Volvemos a Wonderland en un emocionante capítulo que supone la introducción de dos importantes personajes del spin off de OUAT y en el que exploraremos el traumático pasado de nuestro protagonista.
Chapter 14: A harsh reality forges a harsh heart
Corría
como si no hubiera un mañana por aquellos bosques de árboles
disparejos tan distintos de tamaños. Lo mismo había una gran
secuoya que un olmo del tamaño de un bonsái.
-
¡ESTÁ AHÍ! – Oyó gritar a uno de los guardias.
Rufio
saltó sobre unos hongos y corrió un poco más. Fin del camino. Ante
él había una gran pared pedregosa llena de enredaderas.
-
Ya te tenemos – dijeron los soldados de corazones.
-
Sí – si había huido era para no hacer lo que tendría que hacer
ahora – aquí me tenéis - levantó sus manos y empujando al aire
logró lanzarlos lejos, dejándolos inconscientes tras la caída.
-
¡Bravo! – Dijo una voz melosa.
-
¿Hola? – Rufio miró hacia todos lados pero no había nadie.
-
Hola – repitió la voz como si fuera su eco.
Rufio
detectó un cambio en el paisaje. Sobre la rama de un árbol había
una sonrisa.
-
Ah eres tú Gato Risón – suspiró aliviado.
-
¿Nos conocemos? – Las rayas de su cuerpo iban apareciendo antes
incluso que este. Rufio esperó hasta que se materializó por
completo y entonces vio que su cabeza estaba del revés.
-
Bueno, yo a ti si y tu a mí no.
-
Veo que te has acostumbrado a Wonderland… - Giró su cabeza como
quien mueve un engranaje – a Alicia le costó bastante.
-
¿Está ella aquí?
-
Puede estar y no estar, podría haber estado y no estar más, puede
que esté de nuevo o que no esté jamás – rio él.
Rufio
lo miró de forma esceptica con una ceja levantada.
-
A mi no me tomarás el pelo como a ella. Lo sé todo sobre ti.
-
¿De veras? ¿De dónde vengo?
-
Vivías con una duquesa que tenía un hijo que se convirtió en cerdo
y una criada que adoraba la pimienta.
El
gato rio como un loco.
-
Es normal.
-
¿El qué?
-
Que te manejes bien en Wonderland.
-
¿Por qué?
-
Ya no lo sabes todo…
-
¡Contesta!
-
Aquí casi todos están locos… Y tú también lo estás.
-
¡Yo no estoy loco! – Gritó con furia, haciendo que el árbol
donde estaba el gato ardiera.
-
¿Qué es la locura sino la cordura de forma ordenada? – Preguntó
sobrevolando las cenizas mientras desaparecía poco a poco.
Rufio
abrió la boca para contestarle pero no se le ocurrió una respuesta
adecuada.
-
El día y la luna gris, quemaba y opacaba el Sol, que helaba con su
fría luz, a los momeraths también – canturreó de nuevo
invisible.
-
No te hagas el loco.
-
Es que estoy loco y tú también – aclaró apareciendo en otro
árbol.
-
¡Que yo no estoy loco! – Y ese árbol también ardió hasta
convertirse en cenizas.
-
Yo lo acepté y vivo muy bien, tú también debes hacerlo porque es
lo único que te queda, y sólo cuando lo aceptes podrás hacer cosas
en otros mundos porque ya no estarás atrapado en Wonderland.
Rufio
miró al gato fijamente.
-
Escucha con atención, te contaré quien soy y cuando sepas mi verdad
obviarás tu mentira.
Rufio
resopló con resignación y se sentó sobre un hongo azulado.
-
Damos y cabelleras, hoy es el día gloricioso en el que cantaré que:
Mi
cabeza empieza a tintinear
cada
vez que la inclino.
Porque
obviamente, absoluta y obviamente
¡Soy
raro!
Cada
Navidad voy a pescar
para
atrapar un bacalao navideño.
Porque
obviamente, absoluta y obviamente
¡Soy
raro!
Cuando
era un gatito
decían
que sería una joya,
mas
ahora que soy un Gato Risón
es
curioso que tan raro soy.
Tengo
mi propia almohada de plumas
pero
yo me duermo en el césped.
Porque
obviamente, absoluta y obviamente
¡Soy
raro!
Muchos
gatitos tienen bigotes hermosos
mas
yo tengo una barba
Porque
obviamente, absoluta y obviamente
¡SOY
RARO!
La
canción del Gato Risón concluyó y Rufio aplaudió con energía.
-
Te lo has ganado – dijo el gato.
-
¿El qué?
-
Seguir tu camino hacia la verdad…
La
hiedra y el musgo de la pared pedregosa se abrieron como un telón
verde, revelando una salida.
-
Los sinuosos senderos del Bosque Turgal te aguardan James.
-
¿Cómo sabes mi nombre? – Preguntó Rufio al gato que ya
desaparecía de nuevo.
-
¿Cómo sabías tu el mío? – Preguntó cuando sólo quedaba de él
una sonrisa.
-
Porque te conocía.
-
Al igual que yo a ti.
-
¿Cómo? – Rufio no entendía nada, como siempre le pasaba en aquel
extraño mundo. Por mucho que hubiese leído Alice’s Adventures
in Wonderland era muy difícil llevarlo todo a la práctica.
-
El día y la luna gris, quemaba y opacaba el Sol, que helaba con su
fría luz, a los momeraths también – canturreó de nuevo
invisible.
-
En fin, hay que seguir – se resignó al ver que el gato no volvía
a aparecer – es una pena, me hacía compañía y me caía bien.
Nada
más entrar en el Bosque Turgal a Rufio le llamó la atención el
limanzón que sacaba su cabeza, parecida a la de un tejón, de la
tierra. Él se dirigió para acariciarlo y el animal se lo permitió.
La piel de los limazones era asombrosamente suave y resbaladiza,
estando recubierta de vello blanco. Utilizaban sus diminutos cuernos
de cervato para rascar en las laderas de los montes y hacer que los
Momeraths saliesen espantados de sus nidos.
-
¡Eh principito! – Gritó una voz de hombre a sus espaldas.
Rufio
giró sobre sus talones esperando encontrar un guardia, pero en su
lugar había un muchacho, un poco mayor que él, más alto y más
fornido. De facciones angulosas y sensibles, pelo oscuro y corto,
ojos marrones y…
-
¿Es que no me has oído?
Voz
ampulosa.
-
Venga – dijo sacando una navaja de su hatillo – dame todo el oro
que lleves.
-
¿Perdona?
-
Oh claro, que tonto, ¿Y mis modales? – Se burló – deme todo el
oro que lleve, su alteza.
-
Hay muchas cosas que me dan asco en el mundo – dijo Rufio
intentando infundir terror – y una de ellas son los ladrones – y
con rabia introdujo su mano en el pecho del hombre que se echó a
reír - ¿Pero qué? – Preguntó Rufio al no poder encontrar su
corazón.
-
La reina ya me extirpó el corazón antes.
-
Yo… - Ahora tenía miedo él.
-
Decías que no te gustaban los ladrones, tú me lo ibas a robar.
-
No es así, yo solo iba era a controlarte para que me dejaras en paz
– repuso orgulloso.
-
Claro claro.
-
¡Es cierto!
-
Vale vale, no te pongas a llorar – se burló de nuevo.
Tanto
sarcasmo le recordó a Pan.
-
Además, ¿Por qué ibas a robarme? ¿No has visto los bandos que hay
pidiendo mi cabeza? “Acusado de alta traición e intento de
regicidio contra su majestad, la Reina de Corazones. Vivo o muerto.
Se recompensará con mil monedas de oro”. Interpretó Rufio
poniendo voz tonta.
-
Entonces como yo, “Will Scarlet, acusado de bandidaje, robo,
altercado violento, escándalo público y nudismo” – lo imitó
él.
-
¿Nudismo? – Preguntó Rufio boquiabierto.
-
Es una larga historia.
-
De todos modos – intentó reconducir la conversación Rufio – no
tengo nada y… - Y cayó en la cuenta - Un momento, ¿Has dicho que
eres Will Scarlet?
-
Depende, ¿No irás a entregarme no?
-
¿Trabajas para Robin Hood?
-
Tiempo ha, mas ¿Me vas a entregar?
-
Que no pesado, ¿Y Robin Hood vive en Wonderland? – Cruzaba los
dedos por una respuesta negativa.
-
No.
-
¡Si! – Se le escapó de la emoción.
-
¿Qué pasa?
-
Entonces vienes de otro mundo.
-
Ajá.
-
¿El Bosque Encantado?
-
El mismo.
-
¿Cómo viniste? – Por fin saldría de Wonderland.
-
A través del espejo mas no te ilusiones, los espejos entre mundos
son de un solo uso, tras ello se destruyen – respondió adivinando
cual sería la siguiente pregunta de Rufio.
-
¡Mierda! – Gritó llevándose las manos a la cabeza y las rodillas
al suelo.
-
Eres muy mal hablado para ser un príncipe.
-
No soy ningún príncipe, soy Rufio. Rufio a secas y tiene que haber
otra manera, otra manera de abandonar esta condenada tierra.
Wonderland – dijo despectivo mientras se levantaba de nuevo – el
que le puso el nombre debía de ser un genio de la ironía – estaba
pensando en Carroll.
-
De hecho, la hay.
-
¿Cuál? – Los ojos de Rufio se encendieron otra vez.
-
Al final del Bosque Turgal, el bosque más inaccesible de Wonderland,
vive un conejo.
-
¡El Conejo Blanco!
-
Así es, y él es el guardián del mundo.
-
¿El guardián?
-
Todos los mundos tienen su guardián – explicó Will - aquí es el
conejo, en el Bosque Encantado creo que es un gato.
-
Pues a que esperamos, tenemos que llegar hasta el conejo.
-
¡No tan deprisa! – Dijo Will para sorpresa del chico.
-
¿Qué pasa?
-
El Bosque Turgal es hogar del Galimatazo, ¿Sabes lo que nos hará si
nos encuentra?
-
¿El Galimatazo está aquí?
-
¿Dónde si no? Y estoy seguro de que clama venganza.
-
¿Y eso?
-
Años ha que hubo una guerra, una tal Jack luchó contra él cuando
aterrorizaba una aldea y la Reina de Corazones le obsequió por ello.
Pero yo creo, al igual que muchos otros, que el Galimatazo no murió,
que todavía anda por ahí, demasiado débil como para dejarse ver.
-
Atravesar el Bosque Turgal es lo único que podemos hacer para llegar
hasta el conejo – se defendió el lost boy de la explicación de
Will.
-
En ese caso atravesémoslo rápido, nos llevará casi dos jornadas a
lo sumo.
-
En ese caso, partamos ya – dijo Rufio con una sonrisa amigable.
WILTON
MANORS, FLORIDA. ENERO DE 1982
James
salió de su habitación en aquel pequeño piso del centro de Wilton
Manors, una ciudad casi pueblo, pequeñísima de la costa este de
Florida. Llena de paletos en su opinión, de gentes simples e
inútiles que no estaban a su altura.
James
había nacido en Nueva York, había viajado con sus abuelos, había
recibido una educación esmerada, cultural y socialmente muy abierta.
En cambio aquellos burros no veían más que lo que tenían delante,
eran tan cerrados que hacían que el pueblo pareciese que aun estaba
en el período de las trece colonias y por encima de todo, eran unos
ignorantes maleducados, sin nada de clase ni educación.
Y
James salía de su habitación, abrigado para protegerse de la lluvia
de fuera y con la mochila a sus espaldas, listo para pasar una mañana
en el instituto para idiotas de Wilton Manors. Claro que mejor estar
allí que en casa, viendo a su madre como estaba ahora, dormida en el
sofá, ojeriza y derrotada tras una noche de “marcha”. Era triste
pero era lo normal. Su madre era drogadicta, toxicómana, como se lo
quisiera llamar, y él lo sabía desde que tenía nueve años. Ahora
con dieciséis no sólo lo sabía, lo odiaba. Odiaba a su madre por
la vida de la que le privaba a favor de sus asquerosos caprichos y
odiaba cualquier tipo de sustancia, drogas, alcohol, tabaco… Todo
le parecía igual de repugnante.
Thargetwin
Water’s era el nombre del instituto, un edifico de los años
cincuenta que poco se había modernizado, al igual que las mentes de
sus alumnos y maestros. James atravesó el arco de entrada que daba
al patio de columnas, la única zona cubierta del patio que había
antes de entrar al edificio principal, pronto recibió la primera
sorpresa de la mañana, Sybil Atkins, profesora de historia venida de
Nueva York ese mismo año y de nacionalidad inglesa salía del
vestíbulo, le dedicó una sonrisa a James y cruzó la pista de
baloncesto bajo la lluvia, rumbo a la biblioteca. James no se lo
pensó y la siguió.
Quiso
ir hacia la biblioteca y vio que otro grupo de su mismo curso estaba
preparado para una lección práctica de baloncesto en la pista.
Estaba a punto de escampar y podrían jugar.
El
chico pasó junto a la pista, los ignoró, lo ignoraron…
-
¡HARGREAVES! – No, no le ignoraron.
James
los miró, fue un acto reflejo, y no pudo evitar el impacto de la
pelota de baloncesto en su cara, rompiéndole la nariz y haciéndole
sangrar copiosamente.
-
Se supone que tienes que cogerla – se burlaron los otros.
James
se encontraba arrodillado en el suelo tapándose la mancha roja de su
cara…
-
Niñato desgraciado – le dijo con odio.
-
¡Eh! ¿A qué vienen esas palabras? – Preguntó el profesor yendo
a ver qué ocurría.
-
El muy torpe se ha caído – mintió el que había lanzado el balón
– y me ha manchado las deportivas de sangre.
En
efecto, la sangre había salpicado y mancillado el blanco calzado con
su rojo oscuro.
-
¡Mentira! ¡¿Es qué no tiene ojos en la cara?! ¡Ese cerdo me ha
dado un balonazo! – Gritó James que no podía creer que estuviese
ocurriendo semejante injusticia.
-
¡Modera tu lenguaje! – Ordenó enfadado el profesor - y pide
perdón – y ante la mirada de James añadió – hazlo o sufrirás
las consecuencias.
James
miró todas aquellas caras, todas aquellas sonrisas cínicas que le
miraban desde arriba mientras él estaba arrodillado, obligado a
sentirse inferior cuando los inferiores eran ellos.
-
Os pido perdón a todos – dijo mirándolos a la cara.
-
Ahora espera ahí hasta que nos marchemos – mandó el profesor.
Todos
se fueron y él se quedó allí, impotente a la injusticia,
acumulando cada vez más odio en su interior.
Una
hora después estaba en el despacho de Mrs. Capp que lo había
mandado llamar. Como psicóloga del centro tenía derecho a uno.
James
llamó a la puerta y entró con mucha educación, de hecho, con toda
la que la mujer no se merecía. James sabía que lo miraba con lupa
por su comportamiento altivo y nada popular entre los cazurros, y a
él nada le gustaba menos que que lo controlasen.
-
Buenos días James.
-
Buenos días – dijo él con una sonrisa falsa, por ser cortés y
por no levantar sospechas.
-
He estado repasando todo tu expediente desde que llegaste aquí hace
cinco años, has tenido muchas incidencias con tus compañeros.
-
¿Me ha llamado para esto? - Esa mujer le agotaba la paciencia tan
rápido como una clase de matemáticas.
-
Desde que llegaste has tenido problemas con todos los chicos de tu
promoción, ¿Hay algo que no nos hayas contado?
-
Mrs. Capp – intentó mantener las formas – no creo que usted
pueda ayudarme.
-
Pero si Sybil.
El
chico se sorprendió, a él se le daría de maravilla disimular pero
esa arpía era una maestra del cinismo.
-
¿Cómo dice?
-
Lo sé todo. ¿Con qué la quieres no? ¿Qué se supone que habéis
hecho los dos en el baño?
-
¿Qué? – James no sabía que contestar.
-
¿Sabes qué Sybil está cometiendo un delito?
James
permaneció mudo.
-
¿Sabes que no voy a permitir que se mancille la reputación del
centro ni de ningún profesor? Y menos por un alumno tan problemático
y pedante que se atreve a corregir a la mismísima directora.
Él
levantó la cabeza sorprendido, Mrs. Capp se puso en pie.
-
Ten por seguro James Hargreaves que si no cesas tu amistad con Sybil
de inmediato te acusaré de acoso a una profesora.
James
se levantó también, era más alto que aquella mujer tan repugnante.
-
Es usted una hija de...
-
Presumes de ser educado, pero no tienes ningún respeto.
-
Usted no se merece ninguno, es un asco como psicóloga y como persona
– y explotó – ¡Llevo cinco años viviendo aquí en la más
absoluta pobreza con una madre yonki! ¡¿SABE LO QUÉ ES ESO?! –
Gritó fuera de sí, controlado por su rabia, y consciente de las
consecuencias de la revelación sobre su madre. Había callado para
poder estudiar, para no ir a un centro de menores y perder su vida
allí - ¡No se ha preocupado por mí! ¡Ni por lo que siento ni por
lo que pienso! ¡¿Y PRETENDE QUITARME LO ÚNICO BUENO QUE ME HA
PASADO?! ¡VA A ACUSARME ASÍ!
-
Se que a alguien con Síndrome de Asperger le cuesta…
Aquello
fue la gota que colmó el vaso. James estaba fuera de sí y oír la
palabra Asperger de boca de aquella mujer fue como si le clavasen un
cuchillo. Descontrolado la empujó con violencia antes de que acabase
la frase, con tan mala suerte que Mrs. Capp se golpeó en la nuca
contra la mesa y cayó al suelo donde se fue formando un charco de
sangre en torno a su cabeza. Estaba muerta, él la había matado…
Era un asesino.
WONDERLAND
Caminaron
hasta la anochecida, cuando el bosque se volvió tan negro que no
veían más que sus propias sombras proyectadas por la antorcha que
había hecho aparecer Rufio.
-
Será mejor que descansemos – aconsejó el lost boy.
-
Iré a buscar algo de comer, bayas o lo que encuentre – se ofreció
Will.
-
¿Bayas? – Eso no alimentaría nada.
-
Bueno, dicen que en el Bosque Turgal están las mejores manzanas de
todas, tal vez encuentre alguna.
-
Te espero en – Rufio alzó la antorcha y creyó ver algo – allí,
en ese árbol.
-
Está bien.
-
Toma – hizo aparecer otra antorcha.
-
Sigue sin gustarme demasiado la magia – dijo la Sota antes de irse.
Rufio
llegó hasta el árbol que, aunque fuera del camino, estaba aislado
del resto. Se echó en la hierba apoyando la espalda en el tronco.
Era el árbol del Tántamo pero el chico ignoraba eso.
Tuvo
sueños extraños sobre Neverland y sobre Peter, ¿Por qué no habría
ido a buscarle?
-
¡¿POR QUÉ?! – Gritó al despertar.
Seguía
siendo noche cerrada y además diluviaba por lo que el ruido le había
despertado. Llovían mares sobre el bosque y Rufio ya estaba
completamente empapado, pero lo peor era que no había rastro de
Will. Congelado, el chico volvió al camino, aunque en realidad se
había alejado del árbol del Tántamo por temor a los rayos.
Entonces creyó ver una figura a lo lejos.
-
¡WILL! – Lo llamó - ¡Will vuelve!
Pero
Will siguió hacia adelante.
-
¡ESPERA! – Gritó corriendo tras él, con tan mala suerte que
tropezó en la tierra enfangada y se manchó hasta las cejas.
Fue
un momento difícil de explicar, al caer sintió ganas de llorar, de
hecho las lágrimas rebosaron sus ojos. Se vio impotente, acabado, no
era nadie… Se sentía muy mal consigo mismo. Se levantó con una
profunda pena y echó a andar bajo el aguacero hasta que llegó a un
barranco que gracias a un puente colgante conectaba con una gran
torre sin ventanas.
-
¡WILL! – Gritó creyendo que tal vez se había resguardado allí
dentro.
Decidido
cruzó el puente, la puerta estaba abierta. Una vez dentro pudo
comprobar que la torre era de metal, y eso hacía que su interior
fuese casi tan frío como el exterior.
-
Fiat Lux – y una antorcha apareció en la mano de Rufio. Era un
hechizo sencillo que servía para iluminar estancias oscuras.
Alumbró
su camino, una escalera de caracol de apariencia endeble, al subir
los peldaños sus pasos resonaron con un eco cavernoso por todo el
torreón.
-
¡WILL! ¿Estás ahí Will?
Allí
el hedor era insoportable, el silencio imperante y la oscuridad
total.
-
¿Hola? ¿Will? – Continuó el ascenso por aquella escalera
inacabable – esta es la peste más horrible que he olido jamás.
A
Rufio le dio un vuelco al corazón al ver varios huesos por la
escalera, entonces dejó de fijarse en su alrededor para tratar de
decirse a sí mismo que nada malo pasaría. ¿Qué podía hacer?
«Soy
un estúpido. Está claro que Will no está aquí, ¿Y si hay
alguien? ¿O algo? Debo irme, pero ¿Y si al ver que me voy trata de
retenerme? Debo jugar con ventaja, debo hacerle creer que no me he
dado cuenta de nada y que me voy porque no hay nada interesante, si
eso debo hacer. Llegaré hasta arriba y bajaré desilusionado» Cada
vez que lo pensaba lo veía más absurdo, era un plan horrible, y lo
peor es que mientras lo pensaba había delatado su miedo al quedarse
parado en mitad de la escalera.
Aunque
lo truculento y estremecedor estaba por llegar… Un cadáver. Un
esqueleto. La canina reposaba a pocos pasos, Rufio tragó saliva,
estaba muerto de miedo pero siguió subiendo. El ascenso concluía,
estaba en la cúspide de la bóveda que coronaba el torreón, y
aquello era una macabra estancia porque mirase donde mirase veía
cadáveres, cuerpos de hombres, mujeres y niños, algunos casi
descompuestos pero la mayoría estaban blancos, muy muy blancos, como
una vela nueva y además tenían una expresión de terror en el
rostro, como si les hubieran dado un susto de muerte. Y nunca mejor
dicho.
Rufio
dio la vuelta a la habitación alumbrando los cadáveres, temiendo
que en cualquier momento alguno de ellos volviera a la vida y lo
atacase, o lo que es peor, la criatura que había hecho eso.
-
¿Por qué estás aquí? – Preguntó una suave y dulce, aunque
también terrorífica, voz de mujer que no hizo sino acrecentar su
miedo. Era el fin, aquello estaba allí y lo iba a matar.
Raudo,
Rufio alumbró a todas partes, no corrió hacia la escalera porque
pensó que tal vez se topase de frente con el monstruo que tenía en
mente, o que a lo peor éste le atacase por la espalda en la bajada.
Y
aquella voz se dejó oír de nuevo en una risa que le puso los pelos
de punta. Definitivamente, nunca había tenido tanto miedo.
-
Ya estás aterrorizado – susurró – y aún no he abierto la
puerta.
«¿Qué
puerta?» Pensó Rufio demasiado acobardado para hablar.
-
La de dentro de tu cabeza niño – respondió ella, o sea, que podía
leer la mente. Eso no hizo sino hacer que la temiera más - Todos
tenéis una puerta que conduce a vuestros pensamientos más
terroríficos… Vuestros mayores miedos… ¿No lo ves? – Y
concluyó con un canturreo que casi hace que Rufio se desmaye del
terror – Ya estoy ahí…
Más
risas, y algo nuevo, pasos, correteos que se oían tras él, pero
Rufio se quedó allí, paralizado por el miedo sin atreverse a mirar
atrás, no quería verla, no quería saber que era aquello que se iba
a meter en su cabeza.
«Si
no lo veo no existe» Pensaba.
-
Claro que existo, soy tan real como tú – dijo ella entre más
risas.
«Por
favor, por favor» Lloraba.
-
Vamos, sé un hombre… Por favor, por favor – lo imitó poniendo
una vocecilla amanerada - anda, muéstrame a que tienes miedo…
Y
unas manos comenzaron a palpar su cabeza y su cara, pero aun así
aquello permanecía tras él, sin que pudiese verlo.
-
Ajá, ya veo, le tienes miedo a la que crees tu madre, aquella mujer
que te habría vendido por un pico, a la que le viniste de perlas
para cazar marido cuanto te encontró en aquel pozo, la que nunca te
dio un abrazo porque se le arrugaba el vestido.
La
respiración de Rufio era entrecortada y acelerada.
-
Tus miedos fluyen como un río, uno tras otro vienen a mi… Viktor
Kreng, ¿Quién es? ¿Un enfermero? Oh ya veo, el ladrón de
inocentes – más risas – está claro que naciste estrellado
chico. ¿Y qué más? ¿Me quiere alguien? ¿Estoy solo? – Y más
risas - ¿Por qué Peter no ha venido a buscarme? Bueno, tu lo
sientes como un hermano mayor que te protege, tal vez él no te vea
como un hermano pequeño al que cuidar, tal vez te vea como a un
estorbo...
Y
aquella cosa giró el cuerpo de Rufio para que pudiera verla. Una
mujer muy alta, tal vez algo corpulenta pero estilizada, de larga
melena plateada y ojos marrones e inyectados en sangre que se movían
una y otra vez, mostrando todas sus petequias.
-
Ha sido un enfrentamiento cara a cara con el miedo – le respondió
el Galimatazo – el miedo, ese mórbido sentimiento que nos reprime
y oprime y que sólo son perturbaciones en nuestra mente – explicó
con una sonrisa perversa.
«Por
favor, por favor» Seguía rogando Rufio en su mente.
-
Eres muy apuesto, es una lástima que vayas a morir, pero parece que
lo que te sobra en hermosura te falta en valentía guapo. Así que
ahora, entraré hasta el más recóndito hueco de tu cerebro… Y
entonces, morirás.
Y
de repente, aquella mujer salió disparada hacia la barandilla.
-
¡¿Qué has hecho?! – Gritó echa una fiera.
Algo
brillaba en el cinturón de Rufio, en el lugar donde estaba envainado
aquel puñal. El joven lo desenvainó y la mujer cayó arrodillada.
-
¡No! ¿Por qué lo tienes tú? ¿Por qué tienes el Gladio Vorpal?
-
¿El Gladio Vorpal? – Había recuperado el valor con aquella
ventaja.
-
Sólo el elegido puede usarlo, sólo el elegido puede desatar su
poder y encerrar para siempre al Galimatazo.
-
¿El Galimatazo es una mujer?
-
¿Por qué lo preguntas como si no lo fuera?
Rufio
se rio en su cara.
-
Tengo una idea mejor, ¿Qué tal si acabo contigo? Total, ahora mismo
eres el único obstáculo para volver con Peter.
-
¿Otra vez con la cancioncita de tu amigo invisible?
-
¡AL MENOS YO TENGO! – Gritó como un niño pequeño cuando se
enfada - él es parte de mi corazón como yo lo soy del suyo… ¡Mis
amigos son mi poder! ¡Y YO EL SUYO! Dime, Galimatazo, ¿De qué
tienes miedo? ¿Tienes miedo al Gladio? Bueno, eso tiene fácil
solución, yo acabaré con él – levantó la daga y eso causó que
el Galimatazo se elevara, y luego, lo lanzó contra él, clavándolo
en su corazón y adhiriendo al monstruo al techo.
-
¡NO!
Y
todo su miedo desapareció al ver como el Galimatazo moría, al menos
en apariencia. Aliviado salió de allí a toda prisa, bajando los
escalones de cinco en cinco, no quería permanecer en aquella trampa
mortal ni un minuto más. Salió hacia la tormenta que seguía
desatando su furia sobre Wonderland, corrió hacia el camino y en la
carrera chocó con alguien. Will.
-
¡TE ENCONTRÉ! – Gritó Will.
Rufio
no lo pudo soportar, estaba demasiado excitado y agotado, sin
pensarlo dos veces se abrazó a Will y desató todo su llanto sobre
él.
-
¿Qué pasa? – Preguntó Will.
-
Nada – musitó él entre lágrimas y lluvia.
MEDIADOS
DE OCTUBRE DE 1982, HOSPITAL PSIQUIÁTRICO ST. NORBERT. MAINE
Lo
había perdido todo. Aquel accidente que se cobró la vida de Mrs.
Capp lo había matado en vida. James nunca reaccionó tras aquello.
Se quedó allí, inmóvil, agazapado junto al cuerpo de la psicóloga
con la cabeza oculta en sus rodillas hasta que lo encontraron.
Catatonia
lo llamaban.
Lo
tenían encerrado en una habitación de máxima seguridad, aislado
del resto. No había dado señales de vida desde que diez meses atrás
lo encerrasen pero los doctores tenían testimonios que recogían que
James Hargreaves era violento y se resistía a la autoridad. Prueba
de ello era el asesinato de Rena Capp o el testimonio de Jack Parker
que había hablado mal y peor de James a los que lo interrogaron. Por
eso no sólo estaba solo y bajo siete llaves, sino que, temiendo su
reacción al despertar de la catatonia le habían puesto una camisa
de fuerza.
Estaba
sentado en la cama de la habitación. Su rostro, su cabello y sus
ojos azules eran la única seña de color en aquella vacía
habitación en la que su único mueble, la cama, al igual que las
paredes y el suelo era blanco.
Se
oyó el ruido de las cerraduras y apareció Viktor Kreng, un
enfermero que había terminado la residencia ese mismo año y que
tenía su primer trabajo en St. Norbert. Y qué decir tiene, cada día
demostraba los métodos que seguían en aquel centro.
-
Mira lo que tienes hoy para desayunar – dijo entrando el carrito
del desayuno - hay tostadas, zumo, un poco de chocolate… - Miró a
James que seguía contemplando el vacío sin alterar su expresión -
Ay que ver, seguro que tu madre estaba como tú cuando se ponía
hasta arriba eh – se burló revolviendo el cabello del chico - Y
fíjate, que bien se porta el estado contigo, un asesino, que
desayuno le dan a un asesino eh. ¿Sabes? Te daré lo que te mereces,
pan y agua pero, oh – dramatizó el oh en señal de decepción –
el pan está untado en mermelada, tendrás que conformarte con el
agua.
Viktor
Kreng cogió el vaso de agua y sonrió con malicia a James.
-
Espera que le daré más sustancia – y sin ningún pudor escupió
en el vaso y lo acercó hasta la boca del chico - Vamos bebe, bebe he
dicho.
En
su interior algo gritaba a James que despertase, que se enfrentara a
aquel monstruo, pero no. El chico estaba muerto en vida y al
desalmado Viktor Kreng no le costó nada hacerle tragar el asqueroso
mejunje.
-
Así me gusta que seas obediente. Sabes que odio la ronda de mañana
– dijo mordiendo la tostada, hablando con la boca llena - ah,
espero que no te molesten mis modales, en tu ficha decía que eras
muy educado – añadió antes de limpiarse la boca con la pernera
del pantalón de pijama del chico - Como te decía, prefiero las
rondas nocturnas, y más en tu pasillo, eres el único que no se
mueve y que no se chivará de mis desahogos – dijo mirándolo
lascivamente de arriba abajo - Las guardias son muy duras, pero no
hablemos de mi, hoy has tenido correo – le informó cogiendo una
caja de la bandeja del desayuno.
Kreng
la abrió y sacó un libro de tragedias de Shakespeare.
-
Blablablá… - Se burló al ojearlo - Que me aburre tanta necedad y
tanta palabra vacía. A ti supongo que no, aunque Sybil nunca te
quiso. ¿Quién iba a querer a un loco?
Demasiado
absorto en humillar al chaval, no se dio cuenta de que el cuerpo de
James empezaba a temblar.
-
¿Qué más hay? – Cogió unas fotos - a ver, campeonato nacional
de tenis, California… Vaya, se te da bien todo eh. Los deportes,
las ciencias, las artes… Qué asco me dais los don perfectos – la
tiró y cogió otra - anda mírate, cumpleaños en Londres con los
abuelos, 1979. Con que Londres eh, seguro que fuiste en business, no
eres más que un señorito, como esos vejestorios. ¿Dónde están? –
Se rio él - ¿Están muertos? Así que están a dos metros bajos
tierra pudriéndose poco a poco, les está bien empleado – y
escupió en la foto.
El
cuerpo de James se agitaba más fuerte.
-
Sabes James, creo que aunque sea por la mañana necesito un pequeño
divertimento, será muy duro tratar con niñatos egocéntricos que se
volvieron tarumbas como tú. Si no aprovecho contigo que eres como un
muñeco… Y no lo digo porque te falte apostura que tampoco pero…
- Reparó en las convulsiones del chico y lo miró a los ojos -
¿Estás ahí James?
Y
James se abalanzó sobre Viktor Kreng, no podía hacer mucho con la
camisa de fuerza pero iba a por él a muerte. Se tiró sobre él y
ambos cayeron al suelo, él le mordió la muñeca con fuerza, quería
rebanarle las venas, quería matarlo. Pero Kreng era más fuerte y
tenía todas las extremidades libres, James había despertado y se
había vuelto a condenar.
Lo
amarraron a la cama con cintas de cuero. Le daban de comer y lo
“limpiaban” con una esponja. Si a eso se le podía llamar
limpiar. Su compañero de habitación era Chris, un chico rubio y
delgado, hijo de una camarera de un bar de Colorado. Tenía tendencia
agresiva, y por lo visto le había roto a su madre los dos brazos. Un
compañero atado parecería un regalo para él, pero James supo cómo
manejarlo.
Chris
había conseguido una navaja, practicaba los cortes consigo mismo, y
a su compañero no le costó convencerlo de que una mañana, le
cortase las ataduras.
-
¿Te vas a fugar? – Le había preguntado al empezar a cortar las
correas.
En
efecto, no era la primera vez que lo intentaba, en su expediente
junto al TA de tendencia agresiva había un DA, de depresión y
angustia, y un TF, de tendencia fugitiva.
-
Sólo tienes que cortar las correas, ¿Tanto te cuesta? – James
estaba exasperado, tenía que salir de allí o acabaría loco de
verdad, no podía soportar más abusos de Kreng ni de nadie.
-
Desde que te vi supe que eras un niño mimado, siempre mandando, a
mí, a las enfermeras… - Y terminó de cortar.
-
Gracias – dijo James levantándose de la cama, con algo de
entumecimiento debido al tiempo que llevaba tumbado se dirigió al
armario y cogió la cajita de recuerdos que le habían enviado meses
atrás, y también la ropa del día que lo ingresaron. Había crecido
un poco desde entonces.
Salió
al pasillo, una madre lo tomó por una visita y lo saludó… Era
demasiado fácil, y lo fue. Salió a la sala Fountainview, la sala de
visitas que daba a la fuente del patio, de allí a la salida de atrás
por la que entraba el cargamento de comida de pésima calidad. La
puerta estaba abierta, era la hora de comer y la enfermera de turno
habría salido a un escarceo rápido con su novio. James echó a
correr y no paró ni cuando perdió de vista el St. Norbert.
WONDERLAND
El
Gato Risón apareció de nuevo ante ellos. Había amanecido un día
nublado y Rufio y Will estaban ya muy cerca de la casa del conejo. La
Sota había consolado a Rufio pero éste no se había atrevido a
contarle lo ocurrido en el torreón.
-
¿A qué vienen esos rastros de llanto en tu rostro? – Preguntó el
felino dándole vueltas a su cabeza.
-
No es nada… - Respondió hosco.
-
Oh no, algo es a juzgar por la respuesta, que no es la más
esclarecedora pero si la más respetuosa.
-
Lo que tú digas – Rufio no estaba para nadie y menos para el gato
que siempre tenía ganas de guasa.
-
Deja que sea yo quien te ilumine, escuchad:
Brillaba,
brumeando negro, el sol;
agiliscosos
giroscaban los limazones
banerrando
por las váparas lejanas;
mimosos
se fruncían los borogobios
mientras
el momio rantas murgiflaba.
¡Cuídate
del Galimatazo, hijo mío!
¡Guárdate
de los dientes que trituran
Y
de las zarpas que desgarran!
¡Cuidate
del pájaro Jubo-Jubo y
que
no te agarre el frumioso Magnapresa!
Valiente
empuñó el Gladio Vorpal;
a
la hueste manzona acometió sin descanso;
luego,
reposóse bajo el árbol del Tántamo
y
quedóse sesudo contemplando...
Y
así, mientras cavilaba firsuto.
¡¡Hete
al Galimatazo, fuego en los ojos,
que
surge hedoroso del Bosque Turgal
y
se acerca raudo y borguejeando!!
¡Zis,
zas y zas! Una y otra vez
zarandeó
tijereteando el Gladio Vorpal!
Bien
muerto dejó al monstruo, y con su testa
¡Volvióse
triunfante galompando!
¡¿Y
hazlo muerto?! ¡¿Al Galimatazo?!
¡Ven
a mis brazos, mancebo sonrisor!
¡Qué
fragarante día! ¡Jujurujúu! ¡Jay, jay!
Carcajeó,
anegado de alegría.
Pero
brumeaba ya negro el sol
agiliscosos
giroscaban los limazones
banerrando
por las váparas lejanas,
mimosos
se fruncían los borogobios
mientras
el momio rantas necrofaba...
-
¿Estás queriendo decir…? – Rufio intentaba poner sus ideas en
orden.
-
Que yo tenía razón – dijo feliz el gato – hoy era el día
gloricioso, y tú el héroe anónimo. No sólo te enfrentaste a la
Reina de Corazones, aunque a esa me enfrento yo también, sino que
has confinado para siempre al Galimatazo. Y ahora debo irme, tengo
asuntos que atender… Por cierto, por ahí – dijo señalando un
camino que acababa de aparecer de la nada y que serpenteaba entre los
árboles.
-
Por ahí ¿qué? – Preguntó la Sota desconfiada.
-
Por ahí se fue el Conejo Blanco… - El gato rio - el día y la luna
gris, quemaba y opacaba el Sol, que helaba con su fría luz, a los
momeraths también – canturreó antes de hacerse invisible por
última vez.
-
Hora de volver a casa – dijo Rufio decidido.
Caminaron
por el bosque, repleto de hongos.
-
Dime una cosa Will. ¿Qué llevas en ese saco? – Preguntó
señalándolo con la mirada.
-
Un cofre.
-
¿Y en el cofre?
-
Mi corazón – afirmó la Sota.
-
¿Por qué te lo quitó Cora?
-
Porque yo se lo pedí… - Respondió culpable.
-
¡¿Por qué ibas a pedirle algo así?! – Inquirió el lost boy
sorprendido.
-
Hace tiempo me enamoré de Anastasia Tremaine, la hija de una noble
de mi reino…
Rufio
no se podía creer lo que oía.
-
No íbamos a tener una vida fácil en El Bosque Encantado, así que
atravesamos un portal con un espejo para venir a Wonderland, donde
los finales siempre son felices. Pero eso es mentira. Nos encontramos
con una tierra extraña y hostil, nos moríamos de hambre y nos vimos
obligados a robar en el palacio del Rey Rojo.
-
¿Qué pasó entonces?
-
Que el rey se casó con Anastasia y ella me dejó por una corona. No
quería seguir sufriendo así que le pedí el favor a la reina.
-
Pero un hombre sin corazón es un hombre que…
-
No puede amar – completó la Sota – lo sé, mas, ¿Qué menester
tengo de amar a alguien que no es Anastasia y cual de seguir amándola
a ella si lo único que recibo es dolor? Es mejor renunciar.
-
Will…
-
No me compadezcas, al fin y al cabo yo no podría hacerlo, no tengo
corazón.
-
Esta noche, tras encontrarme me demostraste lo contrario - Will abrió
la boca para decir algo, pero Rufio lo había dejado sin argumentos -
Pero sea lo que sea, extirpar los sentimientos arrancándose el
corazón por ser un estorbo no es la verdadera solución, es un error
y no te ayudará a superar tu lucha. Jamás haré algo así.
-
Eso espero – dijo Will – eso espero.
Y
por fin llegaron a la casa del conejo, antes de llamar a la puerta se
miraron con complicidad, sabedores de que sus caminos iban a
separarse al cruzar el umbral.
NEVERLAND
Por
fin estaba de nuevo en casa. Había regresado. Sintió una alegría
inmensa cuando apareció en medio de la selva que, sin ninguna duda
pertenecía a Neverland. Echó a correr hacia el campamento, con
cuidado de no tropezar con las raíces que asomaban de la tierra,
hasta que alguien le dio el alto.
-
¿Eh? – Preguntó Rufio dándose la vuelta para descubrir una
esbelta figura encapuchada que llevaba una maza.
-
¿Cómo has llegado hasta aquí? – Preguntó en tono amenazador.
-
¡¿Quién eres?! – Preguntó Rufio.
-
¿Por azar? ¿Por sino? ¿Por decisión propia? Me da igual – se
acercaba hacia él poco a poco, obligando a Rufio a retroceder –
esta isla de los sueños será tu prisión, aquella en la que tu
espíritu errará para siempre.
-
¿Felix?
Inmediatamente
el líder de los lost boys se retiró la capucha.
-
¿Por qué has vuelto? ¿No supiste leer las señales?
-
¿Señales? – Aunque hubiese salido de Wonderland parecía que los
acertijos estaban a la orden del día, siendo Neverland el lugar
idóneo para descansar estaban todo el rato comiéndose el coco -
¿Qué señales?
-
Pan no fue a buscarte porque no te quiere aquí.
-
¡Eso es una tontería! – Ahora era él quien estaba enfadado.
-
Piensa lo que quieras, pero atesora los buenos momentos, sí… -
Felix adoptó una pose filosófica, pensante - eso es lo que hacemos,
guardamos bien nuestros recuerdos más felices en lo más profundo de
nuestro corazón, y me temo que eso es todo lo que va a quedarte, tal
vez incluso menos.
-
¿De qué narices me estás hablando?
-
Pan… - le dijo en un susurro – quiere matarte.
El
rostro de Rufio se tornó temeroso.
-
¿Qué dices? – No se lo podía creer.
-
Te ha utilizado, sólo quiere tu corazón, el corazón del creyente
más puro. Por eso no fue a buscarte, tuvo piedad de ti y prefirió
dejarte lejos con vida, aunque tal vez esperaba que otra persona le
hiciera el trabajo sucio, él no es muy de trabajar. El caso es que
ahora que estás aquí extirpará tu corazón y se lo colocará el
mismo.
-
¡Mentiras!
-
Nada de mentiras, siempre viviendo en una ensoñación…
-
¡¿Ensoñación?! – Gritó Rufio indignado y rabioso – me he
arrastrado por las calles rebuscando entre la basura para poder
comer. He dormido a la intemperie soportando el peso de las ratas
mojadas que se arrastraban sobre mi piel.
-
¿Y crees que yo no? – Preguntó Felix recordando su pasado - me
echas en cara algo que hice seguramente en peores condiciones que tú,
eso solo confirma que eres un miserable.
-
¿A qué viene eso?
-
Lo tuyo solo es palabrería barata para una novela, no conseguirás
nada… - Felix daba vueltas a su alrededor.
-
Eso ya lo veremos – lo desafió Rufio antes de desaparecer.
Resurgió
ante Peter, en el campamento, el chico se mostró muy contraído al
verlo aparecer.
-
¡Rufio! ¿Qué haces aquí? - El lost boy lo miró abatido, con
gesto triste - Bueno lo importante es que has vuelto, el mundo
exterior es peligroso – apoyó sus manos en los hombros de Rufio y
agachó la cabeza para buscar su mirada cabizbaja - Debes quedarte
aquí…
-
¡En tu prisión! – Rebatió Rufio sin dejarle terminar, asombrado
una vez más del cinismo del que Pan era capaz.
-
¿Qué dices?
-
¡Esa es tu excusa para mantenerme aquí encerrado hasta que llegue
el momento! ¡PARA QUE NO PUEDA ESCAPAR! – Gritó con rabia.
-
¿Qué te han contado? – Preguntó Pan perplejo.
-
¿¡Qué se supone que soy un seguro de vida!? ¡Un corazón creyente
o yo que sé! – Rufio hablaba a gritos.
-
Entonces, si ya lo sabes, lo siento mucho Rufio… - dijo Pan en tono
firme – pero mi muerte no tiene cabida en este reino ni en ningún
otro. Compréndeme, no puedes seguir existiendo.
-
¿Entonces vas a matarme? – Las lágrimas comenzaron a recorrer las
mejillas de Rufio - ¿Vas a arrancarme el corazón? Pues escucha… -
Se acercó a su oído y le susurró – tendrás que arrancarlo de
mi cadáver frío.
-
Rufio – musitó Pan sorprendido.
-
Ya estoy harto, estoy harto de que todos me utilicen, ¡Yo también
tengo sentimientos! ¡Yo también quiero vivir! Pero se acabó, se
acabó Peter Pan…
Y
dicho eso desapareció.
muy bueno ,linda la cancioncita :)
ResponderEliminarIncreíble Peter ... el final de infarto pobre Rufio sufre mas que Regina jaja ... otro excelente capitulo felicidades!!! Pedro Pan!!!! :P
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