Seguimos con un nuevo capítulo de Once Upon a Time in Neverland, en el número mágico recorreremos diferentes reinos para conocer un nuevo episodio de la vida de Cora como la Reina de Corazones.
Chapter 13: How magic is made
Y alguien interceptó la bola de fuego que iba dirigida a Rufio.
-
¡PETER! – Gritó Rufio.
-
¿Me echabas de menos?
-
No quisiste ayudarme en su momento – dijo Rumplestiltskin – pero
este es el único modo. Tu magia está debilitada Pan.
-
Puede, pero sigo siendo más poderoso que tú… - Pan alzó una mano
y un vórtice púrpura apareció - ¡Huye Rufio!
-
¿Y tú?
-
¡HUYE! ¡Sabré cómo encontrarte!
Rufio
echó una última mirada a Pan y Rumpel lanzándose al vacío del
portal.
Todo
dio vueltas antes de caer en mitad de un campo. Aquel extraño viaje
le había dejado sin fuerzas, con indescriptible una jaqueca… Por
lo que quedó inconsciente sobre aquel prado. Horas después seguía
sin energía. Estaba realmente derrotado y creía que no podría
volver a levantarse del verde suelo.
-
Ya sólo tengo que dejarme morir – dijo sin abrir los ojos.
-
¿Por qué querría morir un paladín tan joven? – Preguntó una
voz femenina.
Rufio
se incorporó sobresaltado, en guardia para combatir a un nuevo
enemigo pero sólo era una mujer de mediana edad, morena y de ojos
marrones que llevaba puesto un vestido largo y
sobrio, de color rojo sangre y drapeado casi por completo con
pedrería dorada, un elegante abrigo negro la protegía del
frío pero lo más llamativo no eran sus ropajes, sino una corona
plateada con un gran rubí incrustado en forma de corazón que lucía
sobre su recogido.
-
Deja que te ayude muchacho – dijo ella amable tendiéndole una mano
que Rufio tomó dudoso - ¿Cómo te llamas? – Le preguntó cuando
lo hubo levantado.
-
No lo sé – respondió Rufio conteniendo las lágrimas – ni
siquiera sé eso.
-
Oh no te preocupes querido – dijo ella tomando su mano con cariño,
todo en esta vida tiene solución excepto la muerte.
Las
lágrimas brotaron de los ojos de Rufio que intentó zafarse de la
atenta señora para irse.
-
¿A dónde vas? – Preguntó ella.
-
No lo sé, a buscar a mis amigos supongo.
-
Pero no es seguro que vayas así. Wonderland es peligroso.
Todos
los sentidos de Rufio se pusieron en alerta cuando miró extrañado y
desconcertado a aquella mujer.
-
¿Wonderland? ¿El Wonderland de Alicia?
-
¿Conoces a Alicia? – Inquirió la mujer con reforzado interés
sobre el chico.
-
Bueno, he leído sobre ella en un libro – respondió Rufio
acordándose de todos los personajes de cuento que había conocido:
Pinocho, Gepetto, Blancanieves, el Príncipe, la Reina Malvada,
Pepito Grillo, la Malvada Bruja del Oeste, la Bella Durmiente,
Felipe, Mulán, las tres hadas, Maléfica, Cenicienta, su madrastra y
hermanastras, los enanitos… Un sinfín, pero la idea de conocer a
Alicia no lo entusiasmó.
-
¿Alicia aparece en un libro?
Rufio
asintió enjugándose las lágrimas.
-
Venga muchacho, yo sé lo que necesitas – y aquella señora tan
increíblemente amable lo abrazo con dulzura - No voy a permitir que
te vayas, puedes venir conmigo, ya hablaremos cuando te recuperes.
-
Muchas gracias señora, de veras que no tengo manera de agradecerlo.
Se
separaron y ella le sonrió.
-
A propósito, debes saber quién soy.
Rufio
la miró interrogante.
-
Soy... la Reina de Corazones, mas tú puedes llamarme Cora.
-
Gracias, Cora – sonrió melancólico Rufio.
MUCHOS
AÑOS ANTES
-
No… - Rogó el rey en un hilo de voz.
-
¿Tan importante es tu hijo para ti? – Preguntó Peter con sonrisa
perversa.
-
Más que nada.
-
Demuéstralo.
El
rey, agachado sobre su esposa apoyó sus rodillas en el suelo y se
arrodilló ante Pan.
-
Te lo suplico Malcolm.
Pan
sonrió.
-
En tal caso… Mi respuesta es no – y tiró la judía que creó un
portal al que lanzó el bebé…
INGLATERRA
VICTORIANA
… Peter
no lo sabía pero acababa de crear un mundo. Al lanzar la judía
había pensado en las cosas que Felix le había contado sobre Reino
Unido y los ingleses y ello había derivado en un nuevo orbe que
aunque existía y tenía sus habitantes acababa de tomar forma, de
evolucionar. Las judías te transportaban a un mundo con las
características que buscases, por ello si no lo había el mundo se
adaptaba para ti, y eso era lo que había pasado.
Aquella
vasta isla de abruptos acantilados en sus litorales se acababa de
convertir en una nueva Gran Bretaña, congelada en el tiempo, pues
estaba destinada a vivir en un permanente siglo XIX, con un gobierno
a manos de una reina que nunca moriría, la reina Victoria que,
aunque no estuviese en aquel mundo, si que hacía acto de presencia
como un fantasma omnipotente y omnipresente en aquella época de
industrialización y modernización socio-económica y política.
El
portal apareció al final de la escalinata que conducía al porche de
una distinguida vivienda burguesa de un típico empresario inglés.
Dicho empresario salía de la casa con su esposa ataviado con su
levita negra y su chalina roja, ella llevaba un vestido gris perla de
abundado polisón en la parte trasera que le daba aspecto de oca, y
varios adornos oscuros en el canesú que llevaba en el torso, esto
último llamaba tanto la atención como su tocado.
-
Es una noche perfecta para pasear, ¿No es cierto querida? –
Preguntó Mr. Liddell colocándose el sombrero de copa y apoyando el
bastón en el siguiente escalón.
-
Sí – dijo ella mirando el cielo estrellado y despejado – me
encanta pasear bajo la luna.
Bajaron
los escalones cogidos de la mano no viendo por desgracia al bebé al
que pisaron, provocando su agónico llanto.
-
¿Qué es esto? ¡¿Un bebé?! – Preguntó con asombro el gentleman
mientras su mujer lo cogía.
-
Sí, y se llama Harry – afirmó ella al leer el nombre bordado en
su retal.
WONDERLAND
Rufio
despertó jadeante y sudoroso de su sueño, mirando nervioso a su
alrededor esperando encontrar algún peligro.
-
Tranquilo, sólo ha sido una pesadilla.
Pero
lo único que había aparte del mobiliario era Cora.
-
Ha sido horrible.
-
No pasa nada, despierto estarás a salvo – dijo ella con una
sonrisa.
-
¿Cuánto tiempo he dormido? – Todavía miraba extrañado aquella
habitación del castillo de la reina, con ese mobiliario tan
esperpéntico.
-
Dos días, con sus lunas y sus soles.
Rufio
se llevó las manos a la cabeza y se las frotó contra la cara y los
ojos.
-
¿Estás bien? – Preguntó Cora.
-
Estoy mejor, gracias.
-
¿Te gustaría conocer los laberintos? Si estás mejor es preferible
que camines o tus piernas se entumecerán.
-
Claro, me encantan los laberintos – rio él – Cora – Hubo
extrañas miradas entre ellos – ¿No preferís que os llame “su
majestad”?
-
En absoluto, yo no soy tu reina, prefiero que pienses en mí como una
madre que se preocupa por su hijo.
Rufio
le sonrió tristemente.
-
Mandaré traerte ropas nuevas y saldremos juntos a pasear.
INGLATERRA
VICTORIANA
Harry
no creció todo lo mal que Pan habría querido. El matrimonio Liddell
lo adoptó y lo tomó por su hijo. De hecho, seguía creyendo que lo
era aún cuando ya había cumplido veinte años, ya que sus padres
nunca habían tenido hijos propios por los problemas para concebir
por parte de Isobel, su madre... Hasta ahora. Por fin había nacido
un hijo con la sangre de ambos, al que llamaron Edwin, Edwin Liddell.
Aquel
día, los cuatro habían acudido al estudio de Mr. Wimsey para
tomarse una foto, a la salida Harry había salido a pasear con su
padre por Carroll Park.
-
¿Quién nos lo iba a decir? Cuando de niño me dijiste que habías
visto un conejo con chaleco y reloj brincando entre estos arbustos no
pensé que aquello te empujase para que hoy fueras el naturalista más
prometedor de toda Inglaterra... Tempora mutanti – rio Mr. Liddell.
-
He tenido la suerte de haber podido estudiar lo que me gustaba padre
– respondió él con un leve rubor, tomando una margarita en su
mano y oliéndola con elegancia, mostrando así su porte
aristocrático.
-
Y yo me congratulo por ello.
Una
dama vestida de blanco con una gran pamela y una sombrilla se acercó
a ellos, Mr. Liddell tomó su delicada mano enfundada en un guante de
encaje y la saludó con un besamanos.
-
Evelyn, mi hijo tiene que congratularse por casarse con la casadera
más bella de las islas británicas.
-
Usted dando jabón como siempre – sonrió Evelyn.
-
Os dejo solos.
Harry
y Evelyn prosiguieron el paseo en solitario.
-
¿Cómo está Edwin?
-
Crece por minutos – dijo él mirando hacia el estanque donde los
patos buscaban algún trozo de pan duro.
-
¿En pos del conejo blanco? – Preguntó ella al verlo en babia.
-
Te juro que lo vi, tenía un reloj y decía llegar tarde.
-
¿A dónde podría llegar tarde un conejo?
-
¿A un juicio? – Preguntó él divertido robándole un beso.
-
¿Cómo iba a ir un conejo a un juicio? Eso son tonterías.
-
¿Tonterías? – Repitió Harry – eso es. En mi mundo todo serían
tonterías. Existiría la magia, los reyes y los castillos…
-
Creo que deberías dejar de leer a Lord Byron.
-
En mi mundo todo sería un disparate, porque todo sería lo que no es
y entonces al revés. Lo que es no sería y lo que no podría ser,
¿Entiendes?
-
Me temo que no – repuso ella algo confusa.
-
¿Y esto lo entiendes? – Preguntó él con una mirada lasciva antes
de besar su cuello.
-
Guarda algo para la noche de bodas – le reprendió ella fingiendo
estar escandalizada.
-
Aún faltan dos meses.
-
Se me notará el embarazo.
-
No, tu cintura es perfecta – pero Harry se detuvo en sus besos,
acababa de ver a algo brincar entre los arbustos.
-
¿Qué ocurre? – Preguntó Evelyn girándose también.
-
Hay algo ahí – respondió Harry levantándose y dirigiéndose
hacia lellos. Entonces lo vio, aunque por un momento esperó ver al
conejo blanco con chaleco y reloj, lo que vio fue a un gato atigrado
con botas y sombrero -. ¿Un gato con botas? – Se atrevió a decir
en voz alta.
-
¿Cómo? – Preguntó Evelyn yendo hacia él.
-
¿Por qué llevaría botas un gato?
El
gato que estaba levantado sobre sus patas traseras adoptando una
posición bípeda como cualquier ser humano, echó a correr, pero
Harry, que no iba a desistir fácilmente lo siguió, tras él Evelyn
lo imitaba con dificultad, atusando su vestido y clavando el tacón
de sus botas de raso sobre la tierra del parque.
-
¡ESPERA! – Gritó Harry.
El
gato lo miró y sacó las garras, clavó su uña en el suelo y trazó
una circunferencia que se tragó la tierra y la hierba y se convirtió
en un vórtice multicolor.
-
¿Qué diablos es eso? – Preguntó Evelyn al llegar hasta ellos.
El
gato saltó al agujero.
-
¡NO! – Y Harry lo siguió.
-
¡Espera! – Y Evelyn también saltó.
Ambos
gritaron, se cogieron de la mano en aquella caída que parecía no
tener fin hasta que de pronto… Cesó y aunque seguían descendiendo
lo hacían con suavidad y extrema lentitud.
-
Si después de esto nos caemos por una escalera no tendrá nada de
emocionante.
-
¿Qué es esto? – Evelyn no sabía cómo Harry era capaz de
mantener la calma, ella estaba completamente aterrada, veía una
especie de borla seguirlos, tiró de ella y una luz se encendió,
iluminando la pared circular que los rodeaba.
-
El vestido frena mi caída, menos mal que mi madre se ha pasado con
el almidón – dijo ella.
Vieron
varios muebles levitar junto a ellos, pero pronto los dejaron atrás
en su caída. Se miraron en un espejo cuyo reflejo los mostró
ascendiendo en vez de al revés. Un reloj con péndulo no dejaba de
sonar, y varios libros estaban suspendidos junto a una mesilla que se
tambaleaba como una mecedora…
-
A ver – Harry tomó uno de los ejemplares – está escrito al
revés.
-
¿Estaremos soñando? – Preguntó Evelyn que no obtuvo respuesta,
tal vez Harry era demasiado consciente para pensarlo y no quería
preocuparla con la respuesta.
-
¿Qué pasaría si atravesáramos el centro de la tierra? – Dijo
él.
Justo
entonces cambiaron de sentido. Caían boca abajo o ascendían si lo
miraban desde una nueva perspectiva.
-
Llegaremos al polo sur donde la gente camina de cabeza – dijo
Evelyn al ver un planisferio colgado de la pared.
-
Veo algo…
Fue
mucho el miedo que sintieron al ver el cielo soleado pues pensaron
que caerían al vacío, pero ya no estaban en movimiento. Tardaron
unos segundos en darse cuenta de que estaban en tierra firme, en una
extensión arenosa de grava junto a un molino y frente al gato que
los miraba con consternación.
-
No debisteis haberme seguido – dijo con un marcado acento que
aspiraba las eses, dándole un toque cómico a su rostro compungido.
-
¿Sabes hablar? – Preguntó Harry.
-
Por supuesto que sé hablar, ¿Por quién me tomas?
-
¿Dónde estamos? – Evelyn miraba el paisaje boscoso que los
rodeaba, a lo lejos pudo distinguir un castillo - esto no parece
Londres, ni siquiera Inglaterra.
-
Bienvenidos… Al Bosque Encantado – sentenció el Gato con Botas.
-
¿Cómo qué el Bosque Encantado? – Gritaba Evelyn - ¿Qué clase
de locura es ésta?
-
No es ninguna locura. Estáis en Carabás, el reino del este que
gobierna el rey Albert.
-
Y supongo que no será el de Sajonia – le dijo ella.
-
¿Perdón? – El Gato no le conocía.
-
Tranquilízate Evelyn.
-
¿Cómo voy a tranquilizarme? Mira esto, ¡Estamos en medio de la
nada! ¡Dentro de una gran locura! Es es…
-
Es magia.
-
La magia no existe y no me quedaré aquí. ¡Este sitio nunca será
mi hogar! ¡NUNCA!
WONDERLAND
Cora
obsequió a Rufio con extraños ropajes principescos. Un jubón rojo
adornado con cristales de swarovski y una distinguida capa negra a
juego con los pantalones, rematados en grandes botas que cubrían sus
pies.
La
Reina de Corazones tomó su brazo como si fuera una anciana desvalida
que necesita ayuda para cruzar la acera mientras paseaban por entre
los enormes setos del laberinto, el pulmón de Wonderland era
insigne, como Central Park para Nueva York.
-
Mira, ya florecen las primeras rosas tras el invierno – indicó
Cora tomando una de las flores, tan rojas como su vestido, y
oliéndola con delicadeza - ¿Qué te parecen mis jardines?
-
La verdad es que me encantan los laberintos, había uno en un parque
cercano a mi casa y todas las tardes iba a perderme en él.
Cora
sonrió ante la breve anécdota.
-
¿Dónde vivías? Mucho me equivoco o no eres de este mundo.
-
Procedo de un lugar llamado la Tierra sin Magia.
-
¿Y cómo llegaste hasta aquí? – Preguntó Cora con interés.
Rufio
cabeceó para hacer memoria.
-
Fue una sombra.
-
¿Una sombra? – La reina estaba asombrada.
-
Esa cosa me llevó a Neverland, allí conocí a Peter pero nos
separamos, acabé aquí y él me dijo que me encontraría.
-
Entonces lo mejor será que lo aguardes aquí conmigo.
Rufio
agradeció a Cora su hospitalidad con una sonrisa.
-
¡Su majestad! ¡Su majestad! – Gritaba un soldado de negro y rojo
- ¡Su real majestad!
-
¿Qué ocurre?
-
Ha venido el Rey Rojo para solucionar el problema de las lindes en el
Bosque de los Susurros.
-
Oh ese pesado del Rey Rojo – suspiró Cora llevándose un dedo a la
sien - Está bien, espera aquí Rufio, lo despacharé pronto…
Cora
desapareció tras un denso humo morado, dejando a Rufio sólo... O
eso creía él, porque comenzó a oír murmullos al cabo de un rato y
decidió seguirlos.
-
Todos a trabajar, las rosas hay que pintar. Y todas rojas quedarán y
lustrosas estarán. Las rosas hay que pintar y muy rojas han de
quedar – Decían tres tweedles que pintaban nerviosos las rosas
blancas de carmín.
-
¿Qué hacéis? – Preguntó Rufio acordándose de aquel pasaje del
libro de Carroll.
-
¡Oh! ¡Es el huésped de la reina! – Gritó el más alto.
-
No nos descorazone por favor – pidió uno tembloroso.
-
¡Ni nos corte la cabeza! – dijo aterrado el otro.
-
¡No voy a hacer tal cosa! ¿Por quién me tomáis? – Respondió el
chico indignado.
-
¿De veras? – Preguntó uno.
-
¡No lo creas! Seguro que corre a contárselo a la reina –
respondió otro.
-
¡No lo haré! Pero decidme, ¿Por qué pintáis las rosas?
-
La reina encargó – comenzó uno.
-
Que rojas debían ser… - siguió el otro.
-
Mas blancas se plantaron por nuestro mal hacer – concluyó el
tercero.
-
Tranquilos – Rufio se acercó con calma al rosal y pasó su mano
por todas las rosas, volviéndolas rojas al instante.
-
Brillante – dijo Cora tras él.
-
¡LA REINA! – Gritaron todos.
-
¡Fuera! – Y con un movimiento de muñeca los hizo desaparecer.
-
¿Dónde están?
-
Se ocuparán de tareas más productivas, ahora dime. ¿Sabes hacer
magia?
-
Sólo un poco, los hechizos más simples.
-
¿Nadie te ha enseñado?
-
Peter lo intentó pero… No quise aprender.
-
Oh, ¿Y eso por qué?
-
No me gusta lo que hay que hacer para obrarla, no me gusta cómo debo
sentirme.
-
Pero eso sólo es el comienzo. Ven, acompáñame.
Cora
siempre mantenía la calma, al no poseer corazón alguno nunca se
dejaba llevar por ninguna emoción, ya que no las tenía. Pero eso
Rufio no lo sabía, lo que le hacía tomar a Cora por una buena
samaritana a la que no le importaba ayudar a los demás.
-
La magia – explicaba ella mientras avanzaban por el laberinto –
puede ayudarte a hacer grandes cosas. Puedes elegir entre buenas y
malas, hubo quién las hizo terribles sí, pero grandiosas de igual
manera - Cora puso su mano sobre el pecho de Rufio, sintiendo el
latir su corazón, pero había algo más - ¿De qué tienes miedo
querido?
-
No tengo miedo, sólo dudas... ¿Para qué usas tú la magia Cora?
¿Para el bien, o para el mal?
La
pregunta del muchacho provocó una sonrisa en Cora.
-
Para mi propio bien. No lo tuve fácil – llegaron ante un estanque
en el que se detuvieron - mi padre fue un molinero borracho, el mayor
de sus hermanos y también el más inútil.
Mientras que mis tíos
lograron hacer fortuna con una herencia mucho menor él, mi padre
languideció durante toda su vida en aquel viejo molino desde el que
vio a su única hija convertirse en reina – Rufio detectó el odio
en las palabras de Cora – Entiendo que seas temeroso al manifestar
tus emociones pero eso es lo natural y sólo ocurre al principio.
Tras tu iniciación podrás hacer cualquier cosa sin tener que pensar
en recuerdos tan negativos. Haz una prueba – ofreció señalando el
agua del lago con su mano – intenta calentarla.
Rufio
la miró antes de centrarse en el estanque. Observó sus aguas con
dureza…
-
Encuentra ese momento en tu vida de extremo dolor, aquel en el que
sentiste a tu corazón impotente romperse en mil pedazos… La magia
está impulsada por las emociones, por lo que la fuerza del hechizo
estará condicionada por tus sentimientos. El odio, el rencor, y la
oscuridad en general no puede ser destruida, pero sí canalizada.
Expúlsala dirigiéndola contra quién te sometió – Parecía que
Cora hablara más para sí misma que para Rufio – Domínala.
-
Era un enfermero… - Los recuerdos le venían a la mente como un
torbellino – y tuvo que ser a mi…
El
agua del lago comenzó a burbujear.
-
No es suficiente, dime, ¿Qué harías ahora si pudieras volver?
-
Me abalanzaría sobre él y lo despedazaría, lo estrangularía hasta
sentir su última exhalación en mi cara, le arrancaría el corazón
del pecho y lo reduciría a cenizas con mis propias manos… Después
quemaría aquel maldito lugar con todos los que estuvieran dentro…
Terminaría con todos, los mataría a todos... – y así el agua del
estanque empezó a calentarse como la sangre del chico, ante macabra
y malévola mirada de éste, hasta que lo vació.
-
Y así querido, es como se obra la magia. Ahora estás preparado para
descubrir todo tu potencial – dijo la reina con una sonrisa de
oreja a oreja.
-
Gracias, Cora – y la abrazó con cariño, como le habría gustado
abrazar a su madre, mientras Cora le acariciaba el cabello, tenía
tantos planes para su nuevo discípulo...
EL
BOSQUE ENCANTADO, 20 AÑOS DESPUÉS
Casi
todos los mundos poseen magia. Pero algunos tienen una cantidad tan
minúscula e insignificante de ella que resulta imposible viajar
allí.
Harry,
el hijo de Ricardo Corazón de León, era aquella mota de excelencia
que había en la Inglaterra Victoriana debido a que no pertenecía a
esa tierra. Su mundo de origen era el Bosque Encantado, aunque eso,
al igual que su linaje, era algo que nunca sabría.
Evelyn
nunca aceptó aquella tierra como su hogar y podría decirse que
enloqueció. Habitar en el bosque como una simple molinera trabajando
para palacio fue demasiado, por lo que tras alumbrar a tres varones
trillizos para sorpresa de todos, decidió quitarse la vida. Era
demasiado lo que soportaba, y aquello también fue demasiado para su
marido. Él se había adaptado al Bosque Encantado gracias a la ayuda
del gato que, desde entonces, vivía con ellos, obligado a
comportarse como un gato normal para no llamar la atención.
Veinte
años habían pasado desde que Harry cruzase aquel portal en Carroll
Park y ahora, tras sacar adelante el molino y a sus tres hijos,
Bertrand, Bernard y Benjamin, su cuerpo no daba para más, y con sólo
cuarenta años estaba tumbado en su cama, a punto de expirar. El gato
permanecía hecho un ovillo sobre las mantas que lo arropaban.
En
torno al lecho estaban sus tres hijos.
-
Lo echaremos de menos padre – dijo el mediano, Bernard.
-
Antes de morir – intentó decir Harry tras sonreír a su hijo –
quiero daros mi legado, para evitar discusiones entre vosotros.
-
Lo que usted decida estará bien padre – le dijo el pequeño,
Benjamin.
Harry
asintió varias veces.
-
A ti, Bertrand, mi primogénito aunque sólo sea por unos minutos, te
dejo el molino, con el deseo de que sigas mi labor y te hagas
responsable de las remesas del príncipe Xavier y el rey Albert.
-
Mi gratitud es inexpresable padre.
-
Al fin y al cabo tienes una familia. Judith es una buena mujer y mi
nieta necesita un techo. Permíteme además que te de un consejo:
Confórmate con las bebidas blancas. El alcohol siempre trae la
ruina.
Bertrand
soltó la mano de su padre para dejar paso a su hermano.
-
A ti, Bernard, te dejo mi burro y mi carromato. Con el deseo de que
busques una familia, un hogar y un oficio, que consigas ganarte la
vida, cosa que seguro harás pues vales para todo. Sé que no es el
caballo que siempre me has pedido…
-
Está bien padre – respondió consciente de su suerte.
-
Y a ti Benjamin, el más pequeño, bueno y noble de mis hijos te lego
mi gato.
-
¡¿CÓMO?!
-
Con la esperanza de que…
-
¡¿CON LA ESPERANZA DE QUÉ?! Es un maldito gato, tendré que
comérmelo para no morir de hambre.
El
gato erizó el pelo del lomo y maulló con rabia a Benjamin.
-
Te daré otro consejo a ti, no le juzgues por su frágil apariencia y
cuida de él, como ha cuidado de mí…
Entonces
su voz se apagó y sus ojos ya no pudieron volver a ver.
Benjamin
besó la frente de su padre y se disculpó por haberle gritado, cogió
al gato entre sus brazos y se marchó.
Bernard
bajó, se montó en el burro tras cargar el carro con provisiones y
también se marchó.
Bertrand
aguardó a que su mujer volviese del castillo del príncipe Xavier.
La vio llegar a lo lejos con la hija de ambos en la carretilla,
jugando con una muñeca de trapo.
-
Judith, ha ocurrido… - Le comunicó cogiendo al bebé en brazos.
-
Cuanto lo siento – dijo ella apenada.
-
Es una lástima hija. Nunca podrás jugar con tu abuelo, te habría
enseñado tantas cosas...
El
bebé sonrió ignorante y lanzó la muñeca lejos.
-
Deja que la lleve a la cuna.
-
Adiós Cora – dijo su padre a la niña – yo sacaré el molino
adelante para que no te conozcan como la hija del molinero.
WONDERLAND,
1 MES DESPUÉS
-
¡Su real majestad la Reina de Corazones y su alteza real el
Príncipe! – Anunció Tweedle Dum en el gran salón del palacio del
Rey Rojo.
Cora
entró junto a Rufio, ambos con sus ropajes rojas más elegantes.
Acababa de celebrarse la boda del Rey Rojo y la Reina Roja y ahora
los invitados disfrutaban del ágape y del vals.
Un
mes después de haber llegado a Wonderland, Rufio seguía teniendo la
esperanza de que Peter fuese a buscarlo, aunque Cora se empeñaba en
que dejase de creer en ello, le resultaba imposible. Entonces ella,
para demostrarle su aprecio decidió tomarlo como su heredero,
nombrándole príncipe. A Rufio algunas veces le incomodaba que la
gente se arrodillase ante él, aunque otras le agradaba, se sentía
extraño al ver como todos le brindaban pleitesía.
Eso
era lo que ocurría en aquel momento, avanzaban entre dos hileras de
asistentes que dejaban de bailar y de degustar los canapés para
arrodillarse ante ellos, más por temor que por respeto, ya que el
nombre de la Reina era reconocido como una de los más temibles en
Wonderland.
-
Sólo hay una persona que rehúsa a ser mi súbdito.
-
¿Quién? – Preguntó Rufio una vez llegaron a la mesa de buffet
donde un Tweedle le ofreció un canapé de pan de setas.
-
El Galimatazo, a quién todos temen incluso más que a mi…
-
¡Su majestad! – Exclamó alguien - ¡Qué alegría verla aquí de
nuevo!
-
Anastasia querida…
Rufio
la recordaba perfectamente, era la hermanastra de Cenicienta, la que
había estado a dos pasos de él en la boda de Blancanieves y el
príncipe Encantador.
Cora
los dejó solos para atender al rey. Rufio la miró para asegurarse,
iría vestida de novia pero era ella.
-
¿Cómo está Cenicienta? – Preguntó.
La
Reina Roja lo miró con los ojos como platos de la sorpresa, se
habían hecho casi tan grandes como sus labios.
-
¿Cómo sabes quién es ella?
-
Ya nos habíamos visto antes, aunque tú no me recuerdas – le dijo
en actitud chulesca - en la boda de Blancanieves. Tu familia y tú
misma os comportasteis como unas zorras.
-
Modera tu lengua, hablas con una reina.
Rufio
rio de una manera que heló a Anastasia, tal y como lo hubiera hecho
Cora, ¿En qué se estaba convirtiendo?
-
No eres más que la hermanastra fea, querida – se burló imitando
el “querida” que Anastasia tenía siempre en la boca.
-
¿Se puede saber qué estás diciendo?
-
¿Se puede saber por qué maltratasteis a Cenicienta toda la vida?
¿Por qué le negasteis lo que le pertenecía por derecho propio y la
privaste de cariño?
-
¿Cómo sabes eso?
-
Responde – exigió él.
-
Fue mi madre – se excusó Anastasia - ella siempre nos dijo desde
pequeñas a mi hermana y a mí que no valíamos tanto como
Cenicienta. Que ella era todo lo que nunca seríamos, y aunque lo que
debimos hacer era esforzarnos en ser como ella, la obedecimos y nos
decantamos por hundirla, por disfrazarla de sirvienta y humillarla
convirtiéndola en el centro de nuestra frustración. Mas el bien
siempre gana y ahora Cenicienta es princesa.
-
El zapato le valió.
-
¿Qué zapato? Es princesa porque fue al baile y el príncipe se
enamoró al instante. Fui humillada como lo fue ella tantos años.
Estaba bailando conmigo, o intentándolo al menos porque no sé, y
entonces apareció.
-
Ah – Rufio estaba un poco extrañado con ese cambio en la historia
pero le pareció bien de todos modos.
-
No sé de dónde has salido, pero te prometo que me arrepiento.
-
He de suponer que dices la verdad – el muchacho seguía siendo duro
y extrañamente arrogante.
-
Me separé de mi madre y vine a Wonderland. No quería seguir estando
cerca de alguien que me hacía sentir tan mal, que me hizo sacar mi
odio proyectándolo hacia una inocente…
Aquellas
palabras dieron de lleno en el corazón del chico, despertándolo de
su letargo con tan sencilla moraleja y su inequívoco significado,
por lo que comprobó de inmediato el parecido entre la historia de
Anastasia y la vida que él mismo llevaba ahora junto a Cora.
…
Dos
días más tarde Rufio salió del Castillo de Corazones y se dirigió
a un claro en el bosque, en su camino le llamó la atención un
desvencijado carromato de gitanos pero lo ignoró y llegó hasta
donde Cora lo aguardaba.
-
Siento llegar tarde.
-
No pasa nada – dijo ella quitándole importancia.
Rufio
reparó en el Tweedle que estaba junto a la reina.
-
¿Qué hace él aquí?
-
Rufio, querido, ya conoces todo sobre la magia. Diferencias los
tipos, sabes aparecerte que no es moco de pavo, conoces los conjuros
y hechizos en su totalidad… Eres brillante y sabes todo lo que yo
sé que es me enseñó mi maestro – explicó Cora mirando al
horizonte con nostalgia, acordándose de Rumplestiltskin.
-
¿Y…?
-
Ha llegado el momento de nuestra última lección. Como extirpar un
corazón. Vamos, ¡cercióraselo! – Ordenó.
-
¡NO! ¡Morirá si lo hago!
-
No tontín – rio ella a causa de la ingenuidad del muchacho –
sólo lo hará si lo estrujas hasta aplastarlo.
-
Pero le haré daño.
-
Tampoco si no gustas.
Rufio
miró al aterrorizado Tweedle con su suplicante mirada, como si fuese
él quién le fuera a arrancar el corazón.
-
¿No te importa? – Le preguntó con inocencia.
-
No puede hablar, le he quitado la lengua con un hechizo para que no
arme jaleo.
Rufio
se frotó los ojos que lagrimeaban debido a la humedad.
-
Está bien – abrió la palma de la mano y la introdujo en el pecho
del Tweedle, no le dolió porque ni se inmutó. Ahora tenía en su
mano el resplandeciente corazón que latía y palpitaba sin parar.
-
Perfecto, ahora… Aplástalo – le dijo Cora con sonrisa sádica en
los labios.
-
¡NO! ¡Me dijiste que no tendría que hacerle daño!
-
Forma parte de tu entrenamiento.
-
Yo nunca arrancaré un corazón.
-
Eres el Príncipe de Corazones, tarde o temprano tendrás que
hacerlo.
-
¡NUNCA HE DICHO! – La desafió él.
-
¿Te atreves a hablarme así? Después de todo lo que he hecho por
ti. Te di una identidad de renombre para que a Pan no le costase
encontrarte, te ayudé a explorar tu don, te tomé bajo mi tutela
enseñándote magia para que fueras autosuficiente… La magia es
poder y el poder es libertad.
-
Me has hecho sentir sucio, Anastasia tenía razón.
-
¿Qué te dijo esa pánfila?
-
Nada que os incumba, majestad – Rufio le dio el corazón del
Tweedle, su entente cordiale había terminado.
-
Vaya vaya, así que el gato tiene uñas y las sabe usar… - Dijo
dirigiendo su rabia contra el Tweedle, y aplastó su corazón hasta
que cayó muerto - y ahora, pasemos al segundo plato – intentó
introducir su mano en el pecho de Rufio pero no lo consiguió, algo
la repelía lanzándola hacia atrás - ¿Qué clase de embrujo has
hecho?
Rufio
estaba tan sorprendido como ella.
-
Espero que algún día podáis cambiar majestad, mas habéis errado
conmigo. Y ahora que habéis intentado hacerme daño, dadme una razón
para no mataros aquí mismo. No me conocéis Cora, no sabéis de lo
que soy capaz. Si vos pensáis que podéis manejarme como a un muñeco
de trapo estáis muy equivocada.
-
¿Me estás amenazando niño? – Preguntó Cora sorprendida e
indignada, acercándose más a Rufio en un vano intento de parecer
más amenazadora.
-
Puede, porque le aseguro que…
-
¡¿QUÉ?! – Cortó Cora - ¿Vas a matarme? – Se burló.
-
No dudéis ni un instante de que sería capaz, podría acabar con vos
y con cualquiera.
Cora
rio a carcajadas. Una risa de bruja que lejos de helar a Rufio lo
enfureció aún más.
-
Tú no serías capaz de matar ni a una mosca, tus amenazas sólo me
hacen reír.
-
Pues no se reiría tanto si supiera que no es la primera vez que lo
hago – ahora le tocaba jugar a él, daba vueltas alrededor de Cora
que había mudado su expresión. Ella le miraba sorprendida ¿Acaso
pensáis que sois la única persona capaz de conseguir lo que quiere?
-
No sabes lo que dices querido… - Intentó defenderse la reina.
-
¿Qué pensaríais si os dijera que mi querido padre no nos abandonó?
– Ante esas palabras la poca suficiencia de Cora escapó - Que fui
yo quien le arrebató la vida – la voz de Rufio sonaba quebrada
pero firme - matar es más sencillo de lo que parece… En eso tenéis
razón. Y ahora que sabéis lo que soy capaz de hacer, ¿Consentiréis
mi marcha? – Rufio acarició la mejilla de Cora en un acto de
atrevido interés.
-
Vete – se limitó a decir la reina, nunca sabremos si fue ese su
deseo o es que no acertó a articular ninguna otra palabra.
Rufio
aireó su capa y desapareció envuelto en el típico humo entre
morado y rosa, dejando a Cora desconcertada y rabiosa, mirando en
dirección al reino de Anastasia…
Había perdido a Rufio, pero
sabía con quien lo iba a sustituir, Anastasia había arruinado sus
planes, ahora ella arruinaría a esa pazguata, destruiría su
felicidad aunque lo último que hiciese fuera eso.
Que superhipermega capítulo! Me han encantado las escenas parecidas a la película de Alicia y como ha creado Peter la Inglaterra Victoriana, ¡ojalá trabajases con los productores!
ResponderEliminarCora y Rufio también han estado geniales, la personalidad de Cora te ha salido clavada, me encanta. Y también has incluido a Anastasia, ¡qué buen capítulo!
¡Tienes un don para la escritura, Peter!
Y se me olvidaba decir que también me ha encantado el pasado de la familia de Cora, ¡me ha encantado como has concordado los cuentos!
EliminarAy que contento me ha puesto este comentario xD. Muchas gracias Tink por tus palabras xD, y si, ojalá trabajase con los productores, conmigo y con la Espenson esos dos sobran totalmente xD.
EliminarLa verdad es que Cora y Rufio hacen un tandem curioso, ella parece que le va quitando el pavo que tenía y Anastasia, a lo tonto a lo tonto ha salido ya en muchos capítulos xD. Como Reina Roja, como Anastasia, como hermanastra... xD.
Y lo de Cora, desde que empecé a escribir tuve claro que la acabaría incluyendo, pero la cosa estaba fastidiada, menos mal que soñar es gratis y yo tengo el sueño pesado xD, fue una pena que desaprovecharan la relación de El Gato con Botas con el molinero del cuento, habría estado bien que fuese él quien ayudase a Cora a ser alguien, o incluso que Johnathan de algún modo hubiera sido el gato.
De nuevo muchas gracias Tink.
BRILLANTE peter,lo ame ...aplausos!!!!
ResponderEliminarMeteros en GarfioYEmma en FormulaTV
ResponderEliminarLa volveremos a ver, como siempre y como Rose McGowan xD. Preparaos que no vais ni a respirar xD.
ResponderEliminarTe lo debía Peter!!!, pero hasta hoy que estro a la Lap, como cada capitulo increíblemente bueno, en especial este ame totalmente la aparición de Cora y le da un poco mas de sabor al capitulo ya muro por saber que planes tiene la Reina de Corazones en contra de Anastasia, es bastante emocionante y Rufio bien desafiante me encanato Peter xDDD
ResponderEliminarYa iba a mandar unos sicarios xD.
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