Fan fic: "Cuando me veas" (Segundo capítulo)

Aquí llega la segunda parte del fan fic de nuestra dearie Alí Ba-ba titulado "Esto no le podía pasar a ella". Si no leíste la primera parte o no la recuerdas bien, la puedes releer aquí. Tras el salto encontrarás la segunda parte.

Autora: Alí Ba-ba

CAPÍTULO 2

ESTO NO LE PODÍA PASAR A ELLA

La cama de su dormitorio crujió violentamente cuando Belle dejó caer su cuerpo sobre ella, sosteniendo unos papeles entre los dedos laxos que finalmente cayeron al suelo ante su impasividad. Acababa de recibir un paquete que venía del hospital y que contenía a su vez una pequeña cajita y una carta a su nombre.  Esto no le podía pasar a ella, pensó para sí misma.

La cabeza parecía que le fuera a estallar del dolor tan fuerte que tenía. Notaba un peso sobre los ojos que apenas le permitía tenerlos abiertos y la pequeña luz de la mesilla de noche junto a su cama, parecía que se los acuchillaba. Debería de estar ya acostumbrada a estas jaquecas que últimamente solía tener.  Mientras estuvo en el hospital se las trataban allí a base de calmantes y sedantes que la hacían permanecer casi todo el tiempo dormida, y no tenía mucho tiempo para permanecer despierta, lo cual agradecía porque cada vez que lo estaba aparecía alguien llamándola Belle y preguntándole si recordaba algo…  ¡Pues claro que recordaba algo…! Recordaba su estancia en una habitación acolchada, sin apenas luz, sin una ventana por la que mirar, sin nada que hacer sino preguntarse qué hacía allí. Los celadores tampoco es que fueran muy agradables que dijéramos, y cuando ella les preguntaba acerca de la razón  por la que estaba encerrada, aprovechando que le traían la comida o la cena, la miraban con desdén sin contestarle… algo malo habría hecho para estar allí, pero no lo recordaba. Desde luego lo que eran relaciones sociales no había tenido muchas, no…

Era totalmente distinto al trato que le dispensaron en el hospital, donde todo el mundo era muy amable con ella, aunque todos la miraban con compasión y en alguna ocasión escuchó murmurar a las enfermeras algún “Pobre Muchacha…” que no le hacía mucha gracia. Aparte del loco que se coló la primera noche en el hospital queriendo besarla y luego con la puñetera tacita, no veía razón para que se compadecieran de ella.

Sintió otro pinchazo, pero ésta vez fue en el pecho, “Venga, a ver, qué más…” pensó fastidiada por haber recordado a aquel hombre que casi hace que se le saliera el corazón por la boca, “La gente está muy p'allá…” y encima hablándole de que si la tacita estaba encantada, que tenía magia… Pero, ¿Quién se había creído que era es hombre, Harry Potter…? Pues ya estaba un poco crecidito como para ir con esas tonterías de la magia, ¿no…? ¡¡Menos mal que la que estaba en el psiquiátrico era ella…!! , entonces se le ocurrió algo “A ver si lo conocía de allí, y también era un paciente”… No, no podía ser, ella no recordaba haber salido de su celda para nada, y uno de los celadores tampoco era, pero sin embargo le resultaba extrañamente familiar. Un escalofrío le recorrió el cuerpo al recordarlo “Dios, que hombre tan siniestro y oscuro…”

Se forzó a borrarlo de su mente, ya tenía bastantes cosas extrañas en su vida como para pensar en una más. Pero lo realmente extraño era que le costaba quitárselo de la cabeza… sobre todo su expresión cuando ella le estrelló la taza en el suelo. Si no hubiera estado tan asustada hasta hubiera querido abrazarlo y pedirle disculpas… Realmente, si se paraba a pensarlo fríamente, había sido muy amable con ella, pero eso no le daba derecho a invadir la intimidad de su habitación de la manera que él lo había hecho, después de todo era un desconocido para ella, por muy buenas intenciones que tuviera.

Su mente voló de nuevo al contenido de la carta.” ¡Esto tiene que ser una pesadilla!”, notó como el pulso se le aceleraba y le faltaba la respiración “Oh, Dios mío, creo que me está dando un ataque de ansiedad”, “Respira… Despacio, respira… Tienes que sobreponerte… Respira…”, recordó las instrucciones que el Dr. Whale le había dado para estos casos en los que se veía superada por alguna emoción de pánico. “Tengo que ser fuerte…Respira… No voy a llorar… Respira y verás como bajan las pulsaciones… No Voy a llorar… ¡Oh, Dios, mi cabeza…!”

Miró a su alrededor, buscando la caja de pastillas para la jaqueca que el Dr. Whale le había recetado, y las encontró sobre el último libro que estaba leyendo, “Harry Potter y las Reliquias de la Muerte”. Curiosamente Ruby le había hecho llegar los siete libros, uno a uno, cuando estaba en el hospital, y menos mal que lo había hecho, porque los ratos que pasaba despierta, y no le dolía la cabeza, su mente comenzaba a divagar por extraños pensamientos y prefería mantenerse ocupada, aunque fuera con esa literatura quizás un poco infantil y fantástica que al principio rechazó por el tema que trataba, pero a medida que fue adentrándose en la historia de los personajes, le iba enganchando cada vez más. Era curioso, pero con todos los personajes vinculados al “Lado de la Luz”, el que más le gustaba a ella era Snape, que no podía ser más oscuro… pero veía un trasfondo en él que la tenía intrigada.

Tomó la caja de pastillas y sacó una notando otro pinchazo en la sien. Al levantarse miró el papel que acababa de caer de sus manos. Tenía que contárselo a alguien. Necesitaba hablar con alguien que la escuchara y le aconsejara qué debía hacer. Ruby. Sí, Su amiga Ruby. Se sintió un poco más animada al pensar en ella, menos mal que tenía a alguien a quien recurrir. Había sido su mejor apoyo desde que estaba en el hospital. Realmente era frustrante no recordar nada de las personas que se le presentaban delante diciéndole que se conocían, pero con mucho esfuerzo y la ayuda de Ruby había conseguido mantener la calma y dejar que se acercaran a ella.

Lo que se le hacía un poco cuesta arriba era lo del nombre. Belle, todos la llamaban así, pero ese no era su nombre. Su nombre era Margie. Belle… También fue así como la llamó aquel siniestro hombre cuando sucedió todo…

Otro escalofrío, “Dios, tengo que dejar de pensar en ese hombre, o me desnucaré de una sacudida…”.  Gold, le había dicho Ruby que se llamaba. Dejó el paquete que había llegado junto con la carta sobre la  cama con brusquedad, sin hacerle demasiado caso. Otra vez le volvía a venir a la cabeza ese hombre. En alguna ocasión habían coincidido en la tienda, y ella no había podido reprimir un salto del susto, ante lo que él había murmurado unas disculpas, agachando la cabeza  y se había alejado todo lo rápidamente que su cojera le permitía.

Tomó la pastilla con un trago del vaso de agua que reposaba en su mesilla y deseó que le hiciera pronto efecto  porque quería ir a hablar con su amiga, necesitaba hacerlo.

Recorrió la habitación con la mirada, una habitación que no había visto hasta que Ruby la llevó a ese apartamento. Le dijo que ella vivía allí antes del suceso, y que era un apartamento que se le cedía al encargado de la biblioteca, con lo cual pudo deducir que era ella o eso creían los demás.

No recordaba nada de aquello de la biblioteca ni en qué consistía su trabajo, pero  no le desagradaba la idea, la verdad es que le gustaba mucho leer. No es que recordara muchos libros pero los que le había estado trayendo Ruby los había devorado. Disfrutaba mucho cuando cogía un libro y se sentaba a leerlo debajo de un gran roble que había en el parque.

Era curioso, pero podía estar rodeada de gente y a la vez sentirse totalmente sola, hasta el punto de llegar a tener miedo. Sin embargo cuando iba al parque y se sentaba a leer bajo “su” árbol sentía como si una presencia tranquilizadora le arropara y le hacía sentir una sensación familiar, agradable, “será el espíritu del árbol…”, le gustaba pensar. Realmente eran los momentos que más disfrutaba del día y en cuanto podía se escapaba allí.

Tomó su abrigo de detrás de la puerta y se dirigió a la entrada principal, con la esperanza de que el aire frío de la noche ayudara a despejar su mente y ese maldito dolor de cabeza. Se aseguró de que la carta estuviera en el bolsillo interior de su abrigo. La carta… Una nueva ola de lágrimas inundó sus ojos, “no voy a llorar…¡No voy a llorar…!” pensó con decisión, mientras salía a la calle.

La noche era bastante más fría de lo que esperaba, así que apretó el abrigo contra su cuerpo esperando que de esa manera no se colara por ninguna rendija. “Dios, necesito una taza de té bien calentita…” pensó mientras apretaba el paso para llegar cuanto antes a Granny´s.

En unos minutos estuvo delante de la puerta de la cafetería donde trabajaba su amiga Ruby, y al parecer entre el fresco aire de la noche y el calmante habían conseguido adormecer su jaqueca, lo cual agradecía de corazón. Tiró con decisión  de la puerta, haciendo sonar la campanilla que había sobre ella estrepitosamente, haciendo que el resto de clientes que se hallaban dentro se giraran de inmediato para mirar a la muchacha de pelo castaño que acababa de entrar y que no reparó en ninguno de los allí presentes, únicamente en Ruby…

-¡Ruby, Tenemos que hablar…! – Exclamó ignorando las miradas curiosas del resto de la concurrencia- ¡…Ahora! – Puntualizó seca.

Ruby, que se había alegrado de ver a su amiga entrar por la puerta, se quedó congelada ante la expresión de su cara, que delataba que estaba a punto de entrar en pánico.

-Está bien, Belle, toma asiento y en un momento estoy contigo- le dijo intentando transmitirle algo de la calma que a ella estaba empezando a faltarle.  Dios, esa mirada otra vez. Era una mirada como si se sintiera perdida de nuevo, como la noche en que cruzó la línea…¡¡Por Dios, esperaba que Gold no se hubiera vuelto a meter en su camino, sabiendo el pánico que le tenía…!! Ese hombre era capaz de eso y mucho más, cuando se le metía algo en la cabeza a ver quién era el guapo que se lo sacaba.

Belle se sentó en el taburete de la barra que estaba más cerca de la cocina y que les daba un poco más de intimidad, después de todo, iban a necesitarla para lo que le iba a enseñar, no tenía muchas ganas de que fuera de dominio público… todavía…aunque más pronto o más tarde lo sería…

Ruby se apresuró a servir los platos que descansaban en la ventanilla de la cocina, para poder tener unos minutos con su amiga. La veía tan pequeñita e indefensa ahí sentada, tiritando de frío…o de miedo, no lo tenía aún claro, lo único que sabía era que le daban ganas de abrazarla y decirle que todo se solucionaría…

Recogió los vasos y limpió la última mesa que le quedaba, para poder tener más tiempo antes de que comenzaran a venir la siguiente tanda de clientes, sobre las ocho de la noche.

-¡Ya estoy aquí! – le dijo con una sonrisa abierta, dejando la bandeja sobre el mostrador- Cuéntame ¿qué tal te ha ido el día? – Se le congeló la sonrisa en los labios cuando vio los enormes ojos azules de su amiga inundados de lágrimas-. Belle, ¿qué te ocurre? – se apresuró a preguntar sin darse cuenta de que aquel no era el nombre por el que debía llamarla.

-Esta tarde ha venido un mensajero con un paquete del hospital –Tomó aire intentando  controlar una andanada de sollozos -. Decía que,  cuando salí de allí, me había dejado unos efectos personales y que iban dentro del sobre junto con una carta…- se le quebró la voz y su cuerpo quedó atrapado por una serie de sacudidas incontroladas provocadas por el llanto.

-¡Dios, cariño, ven aquí…! – la chica de rojas mechas salió corriendo de detrás de la barra a abrazar a su amiga, sintiendo cómo se le hacía un nudo en el estómago de ver su congoja – Ya está, cielo, ya está…- intentó consolarla, haciendo esfuerzos por no ponerse también a llorar junto con ella. “¡¡Dios, no soporto ver sufrir a nadie, es superior a mi…!!”. Pero ahora debía ser fuerte, por su amiga, porque la necesitaba y para eso están los amigos, para momentos de éstos…

-Ten- le alcanzó unos pañuelos -, sécate esos ojos preciosos y cuéntame porque estás así. ¿Es que te falta algo de tus efectos personales, crees que se ha podido perder algo en especial?

-¡No, no es eso! –se apresuró a contestar -. A decir verdad la caja con los objetos personales ni la llegué a abrir, creo que me la he dejado sobre la cama –continuó mientras se secaba las lágrimas, un poco más calmada.

- Vale, así está mucho mejor –dijo Ruby, dándole tiempo para que recuperara el aliento -. ¿Quieres que te sirva una copa o algo, cielo? – le ofreció preocupada.

- Sí, por favor ponme un té bien caliente, a ver si se me va esta sensación del cuerpo – contestó Belle tiritando aún.

- ¡Enseguida…! –Intentó parecer animada, pero cuando se giro hacia la cafetera le dio un vuelco el corazón. “Uy, que mal presentimiento, me da que ésto es más gordo de lo que me pensaba…”

En un momento apareció con una humeante taza de  té, que colocó delante de su amiga. La miró por un momento sin querer insistir para que continuara contándole lo que le había sucedido.

Desde que cruzó la línea había permanecido a su lado, sin presionarla, sólo a su lado, intentando encontrar dentro de esa persona a la que una vez fue su amiga, y que ahora no era más que un manojo de nervios destrozados  y desconfianza . No quedaba nada de la muchacha dulce y agradable que una vez fue Belle, aunque ella sabía que en el fondo… muy en el fondo, continuaba ahí. Pero tenían que tener paciencia, cariño… y paciencia… y mucho tacto… y  definitivamente…paciencia.

Belle le agradeció el té y se dispuso a dar un trago al cálido líquido que pareció reanimarla un poco. Levantó la mirada para encontrar los ojos de su amiga, que esperaba a que siguiera con su relato. Abrió la boca para decir algo, pero la volvió a cerrar cuando escuchó el sonido de la campanilla de la puerta de entrada.

Ruby maldijo por lo bajo, desviando la mirada para ver quién acababa de entrar.

-¡Ruby, ponnos  una cervezas a cada uno, que estamos secos! –Exclamó Leroy alegremente mientras entraba seguido de los otros cinco enanos. En un momento se llenó el local con la animada conversación de sus clientes, que apenas repararon en Belle.

La muchacha puso los ojos en blanco, a punto de perder la paciencia. Murmuró unas disculpas a Belle, que hizo un movimiento con la mano a modo de Respuesta. Intentemos buscarle la parte positiva, mientras tanto Belle podría encontrar la calma suficiente para contarle de que iba el asunto.

Sirvió las cervezas a una velocidad asombrosa, y rezó para que tardaran un poco en terminárselas. Las dejó sobre la barra ante el regocijo de sus clientes que gastaban bromas entre ellos y se reían ruidosamente, contrastando con la menuda figura temblorosa del final de la barra.

-¡Vale, ya está…! – Dijo con la esperanza de que no les interrumpiera nadie en un rato- ¿Estás más tranquila?- Preguntó con verdadero interés.

Belle asintió con la cabeza, tomando aliento y metiendo la mano dentro del bolsillo interior de su abrigo.

-Ésta es la carta que me mandaron del hospital…- le extendió un sobre con el anagrama del hospital de Storybrook – Toma, léelo por ti misma.

Ruby cogió el sobre sin despegar los ojos de su amiga, intentando descifrar en su mirada si eran malas o terribles noticias. Le daba miedo leer el contenido a la vista de su expresión, cada vez estaba más pálida.

Abrió el sobre como si le fuera a saltar una víbora de dentro y desplegó el papel que estaba mecanografiado.

Eran los resultados de una analítica que se le había realizado dos semanas antes, mientras todavía estaba internada en el hospital. Pero ella no era médico, y no entendía muy bien lo que le ponía, ya que tenía un montón de ítems con sus valores correspondientes al lado. “¡Espera, Aquí abajo…!” encontró lo que buscaba:

 PRUEBA INMUNOLÓGICA DE EMBARAZO ---------------------------------------------------POSITIVA (+)

-¡Oh, Dios mío, no puede ser cierto! – Exclamó mirando a la muchacha que tenía enfrente, con los ojos fuera de las órbitas. Era como si le acabaran de tirar un jarro de agua fría por la espalda. No podía creer lo que tenía delante.

Dios mío, pobre Belle, después de todo lo que le había ocurrido… ¡Esto no le podía pasar a ella…!


Muy pronto el próximo capítulo.