miércoles, 4 de junio de 2014

Fan Fic: Once Upon a Time in Neverland 14


Volvemos a Wonderland en un emocionante capítulo que supone la introducción de dos importantes personajes del spin off de OUAT y en el que exploraremos el traumático pasado de nuestro protagonista.

Chapter 14: A harsh reality forges a harsh heart

Corría como si no hubiera un mañana por aquellos bosques de árboles disparejos tan distintos de tamaños. Lo mismo había una gran secuoya que un olmo del tamaño de un bonsái.

- ¡ESTÁ AHÍ! – Oyó gritar a uno de los guardias.

Rufio saltó sobre unos hongos y corrió un poco más. Fin del camino. Ante él había una gran pared pedregosa llena de enredaderas.

- Ya te tenemos – dijeron los soldados de corazones.

- Sí – si había huido era para no hacer lo que tendría que hacer ahora – aquí me tenéis - levantó sus manos y empujando al aire logró lanzarlos lejos, dejándolos inconscientes tras la caída.

- ¡Bravo! – Dijo una voz melosa.

- ¿Hola? – Rufio miró hacia todos lados pero no había nadie.

- Hola – repitió la voz como si fuera su eco.

Rufio detectó un cambio en el paisaje. Sobre la rama de un árbol había una sonrisa.

- Ah eres tú Gato Risón – suspiró aliviado.

- ¿Nos conocemos? – Las rayas de su cuerpo iban apareciendo antes incluso que este. Rufio esperó hasta que se materializó por completo y entonces vio que su cabeza estaba del revés.

- Bueno, yo a ti si y tu a mí no.

- Veo que te has acostumbrado a Wonderland… - Giró su cabeza como quien mueve un engranaje – a Alicia le costó bastante.

- ¿Está ella aquí?

- Puede estar y no estar, podría haber estado y no estar más, puede que esté de nuevo o que no esté jamás – rio él.

Rufio lo miró de forma esceptica con una ceja levantada.

- A mi no me tomarás el pelo como a ella. Lo sé todo sobre ti.

- ¿De veras? ¿De dónde vengo?

- Vivías con una duquesa que tenía un hijo que se convirtió en cerdo y una criada que adoraba la pimienta.

El gato rio como un loco.

- Es normal.

- ¿El qué?

- Que te manejes bien en Wonderland.

- ¿Por qué?

- Ya no lo sabes todo…

- ¡Contesta!

- Aquí casi todos están locos… Y tú también lo estás.

- ¡Yo no estoy loco! – Gritó con furia, haciendo que el árbol donde estaba el gato ardiera.
- ¿Qué es la locura sino la cordura de forma ordenada? – Preguntó sobrevolando las cenizas mientras desaparecía poco a poco.

Rufio abrió la boca para contestarle pero no se le ocurrió una respuesta adecuada.

- El día y la luna gris, quemaba y opacaba el Sol, que helaba con su fría luz, a los momeraths también – canturreó de nuevo invisible.

- No te hagas el loco.

- Es que estoy loco y tú también – aclaró apareciendo en otro árbol.

- ¡Que yo no estoy loco! – Y ese árbol también ardió hasta convertirse en cenizas.

- Yo lo acepté y vivo muy bien, tú también debes hacerlo porque es lo único que te queda, y sólo cuando lo aceptes podrás hacer cosas en otros mundos porque ya no estarás atrapado en Wonderland.

Rufio miró al gato fijamente.

- Escucha con atención, te contaré quien soy y cuando sepas mi verdad obviarás tu mentira.

Rufio resopló con resignación y se sentó sobre un hongo azulado.

- Damos y cabelleras, hoy es el día gloricioso en el que cantaré que:

Mi cabeza empieza a tintinear
cada vez que la inclino.
Porque obviamente, absoluta y obviamente
¡Soy raro!
Cada Navidad voy a pescar
para atrapar un bacalao navideño.
Porque obviamente, absoluta y obviamente
¡Soy raro!
Cuando era un gatito
decían que sería una joya,
mas ahora que soy un Gato Risón
es curioso que tan raro soy.
Tengo mi propia almohada de plumas
pero yo me duermo en el césped.
Porque obviamente, absoluta y obviamente
¡Soy raro!
Muchos gatitos tienen bigotes hermosos
mas yo tengo una barba
Porque obviamente, absoluta y obviamente
¡SOY RARO!

La canción del Gato Risón concluyó y Rufio aplaudió con energía.

- Te lo has ganado – dijo el gato.

- ¿El qué?

- Seguir tu camino hacia la verdad…

La hiedra y el musgo de la pared pedregosa se abrieron como un telón verde, revelando una salida.

- Los sinuosos senderos del Bosque Turgal te aguardan James.

- ¿Cómo sabes mi nombre? – Preguntó Rufio al gato que ya desaparecía de nuevo.

- ¿Cómo sabías tu el mío? – Preguntó cuando sólo quedaba de él una sonrisa.

- Porque te conocía.

- Al igual que yo a ti.

- ¿Cómo? – Rufio no entendía nada, como siempre le pasaba en aquel extraño mundo. Por mucho que hubiese leído Alice’s Adventures in Wonderland era muy difícil llevarlo todo a la práctica.

- El día y la luna gris, quemaba y opacaba el Sol, que helaba con su fría luz, a los momeraths también – canturreó de nuevo invisible.

- En fin, hay que seguir – se resignó al ver que el gato no volvía a aparecer – es una pena, me hacía compañía y me caía bien.

Nada más entrar en el Bosque Turgal a Rufio le llamó la atención el limanzón que sacaba su cabeza, parecida a la de un tejón, de la tierra. Él se dirigió para acariciarlo y el animal se lo permitió. La piel de los limazones era asombrosamente suave y resbaladiza, estando recubierta de vello blanco. Utilizaban sus diminutos cuernos de cervato para rascar en las laderas de los montes y hacer que los Momeraths saliesen espantados de sus nidos.

- ¡Eh principito! – Gritó una voz de hombre a sus espaldas.

Rufio giró sobre sus talones esperando encontrar un guardia, pero en su lugar había un muchacho, un poco mayor que él, más alto y más fornido. De facciones angulosas y sensibles, pelo oscuro y corto, ojos marrones y…

- ¿Es que no me has oído?

Voz ampulosa.

- Venga – dijo sacando una navaja de su hatillo – dame todo el oro que lleves.

- ¿Perdona?

- Oh claro, que tonto, ¿Y mis modales? – Se burló – deme todo el oro que lleve, su alteza.

- Hay muchas cosas que me dan asco en el mundo – dijo Rufio intentando infundir terror – y una de ellas son los ladrones – y con rabia introdujo su mano en el pecho del hombre que se echó a reír - ¿Pero qué? – Preguntó Rufio al no poder encontrar su corazón.

- La reina ya me extirpó el corazón antes.

- Yo… - Ahora tenía miedo él.

- Decías que no te gustaban los ladrones, tú me lo ibas a robar.

- No es así, yo solo iba era a controlarte para que me dejaras en paz – repuso orgulloso.

- Claro claro.

- ¡Es cierto!

- Vale vale, no te pongas a llorar – se burló de nuevo.

Tanto sarcasmo le recordó a Pan.

- Además, ¿Por qué ibas a robarme? ¿No has visto los bandos que hay pidiendo mi cabeza? “Acusado de alta traición e intento de regicidio contra su majestad, la Reina de Corazones. Vivo o muerto. Se recompensará con mil monedas de oro”. Interpretó Rufio poniendo voz tonta.

- Entonces como yo, “Will Scarlet, acusado de bandidaje, robo, altercado violento, escándalo público y nudismo” – lo imitó él.

- ¿Nudismo? – Preguntó Rufio boquiabierto.

- Es una larga historia.

- De todos modos – intentó reconducir la conversación Rufio – no tengo nada y… - Y cayó en la cuenta - Un momento, ¿Has dicho que eres Will Scarlet?

- Depende, ¿No irás a entregarme no?

- ¿Trabajas para Robin Hood?

- Tiempo ha, mas ¿Me vas a entregar?

- Que no pesado, ¿Y Robin Hood vive en Wonderland? – Cruzaba los dedos por una respuesta negativa.

- No.

- ¡Si! – Se le escapó de la emoción.

- ¿Qué pasa?

- Entonces vienes de otro mundo.

- Ajá.

- ¿El Bosque Encantado?

- El mismo.

- ¿Cómo viniste? – Por fin saldría de Wonderland.

- A través del espejo mas no te ilusiones, los espejos entre mundos son de un solo uso, tras ello se destruyen – respondió adivinando cual sería la siguiente pregunta de Rufio.

- ¡Mierda! – Gritó llevándose las manos a la cabeza y las rodillas al suelo.

- Eres muy mal hablado para ser un príncipe.

- No soy ningún príncipe, soy Rufio. Rufio a secas y tiene que haber otra manera, otra manera de abandonar esta condenada tierra. Wonderland – dijo despectivo mientras se levantaba de nuevo – el que le puso el nombre debía de ser un genio de la ironía – estaba pensando en Carroll.

- De hecho, la hay.

- ¿Cuál? – Los ojos de Rufio se encendieron otra vez.

- Al final del Bosque Turgal, el bosque más inaccesible de Wonderland, vive un conejo.

- ¡El Conejo Blanco!

- Así es, y él es el guardián del mundo.

- ¿El guardián?

- Todos los mundos tienen su guardián – explicó Will - aquí es el conejo, en el Bosque Encantado creo que es un gato.

- Pues a que esperamos, tenemos que llegar hasta el conejo.

- ¡No tan deprisa! – Dijo Will para sorpresa del chico.

- ¿Qué pasa?

- El Bosque Turgal es hogar del Galimatazo, ¿Sabes lo que nos hará si nos encuentra?

- ¿El Galimatazo está aquí?

- ¿Dónde si no? Y estoy seguro de que clama venganza.

- ¿Y eso?

- Años ha que hubo una guerra, una tal Jack luchó contra él cuando aterrorizaba una aldea y la Reina de Corazones le obsequió por ello. Pero yo creo, al igual que muchos otros, que el Galimatazo no murió, que todavía anda por ahí, demasiado débil como para dejarse ver.

- Atravesar el Bosque Turgal es lo único que podemos hacer para llegar hasta el conejo – se defendió el lost boy de la explicación de Will.

- En ese caso atravesémoslo rápido, nos llevará casi dos jornadas a lo sumo.

- En ese caso, partamos ya – dijo Rufio con una sonrisa amigable.

WILTON MANORS, FLORIDA. ENERO DE 1982

James salió de su habitación en aquel pequeño piso del centro de Wilton Manors, una ciudad casi pueblo, pequeñísima de la costa este de Florida. Llena de paletos en su opinión, de gentes simples e inútiles que no estaban a su altura.

James había nacido en Nueva York, había viajado con sus abuelos, había recibido una educación esmerada, cultural y socialmente muy abierta. En cambio aquellos burros no veían más que lo que tenían delante, eran tan cerrados que hacían que el pueblo pareciese que aun estaba en el período de las trece colonias y por encima de todo, eran unos ignorantes maleducados, sin nada de clase ni educación.

Y James salía de su habitación, abrigado para protegerse de la lluvia de fuera y con la mochila a sus espaldas, listo para pasar una mañana en el instituto para idiotas de Wilton Manors. Claro que mejor estar allí que en casa, viendo a su madre como estaba ahora, dormida en el sofá, ojeriza y derrotada tras una noche de “marcha”. Era triste pero era lo normal. Su madre era drogadicta, toxicómana, como se lo quisiera llamar, y él lo sabía desde que tenía nueve años. Ahora con dieciséis no sólo lo sabía, lo odiaba. Odiaba a su madre por la vida de la que le privaba a favor de sus asquerosos caprichos y odiaba cualquier tipo de sustancia, drogas, alcohol, tabaco… Todo le parecía igual de repugnante.

Thargetwin Water’s era el nombre del instituto, un edifico de los años cincuenta que poco se había modernizado, al igual que las mentes de sus alumnos y maestros. James atravesó el arco de entrada que daba al patio de columnas, la única zona cubierta del patio que había antes de entrar al edificio principal, pronto recibió la primera sorpresa de la mañana, Sybil Atkins, profesora de historia venida de Nueva York ese mismo año y de nacionalidad inglesa salía del vestíbulo, le dedicó una sonrisa a James y cruzó la pista de baloncesto bajo la lluvia, rumbo a la biblioteca. James no se lo pensó y la siguió.
Quiso ir hacia la biblioteca y vio que otro grupo de su mismo curso estaba preparado para una lección práctica de baloncesto en la pista. Estaba a punto de escampar y podrían jugar.

El chico pasó junto a la pista, los ignoró, lo ignoraron…

- ¡HARGREAVES! – No, no le ignoraron.

James los miró, fue un acto reflejo, y no pudo evitar el impacto de la pelota de baloncesto en su cara, rompiéndole la nariz y haciéndole sangrar copiosamente.

- Se supone que tienes que cogerla – se burlaron los otros.

James se encontraba arrodillado en el suelo tapándose la mancha roja de su cara…

- Niñato desgraciado – le dijo con odio.

- ¡Eh! ¿A qué vienen esas palabras? – Preguntó el profesor yendo a ver qué ocurría.

- El muy torpe se ha caído – mintió el que había lanzado el balón – y me ha manchado las deportivas de sangre.

En efecto, la sangre había salpicado y mancillado el blanco calzado con su rojo oscuro.

- ¡Mentira! ¡¿Es qué no tiene ojos en la cara?! ¡Ese cerdo me ha dado un balonazo! – Gritó James que no podía creer que estuviese ocurriendo semejante injusticia.

- ¡Modera tu lenguaje! – Ordenó enfadado el profesor - y pide perdón – y ante la mirada de James añadió – hazlo o sufrirás las consecuencias.

James miró todas aquellas caras, todas aquellas sonrisas cínicas que le miraban desde arriba mientras él estaba arrodillado, obligado a sentirse inferior cuando los inferiores eran ellos.

- Os pido perdón a todos – dijo mirándolos a la cara.

- Ahora espera ahí hasta que nos marchemos – mandó el profesor.

Todos se fueron y él se quedó allí, impotente a la injusticia, acumulando cada vez más odio en su interior.

Una hora después estaba en el despacho de Mrs. Capp que lo había mandado llamar. Como psicóloga del centro tenía derecho a uno.

James llamó a la puerta y entró con mucha educación, de hecho, con toda la que la mujer no se merecía. James sabía que lo miraba con lupa por su comportamiento altivo y nada popular entre los cazurros, y a él nada le gustaba menos que que lo controlasen.

- Buenos días James.

- Buenos días – dijo él con una sonrisa falsa, por ser cortés y por no levantar sospechas.

- He estado repasando todo tu expediente desde que llegaste aquí hace cinco años, has tenido muchas incidencias con tus compañeros.

- ¿Me ha llamado para esto? - Esa mujer le agotaba la paciencia tan rápido como una clase de matemáticas.

- Desde que llegaste has tenido problemas con todos los chicos de tu promoción, ¿Hay algo que no nos hayas contado?

- Mrs. Capp – intentó mantener las formas – no creo que usted pueda ayudarme.

- Pero si Sybil.

El chico se sorprendió, a él se le daría de maravilla disimular pero esa arpía era una maestra del cinismo.

- ¿Cómo dice?

- Lo sé todo. ¿Con qué la quieres no? ¿Qué se supone que habéis hecho los dos en el baño?

- ¿Qué? – James no sabía que contestar.

- ¿Sabes qué Sybil está cometiendo un delito?

James permaneció mudo.

- ¿Sabes que no voy a permitir que se mancille la reputación del centro ni de ningún profesor? Y menos por un alumno tan problemático y pedante que se atreve a corregir a la mismísima directora.

Él levantó la cabeza sorprendido, Mrs. Capp se puso en pie.

- Ten por seguro James Hargreaves que si no cesas tu amistad con Sybil de inmediato te acusaré de acoso a una profesora.

James se levantó también, era más alto que aquella mujer tan repugnante.

- Es usted una hija de...

- Presumes de ser educado, pero no tienes ningún respeto.

- Usted no se merece ninguno, es un asco como psicóloga y como persona – y explotó – ¡Llevo cinco años viviendo aquí en la más absoluta pobreza con una madre yonki! ¡¿SABE LO QUÉ ES ESO?! – Gritó fuera de sí, controlado por su rabia, y consciente de las consecuencias de la revelación sobre su madre. Había callado para poder estudiar, para no ir a un centro de menores y perder su vida allí - ¡No se ha preocupado por mí! ¡Ni por lo que siento ni por lo que pienso! ¡¿Y PRETENDE QUITARME LO ÚNICO BUENO QUE ME HA PASADO?! ¡VA A ACUSARME ASÍ!

- Se que a alguien con Síndrome de Asperger le cuesta…

Aquello fue la gota que colmó el vaso. James estaba fuera de sí y oír la palabra Asperger de boca de aquella mujer fue como si le clavasen un cuchillo. Descontrolado la empujó con violencia antes de que acabase la frase, con tan mala suerte que Mrs. Capp se golpeó en la nuca contra la mesa y cayó al suelo donde se fue formando un charco de sangre en torno a su cabeza. Estaba muerta, él la había matado… Era un asesino.

WONDERLAND

Caminaron hasta la anochecida, cuando el bosque se volvió tan negro que no veían más que sus propias sombras proyectadas por la antorcha que había hecho aparecer Rufio.

- Será mejor que descansemos – aconsejó el lost boy.

- Iré a buscar algo de comer, bayas o lo que encuentre – se ofreció Will.

- ¿Bayas? – Eso no alimentaría nada.

- Bueno, dicen que en el Bosque Turgal están las mejores manzanas de todas, tal vez encuentre alguna.

- Te espero en – Rufio alzó la antorcha y creyó ver algo – allí, en ese árbol.

- Está bien.

- Toma – hizo aparecer otra antorcha.

- Sigue sin gustarme demasiado la magia – dijo la Sota antes de irse.

Rufio llegó hasta el árbol que, aunque fuera del camino, estaba aislado del resto. Se echó en la hierba apoyando la espalda en el tronco. Era el árbol del Tántamo pero el chico ignoraba eso.

Tuvo sueños extraños sobre Neverland y sobre Peter, ¿Por qué no habría ido a buscarle?

- ¡¿POR QUÉ?! – Gritó al despertar.

Seguía siendo noche cerrada y además diluviaba por lo que el ruido le había despertado. Llovían mares sobre el bosque y Rufio ya estaba completamente empapado, pero lo peor era que no había rastro de Will. Congelado, el chico volvió al camino, aunque en realidad se había alejado del árbol del Tántamo por temor a los rayos. Entonces creyó ver una figura a lo lejos.

- ¡WILL! – Lo llamó - ¡Will vuelve!

Pero Will siguió hacia adelante.

- ¡ESPERA! – Gritó corriendo tras él, con tan mala suerte que tropezó en la tierra enfangada y se manchó hasta las cejas.

Fue un momento difícil de explicar, al caer sintió ganas de llorar, de hecho las lágrimas rebosaron sus ojos. Se vio impotente, acabado, no era nadie… Se sentía muy mal consigo mismo. Se levantó con una profunda pena y echó a andar bajo el aguacero hasta que llegó a un barranco que gracias a un puente colgante conectaba con una gran torre sin ventanas.

- ¡WILL! – Gritó creyendo que tal vez se había resguardado allí dentro.

Decidido cruzó el puente, la puerta estaba abierta. Una vez dentro pudo comprobar que la torre era de metal, y eso hacía que su interior fuese casi tan frío como el exterior.

- Fiat Lux – y una antorcha apareció en la mano de Rufio. Era un hechizo sencillo que servía para iluminar estancias oscuras.

Alumbró su camino, una escalera de caracol de apariencia endeble, al subir los peldaños sus pasos resonaron con un eco cavernoso por todo el torreón.

- ¡WILL! ¿Estás ahí Will?

Allí el hedor era insoportable, el silencio imperante y la oscuridad total.

- ¿Hola? ¿Will? – Continuó el ascenso por aquella escalera inacabable – esta es la peste más horrible que he olido jamás.

A Rufio le dio un vuelco al corazón al ver varios huesos por la escalera, entonces dejó de fijarse en su alrededor para tratar de decirse a sí mismo que nada malo pasaría. ¿Qué podía hacer?

«Soy un estúpido. Está claro que Will no está aquí, ¿Y si hay alguien? ¿O algo? Debo irme, pero ¿Y si al ver que me voy trata de retenerme? Debo jugar con ventaja, debo hacerle creer que no me he dado cuenta de nada y que me voy porque no hay nada interesante, si eso debo hacer. Llegaré hasta arriba y bajaré desilusionado» Cada vez que lo pensaba lo veía más absurdo, era un plan horrible, y lo peor es que mientras lo pensaba había delatado su miedo al quedarse parado en mitad de la escalera.
Aunque lo truculento y estremecedor estaba por llegar… Un cadáver. Un esqueleto. La canina reposaba a pocos pasos, Rufio tragó saliva, estaba muerto de miedo pero siguió subiendo. El ascenso concluía, estaba en la cúspide de la bóveda que coronaba el torreón, y aquello era una macabra estancia porque mirase donde mirase veía cadáveres, cuerpos de hombres, mujeres y niños, algunos casi descompuestos pero la mayoría estaban blancos, muy muy blancos, como una vela nueva y además tenían una expresión de terror en el rostro, como si les hubieran dado un susto de muerte. Y nunca mejor dicho.

Rufio dio la vuelta a la habitación alumbrando los cadáveres, temiendo que en cualquier momento alguno de ellos volviera a la vida y lo atacase, o lo que es peor, la criatura que había hecho eso.

- ¿Por qué estás aquí? – Preguntó una suave y dulce, aunque también terrorífica, voz de mujer que no hizo sino acrecentar su miedo. Era el fin, aquello estaba allí y lo iba a matar.
Raudo, Rufio alumbró a todas partes, no corrió hacia la escalera porque pensó que tal vez se topase de frente con el monstruo que tenía en mente, o que a lo peor éste le atacase por la espalda en la bajada.

Y aquella voz se dejó oír de nuevo en una risa que le puso los pelos de punta. Definitivamente, nunca había tenido tanto miedo.

- Ya estás aterrorizado – susurró – y aún no he abierto la puerta.

«¿Qué puerta?» Pensó Rufio demasiado acobardado para hablar.

- La de dentro de tu cabeza niño – respondió ella, o sea, que podía leer la mente. Eso no hizo sino hacer que la temiera más - Todos tenéis una puerta que conduce a vuestros pensamientos más terroríficos… Vuestros mayores miedos… ¿No lo ves? – Y concluyó con un canturreo que casi hace que Rufio se desmaye del terror – Ya estoy ahí…

Más risas, y algo nuevo, pasos, correteos que se oían tras él, pero Rufio se quedó allí, paralizado por el miedo sin atreverse a mirar atrás, no quería verla, no quería saber que era aquello que se iba a meter en su cabeza.

«Si no lo veo no existe» Pensaba.

- Claro que existo, soy tan real como tú – dijo ella entre más risas.

«Por favor, por favor» Lloraba.

- Vamos, sé un hombre… Por favor, por favor – lo imitó poniendo una vocecilla amanerada - anda, muéstrame a que tienes miedo…

Y unas manos comenzaron a palpar su cabeza y su cara, pero aun así aquello permanecía tras él, sin que pudiese verlo.

- Ajá, ya veo, le tienes miedo a la que crees tu madre, aquella mujer que te habría vendido por un pico, a la que le viniste de perlas para cazar marido cuanto te encontró en aquel pozo, la que nunca te dio un abrazo porque se le arrugaba el vestido.

La respiración de Rufio era entrecortada y acelerada.

- Tus miedos fluyen como un río, uno tras otro vienen a mi… Viktor Kreng, ¿Quién es? ¿Un enfermero? Oh ya veo, el ladrón de inocentes – más risas – está claro que naciste estrellado chico. ¿Y qué más? ¿Me quiere alguien? ¿Estoy solo? – Y más risas - ¿Por qué Peter no ha venido a buscarme? Bueno, tu lo sientes como un hermano mayor que te protege, tal vez él no te vea como un hermano pequeño al que cuidar, tal vez te vea como a un estorbo...
Y aquella cosa giró el cuerpo de Rufio para que pudiera verla. Una mujer muy alta, tal vez algo corpulenta pero estilizada, de larga melena plateada y ojos marrones e inyectados en sangre que se movían una y otra vez, mostrando todas sus petequias.

- Ha sido un enfrentamiento cara a cara con el miedo – le respondió el Galimatazo – el miedo, ese mórbido sentimiento que nos reprime y oprime y que sólo son perturbaciones en nuestra mente – explicó con una sonrisa perversa.

«Por favor, por favor» Seguía rogando Rufio en su mente.

- Eres muy apuesto, es una lástima que vayas a morir, pero parece que lo que te sobra en hermosura te falta en valentía guapo. Así que ahora, entraré hasta el más recóndito hueco de tu cerebro… Y entonces, morirás.

Y de repente, aquella mujer salió disparada hacia la barandilla.

- ¡¿Qué has hecho?! – Gritó echa una fiera.

Algo brillaba en el cinturón de Rufio, en el lugar donde estaba envainado aquel puñal. El joven lo desenvainó y la mujer cayó arrodillada.

- ¡No! ¿Por qué lo tienes tú? ¿Por qué tienes el Gladio Vorpal?

- ¿El Gladio Vorpal? – Había recuperado el valor con aquella ventaja.

- Sólo el elegido puede usarlo, sólo el elegido puede desatar su poder y encerrar para siempre al Galimatazo.

- ¿El Galimatazo es una mujer?

- ¿Por qué lo preguntas como si no lo fuera?

Rufio se rio en su cara.

- Tengo una idea mejor, ¿Qué tal si acabo contigo? Total, ahora mismo eres el único obstáculo para volver con Peter.

- ¿Otra vez con la cancioncita de tu amigo invisible?

- ¡AL MENOS YO TENGO! – Gritó como un niño pequeño cuando se enfada - él es parte de mi corazón como yo lo soy del suyo… ¡Mis amigos son mi poder! ¡Y YO EL SUYO! Dime, Galimatazo, ¿De qué tienes miedo? ¿Tienes miedo al Gladio? Bueno, eso tiene fácil solución, yo acabaré con él – levantó la daga y eso causó que el Galimatazo se elevara, y luego, lo lanzó contra él, clavándolo en su corazón y adhiriendo al monstruo al techo.

- ¡NO!

Y todo su miedo desapareció al ver como el Galimatazo moría, al menos en apariencia. Aliviado salió de allí a toda prisa, bajando los escalones de cinco en cinco, no quería permanecer en aquella trampa mortal ni un minuto más. Salió hacia la tormenta que seguía desatando su furia sobre Wonderland, corrió hacia el camino y en la carrera chocó con alguien. Will.

- ¡TE ENCONTRÉ! – Gritó Will.

Rufio no lo pudo soportar, estaba demasiado excitado y agotado, sin pensarlo dos veces se abrazó a Will y desató todo su llanto sobre él.

- ¿Qué pasa? – Preguntó Will.

- Nada – musitó él entre lágrimas y lluvia.

MEDIADOS DE OCTUBRE DE 1982, HOSPITAL PSIQUIÁTRICO ST. NORBERT. MAINE

Lo había perdido todo. Aquel accidente que se cobró la vida de Mrs. Capp lo había matado en vida. James nunca reaccionó tras aquello. Se quedó allí, inmóvil, agazapado junto al cuerpo de la psicóloga con la cabeza oculta en sus rodillas hasta que lo encontraron.

Catatonia lo llamaban.

Lo tenían encerrado en una habitación de máxima seguridad, aislado del resto. No había dado señales de vida desde que diez meses atrás lo encerrasen pero los doctores tenían testimonios que recogían que James Hargreaves era violento y se resistía a la autoridad. Prueba de ello era el asesinato de Rena Capp o el testimonio de Jack Parker que había hablado mal y peor de James a los que lo interrogaron. Por eso no sólo estaba solo y bajo siete llaves, sino que, temiendo su reacción al despertar de la catatonia le habían puesto una camisa de fuerza.

Estaba sentado en la cama de la habitación. Su rostro, su cabello y sus ojos azules eran la única seña de color en aquella vacía habitación en la que su único mueble, la cama, al igual que las paredes y el suelo era blanco.

Se oyó el ruido de las cerraduras y apareció Viktor Kreng, un enfermero que había terminado la residencia ese mismo año y que tenía su primer trabajo en St. Norbert. Y qué decir tiene, cada día demostraba los métodos que seguían en aquel centro.

- Mira lo que tienes hoy para desayunar – dijo entrando el carrito del desayuno - hay tostadas, zumo, un poco de chocolate… - Miró a James que seguía contemplando el vacío sin alterar su expresión - Ay que ver, seguro que tu madre estaba como tú cuando se ponía hasta arriba eh – se burló revolviendo el cabello del chico - Y fíjate, que bien se porta el estado contigo, un asesino, que desayuno le dan a un asesino eh. ¿Sabes? Te daré lo que te mereces, pan y agua pero, oh – dramatizó el oh en señal de decepción – el pan está untado en mermelada, tendrás que conformarte con el agua.

Viktor Kreng cogió el vaso de agua y sonrió con malicia a James.

- Espera que le daré más sustancia – y sin ningún pudor escupió en el vaso y lo acercó hasta la boca del chico - Vamos bebe, bebe he dicho.

En su interior algo gritaba a James que despertase, que se enfrentara a aquel monstruo, pero no. El chico estaba muerto en vida y al desalmado Viktor Kreng no le costó nada hacerle tragar el asqueroso mejunje.

- Así me gusta que seas obediente. Sabes que odio la ronda de mañana – dijo mordiendo la tostada, hablando con la boca llena - ah, espero que no te molesten mis modales, en tu ficha decía que eras muy educado – añadió antes de limpiarse la boca con la pernera del pantalón de pijama del chico - Como te decía, prefiero las rondas nocturnas, y más en tu pasillo, eres el único que no se mueve y que no se chivará de mis desahogos – dijo mirándolo lascivamente de arriba abajo - Las guardias son muy duras, pero no hablemos de mi, hoy has tenido correo – le informó cogiendo una caja de la bandeja del desayuno.
Kreng la abrió y sacó un libro de tragedias de Shakespeare.

- Blablablá… - Se burló al ojearlo - Que me aburre tanta necedad y tanta palabra vacía. A ti supongo que no, aunque Sybil nunca te quiso. ¿Quién iba a querer a un loco?
Demasiado absorto en humillar al chaval, no se dio cuenta de que el cuerpo de James empezaba a temblar.

- ¿Qué más hay? – Cogió unas fotos - a ver, campeonato nacional de tenis, California… Vaya, se te da bien todo eh. Los deportes, las ciencias, las artes… Qué asco me dais los don perfectos – la tiró y cogió otra - anda mírate, cumpleaños en Londres con los abuelos, 1979. Con que Londres eh, seguro que fuiste en business, no eres más que un señorito, como esos vejestorios. ¿Dónde están? – Se rio él - ¿Están muertos? Así que están a dos metros bajos tierra pudriéndose poco a poco, les está bien empleado – y escupió en la foto.

El cuerpo de James se agitaba más fuerte.

- Sabes James, creo que aunque sea por la mañana necesito un pequeño divertimento, será muy duro tratar con niñatos egocéntricos que se volvieron tarumbas como tú. Si no aprovecho contigo que eres como un muñeco… Y no lo digo porque te falte apostura que tampoco pero… - Reparó en las convulsiones del chico y lo miró a los ojos - ¿Estás ahí James?

Y James se abalanzó sobre Viktor Kreng, no podía hacer mucho con la camisa de fuerza pero iba a por él a muerte. Se tiró sobre él y ambos cayeron al suelo, él le mordió la muñeca con fuerza, quería rebanarle las venas, quería matarlo. Pero Kreng era más fuerte y tenía todas las extremidades libres, James había despertado y se había vuelto a condenar.

Lo amarraron a la cama con cintas de cuero. Le daban de comer y lo “limpiaban” con una esponja. Si a eso se le podía llamar limpiar. Su compañero de habitación era Chris, un chico rubio y delgado, hijo de una camarera de un bar de Colorado. Tenía tendencia agresiva, y por lo visto le había roto a su madre los dos brazos. Un compañero atado parecería un regalo para él, pero James supo cómo manejarlo.

Chris había conseguido una navaja, practicaba los cortes consigo mismo, y a su compañero no le costó convencerlo de que una mañana, le cortase las ataduras.

- ¿Te vas a fugar? – Le había preguntado al empezar a cortar las correas.

En efecto, no era la primera vez que lo intentaba, en su expediente junto al TA de tendencia agresiva había un DA, de depresión y angustia, y un TF, de tendencia fugitiva.

- Sólo tienes que cortar las correas, ¿Tanto te cuesta? – James estaba exasperado, tenía que salir de allí o acabaría loco de verdad, no podía soportar más abusos de Kreng ni de nadie.

- Desde que te vi supe que eras un niño mimado, siempre mandando, a mí, a las enfermeras… - Y terminó de cortar.

- Gracias – dijo James levantándose de la cama, con algo de entumecimiento debido al tiempo que llevaba tumbado se dirigió al armario y cogió la cajita de recuerdos que le habían enviado meses atrás, y también la ropa del día que lo ingresaron. Había crecido un poco desde entonces.

Salió al pasillo, una madre lo tomó por una visita y lo saludó… Era demasiado fácil, y lo fue. Salió a la sala Fountainview, la sala de visitas que daba a la fuente del patio, de allí a la salida de atrás por la que entraba el cargamento de comida de pésima calidad. La puerta estaba abierta, era la hora de comer y la enfermera de turno habría salido a un escarceo rápido con su novio. James echó a correr y no paró ni cuando perdió de vista el St. Norbert.

WONDERLAND

El Gato Risón apareció de nuevo ante ellos. Había amanecido un día nublado y Rufio y Will estaban ya muy cerca de la casa del conejo. La Sota había consolado a Rufio pero éste no se había atrevido a contarle lo ocurrido en el torreón.

- ¿A qué vienen esos rastros de llanto en tu rostro? – Preguntó el felino dándole vueltas a su cabeza.

- No es nada… - Respondió hosco.

- Oh no, algo es a juzgar por la respuesta, que no es la más esclarecedora pero si la más respetuosa.

- Lo que tú digas – Rufio no estaba para nadie y menos para el gato que siempre tenía ganas de guasa.

- Deja que sea yo quien te ilumine, escuchad:

Brillaba, brumeando negro, el sol;
agiliscosos giroscaban los limazones
banerrando por las váparas lejanas;
mimosos se fruncían los borogobios
mientras el momio rantas murgiflaba.

¡Cuídate del Galimatazo, hijo mío!
¡Guárdate de los dientes que trituran
Y de las zarpas que desgarran!
¡Cuidate del pájaro Jubo-Jubo y
que no te agarre el frumioso Magnapresa!

Valiente empuñó el Gladio Vorpal;
a la hueste manzona acometió sin descanso;
luego, reposóse bajo el árbol del Tántamo
y quedóse sesudo contemplando...

Y así, mientras cavilaba firsuto.
¡¡Hete al Galimatazo, fuego en los ojos,
que surge hedoroso del Bosque Turgal
y se acerca raudo y borguejeando!!

¡Zis, zas y zas! Una y otra vez
zarandeó tijereteando el Gladio Vorpal!
Bien muerto dejó al monstruo, y con su testa
¡Volvióse triunfante galompando!

¡¿Y hazlo muerto?! ¡¿Al Galimatazo?!
¡Ven a mis brazos, mancebo sonrisor!
¡Qué fragarante día! ¡Jujurujúu! ¡Jay, jay!
Carcajeó, anegado de alegría.

Pero brumeaba ya negro el sol
agiliscosos giroscaban los limazones
banerrando por las váparas lejanas,
mimosos se fruncían los borogobios
mientras el momio rantas necrofaba...

- ¿Estás queriendo decir…? – Rufio intentaba poner sus ideas en orden.

- Que yo tenía razón – dijo feliz el gato – hoy era el día gloricioso, y tú el héroe anónimo. No sólo te enfrentaste a la Reina de Corazones, aunque a esa me enfrento yo también, sino que has confinado para siempre al Galimatazo. Y ahora debo irme, tengo asuntos que atender… Por cierto, por ahí – dijo señalando un camino que acababa de aparecer de la nada y que serpenteaba entre los árboles.

- Por ahí ¿qué? – Preguntó la Sota desconfiada.

- Por ahí se fue el Conejo Blanco… - El gato rio - el día y la luna gris, quemaba y opacaba el Sol, que helaba con su fría luz, a los momeraths también – canturreó antes de hacerse invisible por última vez.

- Hora de volver a casa – dijo Rufio decidido.

Caminaron por el bosque, repleto de hongos.

- Dime una cosa Will. ¿Qué llevas en ese saco? – Preguntó señalándolo con la mirada.

- Un cofre.

- ¿Y en el cofre?

- Mi corazón – afirmó la Sota.

- ¿Por qué te lo quitó Cora?

- Porque yo se lo pedí… - Respondió culpable.

- ¡¿Por qué ibas a pedirle algo así?! – Inquirió el lost boy sorprendido.

- Hace tiempo me enamoré de Anastasia Tremaine, la hija de una noble de mi reino…

Rufio no se podía creer lo que oía.

- No íbamos a tener una vida fácil en El Bosque Encantado, así que atravesamos un portal con un espejo para venir a Wonderland, donde los finales siempre son felices. Pero eso es mentira. Nos encontramos con una tierra extraña y hostil, nos moríamos de hambre y nos vimos obligados a robar en el palacio del Rey Rojo.

- ¿Qué pasó entonces?

- Que el rey se casó con Anastasia y ella me dejó por una corona. No quería seguir sufriendo así que le pedí el favor a la reina.

- Pero un hombre sin corazón es un hombre que…

- No puede amar – completó la Sota – lo sé, mas, ¿Qué menester tengo de amar a alguien que no es Anastasia y cual de seguir amándola a ella si lo único que recibo es dolor? Es mejor renunciar.

- Will…

- No me compadezcas, al fin y al cabo yo no podría hacerlo, no tengo corazón.

- Esta noche, tras encontrarme me demostraste lo contrario - Will abrió la boca para decir algo, pero Rufio lo había dejado sin argumentos - Pero sea lo que sea, extirpar los sentimientos arrancándose el corazón por ser un estorbo no es la verdadera solución, es un error y no te ayudará a superar tu lucha. Jamás haré algo así.

- Eso espero – dijo Will – eso espero.

Y por fin llegaron a la casa del conejo, antes de llamar a la puerta se miraron con complicidad, sabedores de que sus caminos iban a separarse al cruzar el umbral.

NEVERLAND

Por fin estaba de nuevo en casa. Había regresado. Sintió una alegría inmensa cuando apareció en medio de la selva que, sin ninguna duda pertenecía a Neverland. Echó a correr hacia el campamento, con cuidado de no tropezar con las raíces que asomaban de la tierra, hasta que alguien le dio el alto.

- ¿Eh? – Preguntó Rufio dándose la vuelta para descubrir una esbelta figura encapuchada que llevaba una maza.

- ¿Cómo has llegado hasta aquí? – Preguntó en tono amenazador.

- ¡¿Quién eres?! – Preguntó Rufio.

- ¿Por azar? ¿Por sino? ¿Por decisión propia? Me da igual – se acercaba hacia él poco a poco, obligando a Rufio a retroceder – esta isla de los sueños será tu prisión, aquella en la que tu espíritu errará para siempre.

- ¿Felix?

Inmediatamente el líder de los lost boys se retiró la capucha.

- ¿Por qué has vuelto? ¿No supiste leer las señales?

- ¿Señales? – Aunque hubiese salido de Wonderland parecía que los acertijos estaban a la orden del día, siendo Neverland el lugar idóneo para descansar estaban todo el rato comiéndose el coco - ¿Qué señales?

- Pan no fue a buscarte porque no te quiere aquí.

- ¡Eso es una tontería! – Ahora era él quien estaba enfadado.
- Piensa lo que quieras, pero atesora los buenos momentos, sí… - Felix adoptó una pose filosófica, pensante - eso es lo que hacemos, guardamos bien nuestros recuerdos más felices en lo más profundo de nuestro corazón, y me temo que eso es todo lo que va a quedarte, tal vez incluso menos.

- ¿De qué narices me estás hablando?

- Pan… - le dijo en un susurro – quiere matarte.

El rostro de Rufio se tornó temeroso.

- ¿Qué dices? – No se lo podía creer.

- Te ha utilizado, sólo quiere tu corazón, el corazón del creyente más puro. Por eso no fue a buscarte, tuvo piedad de ti y prefirió dejarte lejos con vida, aunque tal vez esperaba que otra persona le hiciera el trabajo sucio, él no es muy de trabajar. El caso es que ahora que estás aquí extirpará tu corazón y se lo colocará el mismo.

- ¡Mentiras!

- Nada de mentiras, siempre viviendo en una ensoñación…

- ¡¿Ensoñación?! – Gritó Rufio indignado y rabioso – me he arrastrado por las calles rebuscando entre la basura para poder comer. He dormido a la intemperie soportando el peso de las ratas mojadas que se arrastraban sobre mi piel.

- ¿Y crees que yo no? – Preguntó Felix recordando su pasado - me echas en cara algo que hice seguramente en peores condiciones que tú, eso solo confirma que eres un miserable.
- ¿A qué viene eso?

- Lo tuyo solo es palabrería barata para una novela, no conseguirás nada… - Felix daba vueltas a su alrededor.

- Eso ya lo veremos – lo desafió Rufio antes de desaparecer.

Resurgió ante Peter, en el campamento, el chico se mostró muy contraído al verlo aparecer.

- ¡Rufio! ¿Qué haces aquí? - El lost boy lo miró abatido, con gesto triste - Bueno lo importante es que has vuelto, el mundo exterior es peligroso – apoyó sus manos en los hombros de Rufio y agachó la cabeza para buscar su mirada cabizbaja - Debes quedarte aquí…

- ¡En tu prisión! – Rebatió Rufio sin dejarle terminar, asombrado una vez más del cinismo del que Pan era capaz.

- ¿Qué dices?

- ¡Esa es tu excusa para mantenerme aquí encerrado hasta que llegue el momento! ¡PARA QUE NO PUEDA ESCAPAR! – Gritó con rabia.

- ¿Qué te han contado? – Preguntó Pan perplejo.

- ¿¡Qué se supone que soy un seguro de vida!? ¡Un corazón creyente o yo que sé! – Rufio hablaba a gritos.

- Entonces, si ya lo sabes, lo siento mucho Rufio… - dijo Pan en tono firme – pero mi muerte no tiene cabida en este reino ni en ningún otro. Compréndeme, no puedes seguir existiendo.

- ¿Entonces vas a matarme? – Las lágrimas comenzaron a recorrer las mejillas de Rufio - ¿Vas a arrancarme el corazón? Pues escucha… - Se acercó a su oído y le susurró – tendrás que arrancarlo de mi cadáver frío.

- Rufio – musitó Pan sorprendido.

- Ya estoy harto, estoy harto de que todos me utilicen, ¡Yo también tengo sentimientos! ¡Yo también quiero vivir! Pero se acabó, se acabó Peter Pan…

Y dicho eso desapareció.

2 comentarios:

  1. muy bueno ,linda la cancioncita :)

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  2. Increíble Peter ... el final de infarto pobre Rufio sufre mas que Regina jaja ... otro excelente capitulo felicidades!!! Pedro Pan!!!! :P

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