Tras unos problemas técnicos, retomamos la publicación del Fic "Once Upon a Time in Neverland".
Chapter 18: Folie
à deux
EL
BOSQUE ENCANTADO
Cerca
de donde todos los reinos se tocan y próximo al Lago Nostos se haya
el Valle de la Corona, una rivera acunada por los altos montes que la
apartan del Bosque de Sherwood, de los comerciantes y de los
campesinos.
Allí
había una torre, tan alta que tocaba el cielo, pero tan deteriorada
que parecía a punto de caerse en cualquier momento. Era el hogar de
Gothel, y lo había sido desde hacía al menos, doscientos años.
Todo
comenzó cuando Gothel tenía quince años. Era joven y contaba con
su simpatía y su belleza serena, pero se enamoró de quien no debía.
Comenzó a trabajar al servicio del rey Uther, del que fue concubina,
y aquella relación dio como fruto un bastardo, Ricardo.
El
rey, que ya tenía un heredero, desterró a Gothel y al bebé a las
afueras del reino, pero luego se arrepintió y decidió buscarles una
vida mejor a ella y al pequeño. Le arregló así un matrimonio con
un noble, Guilles de Rais Barbazul.
De
aquel matrimonio nació otro hijo al que Gothel odió tanto como a su
marido. Ella sólo quería que Ricardo fuese rey, que tuviese lo que
se merecía como primogénito de Uther. Por eso se decidió a acabar
con la vida del pequeño con un retorcido plan de venganza que pasaba
porque el pequeño Arturo se hiciese amigo de Ricardo y de Malcolm, y
así podría atraerlo hasta su castillo y acabar con él.
Todo
habría ido como la seda de no ser por el atroz hallazgo que los tres
niños hicieron en una incursión por el castillo, descubriendo los
cadáveres de las anteriores esposas de Guilles.
Viuda
y deshonrada tras la ejecución del noble, Gothel se refugió en un
viejo torreón oculto del bosque, con sus dos hijos. Anhelaba matar a
Arturo, hacer gritar a la princesa Morgana y acabar con la reina y
con el infante, Kay. Era injusto que ese bebé tuviese más derechos
que Ricardo.
Así,
Gothel comenzó a frecuentar parajes prohibidos para los mortales y a
conocer la magia, la más oscura. Aprendió a mirar en los espejos y
a mantenerse joven gracias a una planta procedente de una tierra
lejana.
Mientras
tanto, el reino de Uther se desmoronó sin la intervención de la
bruja. Tras la muerte de la reina Igraine el mago Merlín hizo una
profecía:
Aquel
nacido a finales de brumario confortará la caída del reino de los
que al león guardan en el corazón. Será aquel niño nacido del
dolor y criado en el rencor. Será aquel niño que siempre será un
niño.
Fue
así como el rey Uther, ebrio de poder, mandó bajo real decreto
asesinar a todos los menores de catorce años nacidos en brumario.
Fue así como mandó matar al propio Arturo.
El
pueblo no se echó las manos a la cabeza por eso, es más, colaboró.
Pero Morgana no. La princesa matenía una relación incestuosa con el
príncipe y su muerte la dejaba en muy mala posición. Consiguió
robar la daga de cuyo poder se alimentaba Merlín y sembrar el caos
en todo el reino. Finalmente la mano derecha del rey, un soldado
llamado Zoso, le dio muerte con su propia arma a sabiendas de que así
condenaba su ser.
Ocurrió
el último día de brumario.
Ocurrió
cuando Gothel lloraba la muerte de su hijo pequeño, Malcolm, que
había sido asesinado por entrar dentro de lo que pronosticaba la
profecía.
Ocurrió
y nadie supo nunca jamás que Morgana había tenido un hijo con su
hermano, un ser del infierno que fue recogido y criado por la propia
Gothel después de que ésta viese con sus propios ojos a la princesa
parir al niño y dejarlo tirado en el monte, como si hubiera sido una
perra expulsando un cachorro.
Gothel
se quedó al niño y lo nombró como a su difunto, Malcolm.
Tras
la muerte de Morgana, a la que ahora se la llamaba Ser
Oscuro
el reino quedó completamente descabezado. Y la oportunidad de Gothel
llegó por fin. Ricardo sería rey, pero ella no iría a palacio con
él.
Aquello
fue lo que la volvió loca.
Y
aquello fue lo que también volvió loco al niño.
Encerrados
los dos en la torre, retroalimentando la locura el uno del otro, se
sumieron en una profunda batalla en la que la madre y el hijo se
querían y se odiaban al mismo tiempo.
Gothel
cortó por lo sano y vendió a Malcolm cuando éste sólo tenía
cuatro años. Viajó y perfeccionó su magia. Sobrevivió a Uther, a
Ricardo, a Kay, a todos, y nadie sospechó.
Y
ahora como todos los habitantes de El Bosque Encantado, aguardaba con
temor el maleficio de la reina.
Gothel
sabía que no era broma el aviso dado en la boda de Blancanieves y el
príncipe, y sentía que el día señalado por Regina estaba más
cerca que nunca. Lo que no sintió fue a un muchacho entrar volando
por la ventana.
Peter
miró a su madre, oculto tras el espejo. Era muy bonita, hermosa, con
una preciosa melena rizada y oscura. Recordó lo mucho que le gustaba
oler aquellos cabellos… Y recordó también las palabras que le
dedicaba su madre:
«¡Eres
el gran error de mi vida! Debí matarte cuanto aún estabas en mi
matriz. Debí ahogarte en cuanto naciste. Debí estrangularte yo
misma con el cordón umbilical!»
-Bueno,
madre. Pronto yo romperé ese cordón.
Salió
de su escondite. Ella no le reconoció.
-¿Cómo
has entrado? –Dijo mirando de hito en hito al crío y a la ventana.
-¿Ya
no me recuerdas? Fíjate bien, madre.
Todo
el rostro de Gothel se agrandó.
-¿Malcolm?
Peter
se acercó a su madre y la abrazó. Ella estaba demasiado sorprendida
para oponer resistencia, para saber que Peter llevaba las manos a su
cuellos.
-Por
fin juntos de nuevo, madre –y comenzó a estrangularla.
-No,
no, Malcolm, no… -Cayó de rodillas mientras suplicaba.
-Suplica
por tu vida como yo suplicaba por una mísera caricia, madre, como yo
lo hacía por un beso, por un abrazo… -La soltó-. ¿Cómo lo has
hecho? ¿Cómo has podido vivir todos estos años? ¿Cómo puedes
seguir siendo joven?
-¿Quién
eres Malcolm?
Peter
alzó la mano y la hizo salir despedida.
-¡CONTÉSTAME,
MADRE!
-¿Cómo
me has encontrado? ¿Cómo puedes ser joven tú también?
-Viví
y me hice un hombre, luego mis desvelos fueron recompensados en
Neverland. Ahora tu respuesta, ¡YA!
Gothel
señaló el colgante que llevaba puesto.
-Es
por esto. El colgante está hecho con el pétalo de una flor
milenaria que otorga la juventud eterna a aquel que lo porta. Salud y
belleza de las aguas de la fuente de la juventud con la que fue
regada.
Peter
lo tomó. Sabía que era ese colgante.
-El
colgante de Cordelia.
-¿Cómo?
-Tú
–su rabia iba en aumento- tú destruiste el reino del norte, el que
está cerca de Arendelle, sólo por el colgante. Por tu culpa pasó
lo que pasó con Cordelia.
-¿De
qué hablas?
-Tú
dejaste a aquel reino vendido ante la Reina de las Nieves. ¡Tú
mataste a la única persona que me ha querido en la vida! Porque tú,
madre, nunca me has querido. E igual que me enseñabas lo que le
pasaba a los niños que no querían a sus madres, te voy a enseñar
lo que les pasa a las madres que no quieren a sus hijos.
Peter
arrancó el colgante del cuello de su madre y lo hizo cenizas ante
sus ojos con sólo apretarlo en su mano.
-¡NO!
Gothel
lo apartó de un empujón y corrió hacia el espejo. Se deshacía
como debió de haberse deshecho años atrás. Envejecía y envejecía
a una velocidad aterradora. Su pelo encaneció, su voz se convirtió
en un aullido y su rostro quedó reducido a una calavera.
-Adiós,
madre –Peter la tomo en sus brazos y la miró a los ojos, ciegos ya
por las cataratas, antes de lanzarla al vació, fuera de la torre.
Gothel
cayó pero nunca tocó el suelo. Se convirtió en ceniza antes de
caer.
-Ya
he cumplido. Ahora que el pasado está enterrado queda ocuparse del
futuro.
Volvió
a Neverland y se dirigió hacia los lost boys, el tiempo se acababa.
-¡HERMANOS!
Esta noche el sueño de Neverland despertará de su sopor. Esta noche
el corazón del creyente más puro cumplirá su destino y a su vez,
nuestro destino.
NEVERLAND
Una
pirateada y silenciosa comitiva avanzaba a pasos irregulares por la
jungla. A la cabeza, Mr. Smee tenía serios problemas para llevar a
Rufio, quien a pesar de ir dentro de un saco, se retorcía y profería
gritos contra ellos. Gritos que la tela que se pegaba a su rostro no
conseguía ahogar por completo.
-Lo
sabía, sois todos unos cobardes. ¡Aquí me tenéis! Solo. Y no os
atrevéis a dar la cara, ni a matarme.
-¿Solo?
–Se carcajeó un irónico Garfio- los mocosos de Pan viven en
realidad bajo siete llaves, ¿crees que nos vamos a tragar que tú te
nos has entregado con tal facilidad?
-No
me he entregado. ¡Me habéis atrapado!
-Lo
que no hace sino azuzar la premura que dispensamos para volver al
navío.
Pero
Rufio no estaba dispuesto a ceder.
-¡Cobarde!
¡Venga haz lo que tienes que hacer! Mi valor es mi armadura.
Harto
de tanta perorata, Garfio hizo que Smee tirase a Rufio al suelo,
luego le dejó el rostro al descubierto.
-Pero
que bien hablas cuando quieres, mocoso. Y cuanto mientes también. No
sé porque no puedo dejar de pensar que todo esto es una trampa.
-Yo
creo que dice la verdad, capitán –apuntó un marinero- no se oye
un alma.
-Porque
los seres que moran esta selva no tienen alma Monjavacas.
-No
sois más que unos perros que sólo saben asesinar y darse a la
holganza, unos bastardos que…
Garfio
lo cayó de una patada en la boca.
-Si
tantas ganas tienes de que te mate, te mataré. Aquí mismo y sin
contemplaciones.
-Sois
escoria –farfulló el niño en un gruñido sanguinolento.
-Dime
eso otra vez si tienes cuajo.
Con
toda la fuerza que pudo, Rufio escupió a los pies de Garfio, que no
hizo más que reírse porque el muchacho sólo le había manchado las
botas.
-No
sé qué es lo que buscas, pero te diré lo que has encontrado –le
acarició el cuello con el garfio- la muerte.
A
la luz de la luna brillaron los ojos lagrimeantes de Rufio, a la par
que lo hizo el garfio del pirata.
El
soniquete del ir y venir de las olas conseguía templar los ánimos
de Felix. El joven había llegado a un límite insospechado incluso
por él mismo, no se daba cuenta de la gravedad de sus últimas
acciones.
Pensando
en ellas hacía cábalas de todo lo que había hecho por Pan y, se
preguntaba si había valido la pena. Recordó todo cuanto había
padecido en la vida y como aquel pasado que se antojaba, y era, tan
lejano volvía para atraparle.
No
podía olvidar las palabras de Rufio:
«Me
he arrastrado rebuscando en las basuras para poder comer. He dormido
en la calle soportando el peso de las ratas que se paseaban por toda
mi piel».
¿Cómo
se había podido atrever ese puerco? Él también había pasado por
eso, y en peores condiciones seguramente. Rufio contaba con esos
inventos modernos, como el feletóno.
Lo odiaba, lo odiaba con todas sus fuerzas.
Cuando
Pan lo rescató de Agrabah pasaron mucho tiempo solos en la isla.
Felix nunca había conocido a alguien como había conocido a Pan y
aquello lo hizo el ser más feliz en todos los reinos. Creó una
imagen de Pan para sí mismo, como su máximo héroe, su máximo
líder. Había justificado todas sus acciones, había secundado todas
sus empresas y lo más importante y lo que más le dolía. Lo había
querido. Pan era mucho más que un amigo, mucho más que un hermano,
era toda su vida.
Y
él lo cambió por Rufio.
Felix
pataleó en la arena enrabietado.
Rufio
moriría, él se encargaría de que así fuese. Y entonces estarían
solos él y Pan, como siempre. Al fin y al cabo esa eran las normas
de su juego. Estarían juntos siempre y cuando no dejasen entrar a
nadie más en su dúo. Tal y como pasó en su día con Yafar.
Yafar.
Se preguntó qué habría sido de él. Pero poco tiempo, porque
entonces ocurrió lo que él había estado esperando.
-¿Reflexiones
a la luz de la luna?
El
muchacho no habló sino que se quedó mirando con dureza la verdosa
tez de la bruja.
-Podrías
ser un poco más educado, cualquiera diría que tienes cara de
acelga.
-No
soy yo quien porta un rostro verde.
-Cuan
descortés. Pues que sepas que no soy yo la única verde de envidia.
Los
andares de Zelena eran elegantes, no tenía prisa, de hecho, rodeaba
a Felix con bastante parsimonia. Además su voz era pausada y muy
dulce. Demasiado dulce. Falsa incluso.
-No
me interesa hablar con una loquera.
-No,
te interesa acabar con un loco.
-Dámelo.
-Quid
pro quo, querido.
Felix
rebuscó en sus alforjas y sacó un pequeño paquete que puso en las
verdes y horribles manos de Zelena.
-No
era tan difícil, ¿verdad?
-¡Apremia!
–Perdió él los nervios.
Zelena
le lanzó un saquito negro que brillaba con un fulgor rojizo y
espectral. Un saquito que Felix abrió para hallar en él el corazón
de Rufio. Sólo tendría que aplastarlo y…
-Sí
lo haces, no sólo Rufio morirá, también tú.
-¿Qué
dices?
-Llevas
tanto tiempo creyendo que sientes algo que es amor que ni siquiera lo
ves cuando lo tienes delante. A Pan y a ese niño les une un lazo
especial. Son almas gemelas. Igual de atormentados, igual de
esperanzados e igual de locos. Ninguno sabe lo que hace ni tiene lo
que quiere, no se entienden a sí mismos pero sí el uno al otro.
Comparten un vínculo del que tú nunca formarás parte.
-¡Cállate!
-Si
lo hago no podrás conocer un detalle que a Pan se le ha escapado –el
largo silencio que siguió a aquellas palabras animó a Zelena a
continuar-. El corazón es débil, todos lo son, y por ello cede en
muchas ocasiones. Cuando eso pasa se oscurece. Es lo que le ha
ocurrido al corazón de Rufio, míralo, comenzó a pudrirse desde el
mismo momento en el que llegó a la isla porque sin tener que
sacárselo ya comenzó a nutrir de luz el de Pan. Todo gracias al
vínculo que los une, por eso no se dieron cuenta.
-¿Qué
es lo que quieres decir?
-El
corazón del creyente más puro es un corazón limpio e inocente,
como el de los niños. Yo misma vine buscando a Rufio, un ser
aparentemente inocente y fruto del amor verdadero es lo que necesito.
Pero no, me topé con algo que distaba mucho de ser inocente, me topé
con un monstruo con piel de cordero, con un tigre ardiente y
brillante que deambula por las selvas en la noche salido de una mano
oscura y diabólica.
-Que
me cuelguen si te entiendo, bruja.
-Los
corazones son como las personas, complejos. Un corazón tiene una
naturaleza predispuesta, por eso queda mutilado cuando el individuo
que los custodia hace lo que podemos llamar “cosas malas”. Sin
embargo, esa luz perdida está en realidad oculta, luchando
ferozmente contra la oscuridad. En el caso de Pan y Rufio, esas
batallas llevan librándose mucho tiempo, muchísimo, y los han
convertido en lo que son. Pan influencia las ideas delirantes de
Rufio y viceversa, por eso son tan similares. Son almas divididas,
seres mutilados, corazones rotos. Dos mitades oscuras, dos mitades
brillantes, dos seres débiles y fugaces como el ocaso.
-Eso
quiere decir…
-Que
un corazón débil no puede ser el corazón del creyente más puro.
Toda maldición tiene una “puerta de atrás” para usarse en caso
de que no se sepa cómo revertirla. El corazón de Rufio está
muerto, bueno, más bien su luz, por ello no es más que un corazón
más, poderoso y enigmático, sí, pero sin un ápice de magia
blanca.
-Pues
pronto no sólo su corazón estará muerto, sino él también.
-Yo
ya te contado cómo va la historia muchacho, ahora te toca a ti
decidir cómo acabarla –Zelena abrió el paquete, dentro había
varios fósforos.
-¿Para
qué los usarás?
-Necesito
una candelita para mi hogar.
Pero
antes de que Felix replicase Zelena desapareció.
Campanilla,
Evan y Baelfire se calentaban en una improvisada lumbre. El frío
arrecía en Neverland cada vez que Peter Pan se ausentaba de la isla,
era como si su juventud también nutriera aquel reino.
-Estamos
acabados –se lamentó el hada- sin el Fragmento Estelar no hay
forma de volver a casa.
-Hallaremos
otra manera –dijo Evan.
-¿Cuál?
Pan nos encontrará y nos aniquilará.
Bae
miraba la sombra de sus manos, proyectada en el suelo gracias a la
luz del fuego. Una idea le vino a la mente.
-Tal
vez, tal vez Evan tenga razón y haya otra manera.
-¿Qué
quieres decir? –Preguntó Campanilla.
-No
receles, sólo que podríamos salir igual que entramos.
Nadie
lo entendía.
-Bae
no tenemos tiempo para adivinanzas.
-¡La
sombra de Pan!
-¿¡La
sombra de Pan!?
-Si
la capturamos podríamos salir volando de aquí. Podríamos huir a
casa.
-Mas
¿cómo piensas capturarla?
-Yéndola
a buscar a la Hondonada Oscura. Es nuestra última oportunidad.
-En
tal caso iré contigo.
-No,
será peligroso Campanilla.
-Me
da igual, hemos pasado por mucho juntos, no te dejaré sólo al final
del camino.
Baelfire
y el hada se abrazaron.
-Yo,
eh…
-Tú
ve a buscar a Rufio, Evan. Dile sobre nuestro plan y tráelo a la
cueva. Esta noche saldremos de Neverland.
Bae
estaba seguro de que su plan triunfaría.
Campanilla
estaba menos convencida, pero aun así tenía esperanza.
Evan
nunca había tenido más miedo. Ni siquiera cuando era quincallero en
las calles de Oz.
-Está
bien Bae, confiad en mí.
La
tripulación de Garfio había formado un coro en torno a Rufio. Los
piratas no dejaban de empujar al chico de un lado a otro. Unos sólo
lo zarandeaban, otros le propinaban varios puñetazos, los moratones
que el joven tenía en el rostro lo probaban.
-¿A
qué se te han bajado las ínfulas ya, niñato? –Preguntó uno de
los marinos.
-Hacen
falta más que meneos para subyugarme –farfulló con dificultad el
chico.
El
pirata lo tiró contra el suelo, rabioso, y le pisó la cabeza.
Otro
lo agarró del pelo y lo obligó a incorporarse.
-¡Los
niños como los que tiene Pan, esos cerdos y tú, no os merecéis
vivir!
-El
único cerdo eres tú –le dijo antes de que el pirata le agarrase
el rostro y se lo apretase con fuerza, como si quisiera que su nariz,
sus ojos y su boca se metieran para adentro.
Garfio
lo agarró esta vez y le hizo un tajo en la mejilla con el arma que
le daba nombre.
-Ahora
nos vas a ayudar a salir de aquí.
-Eres
más idiota de lo que creía si piensas que voy a hacer algo por ti.
Entonces
el capitán lo tiró al suelo de nuevo y comenzó a molerlo a golpes.
-¿Quieres
entonces que te mate? ¿Eh? ¡DI ALGO! ¡Defiéndete!
Rufio
respiró hondo.
-Haced
conmigo lo que os plazca… -Se le iba la vida, lo sentía- pero no
os suplicaré.
La
cólera se hizo patente en los ojos de Garfio. Azules y hermosos pero
rojos y sanguinarios cuando mataba. Puso su garfio sobre la cabeza de
Rufio, dispuesto a abrirle el cráneo.
-Sea,
un mocoso bastardo de Pan menos.
Comenzó
a apretar el garfio, pero no demasiado.
-¡Aguarde
capitán!
-¿Qué
pasa?
-Que
muera, sí. Pero como tantos de los nuestros.
Garfio
sonrió.
-De
acuerdo, traed a Trish.
Rufio
se quedó allí, arrodillado con el garfio pendiente de su cabeza,
preguntándose quién demonios sería Trish.
Al
rato volvieron varios piratas con un caballo.
-Fue
un regalo de Pan. Le pedí algo para irme de la isla y me lo dio. ¿No
es hermoso?
Para
Rufio era irónico. Tanto que había cabalgado en Inglaterra y ahora
parecía que un equino iba a segar su vida.
-Pues
resulta –continuó el capitán- que ese caballo te va a dar la
muerte, puerco. Vas a morir desollado, lenta y dolorosamente.
-Así
me aparto de tu hedor –contestó Rufio.
Garfio
estaba harto de esos aires que el lost boy se daba, por ello lo tiró
al suelo de nuevo, cogió una rama caída y comenzó a azotarlo.
Desgarró la ropa del chico y vio su espalda sangrar.
-¡¿DE
QUÉ TE SIRVE AHORA TU AUDACIA?! ¡EH! ¡Vas a aprender a no ser un
niño contestón!
Y
zas, y zas, y zas otra vez. Rufio gritaba, se ahogaba en sus lágrimas
y en su sangre aplastado por el peso de su dolor. Sus gritos se
mezclaban con los jadeos de Garfio, con los vítores de los piratas,
con el corte que la rama hacía en el aire y en su espalda.
Y
Pan lo estaba viendo todo. Agazapado entre los arbustos veía a Rufio
a merced de los piratas.
Y
recordaba.
Las
zotainas de su madre.
Los
latigazos del herrero.
El
castigo del caballero negro y el rey Ricardo.
Las
zotainas de su madre.
Los
latigazos del herrero.
El
castigo del caballero negro y el rey Ricardo.
…
Y
los gritos de Rufio fueron suyos. Y donde estaba Rufio estuvo él. Y
lo que era él dejó de ser.
Peter
se tapó los oídos, no podía seguir oyendo aquello.
Giró
la cara, no podía seguir viendo aquello.
Y
lloró.
¿Podía
ser que sólo fuese un niño? ¿Un niño que acababa de matar a su
madre?
-Por
mi alma que te irás de este mundo suplicando –oyó que Garfio le
decía a Rufio.
-No
ha nacido quien me haga suplicar –y era verdad. No le había
suplicado a su madre cuando se drogaba, ni tampoco al enfermero
cuando iba a su habitación por las noches.
-Ya
veremos cuando la carne se abra hasta el hueso, cuando tu cuerpo
entero sea sangre, veremos entonces si gritas pidiendo clemencia
–Garfio apartó la mirada de Rufio-, ¡vosotros atadlo! ¡Y
vosotros, id a lo alto del cerro a ver como el jaco lo arrastra!
La
tripulación se dispersó y Mr. Smee le ató las manos al caballo.
Garfio
alzó la rama por última vez.
Y
Peter miró a Rufio una vez más.
El
caballo relinchó, Peter gritó, Rufio cayó, Garfio huyó, Smee lo
siguió, pero nadie detuvo al animal que se llevó el cuerpo de Rufio
a rastras.
Felix
encontró el campamento revuelto. Vio a todos los niños armados y
dispuestos para un ataque, lo cual lo extrañó mucho.
-¿Qué
sucede? –Le preguntó a Osezno.
-Pan
nos ha dado orden de estar listos, hoy es el día.
-¿El
día?
-El
día en el que el corazón del creyente más puro despertará a
Neverland.
Felix
no hizo más preguntas. Entró en el árbol y bajó a la habitación
de Pan. Sobre la cama dejó el corazón de Rufio.
-Voy
a tener que dar muchas explicaciones para decir de donde te he
sacado. Tal vez Pan no me lo perdone. Tal vez… Tal vez –divagaba-
tal vez lo más inteligente sea aplastarte ahora mismo.
Lo
volvió a coger, pero en cuanto lo rozó el corazón se iluminó
ardiente una última vez, lanzando a Felix contra la pared y cayendo
al suelo ya apagado, duro como una piedra.
El
corazón había desaparecido y sólo quedaba su envoltorio. Muerto.
Evan
corría por la selva buscando a Rufio.
Garfio
y Smee corrían huyendo de Pan. Les había visto matar al chiquillo y
sabían que no lo iba a consentir.
Los
tres chocaron en la bifurcación.
-¡Vosotros!
-¡Qué
más da uno que dos! –Gritó Garfio antes de clavar su arma en el
pecho del niño.
Evan
no dijo nada más. Simplemente cayó al suelo con los ojos y el pecho
abiertos.
-Es
hora de partir Mr. Smee.
-¿A
dónde capitán?
-Iremos
al campamento de Pan, donde custodia el Fragmento Estelar, ese
larguirucho amigo suyo nos lo prometió a cambio de la vida del
mocoso ese que acabamos de matar.
-Pero
Pan estará allí, señor.
-Pan
está en todos los lados de esta maldita isla, Smee. O está conmigo
o está criando malvas.
-Con
usted siempre, capitán.
-Entonces
aprisa, no hay tiempo que perder.
El
caballo trotaba a todo galope por la selva, arrastrando a Rufio que
no dejaba de clavarse ramas, piedras y todo tipo de cosas. Sentía
como su carne se abría y como aquellas esquirlas se alojaban en su
cuerpo. Tarde o temprano algo llegaría a su ojo, a su cerebro, y lo
mataría…
Pero
entonces alguien salió al paso.
El
caballo se elevó sobre sus cuartos traseros, intentando asustar al
extraño, pero no lo consiguió. El encapuchado cortó la cuerda que
ataba a Rufio al caballo y luego lo intentó levantar. El muchacho
quedó arrodillado ante su salvador.
-Pan
siempre me ha encargado los peores trabajos.
Rufio
enfocó la vista. Era Felix.
-Ya
que no puedo volver a donde pertenezco, Felix, déjame irme para
siempre de este mundo y de todos.
-Ten
por seguro que eso es lo que llevo anhelando desde que apareciste –le
dijo con desprecio-, mas en realidad… -Apretó sus puños, con
rabia- en realidad eso no me gusta, no me parece…
-Es
por el bien de todos –cortó Rufio.
-¿Qué
sabrás tú de lo que le conviene a los demás? Tú y Pan sois tal
para cual, críos sentimentaloides quejándose de lo injusta y amarga
que ha sido su vida. Entérate de que la vida no es justa, Pan al
menos sabe eso, mas aun así cree tener la razón sobre todo. Como
tú.
-Hago
lo correcto –su vida se iba con su voz.
-¡VAS
A MORIR! –Felix no lo toleraba, necesitaba que Rufio reaccionara,
como lo había hecho horas antes al ir a buscar el Fragmento Estelar
y ofrecerse voluntario para cambiar su corazón por el de Campanilla.
Era irónico. Sólo habían pasado un par de horas y a él se le
antojaban un par de meses.
-Por
favor, Felix –Rufio se arrastró ante él- no te contengas.
Prométemelo.
-¡NO!
¡¿QUÉ PROBLEMA TENÉIS?! Tú y Pan siempre hacéis lo que queréis.
Tenéis magia, en la isla no crecéis. ¿Qué más queréis? –Miró
a Rufio, lo tenía a su merced, pero necesitaba desahogarse-. Estoy
harto. ¡HARTO! Tú y Pan no hacéis más que huir, huir de vosotros
mismos. ¡Siempre estaré yo ahí! Claro, siempre estará el necio de
Felix esperando, el necio de Felix que no tiene a nadie más, el
necio de Felix que se lo debe todo a Pan. ¡Pues no! ¡Se acabó,
Rufio!
Felix
tomó su basta arma. Sus ojos miraron a los de Rufio. Vio la luna en
ellos antes de darle en la cabeza. Una vez, y otra, y otra…
-¡NO!
–Gritó cuando se dio cuenta de lo que estaba acometiendo-, ¡no
quiero hacerlo! No seré yo quien te mate.
Cogió
a Rufio en brazos y pensó en todo lo que lo odiaba.
Cogió
a Rufio en brazos y lo cargó hasta el campamento.
Cogió
a Rufio en brazos y de nuevo sintió esa ira previa a golpearlo.
Su
cabeza estaba rota, sangrante. Su cuerpo lleno de heridas. Sin duda
alguna, no lo contaría. Pero no sería él quien lo hubiese matado,
y su conciencia estaría limpia.
Entró
en el árbol del ahorcado. Allí lo esperaba Garfio.
-¿Has
salvado al mocoso?
-Eso
no es asunto tuyo.
-Curiosa
relación la que mantenéis tú, él y Pan.
-Cállate.
-Oh
claro, lo haré, mas me preocupa que aún no he recibido el pago por
mis servicios. Creo que se me prometió una forma de volver a El
Bosque Encantado –Felix lanzó una mirada de advertencia al
pirata-, vamos no me mires así. Sólo reclamo lo que es mío.
-Vete,
y no regreses jamás.
-Eso
ni lo dudes.
Felix
rebuscó en sus alforjas y sacó la brillante estrella azul
eléctrica, avistada en la playa días antes.
-Aquí
la tienes.
Garfio
hizo una reverencia y se marchó.
Felix
miró una última vez a Rufio.
-Esa
bruja me dijo que el corazón se corrompe y se oscurece. Sólo Pan
tiene derecho a hacer que eso ocurra, sólo Pan puede interferir en
él. Eso es lo que te salva de que no te haya abierto la cabeza con
mi maza.
Rufio
siguió inconsciente.
Y
Felix se fue.
Garfio
y Smee corrieron por la selva. El pirata sentía que su tiempo se
acababa, que Pan estaba a punto de vengar la muerte de Rufio.
-Capitán,
no puedo seguirle el ritmo.
-Porque
corre como una mujer, Mr. Smee.
Llegaron
al Jolly Roger, pero éste estaba completamente desierto.
-No
lo comprendo, deberían de haber estado disponiendo todo para la
partida, capitán.
-Ha
sido Pan, Mr. Smee.
-¿Y
qué hacemos? ¿Vamos a buscarlos?
-Ya
habrán sido pasto de ese demonio. Seguramente estén prisioneros o
muertos, sin duda alguna en su pellejo preferiría lo segundo.
-¿Los
vais a abandonar? Mas son vuestra tripulación, capitán.
-O
ellos, o mi venganza. Y como que hay dioses en el fondo marino que
esta misma noche estaré acabando con ese cocodrilo, y no en las
fauces de uno porque Pan así lo disponga.
Smee
no dijo nada más.
Y
Garfio tampoco.
-Algún
día volverás Garfio –fue Pan quien habló-, volverás y tu vida
estará en mis manos. Entonces, Rufio será vengado.
Garfio
miró a Pan una última vez antes de estrellar el Fragmento Estelar
contra el suelo del navío. El polvo de estrellas envolvió el barco
y éste, desapareció.
Cuando
Smee y Garfio despertaron vieron que estaban fondeados en uno de los
puertos del antiguo reino de George.
-Salvados,
capitán.
-Ha
sido un compañero leal, Mr. Smee, ahora he de partir en solitario.
Mi venganza es sólo mía.
-¿Mas
que haré yo?
-Búscate
una vida.
Smee
lo vio irse sin entender a qué se refería. Justo entonces una
gaviota dejó caer sus heces sobre él.
Derrotado,
Pan regresó al campamento.
Con
Rufio muerto ya no tenía nada. No tenía un corazón con el que
mantener su vida, no tenía a alguien que creyera en él, ni tampoco
a nadie en el que creer.
Pero
Rufio estaba allí. En su cama.
-¡Rufio!
¡¿Estás vivo?! –Vio que tenía pulso, y que respiraba-, aguarda,
te curaré.
Pero
vio que había algo más allí. Algo duro y gris, pero que emitía
una débil luz rojiza que titilaba en la oscuridad.
-Pe-Peter…
-Rufio,
¿cómo has llegado hasta aquí?
-Baelfire,
Campanilla… E-E-Evan…
-Mira
lo que te han hecho.
-Tú
también, tú querías ma-matarme…
-¡Lo
mío era más complicado que eso!
-Te-te,
te entiendo.
-¿Lo
haces? –Eso sí que era una sorpresa.
-Yo
también quería matarte, y me justifico del mismo modo que tú.
-¿Por
qué ha de morir alguno de nosotros?
-Es
mejor así, Peter.
-He
sido yo. Yo te he hecho esto –Peter se sentó en la cama, a su
lado.
-No.
Soy yo, yo soy el que quiere morir. Desde hace mucho tiempo. Nunca me
ha gustado ser quien soy. Y ahora podré ser alguien mejor.
-¿No
te da miedo la muerte?
-Lo
único que me da miedo, Peter, es Norman Bates vestido de su madre,
pero dudo que me lo vaya a encontrar en algún reino.
-Rufio…
Lo siento.
-¿Peter
Pan pidiendo perdón? ¿Acaso estás creciendo? –Peter no
contestó-. De todos modos, es mejor esto que lo podría haber sido
de haber vivido. Sólo quiero pedirte una cosa, Peter. Algo que es lo
único que puede redimirte.
-¿Qué?
-Libera
a los niños, deja volver a sus casas a los lost boys.
-¿Liberar
a los lost boys?
-No
dejes que se te haga demasiado tarde, como a mí… -Silencio-.
Adiós, Peter… Dile a Baelfire, y a Campanilla, y a Evan también,
que han sido buenos amigos. Aunque espero que hayan huido y no puedas
hacerlo, eso me haría feliz… -Rufio acarició la mejilla de Pan-,
te tengo envidia, desde que te vi por primera vez. Y al mismo tiempo
te he querido, no sé si como amigo, como hermano, o como…
Rufio
hizo un último esfuerzo y besó los labios de Peter, quien
sorprendido no pudo evitar el gesto.
El
gesto, que acabó en cuanto la cabeza de Rufio cayó inerte, junto a
su mano.
-¡NO!
¡Rufio! ¡Rufio! –Peter comenzó a llorar-, ¿quién impedirá que
me coma las bolsitas de té? ¡RUFIO!
Sus
lágrimas bañaron el rostro de Rufio, le limpiaron la mugre y le
hicieron cosquillas. Pero él no las notó. Porque había muerto.
Mas
su corazón seguía palpitando, fuera de él. Y Peter lo cogió, y en
cuanto lo hizo el corazón gritó y se aferró a su mano, el corazón
gritó y lo lanzó como había lanzado a Felix antes.
La
onda implosiva que provocó la magia de Rufio al morir la sintieron
todos.
La
sintió Felix que estaba en la playa.
La
sintió Ariel que estaba sumergida.
La
sintió Wendy en su jaula.
La
sintieron Devin y Osezno en el campamento.
La
sintieron los piratas que quedaban vivos.
Y
la sintieron Baelfire y Campanilla que corrían con el coco en el que
habían encerrado a la sombra. Del susto, ambos cayeron, el coco se
abrió y la sombra escapó.
-¡NO!
Baelfire
se aferró al tobillo de la sombra y salió volando junto a ella.
-¡BAE!
–Gritaba Campanilla desde la selva- ¡BAE!
Bae
la miró, ya no podía soltarse.
Y
al final, él fue el único que escapó de Neverland aquella noche.
Epic! Me ha encantado, creo que es por la referencia a Tangled o a la de.. ¡FROZEN! jejejeje, resta decir que la imaginación es algo que te sobra, y ya esta!
ResponderEliminarP.D: My Bae!! A salido!!
Me alegra que te guste, aun más que lo hayas leído porque tanto tiempo después... Pero entre mis PP (Problemas personales) y los PT (Problemas técnicos) ha tardado bastante en llegar xD.
ResponderEliminarLo de Frozen me pasó como ese final raro entre Peter y Rufio O.O no sé quien me lo dijo por el chat que le hice caso, pero a día de hoy sigo sin estar convencido de lo segundo (porque lo de Frozen ni fu ni fa xD).
Te espero en el final <3
Ha estado genial pero una pregunta ¿lo de que en el fondo del corazón hay una lux que nunca se paga lo has sacado de Kingdom Hearts ? Es que me suena muchísimo jajaja
ResponderEliminarStitch mira que he usado algunas frases de Kingdom Hearts en el fic, pero esta es la primera que se parece de forma completamente inconsciente xD, pero si que dicen algo parecido allí (Zelena no menciona las palabras exactas). Salió de que estaba estudiando algunas enfermedades mentales para otra cosilla que estoy escribiendo y di con una que se llama Folie à Deux (como el capítulo), eso me dio la idea para la conversación.
Eliminar¡¡¡¡Ya sólo queda un capítulo!!!!