuela cuando la vio entre el gentío. Ambas se fundieron en un fuerte abrazo y rompieron a llorar. Demasiado tiempo separadas y demasiado tiempo solas.

Mientras Dorothy se presentaba, Elsa corrió a abrazar a Emma, seguida de Anna, Kristoff y Sven.

―Al final lo has conseguido, Emma ―la felicitó la reina de Arendelle―. Sabía que lo lograrías.

―Bueno, esto parece que no ha acabado ―contestó Emma, agradeciendo los ánimos.

―¿Bella? ―preguntó Anna, extrañada, creyendo reconocer a su vieja conocida.

―A-Anna… ―Pero esta no estaba para hablar con nadie. La pena por Gideon y Rumpel la concomía.

David también se ponía al día con sus amigos del norte mientras Felipe y Aurora buscaban a alguien entre el gentío.

―¡Mulan! ―Fue Felipe quien la vio.

La guerrera corrió hacia ellos y los tres se abrazaron.

―¿Este es vuestro hijo? ―preguntó la muchacha, emocionada del todo―. Me alegro de que hallaseis un final feliz.

Pero ellos dos no eran los únicos que buscaban a Mulan.

―¿Hija?

Felipe y Aurora se giraron extrañados, igual que la guerrera. El sabio anciano que había abierto el portal a esa tierra, el dragón, se acercaba poco a poco, inseguro.

―¿Padre? ―Ahora, Felipe y Aurora volvieron a girarse hacia Mulan. No entendían ni media.

El dragón se arrodilló ante Mulan y agachó la cabeza.

―Hija mía, te ruego me perdones por mi ignorancia. Te ruego permitas que te siga teniendo como hija.

Mulan se había quedado de piedra, sin saber cómo reaccionar. Tras un momento de duda, corrió a ayudar a su padre a levantarse.

―No tenéis por qué hacer esto.

―Sí que tengo, hija, sí que tengo. Permití que mi ambición… Que mi ego me cegara ―dijo el dragón, con los ojos vidriosos―. No te apoyé cuando más lo necesitabas, cuando más lo necesitaba el Imperio… Y te dejé ir. Fui un ignorante que no tuvo el coraje de ver que estaba errado.

―Lo que yo os proponía era también un gran riesgo, padre.

―Eres demasiado buena, Mulan. Tus palabras buscan consolarme, mas debo ser yo el que te consuele a ti: te retiré mi mano cuando me la pediste, te dejé ir de casa y, cuando nos salvaste a todos, sólo te recriminé haberme robado la gloria. Una batalla se libraba en mi interior y…

―Es suficiente, padre ―dijo Mulan, que también empezaba a llorar―. Yo os pedía un ejército para luchar contra el enemigo. Vos queríais acabar con él usando vuestra magia.

―Pero si no confié en ti no fue por pensar que yo tendría más posibilidades de éxito, no. Fue porque no quería que tú me robases la gloria. Y cuando venciste a los invasores, cuando te convertiste en una heroína, yo pagué el precio de mi egoísmo y fui desterrado. Perdí mi vida y mi reino, pero también te perdí a ti.

Mulan guardó silencio. Había muchas cosas que quería decirle a su padre, pero no sabía por dónde empezar.

―Parece sincero ―dijo de pronto Aurora―. Amiga, quizás deberías darle una oportunidad.

―Puede que este sea vuestro final feliz ―apuntó Felipe.

Mulan miró a su padre y ambos se sonrieron.

―No. Esto no es un final feliz ―dijo Mulan.

―Es un nuevo comienzo ―completó su padre antes de abrazarla.

Más reencuentros como ese se fueron sucediendo a medida que el sol se alzaba en un nuevo amanecer, pero Emma y los suyos sabían que la amenaza de Fiona no había terminado. Glinda parecía estar al tanto de qué hacer, porque se los llevó, a ella y a Garfio, a un rincón apartado de la plaza.

―El impío poder del hada negra puede anularse ―les dijo―. Sólo necesitamos amor verdadero.

―¿Me estás diciendo que si Emma y yo nos damos un beso pararemos el fin del mundo? ―Garfio no se lo tragaba.

―No es tan sencillo ―aclaró Glinda―. Estamos hablando del acto de amor verdadero por excelencia, de un amor supremo. La profecía decía que la luz extinguiría la luz, mas la oscuridad también puede acabar consigo misma si se hace del modo adecuado.

―Creo que no terminamos de entenderte ―dijo Emma, confusa―. ¿Qué oscuridad?

―La de la muerte. ―Sus palabras cayeron como un peso inerte sobre la pareja―. Una muerte, un asesinato, es el acto más oscuro de todos, mas si hablamos de un sacrificio, la oscuridad se torna en luz. El sacrificio de un amor verdadero en pos de la supervivencia de todos los reinos podría convocar esa luz suprema. Mas, como me imagino adivinaréis…

―Debemos dar nuestra vida a cambio ―concluyó Emma, mirando a Garfio.

―No digas ni una palabra más, amor. Mientras esté contigo, lo demás no importa.

…

Un cortejo silencioso cruzó el prado rumbo al Templo de Morfeo. Emma y Garfio iban en cabeza junto a Glinda, seguidos de Henry, Mary Margaret con Neal, David y Regina, que llevaba a Robin. Violet y su padre; Bella, junto a Ariel y Eric, que la consolaban; los habitantes de Arendelle, los de Agrabah, Nemo y Liam, la gente de Oz, de Storybrooke, Ginebra y Lancelot, Alicia y los suyos, los parias de la Tierra de las historias no contadas… ¡Hasta la oruga se iba arrastrando, cerrando la comitiva! Era más gente de la que se podía contar, más corazones que estrellas había en el cielo.

Mas todos aquellos corazones estaban fraguados como uno solo.

Un corazón. Un destino.

Maléfica fue la primera que rompió el silencio cuando llegaron al sagrado lugar.

―Yo conozco este sitio…

―¿Has estado aquí antes, mamá? ―preguntó Lily, extrañada.

La bruja calló por un instante. Luego abrazó a su hija.

―Todo va a salir bien. Sé que todo va a salir bien.

Mary Margaret y David, por su parte, no podían dejar de pensar en Emma. En que iban a volver a perderla, en que la iban a ver morir…

Pero no era una muerte. No. Mary Margaret sabía que no. Sabía que su hija seguiría viviendo, que sería feliz junto a Garfio y que, algún día, todos se reencontraría con ella.

―No quiero dejaros ―les dijo a ambos, abrazándolos―. No quiero que me perdáis otra vez.

―Siempre te encontramos ―contestó David, estrechándola aún más fuerte.

―Cuando paramos el hechizo de Pan te recuperamos, cuando te convertiste en el Ser Oscuro te recuperamos y cuando caímos bajo el hechizo del sueño te recuperamos ―enumeró Mary Margaret―. Nuestro amor lo vence todo.

Emma también besó a su hermanito Neal.

―Crecerá oyendo tus historias ―dijo David―. Estará orgulloso de ti.

―Mamá… ―Henry la aguardaba. Aquello sí que iba a ser un mal trago.

―Cariño, yo… ―No tenía palabras. La mirada de Henry la traspasaba.

―Te quiero ―dijo el chico.

―Yo también te quiero.

Ambos se fundieron en un abrazo y la tierra tembló bajo sus pies.

―No nos queda mucho tiempo ―apremió Glinda.

―¡Un momento! ―gritaron Campanilla y sor Astrid, que llegaban corriendo hacia Emma.

―La salvadora necesita ir vestida como merece la ocasión ―dijo Astrid, soltando una risita nerviosa.

Ambas enarbolaron sus varitas ante Emma y le confirieron el hermoso vestido de novia de su madre, tejido por gusanos de seda con plumas de cisne.

―Y su capitán también, por supuesto. ―Y así, Campanilla vistió a Garfio con el viejo uniforme de la armada de su hermano.

―¡Esperad! ―Emma dejó a los suyos y corrió hacia Maléfica y Lily―. Hay algo que debo hacer antes.

―Emma, ¿de qué hablas? ―preguntó la chica, extrañada.

―Tengo algo que es tuyo, ¿recuerdas?

La salvadora se sacó el corazón, brillante, rodeado de una aureola luminosa, y lo acercó al pecho de su amiga. Una especie de energía pareció conectarlas.

―¡¿Estás…?! ―Maléfica se emocionó.

―Mereces tener las mismas oportunidades que los demás, Lily ―dijo Emma―. Te devuelvo la luz que mis padres…

Pero Lily no la dejó acabar. Con lágrimas en los ojos, la abrazó.

―Todos te vamos a echar de menos, Emma. No habrá un día en que no pensemos en ti.

Y ya bastaba de despedidas. Emma, de la mano de Garfio, subió hasta el altar de Morfeo. Desde allí, ambos miraron a sus amigos y familiares. Liam subió en el último momento a decir adiós a su hermano.

―Cuídate, Killian.

―A dónde voy no necesito cuidarme ―rio el capitán―. Espero que tú también halles algún día tu final feliz.

Entonces, David y Mary Margaret se miraron y ambos recordaron la canción de Emma, la nana Blanca le escribió a su futura hija cuando era niña y que nunca tuvo la oportunidad de cantarle.

―Emma ―dijo su madre, bien alto para que todos la oyeran―. Eras un alma perdida, pero llegaste a Storybrooke, donde todos te necesitábamos con desesperación.

―Nuestra salvadora ―siguió David―. Necesitábamos que creyeses y lo hiciste.

―Nuestra niña. Nuestra esperanza ―terminaron ambos.

COMIENZA LA CANCIÓN SWAN SONG

David and Mary Margaret

Swan song.

We have but swan song.

Swan song…

Only for you.

David, Mary Margaret, Regina and Henry

One heart

tenderly beating,

ever entreating,

constant and true.

Everybody

One love

that has possessed us.

One love

thrilling us through.

Swan song.

Our hearts keep singing,

of one love

only for you.

Emma se enjugó las lágrimas. Como un revoltijo, por su mente iban pasando todos aquellos momentos de soledad durante su vida de huérfana, estos se iban apagando a medida que recordaba a sus padres, a Henry, a Regina… A Storybrooke. Su hogar.

―Sé que no os podéis creer esto… ―comenzó a decirles a todos aquellos que, de un modo u otro, se habían cruzado en su camino, en su historia, esos años―. Hemos hecho un largo viaje juntos, un viaje hacia la oscuridad algunas veces, pero en el que nos hemos llegado a conocer de verdad. Nos hemos acompañado y, a pesar de todo lo malo, nos hemos querido. Hemos sufrido juntos, aunque nos hemos reconfortado unos a otros si lo necesitábamos. Y hemos sido capaces de lo imposible aprendiendo unos de otros, aunque siempre hayamos tenido que enfrentarnos a los villanos que trataban de impedirlo haciendo cosas horribles. Ya casi se acaba el tiempo y, aunque sé que es muy duro, vosotros debéis seguir luchando hasta el final. Porque sé que lo conseguiréis. Juntos, unidos como hasta ahora, lo conseguiréis.

La multitud estalló en aplausos y vítores, pero un nuevo temblor los devolvió a la realidad, al incipiente apocalipsis. El Reino de la Luz había caído.

―Emma, cuando nos conocimos sólo me importaba una cosa ―dijo Garfio, también llorando, como si aquellos fueran sus votos―: conseguir mi venganza. Y tú hiciste algo que nadie, nunca jamás, había conseguido. Me enseñaste que un corazón lleno de amor era el más valioso de los tesoros… ―El pirata sonrió, aquello le llegaba a hacer gracia.

―Killian… ―Era el turno de una emocionada salvadora―. He pasado gran parte de mi vida en soledad. Henry me encontró y me llevó a Storybrooke y, entonces, me reuní con el resto de mi familia. Pero sólo saber que eres fruto del amor verdadero no significa que creas que algún día lo encontrarás… Gracias a ti, ahora lo tengo.

Mary Margaret, desde abajo, tiró a Garfio el anillo de bodas que un día había pertenecido a Ruth. El pirata lo cogió al vuelo.

―Yo, Killian Jones, te tomo por esposa para amarte toda la eternidad.

Y le puso el anillo, que entró perfecto.

―Yo, Emma Swan, te tomo por esposo para amarte toda la eternidad.

Lo besó.

Se besaron.

Emma miró a su gente una vez más.

―Siempre os querré a todos ―les dijo―. Siempre os llevaré en el corazón.

Y con un nuevo ósculo, la luz más pura de todas irradió de la pareja, cegando a todos los presentes, creando más y más luz, abatiendo la oscuridad.

En medio de aquella claridad, la gente sintió como la tierra temblaba.

―¡¿Hemos llegado tarde?! ―se oyó que gritaba Alicia, a ciegas.

El tañido de unas campanas también se dejó oír. Eran las campanas que saludaban a Emma y Garfio.

―No. No hemos llegado tarde ―dijo Mary Margaret a David, tomándolo del brazo―. Hemos llegado justo a tiempo.

Mientras desaparecían envueltos en aquella luz sagrada, Emma y Garfio siguieron besándose y, conforme más pasión demostraban, mayor era el poder que emanaban.

Hasta que en el mundo sólo hubo luz.

…

El Tártaro

Cuando despertó, Fiona no sabía dónde se encontraba. Todo lo que veía era una jungla sofocante, pero los árboles parecían crecer al revés, del cielo a la tierra… O era que ella estaba boca abajo.

Sí. Ella estaba boca abajo, colgada de un árbol por los pies, y llevaba sus ropas de campesina, de antes de convertirse en hada.

―Veo que sigues durmiendo hasta tarde…

Un muchacho, el más guapo que jamás había visto, vestido con extrañas y agrestes ropas, la miraba desde el aire. Estaba volando.

―Malcolm…

―No. Malcolm murió hace siglos. Yo soy Peter Pan.

Pero era Malcolm. Tenía su pelo, su cara, su sonrisa torcida y su ojo enfermo y sangrante. Era Malcolm.

―Peter Pan también está muerto ―fue todo lo que se le ocurrió decir a Fiona.

―Y tú también, así como el hada negra. Aquí estamos todos muertos ―rio aquel muchacho.

―¿Esto es-s el I-Inframundo? ―preguntó la mujer con un deje de temor. No le gustaba nada como la miraba su antiguo esposo.

―Esto es un lugar peor que el Inframundo. Es mi nuevo País de Nunca Jamás. Verás, cuando nuestro hijo me desterró aquí no contaba con que Arturo liberase a las almas perdidas y que yo me convirtiese en Señor del Tártaro, aunque eso para ti será como una historia no contada. El caso es que el recuerdo de aquel entusiasmo que vivía en Nunca Jamás y aquella sensación de color y calidez eran demasiado poderosas, demasiado maravillosas, para renunciar por completo a ellas. ―Peter se sentía invadido por un gran placer. El mundo se presentaba ante sus ojos con claridad y Fiona estaba rendida ante él―. Tú ahora estás en mis dominios. Eres mía y lo serás por siempre jamás.

De pronto, Peter se acercó a ella y la agarró del brazo.

Hubo un instante de ardor que pasó enseguida. Fiona sentía el brazo como siempre… Hasta que el niño que no quería crecer retiró su mano. La sangre, su sangre, le chorreó desde el codo al hombro. Peter era una sanguijuela.

Fiona empezó a aullar, lo que a Pan hizo mucha gracia. Había dejado en su brazo un agujero del tamaño de un real.

Entonces volvió a tocarla, en las manos, en los brazos, en el cuello… Además del dolor, el hada negra sentía una horrible sensación de drenaje mientras Peter le chupaba la sangre.

Pan le metió una mano por debajo de la blusa para agarrarle el pecho. Aquello volvió loca de horror a Fiona, que empezó a pegarle manotazos para apartarlo, observando la mancha de sangre que se esparcía sobre su ropa. Pero Peter, sin inmutarse y con una sonrisa aún más dichosa, acarició su ojo derecho. Fiona lo cerró, pero no sirvió de nada: sintió el breve ardor al hundirse un dedo en su párpado para chuparle el fluido del globo ocular. El hada sintió que el ojo se derrumbaba dentro de la cuenca.

Aulló otra vez de dolor. La mano que estaba en su pecho aprovechó para entrar en su boca y agarrarle la lengua.

―Cada día, el resto de tu eternidad ―dijo entonces Peter―, pienso hacerte pagar por lo que me hiciste. Por tus mentiras y abandonarme. Este es nuestro feliz comienzo, Fiona.

Ella, que seguía tratando de gritar, perdió la conciencia.

Despertó sólo una vez: cuando, en algún infierno oscuro, maloliente, mojado y donde no brillaba luz alguna, ni un solo rayo de luz, Peter comenzó a alimentarse.

…

El Monte Olimpo

Emma cabalgaba a lomos de un caballo, de Rocinante, aunque ella no lo sabía. Detrás tenía a Garfio, que la abrazaba. Estaban en un campo florido, ascendiendo por un camino, y ninguno tenía la menor idea de hacia donde los conducía su montura.

Se mantuvieron ambos en silencio, pensando en la gente que habían dejado atrás, en si los mundos estarían a salvo y en lo que les depararía a partir de entonces. No estaban en el Inframundo, así que sólo cabía un destino.

Al llegar a la cima de una empinada cuesta los esperaban tres personas y las tres eran conocidas: Megara, Hércules y Bill, el mecánico del taller de Storybrooke.

―Enhorabuena, salvadora ―dijo el héroe al que un tiempo atrás habían ayudado a derrotar a Cerbero―. Nos has salvado a todos.

Fue el primero en arrodillarse. Emma y Garfio no entendían a qué la pleitesía.

―Seguidnos ―dijo Bill, antes de tomar la mano de Hércules, que tomó a su vez la de Megara.

―Me huele a menage a trois a la legua, amor ―le susurró Garfio al oído a su mujer.

―¿También te enseñaron francés en la escuela naval? ―rio Emma.

―Ya lo verás, Swan, ya lo verás.

Rocinante siguió a la triple pareja. Pronto, entre la foresta empezaron a aparecer columnas y estatuas, hasta que arribaron a unas escalinatas de piedra que subían hasta unas verjas doradas. Allí los esperaban muchísimas personas, algunas de las cuales ni Garfio ni Emma esperaban volver a ver.

―¡KILLIAN! ―gritó Milah, llena de alegría, corriendo a ayudar a su ex–novio a bajarse del caballo.

Neal fue quien ayudó a bajar a Emma.

―Sabía que lo lograrías ―le dijo, estrechándola en sus brazos.

―Fue gracias a ti ―contestó la salvadora, emocionada como nunca―. A ti, a Merlín, a Ingrid…

Esta ya se acercaba también, con lágrimas en los ojos y acompañada de sus dos hermanas y su cuñado.

―Siento no haberme encontrado contigo en el Inframundo ―le decía Garfio a Milah mientras ella lo abrazaba.

―Nos salvaron, Killian, nos salvaron del Río de las Almas. Una larga historia.

―Una historia no contada ―rio el capitán.

―¡Hermano!

Liam se adelantó entre el resto de la multitud que esperaba a Emma para abrazar a su hermano.

―Ya no volveremos a separarnos ―le dijo Garfio―. Nunca jamás, Liam, nunca jamás.

Graham, Merlín y un niño fueron los siguientes en felicitar a Emma.

―Albergar al Ser Oscuro fue una gran prueba, mas la superaste con creces, Emma ―dijo Merlín―. Ahora más que nunca eres la salvadora.

―Has sido una gran sheriff ―bromeó Graham. Iba vestido con ropas propias del Bosque Encantado. Había vuelto a la naturaleza que tanto amaba.

―No mejor que tú ―respondió Emma emocionada por el reencuentro y mostrándole la pulsera de su brazo―. He llevado tus cordones siempre, para recordarte a ti y a lo que me hiciste sentir. Tú y Henry fuisteis los primeros en hacer que mi corazón volviese a latir.

―Tú también despertaste a mi corazón, Emma ―dijo Graham, abrazándola―. Incluso con Garfio aquí, mi corazón seguirá latiendo por ti.

Merlín presentó al niño como el aprendiz al que Emma y su familia habían conocido ya anciano. La recompensa a cinco siglos de servicio por la causa de la luz había sido para él una segunda oportunidad de volver a empezar y corregir sus errores, pudiendo, ahora sí, vivir la infancia que la oscuridad le robó.

―¿Y Zelena y Gold? ―preguntó Emma, de pronto, preocupándose, sobre todo, de la bruja de Oz.

―Ellos tienen muchos asuntos pendientes ―dijo Merlín―. Quizás algún día, cuando reivindiquen sus cambios y su redención y arrepentimiento sean completos, quizás y sólo quizás, puedan ascender aquí. Mas auguro que a Rumpelstiltskin le aguarda una larga penitencia.

Entre la multitud apareció también una joven pareja con otro niño. Se presentaron como unos jóvenes Robert y Ruth. El pequeño era el príncipe James.

―Eres digna hija de Blanca y David ―le dijo a Emma su abuela entre lágrimas.

―No podíamos estar más orgullosos…

Pero Robert había visto a Garfio.

―Sé lo que Killian os hizo… ―Aquello iba a ser difícil―. Abuelo, ese daño jamás podrá repararse… Tu muerte, los años de soledad de mi padre, lo mal que se sintió…

―Cuando Arturo conquistó el Inframundo tuvimos una segunda oportunidad, Emma, cariño ―explicó Robert―. Al ascender al Olimpo volvimos a nuestra juventud para darle a James la familia que merecía y el amor que siempre necesitó.

―Él purgó sus pecados ―dijo Ruth―. Mas nosotros mantenemos todos nuestros recuerdos.

Emma miró a su tío, que jugaba con otro niño llamado Horacio. No quedaba ni sombra del rencoroso príncipe que había conocido en el Inframundo. ¿Y qué habría sido de Cruella? No importaba. No. No merecía la pena pensar en nada malo. No rodeada de tanto amor.

Tras Robert y Ruth estaban la reina Eva y el rey Leopold, sus abuelos maternos. La primera la besó, la abrazó y se volvió loca con ella. Emma no podía creer lo que se parecía a su madre.

―Te prometo, mi niña, que nunca dejaremos que estés sola ―le dijo Eva.

Leopold, en cambio, estaba más comedido. Se alegraba de conocerla al fin, a la que sin duda habría sido una gran reina, pero, al parecer, los años en el Inframundo entendiendo que los árboles no le habían dejado ver el bosque o, lo que es lo mismo, que estaba tan preocupado de su pueblo que había descuidado su hogar, lo habían vuelto algo reservado. Ya no era un patán.

Marian y Robin fueron los últimos en aparecer para dar la bienvenida a Emma y Garfio. Fue chocante para ambos verlos juntos, pero el tiempo y las circunstancias habían dejado claro que sólo eran amigos que se guardaban un gran cariño por la vida que una vez habían compartido. En el Inframundo, años atrás, Marian había conocido a un joven llamado Quinn. Cuando ambos superaron sus pasados, se enamoraron y se decidieron a comenzar de cero, fue cuando pudieron ascender a una vida mejor.

Con aquel séquito, con todo ese amor que aún les quedaba por recibir en la otra vida, Emma y Garfio atravesaron las puertas del Olimpo. Allí estaba Zeus, que hizo lo que nunca había hecho hasta entonces, lo mismo que su hijo: arrodillarse.

…

En toda su vida, Gideon no conoció más que oscuridad.

Vivió en las tinieblas, en el peor de los castigos: la soledad. Sufriendo en el alma con la culpa por el destino de Roderick, su único amigo, compañero y luz en mitad de aquel infierno que eran las minas del hada negra. Cuántas noches habría acabado rendido pensando en él, en que ojalá siguiera a su lado, siempre más cauto y valiente que él.

Si ese día hubiera tenido el coraje de enfrentarse a su mamaíta, ¿quién sabe qué hubiera pasado? Quizás la habrían derrotado mucho antes, quizás el poder de todos los niños unidos habría acabado con ella.

Pero fue un cobarde.

¡¿Y qué culpa tenía?! Él no era más que un niño. Un niño sin madre ni padre, un niño que, como tantos otros en el Reino de la Oscuridad, no entendía ni comprendía nada más allá del picar ónices y obedecer al hada negra, la única adulta que conocían.

«Madre, padre, siento no tener la oportunidad de estar con vosotros. Siento que no hayamos podido ser una familia».

―Tú también mereces un final feliz, Gideon.

El muchacho se sobresaltó y, al momento, quedó alunado. Roderick estaba allí también, en aquel extraño y luminoso reino.

―Esto es imposible ―musitó Gideon, atónito al ver cómo su amigo se le acercaba y le tomaba de las manos.

―Ten fe en ti mismo y podrás iniciar tu propia historia.

Se abrazaron fuerte, muy fuerte, y Gideon le pidió perdón por haberle fallado dos veces, pero ya no importaba, no. No importaba nada de nada.

―No sabes lo que me gustaría volver a ver a mi madre, decirle cuanto la quiero y cuanto…

―Podrás. Te aseguro que podrás ―lo animó Roderick―. Ella ha sufrido mucho y quizás lo de esta noche la traspase, pero ahora sólo puede navegar hacia el amanecer.

Gideon miró al horizonte, al prado infinito donde danzaban los dientes de león, al eterno Monte Olimpo.

―¿Y tú te quedarás conmigo? ―preguntó a Roderick.

―Sólo si tú quieres.

―No veo cómo podría pedírtelo ―rio Gideon―. ¿Cómo se piden esas cosas?

―Puedo traer algo de polvo de duende para saberlo ―contestó Roderick con una sonrisa en los labios―. Has sido arrastrado por las sombras toda la vida, amigo, mereces cruzar la puerta hacia un final feliz. Mereces…

―¿Estar contigo?

―Una nueva aventura ―sentenció Roderick―. ¿Estás listo para una nueva aventura?

―Siempre.

Cruzaron una mirada, sonrientes y ebrios de felicidad. De la mano, dejaron atrás las penas del pasado para adentrarse en el que sería su nuevo reino para siempre.

Y lejos de allí, muy lejos, Bella lo supo. De algún modo supo que su hijo era feliz del mismo modo que Emma o Garfio.

―Te quiero, mi apuesto héroe… ―Esas fueron las palabras que el viento trajo a Gideon. Las palabras de su madre.

…

El Bosque Encantado

Hoy Día

Blanca abrió los ojos asustada. Como si la acabasen de despertar de un sueño profundo y plácido.

Un aroma agradable a campanillas de invierno que evocaba su infancia le impregnó el olfato. También notó que estaba en una cama mullida y cómoda, que sus cabellos habían crecido de nuevo y que sus ropas…

¿Había vuelto?

Un pajarillo azul trinaba posado en la cabecera de la cama. La princesa lo miró sin terminar de entender qué había pasado.

¿Estaba en el Bosque Encantado?

Miró en derredor y vio la cuna de Neal y, echando más cuenta a la habitación, que se encontraba en el castillo de su padre, en la alcoba que ella y David había ocupado durante el año perdido.

Fue hasta su hijo, lo tomó en brazos y lo abrazó sin poder evitar pensar en Emma.

COMIENZA LA CANCIÓN POWERFUL MAGIC

Snow White

Good morning, son.

Oh, my dear…

There's something wrong,

cause all I see is our former world.

A rhythm stirs deep inside my soul…

The bluebird is whistling to the song's rhythm.

Prince Charming (entering the room)

Ahhhhhhhhh ahhhhhhhhhh…

What's going on?

Someone cast a spell or curse.

Cause what I see is our last magic reverse.

My voice just soars…

Had no idea it could.

Now I'm singing out, and my do I sound... good!

What could be the reason?

Snow White

I think I know, my love.

It's all because the sacrifice Emma made for us.

With her hope in our hearts, we defeated the black fairy.

Cause love expressed through light,

is a weapon like that fly has never seen.

Snow White and Prince Charming

There's a powerful magic, when two hearts are one.

A powerful magic bright as the sun.

Prince Charming

Goodness has triumphed, and evil's undone.

When you dare to heed love's call…

Snow White and Prince Charming

Cause love is the most powerful magic of all

They kissed each other.

…

Cinderella and Thomas (dancing in their palace)

It's a powerful magic, when two voices soar.

Cinderella

I'm ever more hopeful for what lies in store (I’m pregnant!).

Thomas

Nothing will stop us, no not anymore.

Because we know dreams come true…

Cinderella and Thomas

That is what love and its powerful magic can do.

…

Ariel and Eric (dancing in the balcony of their castle)

Feel the song inside our hearts.

That is where the magic starts.

Ariel

Oh, it grows with every note.

Eric

Soaring sweetly from my throat.

…

Jasmine and Aladdin (flying over the magic carpet)

Every line ends with a rhyme.

Don't know how, but it's sublime.

With a melody so strong…

How can we go wrong?

…

Snow White and Prince Charming

With our powerful magic, we now have the means.

Cause love can defeat curses, potions, or beans.

And the happy ending that we waited is here.

One our daughter gave us with faith…

Seems we found a lucky break!

Now let our song show the powerful magic

we can make.

…

La primavera se adelantó aquel año y mayo se presentó como un mes de gran calor. Las cosechas eran buenas, los ogros ni se atisbaban y las relaciones entre los monarcas de los diferentes reinos no podían ser mejores.

Un día en el que el sol sonreía desde el mediodía y las abejas zumbaban pizpiretas entre las flores, en la vega cercana al palacio de los padres de Blanca, junto al estuario, se organizó la mayor celebración que el Bosque Encantado había visto jamás. Mientras Regina la planeaba, el término «extravagante» se susurró entre los banqueros del lugar, pero, según la reina, ¿de qué servía el término «extravagante» si no podía describir una coronación? Además, habría mucho más que reyes o nobles; cualquiera que quisiera ir estaba invitado y muchos fueron los que acudieron a rendir homenaje a Blancanieves y a David. Porque lo que se celebraba era, tal y como se ha dicho, la coronación de ambos como reyes de reyes, como soberanos del Bosque Encantado. Y, sobre todo, la dicha por un nuevo comienzo que Emma y Garfio habían hecho posible.

―Yo, la reina Regina ―anunciaba Su Majestad, de rodillas frente a los príncipes, que ocupaban unas simples sillas de madera bajo una pérgola de flores―, entrego el reino a sus legítimos soberanos: Blancanieves del Bosque Encantado, hija de Leopold y Eva del Reino del Norte, y David de Elsinor, un humilde pastor con más nobleza en la sangre que toda la corte unida. Yo los corono nuestros reyes. ¡Viva Blanca! ¡Viva David!

―¡VIVAN! ¡VIVAN! ―corearon todos los presentes.

Gruñón y Caperucita traían las coronas de sus soberanos en cojines. La de David tenía dos leones enfrentados a una rosa; la de Blanca, campanillas de invierno.

Los trovadores empezaron con la música y el jolgorio no hizo sino acrecentarse. La reina Elsa de Arendelle se había encargado del banquete y, gracias a su magia, el helado de chocolate no se derritió en ningún momento y los pijamas de frutas se mantuvieron frescos.

Ariel y Eric abrieron un baile inventado por la propia sirenita. Blanca y David intentaron unírseles, pero no pudieron mantenerles el ritmo.

―Yo lo llamo el baile del ahorcado ―explicó Ariel, emocionada, con el mismo subidón que cuando se guardaba tenedores en su ridículo.

En algún momento de la fiesta, la joven conocería a Ceni y ambas se emocionarían a más no poder hablando de sus embarazos.

―Me enteré pocos días antes de que tuviéramos que dejar Storybrooke ―le explicaba la princesa, a la que ya se le notaba bastante la tripita―. Pasado mañana vendrá Sabio a verme y Thomas no hace más que decirme que quiere gemelos. ¡Y varones!

―Yo estoy de dos meses ―dijo Ariel―. Ojalá sea una niña y se parezca a Eric… Sería la niña más hermosa de todos los reinos.

Los presentes acabaron brindando por los embarazos de las princesas y volvieron a organizar otro baile, esta vez más común, para que todos pudieran participar. Pero, en medio de tanta dicha, había una persona que se había quedado en la mesa del banquete dando vueltas a su helado.

―¿Puedo sentarme? ―preguntó August a Bella. Ella era la que no tenía ganas de nada.

―Si vienes a darme ánimos, Gruñón y Nova acaban de intentarlo y…

―Siento mucho todo lo que te pasó en Storybrooke, Bella.

La muchacha sonrió por compromiso, pero se notaba la gran pena que arrastraba.

―En la misma noche perdí a mi padre, a mi esposo y a mi hijo… Debo estar maldita.

―Por experiencia propia sé que hay que dejar que cada uno lleve el duelo como bien pueda… ―August la miró a los ojos y recitó―: «La muerte no es dañina para el finado, sino para sus allegados, que deberán ver que las parcas intentan envolverlos en sus halos antes de que a sus tumbas sean llevados».

―«Su apuesto héroe» ―dijo Bella con timidez―. Es el capítulo veintidós, casi al final, cuando Gideon está a punto de…

―Todavía me faltan las últimas páginas ―rio August―, no me vayas a destripar cómo acaba.

Bella también rio.

―Era la parte preferida de mi madre. ¿Sabes? Cuando murió, leí y leí ese capítulo sin parar. Intentaba tomar ejemplo de Gideon, pero en los sueños veía de nuevo a los ogros atacando nuestro castillo…

―Yo a veces creo que me parezco un poco a ese Gideon. Los dos somos unos correcaminos.

―Yo también… ―Bella sonrió―. Desde que mi madre me lo leyó he querido vivir preciosas aventuras, es mi esperanza y mi ilusión. Y podérselas contar a un amigo de verdad que me sepa escuchar. Mas marché a vivir con Rumpel y luego Regina me tuvo presa por treinta años…

―Bueno, yo no sé si soy el mejor conversador del mundo, pero sí que estoy a punto de vivir una preciosa aventura, como tú la llamas.

―¿Cuál?

―Marcho a Camelot. Mi padre y la abuelita van a abrir una posada que quede a mitad de camino entre el Bosque Encantado y esas tierras. Me quedaré un tiempo con la reina Ginebra y su esposo, Lancelot, quieren clasificar bien todo lo que queda en la biblioteca de Merlín. Luego partiré a ver las ruinas de Avalon y… ¿Quién sabe que más quede por ver?

Bella volvió la vista a los restos de su helado, pensando en lo que quedaría.

―Arendelle al norte, Agrabah al sur y Camelot al este. ¿Qué habrá al oeste, más allá del mar Sinfín?

―El confín del mundo ―dijo August―. ¿Te gustaría descubrirlo conmigo?

Pero la algarabía de la fiesta silenció la respuesta de Bella, que sólo Pinocho oyó. Las hadas habían comenzado a soltar polvo de hadas y tintineaban como campanitas sobre las cabezas de los presentes. Nova y Campanilla revolotearon sobre la nariz del pequeño Felipe, que estaba en brazos de su padre, y el niño intentó atraparlas con sus manitas.

―Nada pudo evitar que consiguierais un final feliz.

Aurora y Felipe se giraron asustados, pues reconocieron la voz de Maléfica. Esta había dejado atrás los trajes negros y los cascos con cuernos y lucía un simple vestido violeta con ribetes de encaje plateado en el cuello. Tampoco quedaba rastro de su báculo, así como de su magia oscura.

―Mi madre querría deciros algo ―dijo Lily, que iba junto a Maléfica y vestía una sencilla túnica blanca―. Vamos, mamá.

Animada por las palmaditas en la espalda de su hija, Maléfica miró a Felipe y Aurora y se armó de valor:

―Yo… Yo quería pediros perdón por… Bueno, por lo que os hice en el pasado. Por todo.

La pareja se miró estupefacta.

―¿Y crees que tu perdón soluciona algo? ―le espetó Aurora―. Perdí a mi familia y estuve maldita por décadas.

―Sé que no soluciona nada, mas estoy dispuesta a ayudaros en cuanto necesitéis. Retiraré mis espinos del páramo y el fuego del reino, haré que las rosas y los bosques sean frondosos de nuevo… ―Maléfica se tomó del brazo de su hija―. Aurora, lo creas o no, ahora tengo a alguien a quien querer y que me quiera, tengo una familia y ya no me importan las cuitas del pasado ni la magia. Sólo quiero mantener esto: mi final feliz.

―Y nosotros te agradeceremos que deshagas todos tus ardides y aceptamos tus disculpas ―dijo Felipe, cauto―. Aunque pasarán muchos años hasta que olvidemos todas tus afrentas.

―Por algún lado hay que empezar. ―Lily estaba la mar de contenta.

―Pero ten por seguro una cosa, Maléfica… ―Aurora se adelantó y quedó cara a cara con la bruja―: ni tú eres Regina ni yo soy Blanca. Si alguna vez vuelves a amenazar a los míos, te mataré con mis propias manos.

―¡VENID, VENID, QUE VAMOS A TIRAR FUEGOS ARTIFICIALES!

Anna de Arendelle los acababa de interrumpir. Iba de acá para allá, dando botes y gritando emocionada.

―¡FUEGOS ARTIFICIALES! ―gritó a Smee, que mostraba lleno de orgullo a Caperucita y Dorothy su uniforme y sus nuevos galones de oro, seña de que era el capitán del Jolly Roger y de la armada real.

―¡VENGA, QUE SON LOS FUEGOS ARIFICIALES! ―Pero Anna se detuvo al ver a Bella… Bueno, no se detuvo; corrió hacia ella.

―¡Anna!

―¡Bella, Bella! ―se abrazaron―. Oye, ¿por qué no me dijiste que estabas en Storybrooke? ¡Podríamos habernos visto cuando estuve allí! Ah, ¿y cómo te pudiste casar con el Ser Oscuro? ¡Ah! ¡Y supongo que pensarás «esta mujer debe estar loca, hablándome cuando la dejé caer por un barranco»! ¡Pero no te preocupes! ―Anna sonreía demente―. ¡En ese mundo tan raro al que fuimos me explicaron todo unos amigos tuyos! No tengo nada que perdonarte, Bella.

―Yo…

―¡¿VIENES A VER LOS FUEGOS ARTIFICIALES?! ¡Elsa los va a condimentar con su magia, ya verás!

Y sin esperar más respuesta se la llevó del brazo. El doctor Whale, o Frankenstein, que iba a intentar animar a Bella (con aviesas intenciones), se quedó colgado con el bol de helado en las manos.

―¿Mirando el horizonte? ―le preguntó Caperucita, que venía de la mano con Dorothy. Ambas habían conseguido dar esquinazo a Smee.

En seguida se pusieron al día mientras devoraban más chocolate.

―Ya no me queda nada en mi mundo gris ―decía Frankenstein―. Durante el año perdido… Lo perdí todo, podríamos decir. La gente de los alrededores no me quiere ni ver, mi hermano… Supongo que estará en un lugar mejor y yo… Yo no sé qué hacer. Blanca y David me han ofrecido ser el médico de la corte, pero no lo tengo muy claro.

―Oye, puede parecer una locura, pero… ―Roja miró a Dorothy―. ¿Y si vienes con nosotras a Oz? Quizás allí, solo o junto a nosotras, puedas comenzar una nueva historia, Victor. Te lo mereces igual que todos.

El doctor sonrió.

―Hacía tiempo que nadie me llamaba Victor.

A pesar de la luz del día, los fuegos artificiales helados se vieron claramente y sus estallidos hicieron que las reinas de Oz y Frankenstein se unieran al resto. Mérida, que jamás había visto semejante invento, aplaudió y aulló como la que más.

Una vez el espectáculo cesó, Blanca se apresuró a hacerse oír antes de que la fiesta volviese a su fragor habitual.

―¡Permitidme un segundito, antes de retornar a vuestras copas, vuestras chanzas y vuestros bailes! ―rogó, con los brazos en alto―. Yo sólo quería decir que estoy emocionada. Muy emocionada. Este nuevo comienzo nos deparará dicha y luz por doquier. Porque esto no es ningún final; o sea, no es el final final. Creer en la posibilidad de un final feliz es algo que requiere de mucho trabajo y algunos lo saben bien… ―Blanca dedicó una sonrisa a Cenicienta―. Mas vivir con esa fe es lo más poderoso que hay. Eso es la esperanza y ahora sólo nos queda seguir adelante haciendo lo que queremos junto a nuestros seres queridos. Un final no es la felicidad; estar juntos sí.

Entre la multitud, junto a Aladdín y Jasmine, Regina lloraba emocionada, abrazada a la pequeña Robin y de la mano de Roland.

―Mamá, ¿estás bien? ―preguntó Henry, preocupado.

Regina lo miró y se emocionó aún más. Su hijo era todo un príncipe; iba con un traje de polainas y levita azul cielo y, junto a Violet, que llevaba un vestido blanco adornado con camelias rosas, formaba una pareja deliciosa.

―Sólo pienso en lo que va a cambiar todo ahora, Henry ―le dijo al fin―. Y Roland también, ¿cierto?

―¿Nos vamos a ir a vivir con los niños perdidos? ―preguntó él, extrañado.

―Con los niños huérfanos ―aclaró Regina, que miró a su hijo―. He decidido restaurar la antigua hacienda de mis padres y convertirla en un hogar de acogida para los expósitos de estos lares. Para que no haya ningún niño desamparado como tú o como Emma. Y Roland lo dirigirá conmigo, ¿cierto?

―¡Sí!

―Mamá, quiero que sepas que estoy muy orgulloso de ti ―le dijo Henry, abrazándola también―. Te mereces un feliz comienzo más que nadie.

―¿Más que nadie? ¿De veras lo crees?

Henry sonrió a su madre y la besó…

COMIENZA LA CANCIÓN A HAPPY BEGINNING

Henry (dancing around his mother)

Tomorrow is uncertain,

who knows what it will bring?

Regina (hugging Henry, Roland and Robin)

But one thing is for sure, son,

with you I have everything.

Henry and Regina

A happily ever after

Is the way these stories go…

Henry (going with Violet)

Used to think that's what I wanted,

but now I finally know.

There's no storm we can't outrun…

Violet (dancing with Henry)

We will always find the sun.

Henry and Violet

Leave the past and all its scars.

A happy beginning now is ours.

Snow and Charming (taking hands with Regina)

We celebrate together

a longtime wish come true.

What makes it even better

today our story starts anew.

Regina

Let villains cast their curses.

Regina and Maleficent

We can overcome them all.

Maleficent

If we all stand strong together.

Lily

There's no way we can fall.

Everybody (all the cast and the guests you can imagine)

There's no storm we can't outrun.

We will always find the sun.

Leave the past and all its scars.

A happy beginning now is ours.

When we're facing endless night

take my hand and join the fight.

Past the clouds, we'll find the stars.

A happy beginning now is ours…

Na na na

Na na na

Na na na na…

There's no storm we can't outrun.

We will always find the sun.

Leave the past and all its scars.

A happy beginning now is ours.

When we're facing endless night

take my hand and join the fight.

Past the clouds, we'll find the stars.

A happy beginning now is ours…

Ah ah ah…

A happy beginning now is ours…

Y el baile siguió y siguió. Todos danzaron en el prado, parejas, familias y amigos. Mulan por fin estaba con su padre, Will y Anastasia juntos, Alicia y Cyrus felices para siempre… Liam, Nemo, la gente de Agrabah y Arendelle, Merida… Todo el mundo había cerrado sus historias. La batalla final estaba concluida y el bien había triunfado. Y mientras todos bailaban, Úrsula y las sirenas, que habían emergido desde la orilla, comenzaron a cantar a los héroes.

COMIENZA LA CANCIÓN TALE AS OLD AS TIME

Ursula

Tale as old as time.

Tune as old as song.

Bittersweet and strange

finding you can change

learning you were wrong…

Winter turns to spring.

Famine turns to feast.

Nature points the way.

Nothing left to say.

Once upon a time…

Certain as the sun

rising in the east.

Tale as old as time.

Song as old as rhyme.

Once upon a time…

Tale as old as time.

Song as old as rhyme.

Once upon a time…

Y un inocente ósculo de amor verdadero entre Henry y Violet, junto a la estatua erigida en honor de Emma y Killian, selló la felicidad que irradiaría en la nueva era del Bosque Encantado…

…

Un joven nadaba, comiéndose las olas, en una cala al otro lado de las ruinas de George. Le encantaba el agua, el olor a salitre y sentir el calor del sol sobre él. Aquello era vida.

Desde la orilla, otro muchacho lo observaba con avidez, bien repantingado en la arena, mientras preparaba el picnic.

16 Años Después…

Porque sí, dieciséis años habían pasado desde la gran celebración que rememoraban todos los calendarios del Bosque Encantado…

―Siempre me dejas esperando por tragar espuma de mar ―le reprochó Neal a Felipe, divertido.

―No seas tan gruñón ―le dijo el otro, echándose la camisola por encima y cubriendo sus vergüenzas―. Podrías haberte bañado conmigo.

Neal puso los ojos en blanco y sacó la fruta de la cestita que traía preparada. Había dos manzanas: una roja y dulce como la sangre y otra verde y ácida como la envidia… Eligió esta última.

―Mñe-tao-pazando-les-perminos… ―dijo con la boca llena. Felipe no lo entendió y, por toda respuesta, Neal le pasó unos viejos pergaminos que había estado estudiando.

―¿Nácar? ¿Se necesita nácar para hacer una varita mágica? ―Felipe se echó a reír―. ¿Y quién se lo vamos a pedir, a Melody?

Neal tragó el pedazo de manzana con dificultad.

―Siempre podremos ir a por conchas a Atlántica ―le dijo, mirando hacia el horizonte, hacia donde el mar se perdía con las montañas―. Tal vez podríamos comenzar ya con nuestra vuelta al mundo.

―¿A este mundo tan pequeño? ―Felipe miró a Neal. Había verdadera emoción en sus ojos. ¡Y él también estaba emocionado, qué demonios!

―No es pequeño ―le contestó Neal, mirándolo también―, sólo es parte de uno mucho mayor…

Ambos contemplaron en silencio como la tarde moría y el cielo se teñía de rojo con la fugaz luz del ocaso, que cruzaba el reino rauda, separando por muy poco el día de la noche.

―Felipe… Esa extraña puerta a la luz que tu madre y la guerrera Mulan… Ya sabes, cuando rescataron a tu padre… ―A Neal le costaba explicarse porque nunca había entendido del todo esa historia.

―¿Vas a preguntar que qué creo que era? ―Neal asintió―. Bueno, amigo, eso es fácil… ―Felipe puso una mano en el pecho del muchacho, sobre su corazón―: esto.

―¿E-esto…? ―Neal no entendía nada.

―Es algo que está más cerca de lo que piensas…

Ambos se miraron a los ojos y se vieron nadando, perdidos pero juntos, en las enormidades de sus almas. Neal estaba a punto de comprender lo que quería decir Felipe, lo que significaba el poder del…

―¡NEAL!

La reina Blanca, que corría hacia ellos, los sacó de aquel momento como si los despertase y arrastrase de un sueño. En seguida, Felipe recuperó la compostura y se apresuró aponerse las calzas y el jubón.

―Madre, ¿qué ocurre?

La mujer llegaba sin resuello, no en vano, los años pasaban para todos. No les dijo una sola palabra, sólo les tendió la carta que traía.

Con sólo ver el sello, Neal supo de quien era.

―¡¿Henry y Violet?!

Temblando de emoción, el muchacho la leyó junto a Felipe y su madre…

«Abuelos, mamá, tío Neal… En cuanto nos enteramos de esto, supimos que debíamos contároslo de inmediato…».

Y así, como nacida de un sueño, los dos amigos, los dos casi hermanos, sintieron la ilusión por una nueva aventura estaban por iniciar.

La suya.

Su historia.

Un nuevo comienzo.

FIN

Special Guest Starrings: Dylan O’Brien como príncipe Neal y Grant Gustin como príncipe Felipe el hermoso.

Notas: Lady Tremaine, George y Bo Peep murieron cuando el Caos Negro destruyó Storybrooke por completo.

Tigrilla siguió exiliada en Nunca Jamás. Con el tiempo, Campanilla la llevó de vuelta al Bosque Encantado, pero no volvió a ser hada. Conoció a John Dove, el bandolero, y acabaron casándose. John Dove (Juan Palomo) era el matón de Mr. Gold durante el primer hechizo en Storybrooke.

Que Úrsula cante “Tale as old as time” ha sido porque es una canción perfecta para cerrar todo y hace honor a uno de los cuentos más maltratados de la serie.

Los espíritus de Emma y Garfio pueden vivir en la estatua que les erigieron un día al año. Ese día, todo Fairy Tale Land vuelve a reunirse en la vega.

El pasado de Mulan, cómo Azul se convirtió en Reul Ghorm, cómo se salvó Felipe del espectro, qué pasó en Avalon, el pasado de Maléfica, cómo Arturo conquistó el Inframundo, cómo se salvaron las almas perdidas y cómo Peter se convirtió en el diablo se verá en las Untold Stories que saldrán a lo largo de este verano.

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