sábado, 26 de abril de 2014

Fan fic: Un nuevo comienzo (capítulos 7 y 8)


Continuamos con dos nuevos capítulos de "Un nuevo comienzo". ¿Te los vas a perder?

Capítulo 7 – Un mundo extraño.
  • Henry, no pongas esa cara, a mí esto me fastidia tanto como a ti – le dijo Veca mientras recogía la mesa.
  • Ya, claro, lo que tú digas.
Ya había pasado una semana de que llegara Hook. Su madre trabajaba toda la tarde y parte de la noche, y a él le había dado por explorar por su cuenta. Henry había querido ir, pero Emma no le había dejado. Decía que aún era pequeño para andar buscando aventuras por la ciudad, y, por supuesto, Hook no contaba como niñera. Así que le había tocado quedarse en casa, y claro, alguien tenía que quedarse con él, así que le había tocado a Veca. Desde luego no le gustaba la idea, pero ambos tendrían que aguantarse.
  • ¿No tienes deberes?
  • No, hoy no.
  • ¿Y qué te apetece hacer?
  • Ah, pues no sé– la verdad es que no había nada que le interesara realmente. A no ser… - Espera, ¿me puedes enseñar qué más cosas sabes hacer?
  • Está bien. Además, necesito practicar.
Se sentaron los dos en el sofá.
  • Bueno, sabes leer la mente, ¿no?
  • Sí, y también puedo, por ejemplo, comunicarme mentalmente.
  • ¿De verdad? ¿Me lo enseñas?
  • Está bien. No tengo mucha práctica, así que me cuesta un poco.
  • No hay prisa.
Estuvieron así unos segundos. De repente, Henry sintió una voz en su mente. Se concentró para entenderla.
Así es como se habla mentalmente”. Era la voz de Verónica.
Mola” pensó.
Sí que mola. Y es muy útil” le contestó.
Espera, ¿cómo puedes saber lo que estaba pensando? ¿No se supone que sólo tú puedes hacer eso?”
En realidad, para que dos personas se comuniquen mentalmente sólo hace falta una que sepa cómo hacerlo. Si formulas tus pensamientos con suficiente fuerza, podré captarlos”.
Qué guay. Oye, ¿qué más sabes hacer?” le preguntó.
Veo que te ha gustado esto de comunicarse con la mente, ¿eh? Bueno, pues también puedo leer la mente, y controlar a los demás, pero para todo eso necesito mirarlos a los ojos. Eso es lo más fácil de hacer. Luego hay otras cosas más complicadas como…”
Se abrió la puerta. Era Hook.
Henry, ¿te apetece que te haga una demostración? Esto se parece un poco a uno de los poderes de los Jedi”.
¡Vale!” contestó él, entusiasmado.
Hook se acercó a ellos.
  • Has durado poco tú solo, ¿eh?- le dijo Veca.
  • Este mundo es muy extraño, no entiendo nada. Es agotador.
  • Bueno, yo estaba hablándole a Henry de mis habilidades.
Acto seguido, miró a Hook a los ojos. Estuvieron así unos segundos. Entonces, Hook habló:
  • Me gusta chuparme el dedo – dijo, como alelado. Entonces, volvió en sí. - ¡Eh! ¡No hagas eso!
Henry y ella estallaron en carcajadas. Hook los miraba, con cara de “no tiene gracia”.
  • Sí, definitivamente, lo del control mental es igual que como lo hacen los Jedi.
  • ¿Qué son los Jedi?
Se quedaron callados y le miraron los dos a la vez.
  • Mira, Hook, si fueras de este mundo, te habría partido la cara sólo por decir eso – dijo Verónica.- Pero, como eres de FairyTale, te lo dejo pasar por esta vez. Lo que me recuerda – miró a Henry – que deberíamos darte unas clases sobre lo que deberías saber de este mundo.
  • ¿De verdad? ¿Y qué es lo que debería saber?
  • Hum, pues, creo que deberíamos iniciarte en el cine.
  • ¿Cine?
  • Henry, ¿tienes alguna película de Star Wars?
  • Pero yo…
  • Sí, claro, las tengo todas. Ahora mismo voy a cogerlas, y de paso cojo alguna de Disney – dijo, mientras entraba en su habitación. – Ah, y las de Piratas del Caribe.
  • ¡Me vais a dejar hablar!- gritó Hook, enfadado.
Tanto Verónica como él se habían olvidado de Hook. El pirata se había puesto de pie, y parecía que quisiera tirarse por la ventana. Debía de estar hecho un lío.
  • ¿Qué pasa, Hook? – le preguntó. Hook se quedó callado un momento.
  • Esto… ¿qué es el cine?
Claro. El pobre no tenía ni idea de lo que estaban hablando, normal que estuviera tan nervioso. Pero a ver cómo le explicaban qué era el cine.
  • Pues… Eso es difícil de explicar, pero lo intentaremos – le dijo Veca.- El cine, digamos, es un tipo de arte.
  • Sí, eso, y… En este arte, se crean películas.
  • ¿Y qué son las películas?
  • Pues son… ¡Son como las actuaciones que hacen en las ferias! – dijo Henry.
  • Y esas actuaciones las podemos ver desde un aparato que se llama televisor- dijo Veca.- Esto – señaló la tele- es un televisor.
  • Ah, vale, creo que ya me empiezo a aclarar – contestó Hook.- Las películas son como las obras de los comediantes, son varias personas que interpretan a personajes que no existen y que hacen como si vivieran la historia.
  • ¡Sí, eso es! – dijeron los dos a la vez.
  • Solo que en vez de verlo en la plaza de un pueblo, lo vemos en esa especie de tabla negra- señaló al televisor.
  • ¡Sí!
  • Pero te advierto que parecen muy reales- le dijo Verónica.
  • De acuerdo, está bien. ¿Con cuál me queréis torturar primero?
  • ¿Tú qué dices, Henry?
Lo tenía muy claro. Fue al montón de películas y la cogió.
  • Star Wars: Una nueva esperanza- anunció, mientras se la daba a Verónica.
Veca metió el disco en el reproductor y encendió la tele.



Hook había intentado buscar él solo, pero no había conseguido nada. Al poco rato de salir de casa, se había rendido. Estaba en un mundo totalmente distinto al suyo, y aunque no era la primera visita que hacía a Nueva York, sí que era la primera que se había fijado en su entorno. Lo que más raro le parecían eran los coches, o como se llamaran esos carros que se movían solos. Le habrían parecido cosa de magia si no fuera porque en ese mundo no había. Al parecer estaban hechos de un montón de tubos y planchas de metal, y había que echarles una especie de agua negra que olía fatal y que hacía que se pudieran mover.
Cuando volvió a casa, se encontró a Veca y a Henry juntos, en silencio. Al parecer, Henry tenía curiosidad sobre los poderes de Verónica. Y claro, a él le había tocado hacer de cobaya de experimentos. Al parecer, había un tipo de personas, llamadas Jedi, que eran capaces de obligar a la gente a hacer cosas. Cuando había preguntado qué eran los Jedi, le habían mirado mal, como si acabara de decir una blasfemia. Después, empezaron a decir que tenían que enseñarle ciertas cosas sobre ese mundo. Empezaron por algo que llamaban el cine.
Así que allí estaba, viendo en una especie de tabla negra algo que llamaban película, que resultó ser como una obra de comediantes, solo que parecía que ocurriera realmente. Se llamaba Star Wars. No quería admitirlo, pero le estaba gustando. Se sentía bastante identificado con Han Solo, de hecho creía que, estando en su lugar, habría hecho exactamente lo mismo que él. De la misma manera, parecía como si pudiera identificar a cada personaje de la historia con habitantes de FairyTale: Luke era Baelfire, Leia era Emma, Snow y Charming eran los padres de Leia, Chewbacca era Smee… Y, de alguna manera, Darth Vader le recordaba a Rumpelstiltskin.
Cuando acabaron la primera, pusieron la siguiente, y luego la siguiente. Según avanzaba la historia, se hacía cada vez más complicada. Cuando llegó a la escena en la que Darth Vader le decía a Luke que era su padre, casi lo había visto venir. Era extraño que lo hubiera sabido identificando a gente que conocía con personajes que no existían.
Era casi, como si alguien conociera toda la historia y la hubiera plasmado en las películas, para que otras personas pudieran interpretarlo. Por supuesto, eran conjeturas. Lo único que no encajaba era que Leia fuera hermana de Luke. Pero, como ya le habían dicho, nada de todo eso era real, seguramente lo demás eran casualidades.
Habría sido interesante conocer al genio que había creado todo eso. Más tarde, Veca le dijo que el creador de esas películas se había hecho tan famoso por ellas que era casi imposible poder llegar a conocerle. Era una lástima.
Después, habían estado hablando de las películas. Al parecer, había tres más, pero cada una era tan larga que no podían verlas todas en un día, lo cual era un fastidio, porque según le contaron, hablaban de todo lo que había pasado antes del Imperio.
Siguieron hablando, de unas cosas y otras, le estuvieron explicando cosas de ese mundo, que llamaban “cultura general”, hasta que cayó el tema Disney. Al parecer, había sido un famoso dibujante que había creado películas de “dibujos animados”, y que era quien había hecho que la gente tuviera la imagen que tenía de los cuentos de hadas. Habían empezado a enseñarle imágenes de cómo Disney había “creado”, a todas las personas a las que conocía. Vio imágenes de una Snow vestida de colores, un Charming afeminado, una Regina bastante grotesca, unos enanitos pequeños y muy cómicos… Realmente, los dibujos más parecidos a los habitantes de FairyTale eran el de Belle, tal y como la había visto la última vez, una tal Cenicienta, a la que conocía sólo de vista, y Mulán, siempre con su armadura. Entonces le habían enseñado un dibujo de un pirata. Vestía de rojo, tenía la nariz aguileña, el pelo largo y rizado y unos bigotitos muy finos. La imagen en sí era ridícula. Cuando les había preguntado quién era, se habían reído y Henry le había señalado su mano izquierda, y luego la del pirata del dibujo. Cuando lo vio, no se lo podía creer. ¡Era él! Si ese tal Disney no estuviera muerto, él mismo habría ido a encargarse de él. Luego había visto cómo había imaginado que sería Peter Pan. Claro, cómo no. El señor dibujante había creado a Pan como un niño que no quería crecer, no como era realmente. Y, por supuesto, él era el villano y Pan el héroe.
Después de eso, no quiso volver a oír nada del tema. Por un día había tenido suficiente.
Verónica decía ser una negada para la cocina, así que pidió algo de comida por una especie de aparato que llamaba teléfono y un rato después llegó un hombre con unos paquetes. Le dijeron que era comida china, pero prefirió no cenar.
Este era un mundo demasiado distinto del suyo. Ojalá hubiera podido ir Baelfire en su lugar, pero no había podido, así que le había tocado a él.


Capítulo 8 – Fantasmas del pasado

Emma y Verónica habían ido de compras. La idea había sido de Emma, que había obligado a Veca a acompañarla.
  • No entiendo por qué debo ir de compras, de verdad. Me basto con la ropa que tengo – había protestado.
  • Me da igual, Veca. La ropa que dices que te basta son un vestido, un par de pantalones, una camiseta, unas botas y una cazadora. Necesitas más ropa.
  • Oh, está bien.
Así que allí estaba, en la tienda de ropa más cercana, intentando convencer a una Verónica muy cabezota de que el color rosa no era tan horrible. Como muy pronto descubrió, Veca odiaba ir de compras.
Finalmente, consiguieron encontrar un par de blusas y un vestido ancho que le gustaron, y pudieron acabar de una vez.
Ahora estaban paseando tranquilamente, intentando pasar el rato. Poco a poco, consiguió que Veca se relajara y le mostrara cómo era realmente. Cada vez le recordaba más a ella de joven, pero temía que fuera exactamente igual, pues ella había hecho cosas de las que se arrepentía, y que nunca podría olvidar. Intentó preguntarle por su pasado:
  • Verónica, quisiera saber más cosas sobre ti. Hasta ahora, lo único que sé es tu nombre, tu edad y la razón por la que estás aquí. Me recuerdas mucho a mí, se que crees que es mejor que la gente no te conozca, que así estarás a salvo, pero los demás tampoco confiarán en ti, y eso tampoco es bueno.
Veca se paró y la miró fijamente.
  • Sí, tú lo has dicho, Emma, preferiría no hablar de mí, es algo bastante personal.
Tal y como ella predijo, Verónica intentaba volver a enmascararse. Tenía que cortar por lo sano.
  • Mira, Verónica, te lo voy a dejar muy claro. Si no confías en los demás, ellos tampoco confiarán en ti, y no me estás dando ninguna razón para que lo haga, así que puedes elegir: intentar abrirte a los demás, por mucho que te cueste, o puedes esconderte detrás de tu flequillo, apartarte del mundo y estar sola el resto de tu vida. Créeme, te lo digo por experiencia – era increíble que precisamente ella le estuviera diciendo eso, pero era por su bien. Vio que Verónica sabía perfectamente a qué se refería, pero también veía que estaba dudando. Tenía miedo, y era más fácil elegir la segunda opción, pero no era la correcta, y lo sabía. Esperaba que eligiera bien. – Sabes que tengo razón.
  • Sí, lo sé – dijo Veca. – Emma, sé que te preocupas por mí, aunque no me conozcas, pero creo que es mejor que no sepas ciertas cosas sobre mí. Pero, respecto a lo demás, te contaré lo que quieras.
  • Está bien – no tardó mucho en pensárselo. - ¿Por qué tanta prisa por encontrar a tus padres? Podrías haber hecho tu vida antes, ya sabes, podrías haber estudiado, o viajado. Ya eres mayor de edad, puedes hacer lo que quieras, pero, ¿por qué cortar toda comunicación con tu pasado para buscar a tu familia biológica?
  • Precisamente, Emma, esa es una de las cosas que no quiero que nadie sepa, pero, dado que te lo he prometido, te diré la verdad – dijo ella, con expresión seria. Se sentaron en un banco-. La razón por la que quise alejarme de toda mi vida anterior, es porque siempre he odiado esa vida. Durante años no supe nada sobre mi procedencia, para mí, mi madre adoptiva era mi única familia, pero habría preferido criarme en un orfanato. Ella era egoísta, cruel e incapaz de pensar más que en sí misma y en su imagen. Su concepto de triunfar en la vida era pisotear a los demás en el proceso. La odié desde el momento en que comprendí cómo era realmente – hizo una pausa. - Ella era la dueña del único hostal/restaurante del pueblo donde vivíamos. Pasaba muchísimo tiempo allí, y el resto lo pasaba cotilleando y presumiendo con sus amigas. Cuando llegaba a casa, todo tenía que estar perfecto, si había polvo o veía algo sucio, me gritaba, porque me decía que la casa era parte de su imagen, a igual que yo. Y no le bastaba con que fuera como las demás, yo tenía que ser perfecta. Para que mi madre adoptiva estuviera contenta, yo debía sacar las mejores notas, ser la que mejor vistiera, ser la más popular, en definitiva, ser la mejor. Pero yo no era perfecta, y ella me lo recordaba todo el tiempo, machacándome y gritándome. Yo me esforzaba para que ella estuviera orgullosa, pero, cuando me di cuenta de que eso no iba a pasar, empecé a rebelarme, lo que hacía que ella me machacara más. Sinceramente, creo que no me pegaba porque temía lo que pensaran los demás. Por otro lado, pasaba de mí. Todo el tiempo que estaba en casa y no me gritaba, casi era como si yo no existiera. No es que nuestra relación madre e hija fuera poco estrecha, es que no existía. Una de las razones por las que peor lo pasé en la escuela fue que tenía lagunas de cosas que debería haberme contado ella, pero nunca llegamos a tener una de esas charlas. Lo peor era que ella daba por hecho que yo debía saber todo eso sin necesidad de que me lo contaran. Creo que nunca se paró a pensar en mis sentimientos.
Emma se había quedado de piedra. Al principio no se había creído que Veca se fuera a abrir tan fácilmente, después de las molestias que se tomaba para que los demás no supieran nada de ella, pero había descubierto que se equivocaba. Y, ahora que la conocía un poco mejor, entendía su postura. Por cómo la había descrito, su madre era la clásica cotilla de pueblo, toda imagen, que manipulaba a todo el mundo para conseguir lo que quisiera. No, Verónica no era como ella. Emma se había criado yendo de un orfanato a otro, soportando a niños que se creían mejor que ella sólo porque no los habían abandonado. Veca, en cambio, había tenido como madre a una mujer que no la quería realmente, sino que la veía como un objeto que mostrar a los demás para presumir, y que nunca estaba contenta con ella, sino que le exigía más. Desde luego, que tus padres no te quisieran era como no saber si te querían o no tus verdaderos padres, saber sólo que te habían abandonado.
  • Vaya Verónica, realmente no me esperaba esto, ahora entiendo que lo quisieras ocultar- dijo, todavía sorprendida. – Pero, ¿cómo descubriste que eras adoptada?
  • Bueno, después de lo que te he contado, esto tampoco te lo puedo negar – esbozó una sonrisa forzada.- Ocurrió hace algo más de un año. Iba de camino a clase, entonces me mareé y me desmayé. Cuando me desperté, estaba en el hospital, y mi madre adoptiva había llegado, le había parecido que estaba bien y se había ido. Había un médico junto a mí. Estaba muy serio. Me dijo que no sabía lo que me había pasado, pero que parecía como si hubiera habido un cambio en mi cerebro o algo así. Entonces llegó una enfermera con unas hojas en la mano, que le dio al doctor. Después de leerlas, se dirigió a mí y me dijo que nos habían sacado sangre a mi madre adoptiva y a mí para hacernos unas pruebas y así saber si era algún problema genético, pero, en vez de eso, la prueba había demostrado que ella no era realmente mi madre. Cuando ella se enteró, se aseguró de que nadie dijera nada y me hizo jurar que nunca volvería a sacar el tema. Le di mi palabra, pero, en cuanto pude, me fugué para buscar a mi verdadera familia.
  • Entonces, te enteraste de que eras adoptada sólo por pura casualidad.
  • Más o menos – se levantó y la miró a los ojos. – Emma, por favor, prométeme que no le contarás a nadie lo que te he dicho.
  • Te lo prometo – dijo, levantándose. Empezaron a andar. – Seré una tumba.



Verónica no entendía qué era lo que le había pasado. En condiciones normales, nunca le habría contado a nadie todo lo que le había dicho a Emma, pero una vez empezó, no pudo parar, casi por un momento le pareció volver a ser esa niña miedosa que espiaba a las madres de sus compañeras de clase y luego le contaba a su madre adoptiva todo lo que veía para que ella no le gritara. Pero, después de tanto tiempo (toda una vida, de hecho) ocultando sus sentimientos, estos no quisieron seguir más tiempo ocultos. Sólo había una cosa que no le había contado. Cuando Emma le había preguntado cómo había descubierto que era adoptada, le había dicho la verdad, pero era una verdad a medias. Prefería no pensar en ello.
Veca caminaba junto a Emma, perdida en sus pensamientos, cuando oyó una voz a sus espaldas.
  • ¿Melissa? ¿Eres tú?
Se dio la vuelta. La que hablaba era una joven, de unos dieciocho años, vestida de colores. Tenía los ojos grandes y castaños, la piel muy blanca y mechas californianas. La reconoció al momento. “Maldita sea” pensó “¿Por qué tenía que ser ella precisamente?”.
  • Lo siento, debes de…
  • Melissa, es increíble que no hayamos encontrado aquí, en Nueva York, hace tanto que no nos vemos…
  • Debes de haberme confundido- la cortó de golpe.
  • ¿Pero qué dices, Melissa, si nos conocemos desde niñas…
  • Créeme, te has confundido – dijo, mirándola a los ojos.- Mi nombre es Verónica.
  • Ah, lo siento… Verónica. No os molestaré más.
Y se fue. Emma se giró hacia ella, interrogante.
  • ¿Quién era? – preguntó.
  • No tengo ni idea.
  • Ah.
Una vez llegaron a casa, vieron que no había nadie. Hook había puesto una nota en la que decía que se había ido a investigar solo. Mejor. Así habría una persona menos. Se fue a su habitación (desde que Hook se la había cedido), se tumbó en la cama y cerró los ojos. Intentó expandir su mente, de manera que pudiera encontrar a la persona que buscaba. No tardó en encontrarla. Entonces, estableció contacto con ella. “Siento lo de antes, Zoe, pero no podía correr riesgos. Tenemos que hablar. Nos vemos donde hace un rato, esta tarde, a las siete. No faltes”. Aparentemente, ella no le contestó, pero Verónica sabía que sí, y que estaría allí.
Desde luego tenían mucho que hablar. Zoe había sido su única amiga de verdad, quien le había introducido en el mundo real y le había descubierto todo su mundo. Ella era quien la había convencido de que podía aspirar a algo más, que no merecía la vida que tenía. Era la única que sabía toda la verdad. Y, en una de las ciudades más grandes del mundo, había aparecido detrás de ella, como un fantasma, recordándole que tenía más secretos de los que creía y que eso no iba a durar mucho. Tarde o temprano esos secretos se volverían contra ella y la ahogarían, aunque ahora se había librado de uno de los peores.

3 comentarios:

  1. Estaría bien que en la serie le enseñasen a hook como le ven en la vida real jajajaja

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    Respuestas
    1. Si por eso lo he puesto. Ademas que a Hook le hacia falta una puesta a punto en lo que se refiere a nuestro mundo XD me gustaria verle la cara jajajaja

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    2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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